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El jardín de la delicias 2

en No Consentido

Justo en el momento más humillante de todos, cuando estaba metida en la piscina de mi casa de veranero con los dedos de Rubén, el mejor amigo de mi hijo insertados en lo más hondo de mi coño de puta, justo entonces, apareció mi marido.

Esta puta es de mi propiedad. ¿Quién cojones os habéis creído que sois para ponerle las manazas encima sin pedirme permiso?” dijo Alejandro, dejando las bolsas de la compra a un lado, y acercándose a la piscina con un gesto serio y de absoluta autoridad.

Yo no podía saberlo entonces, me lo contó más tarde, pero en ese momento mi marido Alejandro se sentía tremendamente excitado por lo que había visto. Cuando llegó con la compra, estábamos todos tan inmersos en lo que ocurría en la piscina que nadie escuchó el auto llegar. Al entrar al jardín, mi marido se quedó alucinado por la escena que se encontró allí. Pero ya que todos estaban empalmados y la zorra de su mujer cachonda como una perra, decidió aprovecharse de la situación en su propio beneficio, y para el de todos.

Todos los críos, incluido Rubén, el líder de la pandilla, se habían quedado paralizados por el miedo, con sus duras pollas provocando tensas tiendas de campaña en sus bañadores.

Entonces el líder recuperó más o menos la compostura, y se acercó a la escalerilla para salir del agua, mientras le decía a Alejandro.

Señor, nosotros ya nos íbamos.

Pero mi marido no se lo iba a poner nada fácil.

¡¡Como intentéis escapar irrumpiré en vuestros cuartos a media noche y os follaré el culo tan duro que os convertiré en mis zorras maricas por el resto de vuestras miserables vidas!! ¿¡Entendido!?

EL adolescente rubio se quedó completamente quieto y pálido, allá donde estaba dentro de la piscina conmigo, y el resto de sus amigos, fuera de ella, igual. A mí me latía tan fuerte el corazón dentro del pecho que la percusión del mismo me reverberaba en los malditos tímpanos. Estaba a punto de sufrir un paro cardíaco, pero de verdad. Creo que no me he sentido tan asustada jamás en mi vida, ni cuando creí que sería violada por esa panda de pervertidos amigos de mi hijo. Que Alejandro se enfadara conmigo, que quisiera el divorcio… solo podía pensar que le había defraudado como esposa, aunque hubiese sido de manera no consentida. Pero al final lo había terminado disfrutando, y eso fue lo único que vio Alejandro, a la puta de su esposa corriéndose con las manos del mejor amigo de su hijo manoseándola por todas partes.

Alejandro…” susurré su nombre con miedo.

Pero mi marido me ignoró soberanamente. Se dirigió a Rubén, el líder de la pandilla.

No te mees encima, semental. Empieza a masturbarte, necesito que tengas la polla bien dura para lo que vas a tener que hacer” le dijo al crío ”¡Esto va por todos! ¡Manos dentro de los bañadores!” exclamó, mirándolos a todos con intensidad.

Rubén se metió la mano dentro del bañador y empezó a pajearse, y el resto de amigos, situados fuera del agua y que hasta ahora solo habían sido meros observadores, le copiaron, obedeciendo la orden del adulto. Mi marido dirigía todos nuestros movimientos, como si fuese el director de una orquesta pervertida y viciosa.

Nat, ven aquí” ordenó Alejandro, señalando justo en frente de él.

Fui a situarme donde me decía. Era una zona bastante profunda de la piscina en la que estaba metida con Rubén, y terminé caminando de puntillas, medio nadando, para poder llegar.

”¿Estás cachonda, mi vida?” me preguntó.

Yo no quería tener que aguantarle la mirada, pero peor era pensar que los amigos de mi hijo estaban alrededor masturbándose y mirándome fijamente. Así que clavé mis pupilas en las suyas y le dije, abrazándome a mí misma por el estómago y los pechos:

Ssi…” en un susurro tan bajo que casi fue imperceptible.

Alejandro se regodeaba en su papel de Dueño y Amo dominante.

No tenemos condones, y Natalia no toma ningún método anticonceptivo, así que no puedo dejar que te la folles por el coño. Lo entiendes, ¿verdad, semental?” le dijo a Rubén.

”¡Claro, señor!” respondió rápidamente el cachorro alfa de la pandilla de amigos de mi hijo.

Casi me muero cuando Alejandro me obligó a ponerme con el culo en pompa, ofreciéndoselo a mi amante casual, como una puta cualquiera. Ahora mis pies no tocaban el suelo de la piscina ni de lejos. Mi pelvis había quedado pegada a la pared interior, y tenía mis enormes pechos aplastados contra el embellecedor de tablas de madera que había en por todo el borde, para evitar patinazos.

Mira que eres torpe, Nat. He dicho que se lo enseñes. Así no puede ver nada” insistió con mala hostia mi marido.

Por enésima vez aquel día, cumplí con su voluntad, abriéndome ambas nalgas con mis propias manos, para dejar a la vista de todos los presentes mi estrechito agujero posterior. Alejandro sabía que yo odiaba el sexo anal, y las contadas veces que le había permitido meterme su enorme polla por ahí atrás, lo había pasado francamente mal. Así que le dediqué una mirada cargada de odio. Pero no me moví de cómo estaba puesta. No sé por qué. Necesitaba sacar a la puta que había en mí. Darle más alegría a nuestro matrimonio, algo monótono últimamente. Cumplir con su voluntad. Satisfacerle en todo. Y quien sabe, si a partir de aquel día, si soportaba el castigo de dejarme sodomizar por Julián por ser una mala madre, una puta, una cachonda mental, luego me ganaría como recompensa unos polvos de alucine.

Mi vergüenza podía conmigo, así que dejé de mirar con odio a mi marido, relajé mis facciones y agaché la cabeza, apoyándola también sobre la madera. En absoluta señal de sumisión a Alejandro. No hacía falta que se lo dijera en voz alta. Él sabía que yo acataría todas sus órdenes, dentro del marco sexual de nuestro matrimonio.

Así está mucho mejor, puta” me dijo mi marido.

Escucharle llamarme así me provocó una oleada de electrizante placer que me recorrió todo el cuerpo con violencia. Mi coño comenzó a palpitar reclamando polla de nuevo, y mi orificio posterior se relajó, a la espera de lo que se le venía encima.

Semental, ¿tengo que explicarte lo que tienes que hacer?” increpó al muchacho.

”¡No, señor! ¡Ya voy!” respondió el líder de la pandilla.

Rubén estaba alucinando. No podía creerse que el propio marido de la hembra de sus sueños le obligara a follársela por el culo. Joder. Sentía una tremenda excitación con solo pensar en lo que estaba a punto de hacerme. Se le notaba en la cara de salido que ponía.

Y tú gordo seboso ¡Grábalo todo bien! ¡Quiero tener el vídeo de recuerdo!” ordenó Alejandro.

Cuando Nicolás escuchó eso volvió a accionar la cámara del móvil, enfocando el objetivo hacia donde estaba yo, prácticamente desnuda, medio salida de la piscina, con las manos abriéndome las nalgas. El gordo pelirrojo cogió valor y se acercó, para hacer un primer plano de mi orto y de la polla de Rubén, que pronto estaría alojada en mi interior.

Rubén se mordió el labio inferior al ver mi estrecho orificio. Escupió sobre él y frotó su glande contra mi entrada con rudeza. El crío jamás le había metido la polla por el culo a ninguna chica, pero había visto cientos de videos y sabía cómo proceder. Mantuve mi actitud sumisa hacia mi marido, con la cabeza apoyada sobre el suelo y la mirada baja, puesta en los pies de Alejandro, que lo estaba viendo todo desde primera fila. Yo intentaba controlar mi respiración y mi cuerpo, relajando todos mis músculos lo máximo que era capaz, para tratar de no sentir tanto dolor cuando me violentara con su duro rabo de adolescente.

Prepárese, señora” anunció el rubio.

A continuación, Rubén me agarró por las caderas y empujó de manera firme contra mi culo. Yo misma mantenía apartado el hilo de mi tanga brasileño fucsia, para que no le molestara.

”¡AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAH!” grité yo.

Solté un fortísimo alarido cuando aquel cilindro de carne dura, gruesa, larga y que tanto me recordaba a la de mi propio marido me taladró, empalándome con violencia. Aquella polla enorme y dura se había abierto paso por mis prietas carnes con seguridad y rudeza, ignorando completamente mi bienestar y solo preocupándose por el suyo.

Alejandro… Por favor… ¡Detén esto!” le supliqué a mi marido, con la polla del mejor amigo de mi hijo metida en lo más hondo de mis entrañas.

Natalia, mi amor. Fuiste tú la que tuviste un orgasmo con ese niñato metiéndote mano, y los otros mirándote. Ahora atente a las consecuencias de tus actos de puta” me respondió mi marido.

Aquellas duras palabras se me clavaron en el corazón como hirientes dagas afiladas. La cosa quedaba clara entre nosotros. O aceptaba el castigo que él quisiera imponerme de manera sumisa y obediente, o lo más seguro es que pidiera el divorcio en cuanto llegáramos a casa.

Lo siento. Tienes razón. Perdóname” susurré, volviendo a quedar tumbada sobre el suelo, con el culo en pompa y las piernas metidas dentro de la piscina.

Entonces Alejandro se dirigió al niñato rubio que tenía su polla metida en mi culo.

Semental, quiero que la folles tan duro que no pueda volver a sentarse en un mes.

Rubén asintió. Me agarró las muñecas y usó esa sujeción para embestirme con fiereza, encastándome su durísimo cilindro de carne en lo más profundo de mis entrañas de zorra.

”¡AaaaAaaaaaAaaAaaaahhh!” yo gemía como una puta perra en celo.

Y mi sodomizador se iba animando con mis lastimeros quejidos mezclados con hondos jadeos de gozo, así que poco a poco aumentó el ritmo al que me penetraba, llegando a adquirir una velocidad endiablada. Su cuerpo de adolescente arremetía contra el mío con dureza y salvajismo, haciendo que con cada embestida no solo sintiera un punzante dolor en mi orto destrozado, sino que además me clavaba la pared de la piscina en mis piernas y mi bajo vientre. Aunque eso último era lo de menos.

Mi marido Alejandro debió ponerse cachondo con aquello, porque a los pocos minutos de haberse iniciado la brutal sodomización, se arrodilló ante mí y se sacó la polla de dentro de los pantalones.

Mientras te destroza el culo vas a hacer lo que más te gusta en el mundo zorra, chupar una buena polla” me dijo para mi vergüenza. Y luego, señalando a los hermanos castaños, les ordenó ”¡Vosotros dos venid aquí ya mismo!”

Miguel y Adrián se pusieron cada uno a un lado de mi cuerpo. Rubén me soltó las muñecas, para que pudiera agarrar los pequeños miembros de aquellos dos muchachos y masturbarles.

”¡Nicolás!” llamó al obeso del móvil ”Ya sabes lo que quiero. Encárgate de hacer unas buenas tomas y cuando terminemos tendrás algo especial solo para ti.”

Aquello ya me gustaba menos. Nicolás me daba grima. Es que era francamente desagradable, con todos aquellos incontables kilos de más que volvían a su figura un tapón orondo y nada sexy. Además, se le notaba que era un maldito pervertido de cuidado, con lo joven que era. Pero no podía negarme a nada. No, si quería mantener vivo mi matrimonio. Y eso era lo único que realmente me importaba. Eso y que me sentía caliente como jamás en mi vida.

Entonces Alejandro me obligó a abrir la boca al máximo y situó su gordote glande en ella.

”¡Dale todo lo fuerte que puedas, semental!” le ordenó a Rubén, que le obedeció al acto.

El mejor amigo de mi hijo agarró con saña mis glúteos, arañándolos, y empezó a penetrarme con todas sus malditas fuerzas, y por culpa de aquellas potentes embestidas, dignas de un verdadero semental, mi cuerpo se veía inevitablemente empujado hacia delante, porque ni mis manos podía usar para frenarme, ya que las tenía puestas sobre las pollas de los hermanos Miguel y Adrián, que estaban alucinados con todo eso. Al no poder frenarme, con cada potente penetración, mi propia cabeza se iba hacia delante con rudeza, incrustándome yo sola el durísimo rabo de mi verdadero semental dentro de la maldita garganta, hasta las putas pelotas me lo estaba comiendo.

”¡¡HhhhHhhhHhhhmmMmmMmMMM!!”

Mis alaridos quedaron apagados por el grueso rabo de macho que ocupaba cada centímetro de mi boca y de mi garganta. Alejandro me agarró la cabeza por los lados y empezó a embestir contra mi cara, acompasando sus potentes empujones con los de mi sodomizador salvaje, así que ambos varones me follaban uno por el culo y otro por la boca, aprovechando el momento en que el otro empujaba contra mi cuerpo con todas sus fuerzas, para hacer el contrario exactamente lo mismo, y así conseguían insertarme sus duros mástiles de machos hasta lo más hondo que eran físicamente capaces, destrozándome por dentro. Y cuanto más dolor sentía, cuanta más vergüenza me embargaba, mayor era el charco de jugos que cubría mi coño ardiente y necesitado de una buena polla que se lo follase.

Aquella doble penetración tan brutal por mi culo y por mi boca duró lo que a mí me pareció una eternidad. Llegó un momento que mi mente se evadió, y ya no pensaba en nada más que en conseguir sacar y dar todo el placer posible de aquellas pollas que me rodeaban, las de mis manos, las que maltrataban mis orificios... Yo era puro sexo, un jodido animal lujurioso, y necesitaba recibir la corrida de todos aquellos machos para sentirme satisfecha. Hasta mi manera de jadear con el duro rabo de mi marido atravesándome el cuello cada vez que embestía contra mi cara habían cambiado. Ya no gritaba quejándome por ese trato, ahora gemía de puro placer como una auténtica puta. Porque eso era lo que era. La puta de la madre de Julián que estaba dejándose encular por su mejor amigo Rubén, le estaba pajeando sus pollas a sus amigos Miguel y Adrián, estaba mamándole el duro rabo a su esposo como una auténtica zorra de campeonato, y aun no sabía qué más guarradas me vería obligada a hacer con el gordo seboso que por ahora solo lo estaba grabando todo.

¡Hhhhhmmmm..! ¡Hhhhhmmmm..! ¡Hhhhhmmmm..!” yo jadeaba de manera rítmica y muy morbosa, con la boca ocupada de rica polla de semental cachondo.

De pronto Rubén, el mejor amigo de mi hijo, y líder de esta pandilla de fines de semana, exclamó.

¡AaaAaaAaahhh...! ¡Ya no puedo... aguantaaar... Hnmmm... mucho maaaas...! ”

¡Solo un poco más Semental! ¡Contente hasta que yo empiece a correrme! ¡AaaAaaaAaaahh! ¡Me falta muy poco ya!” le respondió marido Alejandro.

¡Sí, señor! ¡Aguantaré! ¡AaaAaaAaahhh..!

Al momento, ambos varones comenzaron a follarme como si no existiera el mañana. Mi amado esposo me violentaba la boca, atravesándome la tráquea y llegando  muy lejos en mi estrechita garganta cada vez que me empotraba con su durísima polla de semental. Y el amigo de mi hijo me destrozaba el orto a base de durísimos pollazos, empalándome tan fuerte que parecía que quería atravesarme el maldito estómago con su rabo duro como una piedra. Yo lloraba por el extremo dolor que me estaban haciendo sentir, que estaba extrañamente unido a un placer sin igual.

¡¡HHHHHHHHHHHHHHHMMMM!!!” gemí fortísimo cuando empecé a correrme.

Mi cuerpo se convulsionaba de manera muy violenta. Como había dejado de masturbar a los hermanos Adrián y Miguel, cada uno puso sus manos sobre una de las mías, y me obligaron a seguir cascándoles las pollas mientras me corría. Alejandro, al notar mi convulsión, le dijo a Rubén.

¡Ahora semental! ¡¡CORRETE!! ¡¡AAAaaaAAAaaAAAAAAHH!!

¡¡SIIIIIIIIIIIIIII SEÑOOOOOOR!! ¡¡AAAAaAAAAAAAAHHH!!” le respondió el crío.

A continuación sentí la boca llena de la lechada espesa de mi marido Alejandro, y el orto inundando con la ardiente corrida del mejor amigo de mi hijo. Seguí corriéndome mientras ellos me llenaban de su esencia masculina. Incluso los hermanos a los que masturbaba eyacularon un poco sobre mí y mucho sobre el suelo.

Cuando todos hubieron terminado de correrse, noté como la gruesa polla de Rubén comenzaba a desinflarse, retirándose poco a poco del interior de mi maltrecho ano. Me dolía horrores por la brutalidad de sus embestidas, pero al mismo tiempo acababa de tener un orgasmo tan poderoso que me había dejado sin respiración. Pero Alejandro no iba a dejarme descansar tranquila ni un momento.  Con aquellos cuernos consentidos, deseados, pero no pedidos, me estaba encontrando con una de cal y otra de arena. Mi marido me sacó su rabo de semental de la boca y me dijo.

Todavía no has terminado con tu trabajo, perra del demonio. Limpia el suelo. No quiero que quede manchado.

Me impulsé para salir de la piscina. Mojada como estaba, y me quedé a cuatro patas sobre el suelo. Mi mirada se mantenía fija sobre el piso. Veía como mis generosos pechos se balanceaban, dejando caer goterones de agua desde mis abultados pezones hacia el suelo. Si. Era una perra. Sin lugar a dudas. Y una gran puta. Una comepollas ávida del semen de cualquier hombre o crío que me lo quisiera dar.

Me situé frente al mayor de los hermanos, Miguel, a sus pies. No alcé la mirada en ningún momento. Me aterrorizaba lo que podría descubrir en aquellos ojos extraños si me veía reflejada en ellos en ese vergonzoso momento. Vi la mancha de semen esparcida sobre el suelo. Sin dudarlo, me incliné y le pasé un lento lengüetazo por encima. Como antes en la piscina, los amigos de Julián no hablaban. Ni si quiera se movían, para no romper la sexual magia del momento. En pocos minutos conseguí tragarme aquel espeso y amargo líquido blanquecino.

Mientras proseguía con mi procesión hacia su hermano menor, Adrián, podía notar los ojos de todos los presentes mirando cada centímetro de mi cuerpo. Analizándolo. Viendo mis enormes tetas colgonas, y por detrás noté como comenzó a rezumarme la abundante corrida de Rubén de mi orto dolorido. El ano me palpitaba de manera intensa, y con cada convulsión, salía un chorro de semen que caía desde mi trasero mal cubierto por el hilo del tanga fucsia, por el interior de mis piernas. Era todo tan denigrante... Repetí la operación. Siempre con la mirada baja, saqué la lengua y limpié la corrida del más joven de los chicos presentes del suelo. Pensé que al menos no era tan amarga como la de su hermano mayor.

Todos mis relatos: http://relatosdeladoncellaaudaz.blogspot.com.es/

No consentido. BDSM. Gay. Sadomaso.

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