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Peluqueria en la costa

en Lésbicos

Mi nombre, bueno qué importa y soy bastante joven. Me dedico a hacer manicuras en una peluquería de señoras. Una tarde de verano era ya casi la hora de cerrar cuando llegó una clienta, pude haberme negado a atenderla pero prácticamente no había hecho nada en todo el día y no me molestaba cerrar yo, cuando todas las demás chicas se habían ido. La peluquera que la atendía acabó pronto y se fue.

Yo me quedé sola con la chica, pues era muy joven, que se vestía con una camisola larga de fina tela semi trasparentede lino sin mangas cuyo amplio escote me había permitido observar que no llevaba sujetador. Me acerqué a ella invitándola a tomar asiento frente a mi puesto y cuando se sentó se subió la prenda dejándome ver sus muslos casi hasta las nalgas situadas a veinte centímetros de mi rostro.

Nos quedamos solas, yo tenía entre mis manos su diestra y ella me acarició la cara con su mano izquierda bajando por mi cuello y llegando a mi bata que con la excepción de un tanga era lo único que tenía puesto, su mano siguió bajando por mi escote al que ella había echado largas y golosas miradas pues supongo que en la postura en que yo me encontraba la enseñaba mis pechos casi al completo.

De pronto se inclinó sobre mí y me besó en la frente mientras me desabrochaba los cuatro botones de mi bata. Sus besos se fueron haciendo más apasionados poco a poco y su mano más atrevida. Me agarró un pezón entre sus dedos y me lo retorcía suavemente mientras su lengua recorría mi boca. No era mi primera experiencia lésbica pero si la más rápida sin llegar a lo que yo consideraba esencial con una chica, lo físico, lo sexual.

Por entonces me decidí a moverme y comencé un suave masaje por sus muslos que tan cerca tenía, pronto abrió las piernas para dejarme libre acceso a la parte más interesante del cuerpo de una mujer. Su cabello dorado cobrizo lanzaba reflejos púrpura cuando incidían en él los últimos rayos de sol mientras rodeaba nuestros hombros.

Yo tenía que apartarlo cuando quise besar sus hombros y de allí mi mano pasó a sus pechos que no pude acariciar más que por encima de la tela. Le pedí que esperara un minuto y fui a cerrar la puerta y cuando volví la encontré casi desnuda, se había quitado el blusón y no tenía puestas más que unas braguitas de encaje que le sentaban de maravilla.

Me acerqué a ella y cogí su cara entre mis manos para besarla en la boca y comencé con su cuello y ella empezó a desabrocharme la bata. Me la quitó, y la abracé. Nuestros pechos desnudos se frotaban y mis manos recorrían la espalda bajando hasta su trasero y comencé a quitarle las braguitas que llevaba puestas.

Deje de besar sus labios y pasé a su fino y hermoso cuello y hombros pasando de allí a sus pechos grandes pero firmes con unos hermosos pezones de aureolas rosadas y duros como pequeños guijarros.

Seguí bajando por su estómago y vientre hasta llegar al felpudo de claro pelo que adorna la unión de sus hermosamente torneados muslos a los que rozaba con mis labios muy suavemente. Le rogué que se sentara para permitirme un mejor acceso al deseado órgano del placer. Así lo hizo en borde del sillón, yo separé los labios de su vulva con mis dedos e introduje allí mi lengua juguetona, estaba verdaderamente caliente y húmeda, ardiente de deseo como debía estar entonces mi coño.

Su sabor maravilloso llenaba mi boca y mi nariz en la que sentía cosquillas por la tira de vello público.

Ella quería darme a mí también el placer que yo la estaba proporcionando y se escurrió de la silla hasta la moqueta insistiendo que me colocara encima de ella sitúe mi almeja que me quemaba sobre su boca y ella directamente metió uno de sus dedos en ella, comenzó a masturbarme con una maestría digna de los más ardientes gemidos de placer que yo lanzaba, cuando no estaba introduciendo cada vez más dentro de su cuerpo mi lengua o uno de mis dedos,

Sentía la suave piel de su vientre en mis pechos o la de los suyos en mi estomago y de vez en cuando sus pezones puntiagudos me cosquilleaban en el ombligo. Gozosos orgasmos los que sentimos, yo recorrí ahora el camino familiar de antes hacía arriba, besando muy suavemente su vientre y metiéndome.

 

 

 

 

Me había pasado el día en la playa y tenía que ir a la peluquería, cuando llegué apenas quedaban un par de clientas. Pedí que me peinaran y veía como una chica guapa, una morenita y con unos enormes y maravillosos ojos castaños terminaba una manicura en la silla de al lado. Cuando se levantó su bata con pocos botones abrochados se abría un poco y me dejaba ver sus muslos bronceados. Animada le pedí si me podía atender a mí.

Ella me miró de arriba abajo y a pesar de ser casi la hora de cerrar le dijo a la chica que me estaba peinando que cerraba ella. Todo el mundo se fue marchando y nos quedamos solas. Ella sentada a mis pies, su bata se abria por el escote y me permitía ver sus pechos dos maravillosos conos de carne fresca y dura coronados por pezones muy oscuros.

No llevaba mucha ropa debajo de esa bata y yo no tenía mas que mi bikini y un ligero pareo anudado a la cintura descubría mi pierna derecha hasta la ingle (y yo no tenia puesto mas que un bluson trasparente lino y un tanga de encaje, ni siquiera me había puesto sujetador).

El sujetador del bikini, algo mínimo apenas me tapaba los pezones y ella podía contemplar mis pechos desde su posición perfectamente. Observé que cuando me tomaba la mano se detenía con mi piel acariciándome suavemente.

Al poco rato nos habíamos quedado solas en el local y ella fue a cerrar la puerta. Observaba el desarrollo de los acontecimientos con miedo y esperanza de que la bella muchacha quisiera ligar conmigo. Cuando volvió del vestíbulo aparecía desabrochado un botón mas de su escote. Se agachó a recoger alguna herramienta de un estante bajo y la bata marcó la linea de las gloriosas caderas y el potente trasero y la intriga de una ropa interior que parecía inexistente.

Luego se inclinó sobre mí dejando sus pechos muy cerca de mi cara y la vista era preciosa pues no me perdí un detalle. Me moví nerviosa en la silla y el pareo eligió ese incómodo momento para desanudarse dejando mis muslos desnudos.

Parecía más complacida que yo y procuró incomodarme más apoyando su pubis en el brazo del sillón donde yo tenía la mano y comenzó a frotarse con mis dedos. Aquello era inconfundible. Estaba insinuándose descaradamente. Pasando por detrás de mí acarició mis pechos. Se inclinó sobre mí y me besó en el cuello y apartando uno de los tirantes del bañador continuó besando mi hombro. Mi cara se hundía en la maraña de su cabello largo y rizado y su perfume me impresionaba y confundía a la vez.

Ella entonces puso una mano en mi pecho para apretarme y acariciarme uno de ellos. Intenté levantarme y aprovechó para tomarme de la cintura y besarme en la boca. Todavía mostré alguna resistencia a sus besos mas por juego que por negación. Pero ella tardó poco en vencer mi fingida resistencia y acabé abriendo la boca para dar cabida a la lengua juguetona que se se cruzó con la mía por el camino y me acarició los dientes .

Mientras sus manos recorrían ávidamente mi espalda y culo. Yo tardé poco en abrazarla apretándola contra mí. Se apartó un poco, lo justo para quitarse la bata, y quedó completamente desnuda ante mí. No tenía ni unas bragas, el negro triangulo de su pubis sospechado aparecía ante mi desafiante. desplace una mano hasta allí y acaricié el suave vello rozando solo con la punta de mis dedos los labios del coño.

Ella bajó los tirantes del sujetador por mis brazos dejando al descubierto los grandes pechos y se inclinó para besarme las tetas, metiéndose golosa los pezones en la boca. Yo rendida incondicionalmente a sus caricias me excitaba cada vez mas. Me bajó la braguita del bikini a los pies desnudándome del todo.

Siguió besándome el vientre y el ombligo hasta llegar al ralo vello que cubre mi pubis. Con dos dedos abrió los labios y metió uno de ellos dentro de mí, cada vez mas dentro de mi cuerpo. Me sentía húmeda, sabía que me estaba dando placer con la experta masturbación y violación. Acariciaba sus pechos y vientre y me atrevía a acercar la mano a la entrepierna deseada mientras nos besábamos cada vez con mas furia y deseo, pasión y fuego.

Nuestras lenguas estaban en la boca de la otra y por fín llegué a introducir uno de mis dedos en su coño totalmente mojado de tan excitada que estaba.

Lo deslizaba suavemente hacia su interior apoyándolo en el clítoris ofrecido. A mi comenzaba a flaquearme las piernas y me escurrí hasta la moqueta, ella cayó encima de mi con la cabeza entre mis piernas y dejándome al alcance de la boca deseosa la vulva sobre la que lancé la lengua ansiosa de los exóticos sabores que me eran brindados.

Pronto comencé a sentir en los labios, y no precisa ente los de la cara los besos de los suyos y la lengua juguetona acariciarme el clítoris ansiosa de penetrarme cual pequeño falo y de recorrer los rincones de placer inexplorados por ninguna mujer.