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Claudio y Aleksandr. La insurrección 03

en No Consentido

El día siguiente transcurrió de manera parecida a los anteriores. Desde la marcha de Aurelio, los esclavos tenían que soportar los insultos y continuas vejaciones de su primo menor Claudio. Y era Aleksandr el que más humillaciones recibía, parecía ser el punto de mira del joven patricio. Pero aquel día todo iba a cambiar de manera radical.

Cuando el sol empezaba a ponerse, Claudio se dirigió a los baños para relajarse y asearse. Al pasar al lado del esclavo bárbaro le dijo:

“No lo olvides. De aquí un par de horas te quiero en mi habitación. Y más te vale comportarte de manera sumisa y complaciente conmigo, si no quieres que le dé cien latigazos a tu novia”

Aleksandr apretó los dientes, hinchado de rabia, pero solo respondió un escueto:

“Si, Amo Claudio, como desee. Allí estaré.”

Claudio no terminaba de creerse que hubiese derrotado el enorme ego de ese gigantón. Encontraba que había resultado demasiado sencillo, pero teniendo en cuenta que él tenía la vida de su futuro hijo en sus manos, era natural que Aleksandr se diese por rendido y cumpliese con la voluntad del Amo, fuese cual fuese…. Aun así, el menor pensó que cuando Alek supiera qué era realmente lo que iba a hacerle aquella noche, sí que terminaría rebelándose. Peor para él, terminaría con el culo roto igual, y con su mujerzuela molida a palos. Por imbécil.

Claudio terminó de darse el baño y subió a su habitación. Para la ocasión se había puesto una costosa túnica de seda granate oscuro. El joven patricio tenía su pelo rubio ceniza aun mojado, y se le notaba excitado por lo que iba a ocurrir esa noche en su cuarto. Como no quería tener demasiados observadores, sólo mandó llamar a un guardia, que quedaría apostado en el cuarto vigilando que el bruto germano no se rebelara contra él, ni intentase huir corriendo de esa sala.

Mientras esperaba a que el esclavo hiciera acto de presencia, Claudio sacó un objeto que había tenido guardado debajo de su cama. Era una vara de madera, larga como su pierna entera, y más ancha de un lado que del otro. En el extremo más estrecho del palo de madera, que era más grueso que la polla de Aleksandr, había engastada una pieza de metal cilíndrica, llena de protuberancias similares a pinchos. Por el otro lado el palo se iba ensanchando hasta llegar a doblar su propio diámetro al llegar al extremo opuesto al del cilindro metálico. Ése era el objeto con el que el menor pretendía sodomizar y destrozar el culo de su esclavo germano. Claudio acarició el extremo metálico de aquel consolador gigante y terrorífico, y notó como se le empezaba a poner duro el pito, mientras empezaba a imaginar cómo gritaría ese bruto al ser ensartado por ese palo en sus entrañas. Entonces oyó una voz que le decía:

“Aquí estoy, Amo Claudio” era Aleksandr, que con una rodilla en el suelo le saludaba.

“Bien. Recuerda cual será la consecuencia de desobedecerme hoy, escoria. ¡Si no quieres que le pase nada a puta de tu novia, no me desobedezcas en nada!” le dijo el menor de manera amenazadora.

Aleksandr, sin levantarse, y observando de reojo que solo había un guardia en la sala, respondió de manera muy sumisa:

“Si, Amo Claudio. Le obedeceré en todo lo que me ordene.” al esclavo no le preocupaba en absoluto tener que decir aquellas palabras, ya que dentro de poco sería él quien tendría el poder absoluto de la villa, y Claudio pasaría a ser su esclavo y puto particular. Hacía muchos días que lo meditaba.

Claudio, completamente ajeno a las maquinaciones de su esclavo, empezó a explicarle qué era lo que le tenía preparado para esa noche en particular:

“Tienes que sentirte feliz, animal idiota. Hoy tu Amo te va a  hacer un hombre de verdad.” Mientras hablaba levantó sus manos y le mostró ese palo, que era un terrorífico elemento de tortura sexual “Vas a desnudarte completamente, te pondrás a 4 patas sobre el suelo y yo te meteré este palo por el culo. Seguro que terminas disfrutándolo de lo lindo con lo maricón que eres”

Claudio esperaba que sus palabras asustaran al esclavo, pero parecía no estar oyéndole, o estar pensando en otra cosa, y eso le molestó mucho. “¡PLASS!!” Le soltó una fuerte bofetada, que como siempre, no movió ni un pelo del germano

“A ver si sigues manteniendo tu orgullo intacto cuando tengas esta maza incrustada hasta el puto estómago” fue la siguiente amenaza del menor.

Aleksandr solo rezaba en silencio porque la señal que estaba esperando llegase pronto, y pudiera contraatacar a tiempo, antes de que ese jodido enano sádico le desgraciara su orto virgen.

Y entonces se oyó aquel sonido. Muy parecido al trinar del canario, pero realizado por labios humanos, aunque eso Claudio no podía saberlo. Solo Aleksandr sabía que lo que ese musical sonido quería decir. De repente el esclavo de melena castaña dio un salto y veloz como un rayo atacó al guardia que permanecía apostado en la habitación del patricio. Como la noche anterior Alek y Glenda habían acatado con todas las órdenes del Amo sin replicarle nada, el guardia estaba bastante relajado y distraído. Además a él solo le iban las féminas, así que la violación de un esclavo bárbaro más bien se la traía floja. Por eso no vio venir aquel ataque, que lo dejó fuera de combate en poco más de dos segundos.

Aleksandr había atravesado el estómago del guardia romano con su propia arma, y sin perder tiempo, retiró la espada corta del cuerpo del condenado a muerte y dio tres grandes zancadas en dirección a Claudio, que se había quedado tieso, blanco y sin habla. No podía creerse lo que veían sus ojos color miel.

“¡Detente, animal! ¡¡Ni se te ocurra ponerme una mano encim…AAAAAAHH!!” antes de que Claudio pudiese terminar con su frase, Aleksandr había llegado hasta donde estaba, le había agarrado del cuello y lo había alzado por los aires, estampándolo contra la pared. El palo se le había caído de las manos de la impresión, y el fuerte golpe que se llevó.

“¿¿Qué haces, bestia inmunda?? ¡¡Suéltame ahora mismo o haré que te maten!!” Claudio se debatía por liberarse, pero aun no comprendía la dimensión de aquella rebelión.

“¡Cállate de una puta vez!” la atronadora voz de Aleksandr se sobrepuso a la suya.

El joven patricio no podía procesar aquello que le estaba ocurriendo “¡¡Mi padre te matará!! ¡¡Suéltame yaaaa!!”

Los que Claudio no sabía era que Aleksandr y el resto de esclavos de la villa tenían guardada una muy buena carta bajo la manga, era algo que el niño no se esperaba para nada.

“Tu padre ya no puede hacernos daño” le respondió el morlaco, clavando sus pupilas negras en las del muchacho “Acaba de haber una rebelión a nivel nacional. Todos los esclavos de las regiones germánicas se han levantado en armas contra sus opresores ¡¡La nación vuelve a ser nuestra!! Aunque quisiera tu padre no podría llegar hasta nosotros, no sin antes atravesar kilómetros de territorio enemigo ¡¡Estás perdido, Claudio!!”

El chico rubio escuchaba aquellas palabras, y cada vez su estómago se iba haciendo más pequeño, como una bola. Le costaba respirar y se sentía algo mareado, pero tomó un último impulso, lleno de rabia y frustración, y le gritó a su ex esclavo “¡¡No te creo!! ¡¡Mi padre vendrá y os hará empalar a todos!! ¡¡A la puta de tu novia la primera!!”

¡¡¡PLASSS!!! Aleksandr propinó una tremenda bofetada el niño con la mano abierta, que le tajó el labio y le hizo empezar a sangrar. El corazón del menor latía desbocado en su pecho. Jamás nadie había osado ponerle una mano encima, ¡¡Y no dejaría que fuese ese idiota el que lo hiciera!!

“¡¡Que me sueltes!! ¡¡Eres un salvaje y un bruto!! ¡¡Déjame ya!!” continuó quejándose el joven patricio, pero Alek hizo oídos sordos a esas súplicas.

El hombretón tiró de mala manera al suelo al niño que había sido su Amo, y le agarró del pelo con fuerza, para empezar a tirar de él, llevándolo a rastras al piso de abajo. Claudio alzó sus dos manos y las puso sobre su cabeza, intentando menguar el daño que ese malnacido le estaba haciendo.

“¡¡Me las pagarás animaaaaaaaaaaal!!” gritó, mientras bajaban por las escaleras.

Cuando cruzaron el comedor, Claudio empezó a entender la gravedad del asunto. Allí, tirados en el suelo, había varios de sus guardias. En el exterior se oían gritos de pelea, otros más terroríficos de dolor, armas chocando, había algún incendio en un edificio cercano ¡¡Era verdad que los esclavos se habían revelado!!

Pero a pesar del miedo que sentía, Claudio todavía estaba lejos de dar a torcer su ego de patricio. Cuando llegaron a la cocina, donde estaba Glenda, la esclava embarazada, y Aleksandr le tiró de nuevo al suelo, empujándole fuerte, para que se golpeara y le doliese, Claudio alzó su rostro y dijo de manera muy digna:

“¡No me da miedo morir! ¡Haz lo que tengas que hacer!”

Aleksandr se puso a reír a carcajada limpia “¡¡Jaaaajajajajaja!!” Claudio lo miró con rostro interrogante, no entendía de qué se reía. Alek pronto se lo explicó. “Serías muy afortunado de morir aquí esta noche. No, Claudio. Has sido un verdadero hijo de puta y te has ensañado con nosotros, cuando no te habíamos hecho nada. Hermana ¡Dame el documento!”

Glenda le tendió un papiro chamuscado, pero en el que se podía descifrar más de la mitad de lo escrito.

“¿Hermana…?” susurró Claudio, entendiéndolo todo

“Si, tu padre nos compró en el mismo vendedor, sin darse cuenta de nuestro parentesco. Fuimos secuestrados en nuestro pueblo de origen por tropas romanas. Cuando Aurelio pensó que éramos marido y mujer no quise desengañarlo. Así sería todo más sencillo”

Entonces Aleksandr mostró al niño aquel papel, que era el documento de liberación de Alek y Glenda que Aurelio le había cedido en custodia antes de partir “Sabía que el Amo Aurelio era un hombre de honor. Él confiaba en ti y tú le traicionaste”

“Que te jodan bestia salvaje. No mereces más que palos” fue la nefasta respuesta del chiquillo de pelo trigueño.

El enorme bárbaro se hinchaba de rabia cada minuto que pasaba “¡¡Cállate!!” rugió tan fuerte que las paredes temblaron.

Aleksandr agarró a Claudio de un brazo y estiró su lujosa túnica, rompiéndola y tirándola al suelo. El menor quedó completamente desnudo ante los hermanos.

“¡¿Qué pretendes hacer conmigo?!” le preguntó gritando el joven romano.

“Voy a devolverte todo el daño que has hecho… ¡¡Multiplicado por mil!!” le respondió el que a partir de ahora sería su Amo “Ahora túmbate sobre la mesa” le ordenó al crio acto seguido.

“¡Ni lo sueñes, marica de mierda!”

Ésa última rebelión del mocoso sacó de sus casillas al hombretón de pelo castaño, que lo agarró con firmeza y lo lanzó volando por el aire hasta tumbarlo boca arriba sobre la mesa de la cocina. Sin perder tiempo, Aleksandr le ató las manos a la mesa.

“¿¿Qué haces?? ¡¡Déjame ya de una maldita vez!! ¡¡Waaaaaaaaah!!” Claudio era de lo más escandaloso, y no se callaba, ni dejaba de intentar zafarse de sus captores.

Cuando lo tuvieron exactamente como querían, Aleksandr se bajó los pantalones y le enseñó su monstruosa polla al niño, que entonces sí se quedó sin habla.

“No tengas miedo, mi puta, verás que pronto el dolor se vuelve más soportable. Incluso puede que termines disfrutándolo y suplicándome que te rompa el culo cada día a partir de ahora” le dijo Alek a Claudio con tono de burla. El mayor se sujetaba el poderoso pollón con una mano y lo masajeaba, mientras éste no paraba de endurecerse y crecer. Parecía que no pararía nunca de hincharse y erguirse. Los ojos de Claudio se abrieron como platos.

“Nno… ¡¡no puedes hacerme esto!! ¡¡YO SOY TU PUTO AMO!!” le gritó el menor al bárbaro que había sido su esclavo. Pero Aleksandr no dejó que las súplicas de ese pequeño sádico y violador le ablandasen el corazón, como le había dicho, le haría pagar con creces todo el daño que les había hecho.

Era entrada la noche. Claudio, el joven patricio de catorce años de edad estaba tumbado boca arriba sobre la mesa. Le sangraba el labio por la bofetada que le había dado su esclavo. Tenía las muñecas atadas cada una a una pata de la mesa, con los brazos bien abiertos y estirados. Aleksandr, el germano salvaje, que le doblaba la edad, mantenía abiertas las piernas de su Amo, y apuntaba con su duro y grueso rabo al ano virgen del romano. Glenda, la sirvienta embarazada se había situado sobre el rostro del menor con el vestido arremangado por la cintura.  La joven preñada  empezó a mearse sobre la cara de su Amo. Claudio se debatía, luchando por liberarse con todas sus fuerzas. No podía creerse lo que le estaba pasando ¡¡No podía estarle ocurriendo eso!! ¡¡Iba a ser violado por ese bruto!! Justo en el momento en que el chorro de orina rozó su púber rostro, Aleksandr empujó sus caderas contra la estrechez del chico y le reventó el culo con su enorme polla. El grito de Claudio fue desgarrador:

“¡¡¡¡WAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAH!!!!”

Y como no pudo evitar gritar de agonía con la boca bien abierta, el meado de Glenda, la esclava embarazada, empezó a llenarle la boca…

Si cuando tuvo que sodomizar a su hermana en contra de su voluntad, lo hizo de manera cuidadosa, lubricándole el agujero con su saliva, preparándola con sus dedos, y no metiéndole más que tres cuartas partes de su descomunal rabo dentro, en el caso de la violación a Claudio, que tenía el cuerpo todavía sin desarrollar, la mitad de pequeño que el de Glenda, sucedió todo lo contrario. Aleksandr dejó salir al salvaje que vivía en él y se comportó de manera bruta y violenta. Aunque el virginal y estrechísimo ano de ese crío de catorce años estaba completamente seco, consiguió meterle de una sola embestida la mitad dentro, y en seguida, con otro vigoroso golpe de cadera, terminó de enterrarle su terrible mandoble dentro de sus intestinos doloridos. Claudio aulló por el intensísimo dolor que estaba sintiendo:

“¡¡¡¡¡WAAAAAAAAAAAAAAAAH!!!! ¡¡¡¡¡WAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAH!!!!”

Claudio quería quejarse, suplicarle que le quitara ese monstruoso rabo de su pobre culo, incluso se hubiera humillado pidiéndoles perdón, pero era tan fuerte el daño y el quemazón que le llenaban las entrañas que no podía ni hablar. Glenda era una mujer hecha y derecha, y aunque su cuerpo era más fino que el de Alek, ambos tenían más de veinticinco años, y eso hacía que se pudiera sodomizar sin mayores consecuencias. Pero el cuerpecito de Claudio era el de un niño. A pesar de ser un cabrón hijo de puta, tenía la anatomía de un púber, un cuerpo sin curvas, completamente liso y lampiño, sin un solo pelo. La diferencia que había entre el enorme pollón de su violador que rondaba la trentena, y su pequeño y estrecho culito de niño era abismal. Por ese motivo, y por la tremenda rudeza de las embestidas de Aleksandr, del culo del crío empezó a manar un reguero de sangre y heces, ya que aquel brutal empalamiento estaba desgarrando las delicadas paredes intestinales del menor.

“¡¡NOOOOOOO WAAAAAAAAAAAHHH SAACAAALAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAHHH!!” consiguió decirle el chico

Pero Aleksandr estaba disfrutando como nunca había hecho con aquella violación a su Amo. Glenda ya había terminado de mearse en la cara del menor, y se apartó. Ella en realidad no quería vengarse ni hacer nada de aquello, pero Aleksander casi e obligó a hacerlo. Le dijo que por su honor de mujer salvaje, por el honor y la vida de todas las que habían muerto o sido violadas por sus Amos, ella tenía que resarcirse. Era su deber como mujer liberada. Y por eso Glenda, la preñada, se meó en la cara del joven Amo, pero una vez hecho esto, decidió abandonar la estancia y dejar que su hermano se encargara del resto. No quería verlo.

El ex esclavo germano sujetó con fuerza las caderas del menor, y empezó a sacar con mucha calma su gigantesco pollón de ese minúsculo agujero, que empezó a cerrarse en cuanto el intruso estuvo fuera. Alek no perdía detalle de lo que sucedía. Las paredes intestinales de Claudio parecían hechas de goma, y volvían a su posición inicial en pocos segundos “Qué mal lo vas a pasar, chaval” susurró el mayor, justo antes de darle una fortísima embestida, clavándole el 100% de su descomunal polla dentro de su delicado trasero.

“¡¡¡WAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAHHH!!! ¡¡¡¡NOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOO!!!!” empezó a gritar de nuevo Claudio, que sentía como se partía en dos literalmente. Ese bruto lo violaba tan salvajemente que moriría allí mismo desangrado por su ano.

El hombretón de ojos color azabache repitió aquella acción varias veces más, para ver si siempre sucedía lo mismo. Y efectivamente, el culo de Claudio volvía a su tamaño original poco tiempo después de que se le retirara el rabo que lo empalaba y lo rellenaba como a un pavo, con lo que cada nueva penetración era como un nuevo desvirgamiento para el muchacho de catorce años de edad.

“Tu culo es más estrecho que el coño de una virgen vestal ¡Es una delicia penetrártelo con mi polla! ¡¡Creo que me volveré adicto a tu culo de zorra, y me lo follaré cada día!!” Aleksandr le decía todas aquellas maldades al menor para enfurecerle aún más, ponerle más nervioso y asustarle de veras. Aunque a decir verdad, no le estaba engañando. Realmente violarle ese estrechísimo agujero le estaba dando muchísimo más placer que el que había sentido en todos sus años probando coños. Casi le dio lástima darse cuenta de lo que se estaba perdiendo no habiendo catado un culo de niño cuando era más joven. Pero todavía le quedaba mucha guerra por dar, y mucha polla con la que disfrutar, y hacer sufrir a ese pequeño demonio patricio.

“¡¡¡WAAAAAAAAAAAAHHH!!! ¡¡¡WAAAAAAAAAAAAHHH!!! ¡¡¡WAAAAAAAAAAAAHHH!!!” Claudio empezaba a ronquear de lo muchísimo que estaba gritando. Pero Aleksander no se detuvo por eso, todo lo contrario, empezó a embestirle con muchísima más potencia, como si quisiera atravesarle con su descomunal rabo.

Las rápidas embestidas de Aleksandr se multiplicaron, y la cocina se llenó con el sonido que hacían los mullidos cojones del germano salvaje chocando una y otra vez contra el culo del que hasta hacía pocos minutos había sido su joven Amo. El esfínter de Claudio se contraía, apresando en su interior aquel duro rabo que lo empalaba. El menor no podía dejar de gritar, y pronto Alek notó que le llegaba el orgasmo, así que clavó su pollón hasta lo más profundo de las entrañas de Claudio y empezó a descargar allí un torrente incesante de lechada ardiente y espesa.

“¡¡AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAHH!! ¡¡Toma mi leche, puta!! ¡¡Siente mi esperma quemándote por dentro!!” le gritó el hombretón, en pleno éxtasis.

El pobre Claudio no podía hacer otra cosa que permanecer atado como estaba, con las piernas completamente abiertas y recibiendo en su culo recién desvirgado la corrida de ese malnacido esclavo. Cuando Aleksandr sacó su polla del interior de su trasero, el niño solo emitió un apagado gemido. De su culo abierto rezumaba el esperma del germano, junto con sus propias heces y restos de su sangre, de lo violenta que había sido aquella sodomización.

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