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IRENE, Una mujer peculiar 2ª PARTE

en Dominación

IRENE

Una chica distinta

2

            Después de su primera experiencia de sumisión, Irene deseaba volver a sentir esa sensación de paz que tuvo cuando su amo le ordenó que gozara, todas las noches antes de dormir repetía una y otra vez los movimientos sobre sus pechos que su amo le enseñó, cada día hablaba con su amo, pero conversación sobre la vida, a ella le gustaba escuchar su voz, la relajaba, tenían conversaciones sobre la vida en sus distintos países, sobre literatura, Irene era muy curiosa, siempre le pedía permiso a su amo para hacerle preguntas sobre la sumisión.

            - Amo, ¿me permite una pregunta?

            - Dime.

            - ¿Cuándo descubrió la sumisión y cuántas sumisas tiene ahora?

            - Verás, mi primera experiencia como amo, fue sobre los 15 años, toda mi vida fui un niño con mucho carácter, al que le gustaba dominar las  situaciones, yo era el delegado de clase, yo era el capitán del equipo, era el que llevaba la pandilla, en fin de una forma natural y sin que me lo propusiera, siempre dirigía todas las cosas, una cosa que no soportaba era a los matones, a esas personas que por  carecer de personalidad se ceban en el más débil, un día al salir de clase iba charlando con unos compañeros de clase, cuando vimos a un grupo de último curso meterse con una chica, los de último curso tendrían unos 18 años, estaban en lo que creo que ustedes llaman, pre universidad, vamos que se estaban preparando para entrar en la universidad, bueno, la empujaban, la insultaban y la vejaban, a mi esas cosas me ponen de los nervios, enfadado me dirigí a ellos y les grité: eh¡gilipollas!¡dejad a la chica tranquila! yo como era cuatro años más joven que ellos no me hicieron caso y siguieron metiéndose con la chica, en ese instante saltó mi vena dominante y con un grito llamé su atención, “A ver cabrones voy a tener que romperos las piernas para que paréis”.

     Uno de ellos se acercó y me dijo.

     - El que te va a dar una hostia soy yo como no te vayas.

     - No tienes huevos.

El chico hizo ademán de levantarme las manos, pero antes de que llegara le di una patada en los testículos que le obligó a doblarse y cayó de rodillas al suelo, el resto de sus compañeros saltaron por mí, pero mis amigos me ayudaron a echarlos de la calle, a todo esto la chica me miraba con una cara de asombro, me encaminé hacia ella.

     - Hola, me llamo José, perdona por meterme, pero no soporto este tipo de actitudes.

     - No tienes que pedir perdón, es más, te doy las gracias por ayudarme, esos cabrones llevan tiempo metiéndose conmigo por mi cojera, tuve la poliomielitis de pequeña y sufro una distrofia que hace que una pierna sea más corta que la otra.

     - No tienes por qué explicarme nada, yo solo hice lo que tenía que hacer, si quieres te acompaño a casa para que esos macarras no se vuelvan a meter contigo.

     - Te lo agradecería.

Así fuimos caminando los dos por la calle en dirección a su casa, en un momento dado ella me cogió de la mano y yo la acepté, caminando así llegamos a su casa que era un chalet de dos plantas.

     - Bueno, dijo ella, yo vivo aquí, ah, por cierto, mi nombre es Eugenia.

     - Encantado, Eugenia, yo soy José.

Se acercó a mí y me dio un beso en la mejilla.

     - De nuevo gracias.

     - No pasa nada, mujer, si quieres te recojo mañana y vamos juntos al colegio.

     - Me encantaría, pero no será una molestia para ti.

     - No paso por aquí todos los días camino de clase.

     - Te parece bien mañana a las ocho y media, te recojo aquí mismo.

     - Me parece perfecto.

     Bueno, hasta mañana, dije yo.

Fui caminando hasta mi casa preguntándome a donde llegaríamos con esta situación, yo lo tenía muy claro, me gustaría que Eugenia fuera mi primera esclava.

     La estuve acompañando de su casa a clase y el recorrido contrario durante casi dos meses y la cosa no pasaba de agarrarnos de las manos y unos besos, pero un viernes me dijo.

     - Dicen mis padres si puedes comer hoy con nosotros.

Casi me da un patatús.

     - ¿Cómo saben tus padres de mí?

     - José, les conté lo que hiciste por mí y que me acompañas todos los días, que me tratas con respeto, que nunca has intentado propasarte conmigo y sobre todo que actúas con normalidad delante mía sin tener en cuenta mi discapacidad.

     - Eugenia, lo que hice, lo volvería a hacer, pero eso no es motivo para que me alabes tanto, lo haría por ti y por cualquiera en tu situación, tú lo sabes de sobra, pues me has visto reñir con muchos chicos y chicas por ser abusones y eso que yo podría ser uno de ellos, pues estoy bastante desarrollado para mi edad.

     - Además, creo que mis padres conocen a tus padres de no séqué, y saben que hoy comes con nosotros por lo que no tienes escapatoria.

Total, que me quedé a comer.

Sus padres eran agradables, estuvieron un rato alabándome por ser tan amable con su hija, pero sobre las dos y media, ambos se despidieron y Eugenia pidió permiso a los padres para que me quedara y así me explicaba unas cosas de ciencias, pues tenía yo un examen al día siguiente, eso era mentira, no tenía ningún examen, sus padres nos dieron permiso, nada más marcharse estos la actitud de Eugenia cambió totalmente.

     Verás, José, me gustaría comentarte algo, creo que tenemos la suficiente confianza como para respondernos con sinceridad.

     - A ver, dime lo que quieres saber.

     - ¿Te gusto?

La pregunta me cogió por sorpresa y sí, claro que me gustaba, era guapa y lista, tenía una conversación fluida y lo más importante, algo en mí me decía que era sumisa.

     - Claro que me gustas, cómo no me vas a gustar, eres guapa e inteligente, estoy a gusto a tu lado y creo que tienes algo que me atrae de ti.

     - Tú también me gustas, eres agradable, la verdad que muy guapo no eres pero lo suples con un fuerte carácter con mucha personalidad y sobre todo que eres muy decidido, eso es lo que me atrae de ti.

     - Dime Eugenia,¿a dónde quieres ir a parar?

     - Me gustaría ser tu novia.

     - A mí también me gustaría que lo fueras, pero ay  una cosa.

     - Dime, ¿cuál es?

     - Como ves soy muy dominante en las relaciones, me gusta tener todo controlado y no me gusta que me lleven la contraria en muchas cosas, y en el aspecto del noviazgo también exijo mucho, pero también lo doy.

     - Te comprendo, ya me he dado cuenta que eres dominante y ese aspecto de ti es el que me tiene fascinada, hoy mismo en la comida con mis padres tú llevabas la voz cantante y mis padres lo aceptaron con toda normalidad, es por ello que me gustaría que me tomaras como tu sierva.

     - Eugenia ¿Tú sabes lo que estás diciendo?, ¿Lo que implica?, ¿Sabes lo que voy a querer de ti?

     - Sí, desde que  decidí ser tuya he leído mucho de ese tema, y creo que yo soy sumisa, desde luego estoy segura que tú eres amo.

     - Sí, de eso también estoy  convencido yo, por eso te pregunto de nuevo ¿Estás segura de querer ser mi sierva?

     - Sí, deseo de corazón entregarme a ti totalmente que hagas conmigo lo que desees, seré tu más fiel compañera, obedeceré tus órdenes sin decir nada.

    

     - -bien, si eso es lo que deseas, eso tendrás, desde este mismo momento eres mía.

Yo me tumbé en el sofá. Me bajé la cremallera del pantalón, me saqué la verga y le dije.

-   Vamos, sierva, ven aquí y bésale la polla a tu amo, deseo que sepas como sabe, que te acostumbres a su sabor y a su olor.

Eugenia se acercó, se arrodilló y cogiéndome la polla con una mano empezó a masturbarme lentamente, se mordía los labios y los mojaba, en un momento se agachóy se metió mi polla en su boca y comenzó a mamármela, mientras me la chupaba yo  pensaba lo que iba a disfrutar con ella y el placer que le iba a proporcionar.

            - Así fue como conocí a mi primera sumisa, Irene, ahora noto como te has excitado con el relato, ¿es cierto o no?

            - Sí, mi amo, estoy empapada, pero le prometí al amo que no me correría y si al amo no le importa, quiero saber cuál es mi nivel de aguante.

            - Eso agrada a tu amo.

            - Gracias amo, esta sierva está contenta de que le agrade.

            - Bien, esclava, vamos a excitarte aun más para ver cuánto aguantas, estás dispuesta a seguir donde lo dejamos la última vez.

            - Para ti, amo, siempre estoy dispuesta.

            - Bien,empecemos donde lo dejamos la última vez, desnúdate de cintura para arriba, quiero que esos pechos queden a la vista.

Después de un rato Irene contestó.

            - Ya está mi amo, estoy desnuda de cintura para arriba tal como mi amo me lo ordenó.

            - Bien, ahora repite la operación del otro día, comienza en la parte más alejada de tus pezones y haciendo círculos llega a tus pezones, pero por favor esto hazlo muy lentamente, quiero que sientas cada milímetro de tus pechos, que te hagas una idea de tu contorno que te des cuenta que tienes unos pechos excitantes, bonitos dignos de ser besados, acariciados por tu amo, de que agarre esos pezones y los apriete lentamente hasta sacarte un gritito de dolor que sientas tus primeras sensaciones de placer a través del dolor, pero un dolor agradable, sabes que tu amo te cuida,  que cuando te aprieta los pezones es para saber tu capacidad de resistencia, ahora gira los dedos como si estuvieras dando cuerda a un reloj, notarás un placer distinto una nueva manera de sentir tu sexualidad, ahora quiero que con la otra mano vayas bajando lentamente a través de tu vientre, pero por favor lentamente, describe círculos a través de todo tu cuerpo, quiero que notes cada uno de los pliegues de tu barriguita.

Irene se encontraba súper excitada, le costaba reprimirse, entre el relato de la primera vivencia de sumisión de su amo y las caricias que se estaba haciendo se sentía caliente, tenía ganas de tocarse ya, pero sabía que tenía que seguir las instrucciones de su señor para poder obtener el máximo placer, pero estaba segura de una cosa, que por mucho placer que sintiera, resistiría a tener un orgasmo lo máximo que pudiera, quería demostrarle a su señor que tenía madera de sumisa que si el amo lo deseaba sería capaz de aguantarse más que ninguna de sus anteriores sumisas, ella era tozuda, como decía cabezota, y cuando se proponía algo no paraba hasta conseguirlo, tal como el amo le indicaba se acariciaba la barriga, notaba que era unas caricias distintas a las que se hacía normalmente tenían una connotación más erótica, se sentía más libre como si acariciarse le acercara más a su amo, notaba como si su presencia fuera total, hasta le entró un escalofrío de placer, se lo imaginaba tumbado con ella en la cama, que eran los dedos de su amo los que la acariciaban, notaba como sus dedos se transformaban en los de él, su excitación aumentó por momentos, se acariciaba el vientre ya estaba cerca de sus ingles, estaba con ganas de llegar a su sexo húmedo, estaba con esos pensamientos cuando escucho de nuevó esa voz que ya se le hacía tan familiar.

            - Irene, Irene, ¿sigues ahí?

            - Sí, sí, mi amo es que estaba pensando en usted, pensaba que era usted quien me acariciaba, quien lamía mis pezones, quien recorría todo mi cuerpo, oh, mi amo cuanto deseo estar a su lado, deseo irme de mi país, aquí será difícil que tenga futuro, mis papás me animan para que me busque la vida lejos de este país al que están arruinando, estoy buscando una oportunidad de salir, a Europa y si fuera a España mejor y ya si fuera cerca de usted, entonces sería la mujer más dichosa del mundo, me imagino en sus manos, que realmente sean sus manos las que rodeen mi cintura la que me aprieten contra su cuerpo que mi vientre sienta su pene erecto, que realmente sea yo la causa de su erección, de perder mi virginidad con usted, dios, que caliente estoy, solo pensarlo me mojo, oh, mi amo, lo deseo y el poder estar con usted me anima a poner más empeño en conseguir llegar a España, una vez allí llegaré a usted, mi amo, lo deseo tanto.

            - Sí, zorrita mía, a mí también me gustaría tenerte aquí a mi lado, poder ser yo el que te dé tanto placer que te corras tantas veces que desearás que pare, pero eso mi niña aun tardará un poco por lo que centrémonos en el ahora, sigue bajando con tu mano, deseo que llegues a tu cuca, busca tus labios vaginales, y acarícialos, como siempre suavemente, deseo que el placer entre en tu vulva lentamente, que sientas como tus huellas dactilares colaboran en tu placer, que te des cuenta que los dedos son parte  fundamental del placer, sigue mi esclava dándote el placer que yo no puedo darte, disfruta al igual que yo disfruto de tu placer, ahora quiero que te busques ese lindo botoncito que tenéis todas las mujeres que es la fuente de excitación, tócalo lentamente, estíralo, rodéalo, masajéalo, con suavidad, tienes que acostumbrarte a hacer las cosas con calma, lentamente, a veces tendrás ganas de imprimirle más ritmo a tus caricias, reprime ese impulso hasta que sea estrictamente necesario, cuando ya no puedas aguantar más es cuando tienes que aumentar el ritmo, pero mientras tanto ve despacio, tan despacio como voy yo contigo, deseo que tu aprendizaje sea lo más placentero posible para los dos.

Irene escuchaba las palabras de su amo y sus dedos acariciaban lentamente su clítoris, lo rodeaba, lo masajeaba y notaba que su excitación aumentaba, el ritmo de su respiración era mayor, sus labios se secaban, tenía que humedecerlos con su lengua, sus pechos se hinchaban, su cuca no paraba de emitir flujos, pero ella estaba decidida a resistir.

            - Mi amo, su sierva desea hacerle una pregunta.

            - Dime Irene.

            - Podemos dejarlo aquí, es que tengo ganas de correrme y deseo ver cuál es mi límite de resistencia.

            - Desde luego mi niña, quedamos que los límites al principio los marcabas tú, y  si deseas parar pues lo dejamos en este punto, otro día, seguimos, me siento muy orgulloso de ti, tu espíritu de sacrificio me  conmueve, me agrada.

            Creo que cada día me gusta más  que seas mía.

CONTINUARÁ