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Hetero curiosa

en Lésbicos

 
 
 
No pretendía eso, en realidad no pretendía nada, no tenía ninguna idea preconcebida. Todo pasó como tenia que pasar, de forma natural. Sin prisas, sin nervios a un ritmo, a su ritmo... Pues ella fue quien lo marcó en todo momento.

La veía pasear por las oficinas en el trabajo con sus atuendos sexys y provocativos, sus faldas cortas y shorts, sus tremendos escotes o las mallas y camisetas ajustadas, pegadas a su perfecta anatomía. Y como yo, el resto del personal. Admirándola, deseándola, babeando por un gesto de cariño suyo. Pero aparte de la exhibición de sus encantos siempre se había mantenido distante, inalcanzable. Nunca oí que hubiera tenido un lío en la oficina. Nadie se había atrevido a decir que se la había follado. Todos se limitaban a admirarla y desearla, pero de lejos.

Una tarde calurosa de viernes hacía sudorosa el breve trayecto entre la puerta del trabajo y mi vehiculo al terminar la jornada.

 Abría la puerta del coche cuando su dulce voz a mis espaldas me pidió:

-acercame a casa por favor.

-¡pues claro! Sube.

El cierre centralizado hizo que no tuviera que abrir su puerta. No sé si en ese momento estaba en condiciones de hacerlo sin que me temblara la mano. Al fin y al cabo era ella quien me lo pedía. Acomodó sus interminables muslos, saliendo de un short verdaderamente corto, en el asiento del pasajero. Pues claro que no podía dejar de mirarlos, casi nos la pegamos en el trayecto. Ni cuando me indicaba el camino podía dejar de echarle miradas de reojo a su cuerpo.

Podía haberse subido a cualquier vehiculo del parking de la empresa, y la hubieran llevado, pero eligió el mío. Cualquiera de los compañeros la hubiese llevado donde ella quisiera, al fin del mundo, pero estaba sentada a mi lado.

Conduje despacio para prolongar el momento. La quería para mí. Sus infinitas piernas, sus pechos cónicos duros como rocas clavados en la ligera blusa, todo su perfecto cuerpo me llamaba, aunque no me atrevía a pasar la mano de la palanca del cambio a su perfecta rodilla. Parecía que llegaba mi momento y estaba cagada de miedo.

Mis propios muslos desnudos y entreabiertos manejando los pedales solo ansiaban sus caricias. La humedad pasaba de mi tanga a la minifalda y hasta el asiento liberando olores de sexo en el ambiente cerrado. Al llegar a su casa me soltó:

-por que no aparcas y subes un rato.

Apenas podía creerme su proposición pero desde luego que la acepté. Nerviosa y excitada la seguí como un corderito hasta el ascensor. En tan reducido espacio veía como su respiración hacía subir y bajar sus duros pechos que conseguía espiar por los botones entreabiertos de la fina blusa.

El sujetador blanco de encaje los tapaba o los descubría, no sabría decirlo. La mitad de su duro culito asomaba por debajo del mini short. Los pies cuidados en unas sencillas sandalias. En su cocina abrió un par de refrescos y me condujo al salón donde se sentó relajada en el sofá.

Yo mas nerviosa sin poder dejar de contemplar los largos muslos bronceados apoyé el culo en el borde de un sillón. Frente a ella jugueteando con la lata entre mis dedos, nerviosa.

Por fin entró en materia y me explicó porqué me había llevado allí:

-me han contado de tus gustos.

 Me dijo:

-eres la comidilla de la oficina, yo soy hetero, siempre me han gustado los chicos... Pero tengo curiosidad sobre lo que que sentiría al hacer el amor con otra mujer. Tu me gustas y me caes bien, pero si yo no te gusto nos tomamos los refrescos y nos olvidamos de todo lo que he dicho. Mañana seguimos como sino hubiera pasado nada.

Después de tan extenso discurso y ante su proposición yo estaba anonadada, me había ligado a una curiosa y sin hacer nada. Sin proponérmelo. Y la deseaba con todo mi ser. Temblándome las piernas conseguí levantarme y sentarme a su lado rozando mis muslos desnudos con los suyos. La tomé de las manos supongo que para darme confianza a mí misma tanto como a ella. Conseguí articular a duras penas:

-me has gustado desde el primer día que entraste por la puerta de la oficina. Como al resto del personal. Eres adorable.

La miré a los dulces ojos verdes y ella se acercó a mi rostro hasta que besó mis labios temblorosos. Todavía hoy no sé como pude separarlos y buscar con mi lengua la suya. Pronto ambos órganos se enredaron en un lascivo juego, con abundante intercambio de saliva. Las babas de ambas resbalaban por nuestras barbillas hasta caer sobre mi busto mojando el escote de mi camiseta. Apresaba mi lengua entre sus labios chupándola y acariciándola con la suya dentro de su boca. Mordisqueaba mis labios con los suyos en un juego lascivo.

 Ella parecía mas tranquila que yo y dominaba una situación en la que se suponía que yo era la experta. Pero me tenia hipnotizada como si fuera una jovencita virgen e inocente, pero mi deseo me paralizaba.

¡Tía! Normalmente eres mucho mas decidida con una mujer hermosa. ¿Que te pasaba ese día?.

 Estaba claro que ella sabía como manejarse en las distancias cortas y que cuando quería algo lo cogía sin pedir muchos permisos.

Cuando su lengua trataba de llegar a mi campanilla ondulante como una sierpe noté sus manos en mis costados deslizando mi camiseta de tirantes torso arriba. Acariciando mi piel por el camino. Tras superar el obstáculo de mis pechos libres de cualquier otra prenda separó el beso lo suficiente como para pasarla por mi cabeza y sujetar con ella mis muñecas. Mis brazos apresados en alto por una de sus manos.

-te deseo.

Escapó de mis labios.

Momento en que su boca volvió a juntarse con la mía. Ejerció un poco mas de presión. Lo suficiente como para que yo apoyara la espalda en el sofá quedando ella sobre mí. Sus duras tetas, aun tapadas, clavadas en las mías y sus tersos y bronceados muslos enredados con los míos. Bajó la cabeza para pasar la lengua por mis depiladas y suaves axilas aunque algo sudadas. No parecía importarle. Yo ya gemía sin control a esas alturas sintiendo su cuerpo sobre el mío.

Asombrada dejé que ella llevara la voz cantante, completamente sobrepasada. Que fuera su fantasía la que condujera una situación que me estaba llevando al orgasmo casi sin rozar mi vulva. Quería que ella hiciera realidad sus deseos conmigo. Y no voy a hablar de los míos que ella parecía entender de forma instintiva.

Liberó mis muñecas para pasar a besar mi cuello y lamer mi oreja como una golosina. Con mis manos libres por fin pude acariciar su piel. Agarrando enseguida su rotundo culo, consiguiendo pasar las yemas de los dedos por la piel de la parte baja de las nalgas, por el surco que se los une con los muslos, con suavidad. Por toda la piel que el short dejaba al aire.

Pronto ella se apoderaba de mis durísima pezones entre los dientes alternando uno y otro. Los mordisqueaba con ternura. Yo tenia las manos dentro de su short amasando la rotunda carne o deslizando un dedo por la raja buscando el ano. Si la prenda hubiera sido un poco mas holgada puede que consiguiera alcanzar su coñito tan encharcado como el mío a esas alturas. Su mano tampoco estaba ociosa. Comenzando en mi rodilla subía en una lenta caricia por las suave y sensible cara interna de mis muslos. Subía despacio pero sin parar en ningún momento hasta llegar bajo la corta tela de mi falda. Me tenía ardiendo y lo sabia, jugaba con mi deseo.

Mis suspiros parecían gustarle pues a medida que aumentaban de volumen notaba mas su lengua y dientes en mis pechos. Bastó un leve roce de sus dedos sobre el tanga encharcado, acariciando mi clítoris y labios para que me fuera en el primer orgasmo de la tarde. Un rio de mis jugos resbalaban entre mis muslos superando la endeble barrera de tan fina tela.

No se conformó con eso. Tiró del retal que cubría mi xoxito deslizándolo por mis muslos abajo. Hasta sacarlo por los pies y yo seguía petrificada solo con la minifalda. Era hora de liberarla de parte de la ropa que la tapaba. Los pocos botones que le quedaban a la blusa iban cayendo con un leve roce de mis dedos. Con la práctica que poseía después de haberle quitado el sostén a muchas chicas, el broche del sujetador pude abrirlo con una sola mano. Liberando al fin sus pechos apoyados en mi costado, su prenda no era un gran desafío. Sin separar las lenguas no podíamos hablar. Dejábamos que nuestras manos se expresaran por nosotras.

Acariciaba con ternura su suave piel, toda su espalda bajando hasta las nalgas o tratando de alcanzar los costados de sus durísimos pechos. Mientras su boca seguía recorriendo la mía. La humedad de su lengua bajando de nuevo de mi cuello a mis hombros y axilas, lamiendo mis pechos y pezones como queriendo absorberlos. Me miró a los ojos con una increíble expresión de lascivia en su bello rostro, parecía que me podía permiso para seguir.

-¡como pares ahora me matas!

Su lengua en mi ombligo me hizo soltar un fuerte gemido, lamiendo todo mi vientre sin parar. Ni me quitó la falda, se limitó a subirla, así como los muslos hasta mis pechos haciéndome arquear la espalda. Así me tenia al completo a su disposición.

Para no haberlo hecho nunca con otra chica a mí me había cogido con verdaderas ganas. Explorando mi cuerpo hasta el ultimo rincón. Hasta clavar la lengua en mi ano ofrecido. Un leve roce en el clítoris y en los labios de la vulva, pasando la húmeda por el perineo. Lógicamente no era la primera vez que me lo comían, pero mi deseo por ella lo hacía especial. Solo podía mover la cabeza de lado a lado y morderme el labio inferior, agarrada con fuerza a los cojines, mientras los suspiros escapaban de mi boca.

Me chupaba, me comía, me follaba coño y culo con su lengua. Sujetando mis corvas para impedir que me derrumbara sobre el sofá. Se dio cuenta de cuando me corrí en su boca, bebió mis jugos y solo dejó su saliva en mi vulva y pubis depilado.

Por fin dejó que mi espalda volviera a reposar en los cojines mientras trepaba sobre mí. Para volver a besarme con lascivia compartiendo mi sabor desde su lengua.

Había abierto el botón y la cremallera del reducido short dejándome que por fin lo empujara por sus largos muslos abajo desnudando su cadera. Solo conseguí dejarlo enredado en sus rodillas pero bastó por un momento mientras le metía un dedo en la boca para mojarlo en su saliva. Lo bajé hasta su culito y enterré la primera falange en su apretadito ano. Le llegó el turno de gemir a ella contra mi boca.

Doblando la rodilla enganché el pantaloncito con el pie y terminé de sacarlo sin dejar que ella se separara de mi cuerpo. Amasando su prieto culo que tanto había anhelado cuando lo veía moverse cadencioso por las oficinas en el trabajo. El tanga minúsculo que llevaba debajo apenas era obstáculo para que mis manos alcanzarán por fin su depilado coñito. Estaba tan mojada y excitada como yo. Mis dedos al recorrer los labios se mojaban y deseando probar su sabor me los llevé lujuriosa a la boca.

-¿No prefieres probarlos de la fuente?

-pues claro. Lo estoy deseando.

Así empezó a escalar sobre mi cuerpo apoyada en el respaldo del sofá. Incluso rozó la vulva humedecida con mi duro pezón. Hasta que no tuve su cadera justo encima de la cara ya no paró. La tenía en primer plano, su coñito suave con el tanguita echado a un lado goteando sus jugos sobre mi lengua. La primera pasada por todo el xoxito la hizo lanzar un gemido intenso, profundo, gutural, directamente desde el fondo de su fina garganta. Me apoderé de su clítoris entre los labios y lo acariciaba con la lengua. Allá en lo alto el recital de suspiros y gemidos continuaba escapando de sus preciosos labios mientras yo me dedicaba a acariciarla lo más profundo que podía.

Se corría y ¡como lo hacia! en mi boca mientras me agarraba a sus nalgas como un naufrago a su flotador. Moviendo su cadera adelante y atrás según las zonas que quería alcanzar con la lengua. Visto que no le importaba jugar con mi culito yo también buscaba su ano con mi lengua. Su raja estaba sudada pero limpia y era un gustazo deslizar la sin hueso por allí mientras las duras nalgas me apretaban el rostro.

Según se iba corriendo se echaba hacia atrás apoyando las manos en mi vientre o mis muslos. Yo tenía que sostener su liviano peso por el culo sobre mis manos. Sin dejar de comérmela a bocaditos. Y ella se corría en mi boca. Se bajó de encima para terminar de desnudarme, solo me quedaba la falda y arrancarse ella el tanga como si le quemara.

-esto está siendo mucho mejor de lo que esperaba.

Me soltó a bocajarro. Agarrando mi mano me llevó a su cama. Era muy fuerte. La cama era estrecha, lo que nos hizo juntarnos mas. Abrazadas, besándonos, acariciándonos sin separar nuestras pieles ni un milímetro. Me confesaba como había ido creciendo su curiosidad y su deseo hasta que se decidió y con ello me hizo la mujer mas dichosa del mundo. Al tenerla desnuda en mis brazos.

-quedate a dormir.

Estaba claro que yo no tenía otros planes y eso era lo que mas deseaba. Apoyar la cabeza en su axila y quedarme dormida entre sus brazos arrullada por su respiración. Pero aún era pronto para eso.

Su mano rozando mi piel como una bella mariposa empezó a bajar por mi cuerpo. Las yemas de sus dedos rozando leves mi epidermis. Cuando pasó el ombligo tenía claro su objetivo: Volver a excitarme, acariciar mi pubis y deslizarse en mi interior entre mis labios. Al rozar mi clítoris un gemido escapó de mi boca que ella acalló con sus besos. Sus hábiles dedos que hasta ahora solo habían masturbado su propio coñito ahora lo hacían con el mío. Volviendo a conseguir que me excitara y corriera. Juguetona los llevó a mi boca para que pudiéramos lamerlos entre las dos. Cruzando las lenguas entre sus dedos y jugando con nuestras salivas.

-¿Seguro que nunca le has hecho un dedo a otra chica?

-Eres la primera. Cielo.

- Pues no se te da nada mal.

-¿Cenamos algo?

-solo si tu eres el postre.

Me dio un azotito en el culo para hacerme levantar. Desnudas, rozándolos en la pequeña cocina preparamos algo sencillo y frio para reponer fuerzas antes de volver a la cama. En la mesa sentadas frente a frente no podía apartar los ojos de sus rosados pezones que seguían duros. Era aún peor cuando notaba su perfecto piececito acariciar mi pantorrilla. No parecía estar saciada todavía y me lo demostró cuando volvimos a su lecho.

No pudimos descansar hasta altas horas de la madrugada después de múltiples e intensos orgasmos. Al final fue ella la que se durmió con la cabeza apoyada en mi sobaco. A la mañana siguiente después de una ducha en la que no me dejó tranquila, ¡como si yo hubiera deseado eso!, salí de su piso con una braga limpia suya cubriendo mi xoxito. Las mías habían quedado para el arrastre la noche anterior.

Nadie se ha enterado en el trabajo de esa noche de pasión. Ni por mí, ni por supuesto por ella. Ni de las demás que hemos disfrutado juntas, la curiosa aún no ha tenido bastante para saciar su curiosidad. No estamos enamoradas, ni somos pareja, pero de vez en cuando repetimos.

Ahora tengo la duda de si es tan discreta conmigo, ¿no habrá alguien más con quién también tenga ese secreto? Puede que un chico... Y quizá pueda yo saciar mi curiosidad de como sería hacerlo con un hombre.