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Mi suegra

en Amor filial

 

Follando con mi novio en su casa nos descubre su madre. Cualquier otra mujer se hubiera enfadado y puesto el grito en el cielo. Pero ella no.

 Mi suegra es joven, para haber tenido un hijo de veinte años y esta muy buena. Nos hemos visto unas cuantas veces y nos... no voy a decir que nos llevemos bien, pues no tenemos, teníamos, tanta relación. Pero Sara siempre se ha mostrado simpática conmigo las veces que nos hemos visto.

Divorciada y elegante hace su vida sin prestar oídos a lo que piense la gente de ella. Mi novio, Mario, ha salido a ella, guapo, lo suficiente, no muy musculoso pero pero con un bonito cuerpo delgado y fibrado. Y de mí él dice que soy preciosa pero son halagos de novio. Aunque unas tetas y un culo prietos firmes y duros y una cara resultona no me los discute nadie.

 Follamos, claro, donde y cuando podemos, como todos los novios. Lo hacemos en su coche o el mío o en nuestras habitaciones, cuando no estaban nuestros padres. Y como extra cuando disponíamos de dinero en un hotel o de vacaciones en un camping.

Como un montón de chicas yo había tenido mis pinitos con alguna amiga, morreos y magreos, chicas a las que me gustaba proporcionar un momento raro y bello, experimentando sobre todo. Así que en ese momento, aún no me consideraba lesbiana, ni siquiera bisexual. Aunque me gustaba el bello espectáculo de la madre de mi chico con sus atuendos a veces mas provocativos y sexys que los míos, luciendo su bien bronceada piel y sus carnes duras y bien colocadas.

Su cuerpo era una bonita imagen y yo apreciaba su belleza.

 Un sábado noche, en la discoteca lamiendo mi oreja me dijo:

-estoy caliente. Vamos a casa.

 Después de unas copas, fuimos a su piso, cachondos y con ganas de revolcarnos sudorosos en su cama. Su madre había quedado con su ligue del momento y no esperábamos que volviera hasta la mañana siguiente. Así que podíamos follar tranquilos.

 Ya en el coche tenia la falda recogida muslos arriba hasta dejarle ver el encaje del tanga. Subiendo en el ascensor sus manos no se separaban de mi cuerpo apenas cubierto por un escaso vestido de lycra con escote barco, muy pegado y un tanga minúsculo. Y mi boca seguía a la suya buscando la humedad de su lengua con la mía. Intercambiando saliva y chupando su lengua entre mis labios en un lascivo y húmedo beso.

 Mi pulso estaba acelerado por la excitación y en cuanto cruzamos la puerta tiré de su camiseta acariciando su suave piel pálida y sudorosa, afiebrada como la mía. Mario intentaba con toda su maña bajarme el tanga aunque yo juguetona le hurtaba mi cadera. Entre risas y besos seguíamos con las caricias.

Me giré y hui hacia su dormitorio enseñando mis nalgas bajo el recogido vestido hasta la cintura. Allí fue donde le permití que me lo quitara, solo el tanga, pero sin desprenderme de las sandalias de tacón. Me tumbé boca arriba en su cama tras bajarle el pantalón de un tirón justo por debajo de su blanco y duro culo que a mi me encantaba amasar, besar y lamer.

 Tendida boca arriba le alcancé uno de mis pies para que lo besara y lamiera, empezando por los dedos. Lo que sabía que a mi me pondría aun mas caliente. Se deshizo de una de mis sandalias lamiendo con habilidad entre mis dedos chupándolos uno a uno metiéndolos en su boca sin importarle el sudor que pudiera tener mi piel.

-¡que guarra eres cielo!

-y a ti te encanta.

 Lamiendo la planta sin importarle que yo me retorciera por las cosquillas. Consiguiendo así que mi vestido escalara aun mas por mi anatomía descubriendo mi vientre.

Yo misma me amasaba los pechos que rebosaban por el escote, pellizcando los pezones y haciendo que se marcaran bien en la fina tela pues no me había puesto sujetador.

Mario subió despacio por mi depilada pantorrilla y el interior de mis muslos sin separar la lengua de mi piel.

-¿quien se va a comer este coñito?

Sus ojos lujuriosos se clavaban en los míos. Pero no podía ver mis pupilas pues yo los tenía en blanco por el placer que me hacía sentir con su lengua.

 Cuando por fin la clavó entre los labios de mi vulva apoderándose de mi clítoris gemí y aullé de placer derramándome en el primer orgasmo de la noche. Sabia que vendrían muchos más.

Sabia como lamerme, deslizando la lengua del clítoris al perineo y el ano, levantando a veces las piernas hasta mi pecho. Para deslizar la lengua por el culo hasta clavarla en mi ano sin parar ni un segundo. Tan concentrado estaba en su tarea arrancándome orgasmo tras orgasmo y yo disfrutándolos que no oímos el ruido de la puerta de la calle. Abriéndose, dejando pasar a mi suegra al piso y sin darnos cuenta que habíamos dejado la del dormitorio sin cerrar.

Así hubo un momento en que abrí los ojos y vi a su madre apoyada en el marco de la puerta vestida con un pequeño top y un mini short que mas parecía micro. Disfrutando del espectáculo de las bonitas nalgas de su hijo desnudas por el pantalón a medio quitar, la cara enterrada entre mis muslos, mis manos sobando mis tetas asomando por el escote y mi cara de gozo, disfrutando.

Me llevé el susto de mi vida. Pero la veía ahí enfrente con un oscuro pezón asomando a un costado de la pequeña prenda y una mano dentro del short, sin ninguna duda masturbándose. Eso hizo que mi calentura se disparara aun más si eso era posible y sonriéndole a ella me callé como puta. Puse un dedo en mis labios para indicarle que guardara silencio. Animándola a seguir mirando.

Dirigiéndome a él para que no se diera cuenta de quien nos miraba le seguía animando.

-¡Vamos! ¡Cariño! me encanta como me lo comes. !Meteme bien la lengua!.

 Enganché el tacón que me quedaba puesto en el pantalón de mi novio y estiré la pierna para bajarlo mas. Él captó la indirecta y sin separar la cara de mi coño terminó de desnudarse, con una sola mano, arrastrando con el pantalón su pequeño slip.

Sara vio al fin el badajo que su hijo se gastaba, duro, colgando entre sus muslos. Y los huevos bien depilados como a mi me gustaban para poder lamerlos sin pelos en la lengua.

Ella dejó caer su short al suelo sin hacer ruido, dejándome ver a mí el mínimo tanga echado a un lado y su pubis perfectamente depilado con dos dedos entre los labios de su vulva.

Nos sonreímos pícaras. Le hice un gesto para que se acercara y al principio se hizo la reticente. Supongo que pensaba que no estaba bien participar en esa diversión con su propio hijo. Pero tenía que estar muy cachonda y terminó por acercarse. Despacio como un animalillo asustadizo se fue aproximando. Cuando llegó a mi lado sustituí sus dedos por los míos, masturbando a mi suegra lo mas profundo que alcanzaba. La humedad de su vulva me permitía meter dos dedos lo mas profundo que podía dentro de su cuerpo y moverlos arriba y abajo.

Su lengua se enredó con la mía y ahí fue cuando Mario se dio cuenta de la compañía que teníamos.

No se si por el pedo que teníamos o lo cachondos que estábamos los tres, o por el deseo, pero la delirante situación no nos parecía extraña.  Continuamos los tres con la faena iniciada sin preocuparnos de si estaba bien o mal.

 Mi otra mano se separó sola de los cabellos de mi novio para apoderarse de una de las duras tetas de su madre, algo mas grandes que las mías. Apartando la pequeñez de su top, metiendo la tela en el canalillo entre sus pechos, para acariciar su piel desnuda y suave. Pellizcando sus pezones. Estorbándola cuando se lo quitó, pues mis manos estaban por medio.

 Así estábamos mi suegra con el tanga mojado y apartado a un lado, ayudándome a sacarme el arrugado vestido por encima de la cabeza. Mientras su hijo, desnudo del todo, seguía comiéndome el culo y a cuatro patas entre mis muslos.

-mami, ¿seguro que quieres participar?

-si cielo, quiero estar con vosotros.

Me moría por tener su polla dentro y tirando de él lo subí para que me la clavara. Sosteniendo su pecho con mis brazos y así dejarle espacio de maniobra a Sara que se estaba comiendo mis pezones a mordisquitos.

Me la metió despacio como a mi me gusta, haciéndome notar el glande abriéndose paso en mi encharcado coño.

A su madre le pedí que se arrodillara sobre mí y cuando lo hizo fue a la altura de mi cabeza sobre la cama. Fue bajando su cadera sobre mi cabeza hasta que puso la labios de su vulva en mi boca. De inmediato usé la lengua buscando toda su humedad. Le demostré a Mario que no era el único allí que sabia comer coños.

Enseguida noté el jugoso sabor de sus corridas en mi lengua, que pasaba por sus labios, buscaba su clítoris o se clavaba lo mas posible en su vulva.

Mario a su vez había empezado a prestarle parecidas atenciones al precioso culo de su madre. Sara tenía encajada la pelvis entre nuestras cabezas. Y gemía mientras se corría. Mordisqueando sus nalgas que me pidió que abriera con las manos para poder lamer la raja y el ano a su gusto.

-vamos nena, ábrele el culo. Luego quiero follárselo.

 

Por los gemidos que escuchaba no debíamos hacerlo del todo mal. Que te coman a dos lenguas, dos bocas dándote placer es de lo mejor que una puede sentir.

Mario no había perdido el agarre en mi agujero y me follaba suave pero sin pausa para no perder el resto de los placeres. Apenas habíamos intercambiado palabra temerosos de romper la magia del momento. Pero los cuerpos hablaban por si mismos el lenguaje del placer.

No podía imaginar el morbo que ellos debían sentir en ese momento de incesto. Nunca había sospechado un complejo de Edipo en mi novio pero con lo buena que estaba su madre no me extrañaba de ello.

 Yo me había corrido ya no se cuantas veces y aun notaba la polla dura de mi chico dentro. Y a la que le quedaba todavía un buen rato tiesa. Seguía sin separar la lengua de la piel de mi suegra, fui bajando a Sara a base de brazos sobre mi cuerpo encajándola entre nosotros. Conseguí apoderarme de sus hermosos pechos con mis dientes mientras su cadera estaba encajada entre nuestros vientres.

 Mario captó mi indirecta y sacó su pene de mi vulva para abrir con él los labios de la vulva de Sara. Ella abrió la boca y soltó un jadeo notando como esa polla fraternal entraba en ella dulce y despacio.

Su jadeo lo acallé con mi lengua aún con el sabor del coño de ella. No le importo compartirlo conmigo. Me escurrí por debajo de ellos para que mi suegra pudiera lamer mi chochito. Lo hizo con una maestría que me hizo sospechar que yo no era la primera chica que se comía y a la que se follaba.

Esa lengua de madura juguetona escarbaba entre mis labios penetrando lo mas que podía y chupando mi clítoris al ritmo que le marcaba la polla de su hijo. Este la sujetaba con fuerza por la cadera y se la follaba  a cuatro patas como si quisiera volver a entrar por el sitio por el que había salido. Dándole en el proceso a su querida y hermosa madre los orgasmos que parecía necesitar esa noche.

Pero yo sabía lo que le gustaba a Mario.  Para darle el gran final que se merecía me aparté de Sara y me coloqué a su espalda. Con una mano le agarré los huevos y con un dedo de esa misma mano acariciaba el clítoris de Sara dejándome llevar por sus movimientos.

Mientras clavé la cara entre las blancas nalgas de mi chico y lamí su ano hasta que se derramó. Llenando el coño de su madre. En ese momento en el que se separaron, Mario se apartó a un lado haciéndome un hueco a mí. Yo me puse a lamer su vulva rezumando el semen recogiendo todo lo que pude de ese manjar con la lengua. Sin dejarle descanso y saboreando su siguiente orgasmo. Él nos miraba a las dos con una expresión de vicio que me encantaba ver en su rostro.

Los dos buscaron mi boca con las suyas para compartir entre los tres esos sabores de sexo en un beso a tres leguas. No solté el culo de mi suegra pues no quería que ella nos dejara y su actitud necesitaba algo mas de explicación.

Al contrario, en vez de abandonarnos nos propuso trasladar la juerga a su cama que era mas grande y cómoda que la de Mario.

 Nos contó que había discutido con el fulano con el que había quedado. Que a su vuelta a casa cachonda y necesitada nos encontró follando. No pudo resistir el pajearse mirando el espectáculo que dábamos sin querer. Ademas que hacía mucho tiempo que no podía admirar la bella polla de su hijo y le había gustado verla de nuevo. También tuvo que admitir que yo no era la primera chica con la que hacía el amor. Había tenido buenas amigas durante sus años de separación con las que había disfrutado. Con ellas había aprendido a hacer disfrutar a una chica.

Mario también confesó que que le encantaba el voluptuoso cuerpo de su madre. Que se había hecho un montón de pajas durante años desde adolescente, pensado en ella. Nos dijo que la deseaba como mujer ademas de amarla como madre, sin dejar de quererme a mi por supuesto.

Yo tuve que confesar mis deseos y mis experiencias bisexuales con amigas y el por qué tenía tantas ganas de probar ese coñito. Que desde que la conocí la admiraba.

Mientras conversábamos desnudos, relajados, tomando unas copas nuestras manos no dejaban de acariciar el cuerpo de los otros.

Sara situada entre nosotros, me acariciaba el clítoris con suaves dedos mientras con la otra mano no había soltado la polla de Mario. Yo seguía mimando sus perfectas tetas por que le había dejado a mi novio el depilado coño de su madre. Nos calentábamos despacio preparándonos para un segundo asalto.

Ella fue la primera que volvió a animarse en cuanto notó la polla de su hijo dura de nuevo.

-nene, quiero chuparla. Quiero tu polla.

Se giró hacia ella con lo que me puso el culo a mano. Mas bien a boca... Levantó la cadera para ponerse a cuatro patas mientras empezaba lamiendo los huevos de su hijo. Me detuve un momento para ver como lo hacía, como su lengua recorría el escroto. Y la cara de morbo que ponía mi novio mientras acariciaba el caballo rubio de su madre y sus gemidos de placer. Verles a los dos en acción tan de cerca me excitó aun mas y decidí ponerme yo en marcha.

 Me incliné sobre la grupa de Sara y empecé a lamer su piel. Bajando por su torneada espalda siguiendo la linea de la columna vertebral hasta el prieto culo. Ya solo agarrar sus duras nalgas y separarlas para descubrir su agujerito es un placer. Al pasar la lengua por allí aún noté la humedad de la saliva de Mario que se lo había comido un rato antes. Y al clavar la lengua en el ano sentía como movía la cadera despacio buscando más contacto con mi lengua. Continué bajando buscando el coño, buscando darle mas placer. No necesitaba ni tocarlo. Sus labios finos y delicados se abrían al mas leve roce dejándome el deleite de sus jugos al alcance de mi lengua.

Todo el tiempo que ella le estuvo comiendo la polla a Mario yo le estuve lamiendo el coñito y el ano pero ella necesitaba más de su hijo. Se decidió a cabalgarlo y fue a sentarse sobre su cadera.

-nena, ¿me ayudarás?

-por supuesto Sara. ¿Pero que quieres?

-primero llámame mami, ambas nos lo hemos ganado. Y después Mario quería follarme el culo y me vas a ayudar con eso. Lleva la polla a mi ano.

-encantada ¡mami!

Contesté sonriendo. El ano estaba bien lubricado con mi saliva. Escupí en el glande y mientras ella iba bajando sus nalgas yo guiaba el pene de mi novio a su interior. Estaba tan duro que ni se doblaba según iba bajando. Podía ver en primer plano como entraba. Como el esfínter se abría para dejarle paso y pensaba que el mío tenía que hacer lo mismo cada vez que me sodomizaba a mí.

Una vez que apoyó las nalgas en los muslos de su hijo dejé que siguiera sola. Y yo me fui sobre la cara de Mario para que me comiera el coño mientras su madre lo cabalgaba. Frente a ella me agarré a sus tetas que me tenían loca y volví a besarla a darle mi lengua que ella chupaba. Besaba tan lasciva como su hijo y a mí me encantan esos besos. Sus manos tampoco paraban quietas sin dejar de magrear mis senos o acariciar mi vientre. Para ayudarle a que se corriera también acariciaba su clítoris y el xoxito según subía y bajaba. Y lo hacía cada vez mas rápido hasta que que Mario descargó el semen en ese culo tan duro, el de su propia madre.

Las dos nos dejamos caer a los lados de nuestro chico que dulce y cariñoso nos besaba tierno en las frentes o en nuestras caras buscando de vez en cuando labios y lenguas. Así nos quedamos dormidos abrazados, desnudos y pringados de nuestros jugos. Sin necesidad de darle vueltas a lo que habíamos hecho y con quién lo habíamos hecho.

No hemos dejado de compartir su cama de vez en cuando. Además de que ahora no tenemos que escondernos para follar. Siempre que tenemos ganas vamos a su casa. De hecho ya duermo la mayoría de las noches allí. Tengo mi ropa en su armario, ni eso necesitaba pues Sara me deja sus modelitos sexys cada vez que quiero. Con Sara he tenido algunos encuentros muy placenteros a solas igual que Mario lo que no nos da celos a ninguno. Nos gusta disfrutar y hacer disfrutar a los otros dos, queriéndonos.