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UNA NOCHE EN LA DISCO, Julia, corregido

en Trios

UNA NOCHE EN LA DISCO

JULIA

Hola, me llamo Julia y quiero contaros lo que me paso una noche de cena y baile con las madres del AMPA del colegio de mis hijos.

Dentro del AMPA, tenemos un grupo, formado por madres con hijos en los primeros cursos, lo formamos 10 madres, y vamos desde los 20 años de la más joven, hasta los 29 que es mi edad. Dos veces al año dejamos los niños con nuestros maridos o abuelos, nos vamos de cena loca y aquí empieza mi historia.

Para esta cena Marisa, la más joven de todas, propuso cambiar de restaurante e ir a uno que tenía un espectáculo picante solo para mujeres, todas asentimos por el cachondeo que suponía. El único problema era que estaba un poco alejado del centro, pero la ventaja era que tenía alrededor un montón de discotecas donde elegir bailar.

Quedamos a las nueve y media de la noche en la puerta del colegio para ahorrar coches, y al final fuimos ocho madres, dos no tenían con quien dejar a los niños. Decidimos ir en dos coches, en uno iban (pondré los nombres y las edades): Luna 27, Saray 22, Begoña 25 y Concha 24, en el otro íbamos: Josefa 25, Maribel 23, Marisa 20 y yo 29.

Del grupo la más lanzada era yo y la más mojigata Begoña, pero nos llevábamos bien, siempre estábamos en el parque con nuestros hijos, por lo que las confesiones entre nosotras eran muy habituales, y durante el trayecto comentábamos entre risas lo que esperábamos del espectáculo, que si un negro con 30 cm., que si una pareja, que si se arrimarían, cosas por el estilo. Con esa charla, yo por lo menos llegue al restaurante un poco excitada. Nos recibió un camarero guapísimo, con un cuerpo perfecto, una sonrisa preciosa, y un hablar de lo más picante.

—¿Las señoritas tienen reserva o vienen a actuar? - sonrió - Pues esos cuerpos merecen ser exhibidos, vienen con la ropa adecuada para este sitio.

La verdad que sin ponernos de acuerdo todas estábamos con prendas que resaltaban nuestro cuerpo y la mayoría algo provocativas. Entramos en el restaurante, otro camarero nos llevo a nuestra mesa, estábamos muy cerca del escenario, y Luna no se cortó un pelo:

—Joder con lo cerca que estamos, seguro que tocamos cacho.

Todas nos echamos a reír, pero noté cómo a alguna le brillaban los ojos. Pedimos unas copas antes de cenar para entrar en calor, yo al beber notaba un calorcito en el coño, y eso que el espectáculo no había comenzado. Nos sirvieron la cena, y a los pocos minutos salió al escenario un chico de unos 20 años con un cuerpo escultural y muy poca ropa. Comenzó un baile para mostrar todas su dotes, bajo su bañador se adivinaba un miembro grande; se acerco a nuestra mesa, descendió del escenario y se sentó sobre el regazo de Begoña. Ella se puso roja como un tomate, el chico le cogió la mano y la llevo a su paquete, Begoña empezó a acariciarlo y dijo:

—Chicas, esto es un pene y no el de mi marido, ¡Dios, qué pedazo polla, creo que si quisiera follármelo, no me entraría ni la mitad!

El chico le dio un beso en la boca y ella correspondió, las demás mirábamos como tontas, sorprendidas por el vocabulario de Begoña. Y la verdad que el resto de la cena fue todo chicos guapos que bajaban y no sé por qué, pero casi todos venían a nuestras mesa. Durante la cena nos bebimos 6 botellas de vino, pero cuando terminamos de cenar se acerco un camarero con dos botellas de champan y nos dijo que era de parte de los chicos, por lo enrolladas que fuimos. Nosotras ya estábamos bastante contentas con la cantidad de alcohol, pero nos bebimos las dos botellas, total que al salir estábamos un poco borrachas, pero sobre todo estábamos calientes. Fue Maribel la que dio la idea:

—Vamos, chicas, aquí cerca hay una discoteca en la que podemos seguir disfrutando y bailar, ¡y a lo mejor cae algún chico guapo!

Todas nos echamos a reír, pero creo que todas teníamos ganas de tener algún roce con chicos. Fuimos andando a la disco y durante el trayecto, los chicos con los que nos cruzábamos no dejaban de piropear, nosotros les seguíamos el juego y entrabamos en su provocaciones. Al fin llegamos a la disco y encontramos un sofá grande donde sentarnos todas, llegó el camarero, pedimos una copa cada una y nos pusimos a charlar, de nuevo fue Luna quien rompió el hielo:

—A ver, chicas, llevamos juntas 2 años y en este tiempo hemos cogido suficiente confianza para contarnos cantidad de intimidades; hemos hablado de nuestros maridos y mucho, pero mucho de sexo... pues os puedo decir que entre el espectáculo y las copas, estoy cachondisima, me follaría al primero que pasara por la puerta.

Yo hacía rato que notaba mi tanga mojado, pero cuando escuche a Luna, tuve un calambrazo en el coño que casi me corro allí mismo, me mordí los labios para no soltar un gemido. Estaba en estos pensamientos cuando llego el camarero con las copas y una botella de champan.

—Perdón, - le dije - nosotras no pedimos eso.

El camarero nos contesto que era una cortesía de unos caballeros de la barra y todas levantamos la cabeza para atisbar; desde la barra nos saludaban dos hombre maduros, pero elegantes, atléticos para su edad y con un cuerpo que no tenía nada que envidiar a los chicos que en ese momento estaban bailando en la pista. Las ocho levantamos nuestras copas y les saludamos, ellos nos correspondieron y entonces escuche a Josefa:

—Joder, chicas, será el alcohol o el espectáculo que vimos, pero esos maduros están para comérselos. Mirad qué culito se les nota... ¡Coño, Luna yo también estoy perraca! Te digo que no me importaría que uno de esos viejos me sobara y me follara, ¡hasta se me mojaron las braguitas al verlos!

Yo me quedé mirándolos y la verdad que para tener más o menos la edad de mi padre, estaban buenísimos. Sin que se dieran cuenta de mis intenciones, propuse a las chicas ir a bailar un rato con la excusa de bajar el alcohol, y a todas les pareció bien; nos levantamos y las lleve a la parte de la pista más cercana a los maduros. Estos estaban charlando con el camarero y al principio no se fijaron en nosotras, pero una indicación del camarero hizo que se giraran y mostraran su cara más cerca, ¡me quede impresionada, eran realmente guapos! Uno tenía el cabello un poco canoso, pero abundante, bien peinado y vestía con elegancia. Tenía los ojos azules, cuerpo esbelto y cuidado; el otro tenía el cabello negro sin canas, el mismo tipo de cuerpo, ojos marrones y sobre todo unos labios que me gustaría besar. No sé, tenía un algo que me excitaba y me entraron ganas de acercarme y sin mediar palabra comerle la boca. Los dos nos saludaron con la mano y se pusieron a hablar entre ellos, y en eso escuche a Marisa:

—¿Y si ponemos cachondos a los dos viejos? -sugirió- Acerquémonos más y bailemos lo más sexy que podamos, quiero ver cómo reaccionan. Estoy tan caliente que tengo que excitar a alguien y ver su cara de deseo por mí, ¡que yo vea que si pudiera, me jodería en mitad de la pista!

A todas nos pareció bien y entre risas nos acercamos a los maduros, todas empezamos a mover nuestros cuerpos de la forma más excitante posible, Maribel se acariciaba las tetas por encima del vestido mientras intentaba realizar la danza del vientre, Marisa se mordía los labios mientras bailaba y se lamía la boca, subiéndose la falda hasta casi enseñar el mini tanga que llevaba puesto; Josefa se desabrochó dos botones de la blusa, y con el ritmo del bailes su tetas comenzaron a subir y bajar, parecía que en cualquier momento se le saldrían de la blusa. Concha bajo sus manos y empezó a acariciarse las piernas desde las rodillas hacia arriba metiendo la mano por la abertura de su vestido y casi llegar al coño, mientras ponía cara de estar masturbándose; Begoña simplemente se quito la camisa y se quedo con una camiseta que le marcaba todo, se notaban sus pezones rígidos por la excitación y por la cara que tenia, cualquiera diría que se estaba corriendo, hasta soltó un pequeño gemido; Saray se acerco a uno de los viejos, le cogió una mano y lo trajo a la pista. Sin más, empezó a moverse lo más cerca que podía de él, restregó su cadera por su pierna, se frotó contra él... el pobre hombre se encontraba incómodo con la situación, con educación dio las gracias y volvió a la barra, pero se notaba que Saray estaba súper cachonda; se dio la vuelta y comenzó a bailar con un grupo de chicos, el mayor de ellos tendría 17 años; Luna era la más lanzada: mientras bailaba se subía y bajaba la falda, dejando todo su cuerpo a la vista; sus hermosas piernas, su torneados glúteos y su depilado sexo que se notaba a través de una lencería súper ajustada y que le marcaba la rajita.

Yo por mi parte no le quitaba ojo al otro maduro, le mantenía la mirada y ponía los labios como si lo estuviera besando. Él no se inmutaba, me observaba igual que a las demás y de vez en cuando sonreía, pero en un momento dado, me hizo una señal para que me acercara. Al instante mis pezones se pusieron rígidos, realmente estaba súper excitada. Me dirigí hacia él; procuré moverme con sensualidad, y al estar a su lado rocé mi entrepierna con su rodilla. Él me miró de abajo a arriba, deteniéndose en mis pechos, por fin me miro a los ojos y me habló:

—Hola. Me llamo Juan, ¿y tú?

—Hola, mi nombre es Julia, ¿qué hacéis aquí unos señores como vosotros?

—Verás, somos dos ejecutivos de una gran empresa y, después de un día de muchas reuniones, decidimos tomar una copa y volvernos al hotel. - dijo. - Estábamos a punto de irnos cuando entrasteis vosotras, y a Manuel se le ocurrió que nos quedáramos un rato mas e invitaros a una copa de champan, “para ver si esta noche no dormía solo”, en fin una tontería, Manuel, ven, te voy a presentar, esta es Julia.

—¡Hola, Julia! ¿Os gustó el champán? Era francés del bueno, espero que no os molestara nuestro atrevimiento.

—No, por Dios; es más, por lo menos a mí me halagó ese detalle de unos caballeros como vosotros. Tenéis que perdonarnos, pero venimos del espectáculo erótico del restaurante de aquí al lado y además estamos un poco contentas por el alcohol que hemos tomado.

—¡No te preocupes, mujer! Precisamente Manuel y yo estábamos pensando en invitaros a una segunda botella, ¿qué te parece?

—Esperad, que lo consulto con las chicas. - Me di la vuelta y las chicas ya no estaban, tenían un corrillo montado con algunos chicos del espectáculo y la pandillita de criajos, así que me di la vuelta, - Como veréis ellas ya están entretenidas, pero yo me apunto al champán.

—Vale, la encargo, ¿por qué no os adelantáis los dos y buscáis una mesa donde tomarnos la copa tranquila? Así charlamos un poco, necesito tener una conversación normal, estoy cansado de números.

—Por mí de acuerdo, - contesté - pero dadme un minuto para avisar a mis amigas, así no se preocuparan si no me ven.- los dos asintieron. Me fui hacia las chicas, que estaban frenéticas, les comente lo de la copa, y Marisa asintió:

—Vete tranquila, ¡que nosotras lo estamos pasando de miedo con estos chicos tan amables y guapos! Si quieres irte antes avísanos y si no, ya sabes dónde estamos.

—Vale, gracias, ¡que sigáis disfrutando! Yo me voy a charlar con los vejetes, son muy simpáticos - me di la vuelta y les vi a los dos con una cuba de hielo que contenía el champán y tres copas, y me acerque – Bueno, ya están avisadas, ¿donde queréis sentaros?

—Vamos a ver si encontramos un sitio alejado de la pista, donde podemos hablar tranquilos, seguidme.

Juan me cogió de la mano y Manuel, como llevaba la cuba de hielo en una mano, puso la otra sobre mi cintura cerca de mi culo. Durante el trayecto Manuel bajaba la mano de vez en cuando y rozaba mi culo, yo estaba tan excitada que le dejé que me tocara; a pesar de la cantidad de gente que nos impedía el paso, Juan vio un sitio, una especie de reservado. No es que lo fuera realmente, pero lo tapaba una columna grande y tenía muy poca luz, el sitio era ideal para los tres. No estábamos muy apretados, pero tampoco el sofá nos permitía tener mucha distancia entre los tres; nos sentamos, Manuel abrió el champan y sirvió tres copas generosas.

—¡No eches tanto! - sonreí - Que acabare por achisparme del todo y no respondo de mí...

—Tranquila - dijo Manuel -, estás entre caballeros, no seriamos capaces de hacerte nada que tú no quisieras.

—Mujer – le apoyó Juan- , nosotros no somos ese tipo de personas, te puedo asegurar que con nosotros estás segura.

Los tres apuramos las copas de champán que Manuel rellenó de nuevo, y brindamos por una noche entretenida. Yo la verdad que brindaba por una noche excitante, estaba tan cachonda que mis pezones estaban erectos como dos volcanes que sobresalían de mi camisa; menos mal que la luz no era directa, sino Manuel y Juan se darían cuenta de lo cachonda que estaba. Estuvimos hablando una hora aproximadamente, a mí el efecto del alcohol me empezaba a bajar y, conforme abandonaba mi cuerpo, me fije más en la fisonomía de los dos hombres que tenia a mi lado. Realmente eran guapos, incluso diría que eran excitantes, tenían una buena conversación y se notaba que eran hombres de estudios. Cuando bajé mas la vista, mis ojos se posaron sobre sus entrepiernas y, a pesar del pantalón se notaba que sus penes estaban erectos. Sentí un calambrazo en mi coño y volví a mojar mis braguitas. El ruido no nos permitía hablar con naturalidad, fue en ese momento cuando Manuel comentó:

—Este ruido se hace insoportable para charlar, Julia, ¿te apetece venir con nosotros al hotel? Allí hay un pub con música suave, silencioso. Sólo tomar una copa y seguir charlando.

La verdad que la proposición me gustaba, un sitio más tranquilo con luz y música suave, además podía verlos con más claridad.

—Bueno, me parece bien, dejad que avise a las chicas y nos vamos - caminé hasta donde estaban las chicas y me fijé que la mayoría estaban dispersas en distintos sofás, con distinta gente. Me acerqué a Luna, que estaba hablando con un crio de no más de 16 años, y le dije que me iba – El alcohol me ha subido mucho y estoy mareada – me excusé -. Despídeme de las demás.

Cogí mi bolso y mi chaqueta, y salí de la discoteca. Fuera estaban Juan y Manuel sentados en un Mercedes último modelo, Manuel me abrió la puerta y me invito a pasar. El coche era amplio y cómodo. Juan se sentó detrás y Manuel se puso al volante, arrancó, y fuimos directos al hotel, uno de los más caros de la ciudad. Siempre que pasaba por allí, me detenía y pensaba qué agradable seria pasar una noche en una habitación.

Manuel paró a la entrada un guarda coches, le pidió a Juan las llaves, entramos y nos encaminamos directamente al pub. Manuel saludó al camarero, le pidió un reservado y una botella de ginebra con seis tónicas y una cubitera. Juan me cogió por la cintura, acercando mi cuerpo al suyo... yo me sentía flotar y me dejé llevar, entramos en el reservado, el camarero trajo el pedido y discretamente cerró la puerta con un cristal de esos en que miras lo que pasa fuera pero los demás no te pueden ver.

—¿Quieres un gin tonic? Te aseguro que será flojito.

Juan me lo acercó, y en cuanto le di el primer sorbo me di cuenta que de flojito, nada. ellos se sirvieron, me dejaron en medio de ambos y comenzamos a charlar. Yo les hablaba de mi hijo, de lo feliz que me hacía, y ellos me escuchaban y asentían como dos tontos. Poco a poco cogía confianza con ellos y ellos conmigo, yo notaba que cada vez disminuía la distancia entre ellos y yo, pero no me molestaba, al contrario, cada vez estaba más excitada.

Estaba terminando una frase, cuando sentí una mano en mi rodilla. Era Manuel que estaba un poco achispado y lanzado y, al ver que no oponía resistencia, comenzó un suave masaje a mi rodilla, pero sin avanzar. Le miré a la cara y acercando la mía, le besé en los labios con pasión, él me respondió, sentía cómo su lengua avanzaba sobre mi boca. Estaba tan excitada y absorta que tardé en darme cuenta que Juan estaba besando mi cuello y acariciaba mis pechos por debajo de la camisa y el sujetador; mi calentura aumentó, abandoné la boca de Manuel y mi lengua entró en la de Juan. Mientras lo besaba, Manuel avanzaba con su mano por mis piernas, sus caricias subían hacia mi coño y Juan me sacaba las tetas de la camisa y apretaba mis pezones, saqué mi boca de la de Juan y mis manos se movieron hasta las pollas de ambos. Las acariciaba por encima del pantalón, pero eso no me bastaba, les bajé la cremallera a ambos, liberé sus pollas y me quedé perpleja de lo grandes y gordas que eran. Comencé a acariciarlas y apretarlas con fuerza, cuando de repente me quedé de piedra, ¡se estaban besando! Cada uno metía la lengua con pasión en la boca del otro; me soltaron los dos y comenzaron a acariciarse la cara, cada uno bajó una mano a la polla del otro y, sujetando la mía, empezaron a masturbarse con mis manos en sus pollas. Estaba petrificada, no sabía cómo reaccionar; les solté las pollas y me levante, fue en ese instante cuando Juan me dijo:

—¡Julia, por favor, no te vayas! Es que somos bisexuales, y tú nos has puesto tan cachondos, que hemos decidido mostrarte cómo somos en realidad. Nos gustas mucho a los dos y nos apetece pasar la noche contigo; deseamos que disfrutes de nosotros y nosotros disfrutar de ti. Julia, comprenderíamos que te fueras en este mismo instante, pero nos encantaría que te quedaras. Si lo deseas te pedimos un taxi y no volverás a saber de nosotros, ahora eres tú la que decide.

Me quede mirando a los dos, abrazados y con sus pollas al aire. Apenas pensé un segundo.

—Dejadme un hueco entre los dos; deseo pasar la noche con vosotros, nunca he tenido una experiencia de este tipo y menos con bisexuales, y lo deseo; me tenéis súper cachonda y quiero que me penetréis, me chupéis y yo a vosotros. - Les miré con ansia y sonreí - Meteos las pollas en los pantalones y subamos a la habitación, ¡si no, os voy a follar aquí mismo y os puedo asegurar que mis gritos se oirían en todo el hotel!

Manuel se metió la polla dentro del pantalón, se levantó y me cogió de la cara.

—Julia, gracias. Eres súper abierta y desde que os vimos en la disco, nos fijamos en ti. Teníamos el presentimiento de que acabaríamos la noche juntos y acertamos; venga, vamos, yo también estoy loco por follaros a los dos y tener una experiencia única, ¡es la primera vez que tenemos un trío con una mujer!

Juan se levanto también, se metió la polla dentro y se acerco a Julio, le besó en la boca, luego me besó a mí y dijo:

—Vamos, chicos, ¡subamos a la habitación y tengamos una noche que nunca olvidemos! Sé que después de esta noche no te volveremos a ver, y deseo que tengamos todos tantos orgasmos que acabemos derrengados.

Salimos del reservado, llegamos a recepción y Juan pidió la llave de la habitación. Entramos en el ascensor y nada mas cerrarse las puertas me agarré a sus paquetes y empecé a acariciarlos con lujuria

-Veréis, papitos, os aseguro que antes de llegar al 20º piso os habéis corrido - Ellos se dejaron llevar, y continué - Os voy a contar lo que quiero que me hagáis: quiero que me comáis toda entera, uno por delante y el otro por detrás. Uno me chupará el coño y el otro el culo. - Conforme subíamos iba aumentando el ritmo de las caricias, y ellos se tensaron como palos de escoba - Después de comerme toda, deseo que hagáis un 69 y os comáis las pollas mientras yo os miro.

Les bajé las cremalleras y metí mis manos agarrando su miembros erectos, y los empecé a masturbar lentamente; sólo íbamos por la planta 10ª cuando Juan soltó un grito y se corrió sobre mi mano, la saque de su pantalón y me acerqué a la boca la mano llena de lefa, chupé cada uno de mis dedos hasta dejar mi mano limpia. Al verme así Manuel también se corrió y repetí la misma operación. Les subí la cremallera y llegamos a nuestra planta.

—¿Veis? Os lo dije, os correríais antes de llegar a nuestra planta. Ahora llevadme a la habitación y comencemos el juego de verdad.

Manuel introdujo la tarjeta y se abrió la habitación.

—Pasa, zorra mía, que eres más puta que las gallinas, y tus dos gallos desean picotearte hasta dejarte sin cresta.

Conforme lo oía hablar, mis bragas se mojaban cada vez más, nunca me hablaron de esa manera y me gustaba,

—Sí, soy vuestra zorra y quiero que me reventéis, me sodomicéis y que no dejéis ni un solo centímetro de mi cuerpo sin ser satisfecho. - respondí.

Juan cerró la puerta, me dio la vuelta metiéndome la mano bajo la falda y comenzó a sobarme el coño, mientras Manuel se ponía detrás de él susurrándole al oído.

—Vamos, cariño, fóllale el coño con esa mano tan privilegiada. Te puedo asegurar, Julia, que esa mano es mágica, a mi me vuelve loco cuando agarra mi polla y me masturba, es una sensación única... ¡sigue cabrón, mátala a caricias, que todo su ser sea como un gran coño que solo pida placer, orgasmos y pollas!

Mientras hablaba, desabrochó el pantalón de Manuel, lo dejó caer y le bajó los calzoncillos para enseguida ponerse de rodillas y empezar a lamerle el culo. Manuel, al sentir la lengua en su ano, me apretó el clítoris y metió un dedo en mi coño y me hizo gemir. Juan agarro la polla de Manuel y comenzó a masturbarlo de nuevo, yo me quede asombrada al ver de nuevo su polla totalmente erecta y listo para tener un nuevo orgasmo. Su mano seguía dentro de mi coño y cada vez metía un dedo mas y profundizaba en mis entrañas; yo no podía aguantar más, llevaba toda la noche reprimiéndome y estaba loca por correrme

—¡Méteme esa mano más adentro, cabrón! - le grité - ¡Me voy a correr, maricones de mierdaaaa...! ¡Quiero también dedos en mi culo virgen! - Juan abarco la cintura de los dos y al meterme un dedo en el culo, reventé en un orgasmo increíble, mis bragas parecían una esponja chorreante, mis flujos resbalaban por la mano de Juan y mis labios buscaban desesperadamente una boca que besar. Juan acerco su boca a la mía, me metió la lengua hasta el fondo mientras se corría de nuevo, y Manuel empezó a rotar su dedo dentro de mi culo y eso me provoco un nuevo y delicioso orgasmo.

Los tres acabamos de desnudarnos y nos tiramos en la cama. Ellos se volvieron a besar pero, en lugar de acariciarse, sus manos empezaron a sobar mis tetas, a pellizcar mis pezones; yo me sentía de nuevo viva, mis genitales deseaban tener un nuevo orgasmo. Viéndolos besarse mi libido se desató y me mojé de nuevo; ellos pararon de besarse y se concentraron en mí. Juan comenzó a besar mi cuerpo por detrás, Manuel por delante, hasta que ambos se pararon en mi boca y juntamos nuestros labios en un beso a tres increíble, ¡en mi vida me imaginaba en esa situación, pero me gustaba! Me volvía loca sentir a dos hombres con su lenguas dentro de mi boca, y su manos acariciándome a la vez.

Separaron de nuevo sus bocas de mi y siguieron besándome. Manuel se detuvo en mis pechos y comenzó a chuparme los pezones como si fuera un bebe, yo deseaba darle leche, pero era imposible. Juan comenzó a lamer mi espalda centímetro a centímetro, mi coño no paraba de sentir orgasmos y no paraba de gritar:

—¡Venga, maricones, seguid besando este cuerpo joven! ¡Mmmmh, viejos verdes abusad de mi, pensad que soy vuestra hija adoptada! ¡Sólo deseo tener un orgasmo tras otro, seguid, seguid, no paréeeeis...!

Juan se detuvo un momento.

—¡Ya verás, niñata de mierda! No te adoptamos para quererte como una hija, si no para follarte, para romperte todos tus agujeros con nuestras vergas; te educamos como una puta y eso es lo que eres para nosotros, ¡nuestra zorra particular!

Al escuchar a Juan tuve un nuevo orgasmo, sólo pensar que eran mis padres adoptivos me volvía loca, me sentía una verdadera puta, notaba que no era yo en ese momento, era una hija adoptada de esos dos maricones...

— ¡No paréis, por Dios no paréis! - Grité, y ambos siguieron besándome, bajando centímetro a centímetro, ambos llegaron a la vez a mis agujeros y ambos introdujeron sus lenguas, sentí cómo mi cuerpo se derretía, y volvía a sentir un nuevo orgasmo, esta vez mas fuerte que los anteriores... Ellos se levantaron; Juan se colocó debajo, me cogió por la cintura y me introdujo la polla de un tirón, en ese momento grite de placer. Manuel me lubrificó el ano y me comenzó a penetrar con lentitud, primero el glande, luego un poco más, yo notaba cierto dolor, pero me gustaba. De un golpe terminó de meterme la polla y con las dos pollas dentro de mi empecé a gritar como una loca:

—¡Folladme, cabrones! ¡No paréis, quiero que me matéis a polvos, que mis últimos suspiros sean por orgasmos, no deseo otra cosa, sois unos machos de cojones! - Ellos aumentaron el ritmo de sus pollas y yo no paraba de correrme, durante varios minutos me sentí la mas puta de todas la mujeres del mundo; los tres nos corrimos a la vez, les pedí que se corrieran dentro de mí y así lo hicieron, ¡cómo me gustaba sentir dos corridas a la vez! Los tres nos tumbamos en la cama y nos abrazamos, jadeando, me dolía el coño de tantos orgasmos. Me hice a un lado.

—Quiero veros follar – pedí - Nunca he visto a dos hombres haciendo el amor y me apetece mucho. Ellos comenzaron a besarse y acariciarse, se cogían de los testículos y se los acariciaban. Juan se puso a cuatro patas y Manuel le penetro el culo de un solo golpe, Juan emitió un gritito de placer.

—¡No pares, amor! ¡Reviéntame el culo como tú sabes, no pares de bombear con esa polla tan grande que tienes! ¡Me vuelves loco! ¡Córrete, para que Julia vea cómo se corre un maricón dentro de otro!

En ese momento Manuel grito:

—¡Grita, maricón, grita! ¡Te voy a reventar el culo en honor de nuestro invitada, y cuando acabe de follarte y me corra en tu culo, me vas a limpiar la polla con tu bocaaaa..., mientras yo le como el coño a esta zorra! ¡Te la voy a meter toda, tanto que te voy a reventar ese ano tan jugoso, puta mía! ¡Dile a Julia cómo te gusta!

—Oh, Julia, ¡me encanta sentir la polla de este cabrón dentro de mi culooooh...! ¡Pero nunca me la metió toda, ese placer lo reservaba para un momento especial y qué momento tan especial es este! Oooh, ¡reviéntame el culo, mi amor, esta puta desea sentir esa polla entera dentro de su culo, sabes que te amo, que soy todo tuyo, que estoy dispuesto a dejarlo todo por ti! ¡Fóllame y córrete dentro de mí, quiero sentir un orgasmo, y luego te la chuparé y te la limpiaré de todo ese semen que tanto me gustaaaah...! ¡Y quiero ver cómo le comes el coño a nuestra joven invitada!

Manuel empezó a empujar con más fuerza y le metió toda su inmensa polla en su culo, ambos se corrieron a la vez. Manuel sacó su polla y del culo de Juan y empezó a salir semen, Manuel acercó su boca al culo y comenzó a beberse su propio semen. Yo estaba como ida, no podía comprender lo que estaba pasando; cuando le dejó el culo totalmente limpio, puso su polla en la cara de Juan y este abrió la boca y se lo metió entero, yo me acerque a Juan y le puse el coño en su boca. Él empezó a meter su lengua en mi chocho y aunque me dolía, no quería que parara; agarré la cabeza de Manuel y lo empotré contra mi coño, así estuvimos diez minutos hasta que los tres tuvimos un orgasmo bestial.

Nos tumbamos de nuevo en la cama y abrazados nos quedamos dormidos. A las seis de la mañana no despertó el teléfono, era el recepcionista para despertarnos; menos mal que antes de salir de la disco llamé a mi marido y le dije que seguramente seguiríamos toda la noche y pararíamos a desayunar. Nos levantamos los tres, nos metimos en la ducha y yo me puse de rodillas y empecé a chupar las dos pollas a la vez, iba de una a otra con deleite hasta que en un momento me metí las dos en la boca y chupé con pasión. Al cabo de un rato los dos se corrieron a la vez en mi boca; me bebí todo el semen y al terminar me puse de pie, y ellos terminaron de lamer de mis labios las pocas gotas que quedaban. Nos besamos con locura, sentía sus lenguas en mi boca y me volvía loca, ellos se arrodillaron a la vez uno por delante y el otro por detrás, y me comieron el coño y el culo por última vez. Me corrí como loca y ellos no pararon de lamerme. Al fin nos duchamos, nos vestimos y bajamos a desayunar; comimos como si fuera la última comida de nuestras vidas, tanto sexo nos tenia famélicos. Al terminar, me acompañaron a la puerta de hotel, nos dimos el último beso, entré en el taxi y supe que no los volvería a ver en mi vida.