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Invitame a pe... a follar

en Gays

 

Nunca habría pensado que me pudiera afectar el complejo de lolita de alguien y menos de un chico. Yo siempre me había considerado heterosexual practicante y pensaba que los hombres no eran para mi.

Por razones de trabajo me tendría que desplazar una temporada a otra ciudad lejos de mi domicilio habitual. La empresa se encargaba de todo y me buscó alojamiento en casa de una familia. El padre, la madre y un chico guapísimo de unos diez y ocho años. Delgado, tez pálida, moreno y largo el cabello, claros ojos dorados y felinos, un hermoso ejemplar. Yo en cambio maduro, no es que me conserve mal del todo, estoy soltero e incluso tengo mis líos de vez en cuando, con mujeres por supuesto. Pero ni por mi físico ni por mi dinero ni por cualquier otra cualidad imaginable pensé que pudiera atraer  a una persona tan joven sea chico o chica.

Yo trabajaba de noche cuando no interrumpía el resto de las operaciones de la planta y terminaba cuando entraban los obreros. Sus padres en cambio tenían un horario mas normal y al ser pleno verano él estaba de vacaciones. Así que prácticamente yo pasaba la mayor parte del día con él. Más considerando que no conocía a nadie en esa ciudad.

Al principio ni me daba cuenta de su presencia, me limitaba a hacer mi vida. Aprovechando para dormir y relajarme cuando salía del trabajo. Pero poco a poco su personalidad se fue haciendo notar. Él y yo usábamos el mismo baño en la planta baja del chalet, lo veía tomar el sol desde mi ventana en el jardín con un bañador tan pequeño que apenas cubría nada de su bello cuerpo.

 Detalles que al principio me pasaron desapercibidos: Siempre que estaba conmigo o donde yo pudiera verlo apenas llevaba ropa mientras que con sus progenitores siempre se ponía camiseta. Su ropa interior olvidada en el baño con manchas de semen. Roces que parecían descuidos en el pasillo o la cocina cuando buscábamos la comida que su madre debía dejar preparada. Siempre parecía que su duro culo estaba en el camino de mi polla.

 Conversábamos día a día con mas confianza aunque no tardó en decirme que le gustaban los hombres, dijo eso y no chicos, como yo hubiera esperado. Yo también me mostraba mas abierto, empecé a tomar el sol con él aunque mi bañador era mucho mas grande que el suyo. Y a tener más confianza, me pasaba el día sin camisa hasta que llegaban mis hospedadores. A veces lo invitaba a pizza, en vez de comer lo que nos habían dejado preparado y divertido observaba como se le iban los ojos tras el guapo repartidor.

 Una  tarde salimos juntos de compras, lo llevé en mi coche y entramos juntos en las tiendas de un centro comercial. Me animó a comprarme ropa mas juvenil e incluso bañadores como los que él usaba tipo slip. Y también ropa interior en una pequeña boutique del centro comercial dedicamos un buen rato a rejuvenecer mis calzoncillos. Cuando le ofrecí regalarle lo que quisiera me dejó asombrado escogiendo un par de tangas y un suspensorio.

 Me entró curiosidad por esas prendas y yo también terminé comprando algunas para mí. Una vez a solas en mi habitación me las probé y descubrí que no me sentaban del todo mal. Incluso me notaba más joven con ropa que nunca se me habría ocurrido comprar yo solo.

Le pedí consejo sobre algún pub o bar al que pudiera ir y se ofreció a hacer de cicerone. Quedamos para salir juntos en mis noches de descanso. Era un sábado, esa noche yo descansaba y con mi horario cambiado no me costaría trasnochar.

 Por supuesto cuando quise darme cuenta estábamos tomando copas rodeados de hombres cachondos que se ligaban o directamente se besaban y metían mano. Era la primera vez que entraba en un pub de ambiente pero sorprendentemente me pareció un sitio muy agradable. Todas la noches que salíamos me llevaba al mismo tipo de bar. Por supuesto él no permitió que nadie se me acercara guardando mi honra con la fiereza de la mejor carabina. Claro que empezaba a sospechar, mas bien a tenerlo muy claro, que la guardaba para sí. Le invité a todas las copas que quiso tomar, que no fueron demasiadas, estuvo bailando, algo a lo que yo no me atreví. No se si bailaba o se exhibía remedando con sus movimientos la lujuria de una cópula. Si sé que la mayoría de los tíos miraban con deseo sus meneos al ritmo de la música, lo que yo ignoraba por qué eso me daba celos.

 Cuando salimos a la calurosa noche él parecía más borracho de lo que correspondía a lo que había bebido. Lo que me hizo sostenerle ayudándole a caminar hasta mi coche y notando sus manos en sitios que me incomodaban pero que también me excitaban. Apoyaba la cabeza en mi hombro al volver había el coche y su suave melena rozaba mi barbilla, su brazo me rodeaba, la cintura lo que me daba ternura. Desde luego la curda se le pasó misteriosamente justo antes de cruzar la verja del jardín.

Entramos con la actitud de dos buenos amigos saludado a su familia que se habían quedado viendo la tele con total normalidad y retirándonos cada uno a su dormitorio.  Al pasar por el salón creo que ambos nos dimos cuenta de que el padre lucía una enorme erección en el reducido y casi trasparente pantalón del pijama y que tenía una mano bajo la ligera falda del pequeño y fino camisón de verano de ella. Que la película que se veía en la pantalla tenía un alto contenido erótico, además de las copas que tenían ante ellos sobre la mesa. Parecía que ellos también tenían montada su particular fiestecita.

Al día siguiente, domingo, sus padres habían montado una barbacoa en el patio, lo que nos obligó a levantarnos mas pronto de lo que pretendía. La etiqueta era: los chicos en bañador y ella con un mínimo pantaloncito vaquero y el escueto sujetador del biquini. La verdad es que yo ya me había fijado en  los pechos de la madre pero con ellos presentes no podía ser muy descarado. De vez en cuando podía echarles un vistazo de reojo. Y cuando el chico me sorprendía haciéndolo su ceño se arrugaba. Me daba cuenta de que no era por que me atreviera a mirar a su madre con lujuria sino por que no lo miraba a él con esa actitud.

 Lógicamente nuestros bañadores eran del tipo bermuda, muy grandes que disimulaban cualquier actividad que pudiera pasar por debajo del ecuador y no las reducidas prendas que usábamos estando a solas. De la parrilla se ocupaba su padre. Mientras ella ponía la mesa y meneaba su culo y sus tetazas por todo el jardín. La verdad es que para sus cuarenta y tantos estaba francamente bien. El sujetador apenas podía contener la abundancia de sus pechos que sobresalían por los laterales de la tela de las copas y cada vez que se agachaba a recoger algo buena parte de sus poderosas nalgas asomaban por debajo del corto short.

Entre los bamboleantes pechos de ella y las miradas de celos de él agradecí que la prenda cubriera mis más bajos instintos. Para entonces la idea de hacer el amor con el bello muchacho había ido calando en mi mente. Su delgado cuerpo me provocaba cada vez más. Con la cabeza hecha un lío fui esa noche a trabajar. Los acontecimientos se estaban precipitando.

Al día siguiente volveríamos a estar solos y a poco que se insinuara él sabía que yo iba a caer. De forma inconsciente cuando de madrugada llegué tras pasar por el baño me puse para dormir uno de los nuevos suspensorios. Me encontraba cómodo con esa prenda.

Mi sueño fue intranquilo y no solo por el calor de la mañana, los nervios no me dejaban dormir. Oí levantarse a sus padres y marchar. Daba vueltas en mi cama y cerca del mediodía cuando parecía que acababa de quedarme dormido entró en mi cuarto. Como un sueño, sensual, pálido, hermoso, una delicia. Al despertar lo vi en el umbral contra el resplandor del sol del mediodía parecía un ángel sexi.

 Le hice un gesto para que entrara. Solo tapaba su cuerpo con uno de los tangas que habíamos comprado juntos, el más pequeño. Su belleza me tenía obnubilado. Sinuoso, caminaba hacia mi cama sin que yo pudiera moverme, hipnotizado por sus felinos ojos claros. Se sentó a mi lado dejando sus prietas nalgas a unos centímetros de mi mano. Sabíamos que ese era el momento. Que ya no había marcha atrás. Se inclinó hacia mi y dulce como todo lo que hacía me besó. Se apoyó en mi pecho acariciando mis pezones que a esas alturas estaban tan duros como mi polla. Él ya sabia que me tenia en sus manos y que sólo deseaba follarmelo.

 Sus tiernos labios se pasearon sobre los míos, mordisqueándolos, al principio suaves pero pronto se hicieron mas ardientes. Una de sus manos acariciaba mi pecho notaba sus dedos rozando apenas mi piel. Empecé a usar la lengua, buscaba la suya cada vez con mas ganas. La humedad de su boca, su saliva cayendo a mi boca desde la suya cada vez mas lascivos.

Su mano empezó a bajar por mi vientre, deteniéndose un momento en el ombligo siguió por mi peludo pubis. Debajo del suspensorio agarró por fin el tronco de la polla, las ganas que tenía. Me pajeaba suave sin separar la lengua de mi boca. Yo no podía moverme paralizado por sus atenciones. Empezó a bajar por mi pecho lamiendo mi piel y mordisqueando mis pezones. De vez en cuando tenía que parar para escupir alguno de mis pelos. Sonriendo me dijo:

-voy a tener que depilarte para poder comete a gusto.

Y a mí no me disgustaba esa idea. Por fin pude moverme y deslizar mi mano por la espalda abajo buscando ese culo que el tanga dejaba desnudo. Al fin lo tenia en la mano apretando su nalga y amasándola. Y él llegaba al suspensorio por donde asomaba mi rabo durísimo, lo miraba con cara de vicio, apartaba la escasa tela y gemía con mi polla ante su cara al notar mi mano.

 Por fin se decidió a meterla en la boca, con largas lamidas de los huevos al glande me estaba dando la mejor mamada de mi vida. Y lo único que yo podía hacer era agarrarme a su culo e intentar no correrme enseguida para no quedar mal, además de gemir y suspirar. Ni pensar en la tabla de multiplicar me fue útil en ese momento. Lógicamente no sirvió de nada, era tal el morbo que me estaba dando que en dos minutos le llené la boca de lefa. No pude ni avisarle, lo que no pareció importarle. Lo guardó en la boca y volviendo sobre mi cara lo dejó caer en mi boca sobre mi lengua. Ya no me importaba nada, solo quería disfrutar de esos nuevos placeres que se abrían ante mí y abrí la boca para recibir esa mezcla de mi semen con su saliva. Detrás de ella vino la lengua que jugaba con la mía y volvimos a besarnos con todo el vicio que ese muchacho estaba despertando en mí.

Aprovechó un momento para sacarse el tanga y quedar desnudo ante mí. Recostó la cara sobre mi pecho pegándose a mi cuerpo para descansar un momento. Yo notaba su polla durísima adosada a mi muslo depilada y suave piel contra piel. Conseguí estirar la mano para alcanzarla y acariciarla con suavidad, la primera que tocaba en mi vida aparte de la mía. Era un buen aparato para su juventud y me gustaba sentirla caliente y dura cabecear en mi mano. Y quería mas, quería verla de cerca, acariciarla, probarla y lamerla como él había hecho con la mía. Tiré de sus axilas subiéndolo sobre mi cuerpo, a caballito, hasta sentarlo sobre mi pecho. Hasta tener ese rabo sobre el que tanta curiosidad sentía justo enfrente de mi cara. Lo miré a los ojos con picardía un momento y me devolvió la mirada curioso por ver hasta donde era capaz de llegar.

Lo besé, en el glande, notando en mis labios el sabor de su líquido pre seminal, recogiéndolo con mi lengua. Luego lamí la piel suave de sus huevos y los chupé como caramelos. Por fin me dediqué al tronco que orgulloso se levantaba rozando mi nariz. No tenia la practica para meterlo entero en la boca pero si pude lamerlo. Meterme el glande en la boca y chuparlo. Seguí con ello, quería que se derramara en mi boca, como yo había hecho en la suya y como yo, la excitación le pudo y en un momento sentí su semen. Ya había saboreado el mío así que no me importó tener el suyo. Y volvió a besarme, esta vez fue su sabor el que compartimos. Con su cuerpo sobre el mío mientras acariciaba su espalda y culo seguíamos compartiendo saliva en besos lascivos.

Mi polla se estaba recuperando a pasos agigantados, lo que no solía ocurrirle tan pronto. Pero ese chico me ponía a mil, él y todo ese nuevo sexo que estaba experimentando. Y él lo notaba justo en su culo, entre sus nalgas endureciéndose. Sonrió al sentirlo y empezó a mover el culito arriba y abajo para excitarme mas, a apretar las nalgas para apresar mi rabo entre ellas. Cuando consideró que la cosa estaba lo bastante dura sólo usó nuestras salivas mezcladas que recogió con los dedos de nuestras bocas para lubricarse el ano. No necesitaba mucho más, parecía que dilataba muy bien y que mi polla no era la primera que probaba. Se incorporó un poco apoyándose con las manos en mi pecho para clavarse mi rabo. Nunca lo había tenido en un sitio tan estrecho, tan apretado. Me cabalgaba despacio sintiéndonos el uno al otro, mirándonos a los ojos con expresiones de vicio y placer gimiendo y suspirando.

 Su pene también se había vuelto a endurecer y cabeceaba sobre mi vientre. Ni pude hacer otra cosa mas que agarrarla y dejar que se masturbara solo con el movimiento de la follada. Él se corrió con fuerza sobre mi pecho y poco antes yo lo había hecho en el interior de su ano. Sellamos ese momento con un nuevo y lascivo beso restregando su lefa entre nuestros cuerpos, lo que me pareció muy morboso. Apenas nos quedaba tiempo para una ducha antes de que llegara su madre y ventilar la habitación para que no se notara tanto el olor a sexo. Ni siquiera pudimos ducharnos juntos.

 
Aún seguía celoso de las miradas que le echaba al cuerpazo de su madre a pesar de como le había follado. De como nos habíamos revolcado sobre mi cama el día anterior. Así que esa mañana quiso darme una sorpresa. Al ir a despertarme apareció en mi puerta vestida de chica y digo vestida y no disfrazado por que estaba fantástica. Incluso se había maquillado. Si no supiera que era hijo único le habría tomado por una hermana desconocida.

Me levanté desnudo como había dormido y con un empalme brutal aún no se si era el típico mañanero o se me puso la polla como una piedra al verlo así, teniendo ese detalle conmigo. Cogí su mano y la hice girar sobre si misma para poder ver esa maravilla por todos los ángulos. Una vez que me dio la espalda la abracé, rodeé su cuerpo con mis brazos atrayéndola hacia mi cuerpo.

Colocado a su espalda  subí despacio  la minifalda que se había puesto acariciando sus ahusados muslos. Le cogí por la cintura y lo apreté contra mi pecho. Se había propuesto volverme loco. Besé su cuello apartando su melena negra como ala de cuervo, el top con escote barco que había cogido del armario de su madre me dejaba lamer su hombro. Llevaba un tanguita  de mujer, de encaje, muy pequeño y sexi, apenas podía contener su polla, solo la sujetaba contra su plano vientre, pero eso no podía verlo, solo palparlo. Ante mí solo tenía sus duras nalgas prietas apretadas contra mi dura polla.

-¿he sido una niña mala?. Le he cogido ropita a mi mamá. ¿Me vas a castigar?

-¡no!, nunca se me ocurriría azotar este culo tan bonito. Si está como para comérmelo.

Uniendo acción a  la palabra, me agaché y empecé a besarlo, recorrer su piel tan suave y fina como la seda con la lengua. Deslizar mi cara por la raja del culo separar las nalgas con las manos. Apartar la tirilla de encaje que las separaba  y clavar la lengua en su limpio y cerrado ano. Me volvía loco ese culito, duro y prieto, redondito, como se abría a mis besos y caricias.

Deslicé el tanga por sus largos muslos para evitarme la tentación de romperlo y que su madre se diera cuenta. Aunque me da que a esas alturas ella estaba al tanto de quien follaba con su hijo. Sólo al ver las sonrisas de bien follado y su actitud alegre de los últimos días. Y sí, seguro que se había dado cuenta de que su ropa y lencería estaban revueltas aunque fuera él quien hacia la colada.

 

Una vez sin el tanga se sentó sobre mis muslos desnudos echando la faldita atrás. Sus nalgas desnudas sobre mis piernas y rozándose con mi durísima polla. Mis manos seguían rodeando su cinturita como si se me fuera a escapar. Y él rodeaba mi cuello con sus finos brazos besando y lamiendo toda mi cara de la barbilla a la frente.
 

Cogí un puñado de su melena negra lisa y suave y eché su linda cabeza hacia atrás. Abrió la boca y sacó la lengua pidiendo mi saliva, la dejé caer desde mi lengua y luego la junté con la mía buscando mis babas junto a las suyas dentro de su boca.

Le miraba a los ojos con toda la seriedad y concentración que su cuerpo entre mis manos me permitía y le dije:

-no quiero que seas sumisa. Te quiero  lascivo,  morboso, putita y quiero que pidas lo que deseas y te hagas valer. Te deseo como eres, me sedujiste con tu personalidad y yo era heterosexual. Nunca me valdría un esclavo o esclava, es absurdo que en pleno siglo XXI alguien busque placer dominando o maltratando a alguien. Eres una guarrilla por ti mismo, no necesitas que nadie te mande.

-me gustas, ademas de por que estas bueno,

Ahí casi suelto una carcajada, nunca me he considerado un cachas o un buenorro. Pero él se estaba abriendo a mí y no quería cortarle por nada del mundo. Me seguía hablando mientras se giraba mirándome a los ojos y sin sacarse mas ropa se volvía a clavar en mi polla. Mis muslos cubiertos por la faldita. Se movía suave, despacio subiendo y bajando y disfrutando de la profunda penetración. Nos besábamos con ternura sin dejar de hablar. Me gustaba ese chico, aunque no lo amara, ni él a mí, teníamos un sexo fantástico. Un sexo que yo descubría con él.

- por que me haces ser yo mismo, libre, comportarme como deseo ser, sacar todo el morbo y la lascivia, sin ataduras. Ya sabes que con mis padres no me atrevo a hacerlo, aunque no son precisamente puritanos.

No lo eran, las mañanas de los fines de semana se les oía follar y gemir como hacíamos nosotros cuando estábamos solos. Sin cortarse un pelo sus gemidos que se podían oír por toda la segunda planta dejaban claro que también sabían pasarlo bien follando. Suponía que no se tomarían a mal la tendencia de su hijo y la mía no tenia por que importarles un pimiento. De todas formas sería una conversación incomoda si nos pillaran en una situación comprometida y tuviera que decir:

-¡Ejem! Disculpe señora pero me follo a su hijo.

 ¿Eso nunca llegó a pasar?, no se como hubiéramos reaccionado o no lo contaría. Todo tiene un final y mi trabajo allí también terminó. Volvía a mi casa y me tuve que despedir de él. Fue una mañana fantástica incluso pude follarle a cuatro patas algo que no solíamos hacer. Le gustaba ver mi cara de vicio cuando le penetraba. Así que siempre me cabalgaba o boca arriba con sus piernas en mi pecho le sujetaba la cadera y entraba en su culito despacio como nos gustaba a los dos. Y siempre con sus ojos clavados en los míos.

Nos lo habíamos pasado bien y nos echaríamos de menos pero encontraríamos otras personas con las que repetir esos placeres. Seguimos en contacto. Él tiene novio, un chico de su edad, y viven los dos con sus padres incluso están pensando en adoptar un niño juntos. Yo he repetido con chicos y hombres sin dejar de hacerlo con mujeres pero casi nadie ha sido capaz de darme tanto morbo después de él.