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Ricky, el perro callejero 7

en Dominación

Saúl estaba tan ensimismado leyendo el diario de su hermano, que no se dio cuenta de que las horas iban pasando, y casi era el medio día ya. La habitación de Luis era un desastre, con todas sus cosas revueltas, y incluso el colchón tirado de mala manera. Todo por culpa del tremendo ataque de ira y celos que había tenido el menor al encontrarse la nota de Ricky, en la que le decía que se llevaba a Luis a pasear, y él se quedaría en casa castigado, por dormilón.

“Tú, puerco. ¿Qué cojones has estado haciendo?“, dijo la familiar voz del perro, desde la puerta de entrada a la habitación.

Saúl, desnudo como estaba, tiró el diario al suelo y miró a su Macho con verdadera devoción.

“¿¡Por qué te lo has llevado a él y no a mí!? ¿¡Eh!? ¿¿Por qué??” le respondió gritando, mientras señalaba a su hermano Luis, que permanecía medio oculto tras el cuerpo del perro, con una estúpida sonrisa en la cara. Saúl cada minuto que pasaba se sentía más rabioso.

 

“Te ordené que te las ingeniaras para ganarte mi perdón, y lo único que has conseguido es un castigo mucho más severo de lo que tenía pensado” fue la respuesta de Ricky “Esta vez vas a saber quién es el Amo y quien la zorra”

Entonces se giró hacia Luis, le cogió del brazo y lo empujó dentro de su destartalada habitación. El hermano mayor, al ver que Saúl había estado leyendo su diario, se enfadó mucho, pero no dijo nada, pues sabía que si entorpecía las órdenes de Ricky terminaría siendo castigado él también, y se sentía demasiado feliz en ese momento como para estropearlo con una tontería como esa.

“Desnúdate. Vas a follarte la boca del imbécil de tu hermano pequeño. ¡En seguida!” le ordenó Ricky al mayor de los hermanos,

“Ssi, Señor Ricky” respondió Luis, y se desvistió más rápido que jamás lo hubiera hecho en su vida.

A Saúl le asqueaba tremendamente tener que meterse en la boca el ridículo rabo de Luis, pero dentro de lo que cabía esperar, era un castigo mucho más suave de lo que había imaginado, con el cabreo que llevaba encima Ricky. Lo que no sabía el joven estudiante era que Ricky se había llevado a Luis a hacerse un piercing en el ombligo, del que había colgado una chapa dorada en la que se leía “Puta de Ricky”. Ése iba a ser el verdadero castigo para Saúl, ver que el perro había marcado a su hermano como de su propiedad, pero a él no.

Efectivamente, en el momento en que Luis estuvo completamente desnudo y se acercó donde Saúl le esperaba, arrodillado en el suelo, también desnudo, y con los labios entreabiertos, el menor vio aquel objeto colgando del ombligo de su hermano mayor, y cuando leyó la inscripción casi salta a golpearlo. Pero la imperiosa voz de su Amo lo retuvo en su lugar.

“¡Vamos, chúpale la polla a la cerda de tu hermana! ¡¡Ahora mismo, puta inútil!!” le gritó Ricky.

Saúl tuvo que hacer acopio de toda su fuerza de voluntad para cumplir con la orden que le daba su Macho y no reventarle la cara al gilipollas de su hermano mayor. Decidió olvidarlo por el momento. Así que acercó su cara a la entrepierna del inútil de su hermano mayor, abrió la boca, y cerró los ojos para no tener que mirar la dichosa chapita que Ricky le había regalado a Luis.

Luis no tenía una ilusión especial porque Saúl le chupara el rabo, no le atraía en absoluto su hermano pequeño. Pero se alegraba de recibir una satisfacción por una vez, y no tener que ser él el que la diera. Además, el idiota de su hermanito había estado ojeando su diario secreto, y eso le molestaba mucho. Luis no tenía una personalidad bélica, no discutiría ni intentaría pegar a Saúl, así que poderse resarcir de aquella putada follándose su boca le parecía lo mejor que podía ocurrirle. Lo mejor después de que Ricky le marcara como suyo poniéndole ese piercing en el ombligo, del que tan orgulloso se sentía.

Así que el mayor de los hermanos acercó rápidamente su pequeño rabo a la boquita abierta del menor, y lo introdujo dentro de ella. Saúl sintió mucho asco de saber que le estaba chupando la polla al imbécil de Luis, pero acostumbrado como estaba a hacerle mamadas al enorme pollón del perro callejero, pensó que tampoco era un castigo tan terrible. Solo tenía que terminar con todo aquello lo antes posible, y quizás Ricky le premiase a él con alguna marca personal por haberle obedecido tan bien.

Pero la cosa no iba a resultar tan sencilla. Luis puso sus dos manos a lado y lado de la cabeza de Saúl y empezó a mover sus caderas hacia delante y hacia atrás, metiendo y sacando su ridículo pitito de dentro de la cavidad bucal de su hermano. El problema residía en que cada ver que Luis le clavaba su verga hasta el fondo, que no llegaba ni a rozarle la campanilla al crío, la chapita que llevaba colgando del ombligo golpeaba en el entrecejo del menor, cabreándole por momentos. El frío metal dándole golpecitos en la cara provocaba que Saúl no pudiera olvidar ni un solo segundo el regalo que Ricky le había hecho a Luis, y no a él.

Luis sacaba su polla de dentro de la boca de Saúl. Empujaba y se la metía entera. La chapita golpeaba su frente. Polla fuera, y otra vez dentro. Y la chapita golpeándole. Saúl, que seguía con los ojos cerrados, llegó a obsesionarse tanto con aquella jodida chapa que ni se acordaba de la mamada que le estaba haciendo a Luis, ni de que todo eso era un castigo del perro, su Dueño y Señor, por haber sido un mal esclavo. Chapita, golpecito. Chapita, golpecito. Chapita, golpecito. Chapita, golpecito.

“¡¡¡WAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAHHH!!!” de repente Saúl abrió mucho su boca, se apartó quitándose de entre los labios el pitito de su hermano mayor y soltó un gritó descomunal.

Ni Luis ni Ricky podían prever lo que el menor iba a hacer a continuación. Saúl se abalanzó sobre su hermano mayor, cerró con fuerza sus dientes, sujetando la puta chapa, y estiró tan fuerte que se la arrancó de un solo mordisco.

“¡¡NOOOOOOOOOOOOO!! ¡¡AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAHHHHHHHHHHHHHHH!!” gritó Luis cuando sintió el fortísimo dolor en su ombligo, que empezó a sangrar de manera medianamente abundante.

Ricky se había quedado pasmado, con los ojos abiertos como platos. Sabía que a Saúl le jodería vivo que le hubiese hecho ese regalo a Luis, pero no imaginó que el menor pudiera reaccionar de esa manera tan salvaje, mutilando a su propio hermano, y desobedeciendo sus órdenes en medio de un castigo. Por un lado, se quedó gratamente impresionado, el fuerte carácter de Saúl hacía que se le pusiera muy dura la polla cada vez que se lo iba a follar, pero por otro lado le cabreaba muchísimo. Aunque le gustase ese carácter rebelde, no podía dejar que el mocoso hiciera lo que le diera la gana. Ahí el puto Amo era él y nadie más que él. Y si esa zorra malcriada todavía no lo entendía, él le castigaría de una manera tan ruda que jamás volviera a dudar de su liderazgo.

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No consentido. BDSM. Gay. Sadomaso.

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