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Drogué a mi esposa, mi cuñada y mi suegra

en No Consentido

Drogué a mi esposa, mi cuñada y mi suegra

Debo empezar diciendo que todo salió sin que yo planifique nada. Simplemente las cosas pasaron.

La familia de mi esposa es natural de una zona de clima tropical. Pero, a diferencia de la creencia popular, ella es un poco fría en la cama. No diré que es frígida pero digamos que no me satisface por completo.

Su mamá la tuvo muy joven, en la adolescencia. Y poco después tuvo una segunda hija, que es menor que mi esposa pero un poco más alta.

Las tres tienen un cuerpo bien proporcionado. Destacando las enormes ubres de mi suegra. Mi esposa no las tiene tan grandes pero cuando usa vestidos con escote, los hombres se la quedan mirando. Al principio me daba un poco de celos, pero después me acostumbré. Supongo que todos pensaban que yo me hacía un pajazo ruso con ellos, pero la verdad es que las pocas veces que lo intenté, ella no colaboró en nada.

Mi cuñada tiene una figura esbelta pero poco busto. Su mayor atractivo es su culito respingón, que ella se encarga de cuidar con visitas asiduas al gimnasio de su localidad.

Las tres viven en ciudades distintas, así que tenerlas todas juntas no es frecuente. Pero ese año se pusieron de acuerdo las hermanas para visitar a su madre y coincidimos los cuatro.

Mi suegra quedó viuda poco después de nacer su segunda hija. No le faltan pretendientes pues como mencioné, es una mujer atractiva, que no llega a los cincuenta. Pero ella se mantiene soltera, como toda una distinguida dama.

Su casa es bastante amplia, de techos altos por lo caluroso de la zona. Mi esposa y mi cuñada les gusta pasar unos días allí, pero nunca más de dos semanas. Sospecho que no quieren permanecer mucho tiempo en su ciudad natal porque sus ex novios las persiguen, pero quizás es solo una suposición mía.

La verdad es que yo no estaba muy entusiasmado por viajar con mi esposa. Ella se dedica a visitar lugares turísticos y conversar con sus amigas. Yo me aburro sobremanera. Así que no me queda más que poner cara de circunstancias y tratar de no bostezar.

Pensé que mi cuñada vendría con su novio. Pero al parecer terminaron poco antes y llegó sola. Lo bueno era verla en shorts y tops por la casa, pero excepto eso, los primeros días fueron de un aburrimiento colosal para mí.

Como ya dije, mi esposa no era muy ardiente en la cama. Sumado al hecho que le daba vergüenza hacerlo en casa cuando estaba su mamá, y peor cuando llegó su hermana, pues ni modo.

Pasó una semana y yo estaba en la sala, tratando de no dormirme cuando mi suegra me pide que la ayude con un baúl de donde quería sacar unas fotos antiguas. La ayudé y vi que tenía un montón de chucherías. Me dijo que nunca tenía tiempo para botar lo que no servía y me pidió si podía ayudarla a clasificar las cosas.

Resignado, le dije que no se preocupe y empecé a dividir las cosas en dos bloques: lo que me parecía útil y lo que consideraba intrascendente.

En medio de docenas de objetos variopintos encontré una caja llena de medicamentos. La mayoría vencidos, pero había un blíster casi entero de somníferos. Revisé la fecha de vencimiento y vi que todavía estaban vigentes.

En ese momento no pensé en nada morboso. Pero esa noche, mientras veía a mi esposa dormir y me daban ganas de cogérmela, pensé que si les daba un somnífero a mi cuñada y mi suegra, podía coger con ella sin temor a que nos escuchen y se despierten.

Pero eso implicaría que mi esposa sepa que había drogado a su hermana y su madre. Lo cual seguramente no le causaría mucha gracia.

Además, aun si hubiera estado de acuerdo en drogar a su familia. El detalle es que mi esposa haría lo de siempre, un par de poses y luego se quedaría dormida. Tanto rollo para nada.

Otra opción sería drogarlas a las tres y así tirarme a mi mujer sin mayor remordimiento. Lo cual estaba un poco mejor.

Pero luego mi mente morbosa entró en acción. Si ya había drogado a mi mujer y me la había cogido, podía hacer lo mismo con mi suegra y mi cuñada.

Fantasear que tenía entre mis manos ese par de melones de mi suegra o ese culito delicioso de mi cuñada, fue demasiado. Tuve una erección descomunal y no me quedó más remedio que ir al baño y masturbarme.

Más tranquilo empecé a cavilar cómo llevaría a la práctica mi maquiavélico plan.

A la mañana siguiente, me guardé el blíster de somníferos y le dije a mi suegra que había dividido el contenido del baúl en dos bloques. Tal como yo sospechaba, me había esforzado casi en vano pues solo se deshizo de un par de cosas. En otras circunstancias habría hecho un par de bromas al respecto, pero yo tenía la cabeza en otra parte.

Mi suegra no mencionó las pastillas para dormir en ningún momento. Supongo que algún doctor se las había recetado y había tomado un par para luego olvidarse del tema. Jamás sospecharía el uso que yo les daría.

Lo primero que me obligó a romperme la cabeza es cómo haría para darles las pastillas sin que ellas se den cuenta. Obviamente tenía que ser a todas en simultáneo. Pero cómo. Mi suegra casi no cenaba y mi esposa solo tomaba algo ligero. Mi cuñada salía con frecuencia pues tenía multitud de amigos en la ciudad.

Finalmente decidí afrontar las cosas con total sangre fría. Les daría los somníferos en el almuerzo. Prepararía una jarra de refresco y me aseguraría de que todas bebieran al menos un par de vasos antes de proceder con la siguiente fase de mi plan que era tirármelas mientras estaban drogadas.

Así que un miércoles preparé un refresco bien azucarado y se los di sin el menor escrúpulo a la hora del almuerzo. Las tres me dijeron que había exagerado con el dulce pero se tomaron más de un vaso. Yo fingí que tomaba tres pero lo que hice fue botarlos al lavadero apenas se descuidaron.

El almuerzo acabó y mi suegra empezó a bostezar. Dijo que tomaría una siesta pues se había quedado hasta tarde viendo su serie favorita en Netflix.

Mi cuñada dijo que se daría una ducha pues pensaba salir con unas amigas.

Por su parte, mi esposa me dijo que deberíamos ir al cine. Le dije que podíamos ir por la noche porque yo también quería tomarme una siesta. La dejé en la sala viendo la televisión.

Mientras esperaba que la droga hiciera su efecto me encerré en el cuarto. Mi principal preocupación era mi cuñada pues no quería que sufriera un accidente en la ducha.

Dejé que pase media hora, mientras me devanaba los sesos en mi alcoba. Finalmente me deslicé a la sala.

Ahí pude ver a mi esposa, reclinada sobre el sofá. Tenía la cara plácida y los ojos cerrados. La televisión estaba encendida.

Llamé a mi esposa por su nombre, le sacudí suavemente el hombro y luego le metí la mano por el escote. Ella dormía sin visos de despertarse.

Acto seguido fui a la habitación de mi suegra.

La puerta estaba sin seguro. Ella estaba sobre la cama. Toqué la puerta, luego hice ruido como quien buscaba algo. Mi suegra no reaccionó.

Me acerqué a la cama y la toqué en el hombro. Le levanté un párpado y vi su mirada completamente perdida. La droga había hecho efecto.

A continuación fui al cuarto de mi cuñada.

Toqué la puerta y al no obtener respuesta intenté abrirla. Estaba con seguro.

Maldije mi suerte pero recordé que ingresar a esa habitación era sencillo por el lado del patio interior. Así que rodeé la casa e ingresé por la parte posterior. Entré al cuarto sin mayor problema por la amplia ventana.

Mi cuñada yacía sobre la cama cubierta solo por una toalla. Probablemente se había sentido mareada y quiso descansar antes de darse un baño. La tenía completamente desnuda a mi disposición.

Sin dudarlo ni un momento la cargué sobre mi hombro y la lleve al cuarto de mi suegra. La puse a un lado y luego fui por mi esposa.

A mi mujer también la cargué sin mayor trámite y la transporté a la habitación de mi suegra. Así pude tener a las tres mujeres sobre la amplia cama donde mi afortunado suegro había preñado a mi suegra de sus dos hijas a quienes yo tenía en ese momento a mi entero gusto.

Las manoseé a todas por un buen rato. Prestando sobre todo especial atención a las tetas de mi suegra. Sin olvidar las de mi esposa y las de mi cuñada.

Mi verga estaba tiesa como un palo. No veía la hora de follármelas pero yo quería disfrutar de los minutos previos. Una gota perla de semen se lucía en la punta de mi pene pues yo me había desnudado para poder frotarme contra esos cuerpos inermes.

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