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La hipnotizadora tetona (1)

en Control Mental

La hipnotizadora tetona (1)

Genaro abrió los ojos y tardó unos minutos en darse cuenta de dónde estaba. La noche anterior había acudido a un pub donde solía asistir con regularidad, presentaban espectáculos para adultos, en esa oportunidad el show consistía en una hipnotizadora, Mistress Helga. Él había subido al escenario como uno de los voluntarios y no recordaba mucho más.

Recordaba algunas partes. Estar sentado en una silla. La voz sensual de la mujer. Después de eso, no tenía las cosas claras. Lo concreto es que había acabado en la cama de esa mujer, semidesnudo por lo que podía apreciar pues no tenía los calzoncillos ni el pantalón, aunque conservaba los calcetines. La habitación tenía una temperatura agradable, a él solo lo cubría una sábana. A su lado dormía la hipnotizadora, Mistress Helga. En la penumbra de la habitación podía ver sus curvas de mujer madura. Ella no era del tipo que paralizaba el tráfico, pero sí le parecía atractiva.

Estiró la mano derecha que era el lado para donde estaba la mujer y empezó a tocarla sin el menor empacho. Ella dormía completamente vestida, hasta se había puesto un pijama aunque no usaba brassiere tal como pudo apreciar Genaro mientras la tocaba. Ella roncaba muy suavemente, y olía muy bien.

El hombre no tardó en excitarse. La situación le parecía un poco rara pero tampoco era para llamar a la policía. Él era casado pero su esposa estaba acostumbrada a que él no regresara todas las noches a su casa. Simplemente se hacía de la vista gorda.

Lo que Genaro no sabía era que el esposo de Helga, un hombre de casi 50 años llamado Bruno estaba en el mismo departamento, específicamente en la cocina, preparando el desayuno que llevaría en un momento a la habitación donde su esposa y su amante ocasional compartían la misma cama.

Aunque llamar amante ocasional a Genaro no era una definición exacta. En realidad lo mejor sería decir su juguete ocasional.

Helga era una hipnotizadora experta, llevaba pocos años haciendo esos espectáculos para adultos. Solía escoger al más guapo de los voluntarios para llevarlo a casa y jugar un poco con él. Rara vez tenía sexo pero le agradaba ser acariciada y le encantaba jugar con ellos durante un día o dos, luego los mandaba de regreso a su casa con la mente totalmente borrada de lo que había sucedido.

Ese peculiar gusto por dominar a los hombres no había sido un don innato. Le había costado desarrollarlo pero una vez que lo domino, lo usaba con regularidad. El primero en caer en su poder había sido su propio marido, Bruno.

Hipnotizar a su esposo, no había sido tarea fácil. Antes de eso tuvo que aprender la técnica y luego convencerlo de ponerlo en trance. Una vez logrado eso, las cosas fueron más sencillas. Ahora lo trataba como su sirviente ocasional. Rara vez tenía sexo con él.  Lo usaba más como proveedor de dinero y para tareas domésticas.

Genaro seguía acariciando las curvas de Mistress Helga. Se deleitó con las enormes bubbies de la mujer. Ella se agitó en la cama hasta que finalmente despertó. Se sobresaltó un poco al notar las manos del hombre pero solo fue unos segundos. Se frotó los ojos para despertarse del todo. Sonrió al notar el deseo del hombre. Era hora de jugar un poco.

Encendió la luz y apretó el botón que hacía sonar el timbre de la cocina. Pocos segundos después apareció Bruno con la bandeja del desayuno.

Genaro se sorprendió bastante cuando vio entrar al esposo de Mistress Helga. Ella hizo las presentaciones de rigor sin tomarse mucho tiempo. Tenía hambre y debía salir en un rato a hacer unas compras. Hizo que sus dos juguetes se tendiesen a cada lado suyo y se masturbasen mientras ella desayunaba.

Genaro obedecía como si hubiera nacido para hacerlo. Bruno ya estaba más que acostumbrado así que no lo dudo, ambos frotaban sus penes con su mano derecha mientras Helga veía la tele y comía un desayuno vegetariano.

Transcurridos unos minutos, en esa faena y notando que la naturaleza cumpliría su resultado, Helga les indicó que abriesen los cajones de noche que estaban a su lado y buscasen un preservativo, les ordenó que se los coloquen y sigan con el trabajo.

El primero en eyacular fue Genaro, a pesar de que lo hacía a un ritmo más pausado que Bruno. El marido de la mujer no se demoró mucho más.

Gracias al preservativo no hubo nada que limpiar después. Helga les indicó que descansen un rato mientras ella terminaba su desayuno. Luego le dijo a Bruno que retirase la bandeja. Con la ayuda de Genaro se duchó. Era agradable que un hombre tan atractivo le enjabonase la espalda. Le permitió que él se regodease con sus pechos. Luego se secó. Le indicó cómo usar la secadora de pelo a baja velocidad para ayudarle con el cabello.

Se puso un vestido discreto, falda larga, escote casi inexistente. Se puso unos zapatos de tacón.

Genaro la llevó en su coche, que estaba aparcado en la cochera de visitantes. Bruno se quedó en el departamento limpiando y lustrando el piso. A veces hacía que él use un uniforme de sirviente, pero en esa oportunidad le permitió que lo hiciese con ropa informal. Helga estaba bastante entretenida con su juguete ocasional.

Luego que hubo dejado a Mistress Helga en el centro, Genaro regresó a su casa para ducharse y cambiarse. Le contó un par de mentiras a su mujer y luego fue a recoger a su dueña al lugar donde ella le indicó. Esperó pacientemente mientras ella terminaba de hacer las compras, con la tarjeta de crédito de Genaro, obviamente. No se compró muchas cosas, solo un vestido provocativo, unos zapatos que hacían juego y algo de joyas de fantasía. No era su intención romper el presupuesto del hombre, solo disfrutaba dominándolo completamente.

Regresaron a casa, un almuerzo frugal. Luego se cambió para salir a cenar con Genaro. Él regresó nuevamente a su casa para ponerse formal. Le dijo a su mujer que tenía una cena de negocios.

Llevó a cenar a Mistress Helga a un restaurante exclusivo. Esta vez usaron la tarjeta de crédito de Bruno. Fue una cena muy agradable. Él le contó toda su vida sin tapujos. Sobre todo se explayó sobre todas las veces que le había sido infiel a su mujer. Helga escuchaba atentamente y reía con las anécdotas graciosas.

Al terminar la velada, él la llevó a su casa. Se despidieron con unos besos apasionados en el estacionamiento. Él habría querido subir y tener sexo toda la noche con ella pero Helga estaba cansada y solo quería dormir. Se despidieron.

Camino a casa, mientras conducía, Genaro se quedó paralizado en un semáforo. La luz cambió a verde dos veces antes que los sonidos del claxon de los otros conductores lo sacaron del trance en el que había estado desde el día anterior.

No recordaba gran cosa de lo ocurrido. Había conocido a una mujer en el espectáculo y se había acostado con ella. No había sido gran cosa. Y no tenía su número. Decidió que era hora de frecuentar otro pub para conocer mujeres más atractivas y recordables.

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