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La casta Cecilia (1) RECTIFICADO

en Sexo con maduras

 

Disculpara el error de este relato ayer, no se como se produjo el fallo, borre el anterior y lo publico nuevamente sin errores. Gracias por vuestra comprensión.

 

 

 

Mi situación con Juan Carlos y su mujer sería la de buenos amigos y no rebasaría ninguna línea con su mujer. Por eso la mejor forma de quitármelos de la cabeza era enfrascándome en mi trabajo, mis estudios, pero sin descuidar como hasta ahora mi vida sexual, que mucho de lo que paso fue por eso, porque llevaba varios meses sin follar y eso aunque parezca que no, nubla el raciocinio. Ese día me pidieron que como era el primero que llegaba, fuera yo quien entrevistara a la mujer que nos había dicho la mujer del portero. Pues bien, ese día al poco de llegar a mi casa, me estaba preparando un bocadillo porque no me dio tiempo a comer nada y llamaron a la puerta, era el portero con dos mujeres. El portero Laureano de más de 55 años, descuidado físicamente, me presento a las dos mujeres, Begoña su mujer de menos de 50 o al borde de los 50, más alta que su marido y eso que llevaba calzado plano, delgada y con voluminosas tetas, estaba francamente bien, aunque vestía muy discreta. Luego me presento a Cecilia de la misma edad más o menos que su amiga Begoña, más baja que ella, con cara triste, más descuidada en su forma de vestir, que llevaba ropa como 2 o 3 tallas más grande.

 

Vieron la casa y luego pasamos a la cocina, donde se veía mi bocadillo encima de la mesa. La mujer del portero me dijo que eso no era una forma sana de comer y no sé porque, me vi dándoles explicaciones del porque lo del bocadillo. Nos sentamos a hablar de las condiciones y luego se marcharon, con mi compromiso de decirle algo por la noche cuando hablara con todos. Aunque podía haber decidido porque me dijeron que así lo hiciera. Me quede pensando en la mujer del portero, pero rápidamente me la saque de la cabeza recordando lo que me había dicho a mí mismo, nada de compañeras de trabajo, ni parejas de amigos ni de vecinas, en las vecinas incluía a la mujer del portero.

 

Acababa de dar el primer bocado al bocadillo cuando sonó el timbre de nuevo. Eran el portero y su mujer. Entraron como Pedro por su casa. Nos volvimos a sentar y entre los dos me contaron las vicisitudes por las que pasaba su amiga. Resumiendo, su marido antes le daba a la priva, se pegó un leñazo con una moto y quedo en silla de ruedas, volviéndose taciturno, pero buena persona. Habían quedado en una situación no muy boyante y ella se dedicaba a limpiar casas, los de la anterior se habían ido a vivir a otro sitio y andaba buscando nueva casa por el vecindario, para estar cerca de su casa. Me la pusieron por las nubes de lo buena que era limpiando y al final les dije que sí, que podía empezar mañana. Quedamos en que empezaría a las 9 o 9,30 de la mañana y si le quedaba algo lo haría por la tarde.

 

Los días pasaban y la casa estaba inmaculada, todos estábamos muy contentos. Una de esas tardes que llegué pronto me encontré a Cecilia limpiando. Nos dimos las buenas tardes y le pregunte que como era que estaba a esa hora ahí. Había tenido que llevar a su marido a una revisión y por eso estaba. Me fui a quitar la chaqueta y la corbata, cuando regrese me quede alucinado. Llevaba puesta una bata azul clarita y se la vi agachada y menudas piernas y menudo culo, estaba hermosa pero quitaba el sentido y si no que se lo pregunten a mi rabo. Eso si la cara seguía estando llena de tristeza. Desde ese día se me pasaban “malos” pensamientos por la cabeza, pero acabe desechándolos, además era bastante difícil por nuestros horarios. Un fin de semana nos fuimos a jugar un partido de futbol con amigos de mis compañeros de piso y la fatalidad ¿o no? hicieron que me hicieran una falta dejándome el tobillo en algo parecido a una morcilla o a una sobrasada y también me vendaron una de las muñecas, pero me dijeron que en 3 o 4 días yo mismo me lo podía quitar, que no había sido nada, solo una torcedura sin importancia. El caso que en urgencias me dieron dos semanas de baja y moviéndome lo menos posible y con la pata en alto.

 

Mientras me inmovilizaban el tobillo, me vino a la cabeza Cecilia y me entro un perverso cosquilleo en el rabo. Me tocaba moverme con muletas. Recordaba que de pequeño alguna vez me hubiera gustado, tonterías de niño, ahora me venía fatal. Y llego el lunes. Cuando se fueron mis amigos, me levante como pude y me lave bien lavado, incluido los bajos que lo hice en el bidet. Luego me volví a la cama. Oí unas llaves abriendo la puerta y nada más cerrarse la puerta Cecilia dijo, “Señor Pelayo, ¿Esta despierto?” lo primero que hice fue “regañarla” de nuevo, diciéndole, “Cecilia se lo dije el otro día, no me llame de usted y hoy le digo que si lo vuelve a hacer le tendré que dar unos azotes” después de decir lo de los azotes me mordí literalmente la lengua, me había pasado. Entonces ella me pidió disculpas y me pregunto por lo que me había pasado, me ayudo a levantarme y me acompaño a la cocina para desayunar.

 

Me pidió disculpas pero que iba a ponerse la bata. Se quito esa horrenda ropa que llevaba, digo horrenda porque le quedaba fatal. Mientras se cambiaba me preguntaba que me gustaba desayunar y si era de café o de cola cao. Le dije que me gustaba más el cola cao. Me dijo que ahora me lo preparaba y cuando lo fue a hacer le insistí en que ella desayunara conmigo, se resistió pero al final cedió. Como le pregunte por si conocía a alguien que pidiera ayudarme en el aseo, ella sin pizca de malicia, se ofreció, que ya estaba acostumbrada con su marido y no me cobraría. Me negué con la boca pequeña y ella insistió. Al final cedi pero con el compromiso que me tendría que cobrar algo. Cuando se sentó conmigo inicie una conversación para saber más de ella y tantearla.

 

+ Cecilia cuénteme algo más de usted, que solo se lo que me han contado y no ha sido mucho.

 

+ Bueno si no quieres que te trate de usted tu tampoco a mí. ¿Estamos de acuerdo?

 

+ Me parece bien.

 

+ Y que puede contar una mujer mayor a un joven como tú que sea de su interés.

 

+ No sé, por ejemplo, ¿Por qué una mujer que se ve tan bonita, tiene tanta tristeza en sus ojos? (Se quedo blanca y tardó en reaccionar)

 

+ Nadie me había dicho eso antes. ¿De verdad se me ve tan triste?

 

+ Desde la primera vez que te vi me dio esa impresión y sigo con ella.

 

+ No quiero ponerme en plan llorona ni en plan dar pena, pero te hare un resumen. Gregorio (su marido) y yo formábamos una pareja idílica, mi marido tuvo un accidente hace ya casi 7 años. Quedando en una silla de ruedas, por quedarse invalido de cintura para abajo. Nuestro patrimonio se fue al traste y no fuimos ahorradores, no llegando la pensión para vivir, aunque tampoco podemos quejarnos. (Su cara según lo contaba se entristecía más)

 

+ Venga mujer, hablemos de otra cosa, que no tena que haber tocado el tema.

 

+ Que va si me vine bien, además aunque tarde, por lo menos le valió para algo. Ya no bebe nada, porque la culpa fue solo de él, que no controlaba la bebida, siempre decía que estaba bien. Ahora solo y de vez en cuando una cerveza sin alcohol.

 

+ Bueno, pues eso ya es un paso adelante. ¿Y el que tal lo lleva?

 

+ Peor que yo, porque está sumergido en un pensamiento de que no vale nada, que no es hombre, que me ha hecho una esclava, que hemos perdido todo.

 

+ ¿A qué se dedicaba tu marido?

 

+ Llevaba la administración de negocios pequeños, vanos lo que es las cuentas.

 

+ Pero eso podría seguir haciéndolo. Porque para eso solo hace falta la cabeza.

 

+ Eso se lo decimos todos, pero… está en ese hoyo de no valgo para nada, no soy hombre…

 

+ Un día me tienes que invitar a tu casa, para poder hablar con tu marido, que tratare de convencerle de que sigue siendo capaz de trabajar. Lo de que no es un hombre, ¿Por qué lo dice? (Sospechaba el motivo pero podría ser otro)

 

+ Jovencito eso es muy personal. (No me hizo falta más)

 

+ Mira pensándolo mejor, como no me puedo mover, podría hablar con él por teléfono ahora si no te importa.

 

Ella llamo a su marido como si yo no estuviera y le dijo que me había empeñado en hablar con él, ella le respondía que no sabía el motivo, el caso que ella dijo espera que voy donde esta él. Hizo un poco de tiempo, no mucho y me paso el móvil. Nos presentamos y su voz era de una persona abatida. Le explique la proposición que le hacía. Le explique cuál era mi trabajo y que me habían salido muchos compromisos de eso, de llevar cuentas de negocios, no podía por falta de tiempo y por ciertas incompatibilidades menores. Le expliqué que no quería quedar mal con algunas de esas personas y estaba buscando alguien de confianza y que aunque no le conocía que pensé en él. Para que no se montara ninguna película rara, le dije, “Pero una cosa te quede clara, esto no es ninguna limosna ni nada de eso, yo te consigo algo y luego te lo tienes que currar tú, porque si no te mandaran a segar, eso tenlo claro” oír eso fue como si le fuera un chute de positivismo, porque me dijo que lo podía intentar. Acabo dándome las gracias y diciéndome “Ya me había dicho mi mujer que además de guapo se te veía una buena persona”

 

Esa misma mañana hable con uno que día sí y día también me daba la paliza para que le echara una mano, le llame y le convencí. No era mucho lo que pagaba pero algo era algo. Le dije que su mujer pasaría por la tarde a recoger todo. Su cara se ilumino por momentos. Y me decía como lo había logrado y le dije la verdad, porque estuvimos hablando de su trabajo muy similar al mío y su cabeza estaba perfecta. Nos entendimos desde el primer minuto. Ella me dijo que se iba a poner a limpiar que al final se le iba a pasar el tiempo. Yo dije que me iba a la cama, que me dolía la pierna y era verdad, que la pondría en alto. Cecilia quiso ayudarme y le dije que me apañaba yo, le pedí la silla de mi ordenador que llevaba ruedas, me senté en ella y así me desplace. Cuando lo hacia ella me dijo, “Cuando quieras te ayudo en el baño, solo avísame” mi respuesta fue, “Dentro de un rato, ah y gracias por el piropo” ella me miro extrañada y sin entender, “¿Qué piropo?” y sonriéndola le respondí, “El que me ha dicho tu marido, que te parecía guapo” ella se puso con la cara muy colorada y no supo responder.

 

En mi cama y solo de pensar que lleva casi 7 años sin follar o eso imaginaba yo, debía de ser el no va más. No sabía cómo enfocarlo, pero imaginaba muchas cosas y muchas situaciones, cada cual más increíble o peregrina. Sobre las 12 entro en mi habitación y me despertó porque estaba medio adormilado. Me dijo que tenía el baño preparado. Me levanté como pude y fuimos al baño, la veía como si me quisiera decir algo y no se decidía. Me hizo meterme en la ducha, que me diera la vuelta dándole la espalda. Luego me hizo levantar la pierna mala y me puso una bolsa de la basura, enrollo esparadrapo y dijo que así no se me mojaría nada. Se notaba que sabía de eso. Una vez que estuve así, me ayudo a quitarme la parte de arriba. Luego me dijo que me agarrara a la barra de seguridad que tenía la ducha.

 

A continuación me bajo los pantalones del pijama y me quede en pelotas, eso sí, enseñando solo el culo. En ese momento como si no tuviera importancia y de forma segura me dijo, “Oye lo que dijo mi marido de guapo es incorrecto, que no dije eso, dije que eras majo, pero refiriéndome a simpático, que no haya confusiones” y mi replica fue en plan gracioso pero provocando, “Así que no estoy bien, que soy feo, pues vaya” y ella se puso nerviosa, porque no sabía cómo salir de ese entuerto. Me reí y le dije que tranquila que era por meterme con ella. Me echo agua por la cabeza y la espalda, me enjabono bien y me paso mi esponja por todos los sitios, pero solo por la parte de atrás. Como tocaba la parte de delante, le dije que ya lo hacía yo e hice el amago, como también fingí casi una caída. Ella me dijo, “Venga no seas tonto, si es como si fueras mi hijo. Además no me voy a asustar una vez vista una vista todas” lo dijo en plan chulesco.

 

Me gire tranquilamente y con mucha discreción la observaba. Empezó por la parte de arriba, me lavo bien la cabeza, luego axilas, pecho, abdomen, se saltó mi rabo y se fue a mis piernas. Hasta ese momento estaba yo estaba en relax total. Todo cambió radicalmente cuando toco mi rabo. Fue como si soltara un seguro y un muelle saltase, el rabo se pegó a mi tripa. Vi los ojos de ella como se abrieron, pero en todo momento disimulo y yo lo único que dije fue, “Perdón, que corté, no sé cómo ha pasado, perdón de verdad” ella ahora como compadeciéndose de mí, me dijo, “tranquilo es normal, no te preocupes” y como si nada siguio lavándome, al final me soltó, “No sabía que los hombres os depilabais, nunca me lo imagine, es llamativo” y como me dio pie le respondí, “pues como todas las mujeres, también lo lleváis depilado” y me dijo, “¿Todas? no y bueno, ni es el sitio ni el momento para hablar de esto” igual que me abrió la puerta la cerro y de golpe. Eso si me dio un buen repaso con la esponja a mi rabo, si llega a continuar un poco más, hubiéramos tenido un pequeño incidente inevitable.

 

Me había dejado cachondo como un burro. Una vez que me vestí. Estuvimos hablando de todo un poco, fui conociendo más cosas de ella. Pero no dio pie a hablar de nada íntimo. Que antes salían todos las noches del fin se semana, que bailaban mucho, comidas y cenas. Que tenían dos hijos mellizos chico y chica, que están de erasmus. Me enseño fotos en su móvil de sus hijos, de su marido y me di cuenta de que ella estaba super bien. Se lo dije y ya de paso recalqué lo mal que le quedaba el vestuario que llevaba y recordé a otra mujer en un caso parecido. Al final la convencí para que el próximo día viniera de otra manera. Pasamos esa semana prácticamente igual, pocas cosas sucedieron distintas y cuando ella se iba yo me hacia un par de pajas a su salud. Había cambiado su forma de vestir pero tampoco mucho. El viernes le dije que si el lunes no llegaba más cambiada no la dejaría entrar y nos despedimos riéndonos.

 

El sábado y domingo recibí varias llamadas de Gregorio el marido de Cecilia, se le veía más dinámico, todas las llamadas eran por pegas que le surgían y entre los dos las solucionábamos. Cada vez que hablábamos me insistía que en el momento que pudiera andar tenía que ir a cenar a su casa un día. Ese fin de semana se presentaba largo Cesar y Mariano no estarían y suponía que Santiago y Willy estarían todo el tiempo perdidos. Pero no habían venido sus novias. El sábado comerían allí y me las presentarían. La novia de Santiago era Conchi de su misma edad, menos de 1,60, menudita, buen tipo, poco pecho y un culo interesante, respingón y lo más llamativo cara de niña buena con mirada de viciosa, lo que más me ponía en una mujer. La novia de Willy era japonesa, joven pero no sabría calcular su edad, era más alta que él, bastante más. Se llamaba Madoka que me dijeron que significaba mujer pacifica, sosegada y tranquila. A eso le añadiría tímida. Pero tenía un morbazo bestial. Desde el primer momento pensé que era mucha mujer para Willy y que no sabía llevarla. Porque ella era muy servicial y el a todo lo que ella decía le contestaba que sí, poniendo ella a la cara.

 

Tuvimos varias discusiones acaloradas pero de buen rollo entre nosotros, el que siempre perdía en ellas era Willy, mucho musculo pero poca personalidad. Llegamos a la noche y ellas se iban a quedar a dormir, la impresión que tenía que si no fueran las novias de mis amigos, seguro que follaría con ellas, se lo notaba o era que yo estaba más salido que el pico de una plancha. Me tenían las dos super empalmado. Ambas parejas se fueron a sus dormitorios y yo me quede en el salón, que era en el único sitio que había televisión. Antes de la media hora salió Conchi hacia el aseo, salía con una camiseta de Santiago que le hacía de vestido corto, su mirada era lujuriosa y no dejo de mirarme descaradamente. Al volver a la habitación, se paró detrás de mí y con voz bajita me dijo al oído “sabes que tarde o temprano acabaremos follando y solo espero que dures más que Santi y que el bulto que tenías antes sea tan prometedor como parecía” y luego me dio un leve mordisco en el lóbulo de mi oreja, se fue a la habitación y antes de meterse en ella, se levantó la camiseta dejando ver ese culo que era más bonito de lo que yo había pensado. Luego salió Willy hablando el solo entre dientes y se sentó en uno de los sillones, como le vi ofuscado le pregunté.

 

+ ¿Pero qué te pasa? ¿Os habéis cabreado? (en plan confidencia, tal vez por su enfado se le soltó la lengua)

 

+ Esta tía, que no la entiendo, no sé si se corre si no se corre, es como un mueble, joder, que no se, nunca la dejo satisfecha, es que me tiene desquiciado. Tampoco hace nada.

 

+ Si te tiene desquiciado ¿Por qué sigues con ella?

 

+ Porque estoy enchochado y enamorado hasta las trancas. Pero no doy con la clave.

 

+ ¿Lo has hablado con ella?

 

+ Si, pero dice que eso no se le pregunta a una mujer. Es que en su cultura y más de donde viene ella, la mujer obedece y punto

 

+ Has probado a ser más, digamos “duro” con ella.

 

+ ¿Qué quieres decir con eso?

 

+ Que el guste el sexo más duro.

 

+ Se te ha ido la olla. Madoka no es una guarra.

 

+ Tío, que eso no quiere decir que sea una guarra ni una degenerada. Es simplemente otros gustos.

 

+ Pues esos gustos no van conmigo y es más, sería incapaz.

 

Se quedo más ofuscado y debió de pensar que era un degenerado. Me fui a dormir y me levanté el primero. Me puse a desayunar y oí venir a alguien. Era la japonesa. Venia totalmente aseada y vestida. Nada de salir como salió la noche anterior Conchi, ella venia impecable. Detrás venia Willy que dijo que bajaba a por churros diciendo que ya volvería. Seguía de mala leche. Madoka era una tentación, pero quería quitármela de la cabeza porque podría ser un gran problema. Pero soy “débil” y aun a sabiendas de que se podía montar un gran follón y tener que irme del piso, me decidí a arriesgarme. Los latidos fueron en aumento, la boca se me secaba. Le pedí si me podía echar un poco de leche del tiempo y ella se acercó a ponérmela, con mucha habilidad moví mi tazón, provocando que la leche me cayera encima. Controlándolo pero de “malas” maneras, le dije, “te libras porque no eres mi novia, que si no te daría unos buenos azotes en tu culo”, aquí venia el momento, me mandaba a la mierda y había follón con mi amigo, o no me mandaba a la mierda y era buena señal.

 

Sus ojos brillaron y no sabía el motivo, hasta que se disculpó casi haciendo una reverencia y se puso a limpiarme el pantalón del pijama donde había caído la leche. Al momento mi rabo ya estaba erguido y ella lo noto perfectamente, porque un pantalón de pijama no es un pantalón vaquero. Toqueteo un poco con el trapo que limpiaba y se levantó. Me puse de pie como pude y le dije serio, “¿Ya está? Pero que te has creído” me miro compungida y como no decía nada, le dije que me acompañara, no quería que nadie nos oyera. Entramos en mi habitación. Como no podía me senté en el borde de la cama. Me acomode y di dos golpes fuertes con mi mano en la cama para que se tumbara pero se fue a sentar y le dije, “NO, NO, de sentarte nada, te he hecho venir para darte tu merecido castigo por tírame la leche, túmbate boca abajo” cuando vi lo que hizo, comprendí que era una sumisa redomada, porque según se fue a tumbar, se levantó la falda dejando el culo a mi disposición.

 

Llevaba unas bragas bonitas pero grandes, las coloque metiéndolas entre sus nalgas y quedo un culo blanquísimo sin nada de estorbo. Le di el primer azote y ni se movió, luego un segundo, un tercero y así hasta un décimo, cada vez más fuerte y si se movía ligeramente ahora, soltaba leves y cortos gemidos, difíciles de escuchar porque mordía las sabanas y mi rabo estaba a tope. Lo saqué y le dije, “Ahora zorrita a chupar” y ella de un sumiso alucinante obedeció y empezó a hacer una mamada muy peculiar. Hasta que oímos a Santiago hablar a voces. Aunque ella ni se inmuto, le dije que lo dejara y que se fuera sin hacer ruido al baño. Ella me dejo atónito cuando se fue con un corto “gracias” era delirante, había sospechado que era sumisa pero no a que extremo. Me acerque a la cocina y estaban la parejita, ninguno de ellos arreglado y Conchi enseñando más de lo que debía, además de marcársele los pezones debajo de la misma camiseta de la noche anterior. Le dije como se había ido cabreado Willy y no les sorprendió. Cuando su novia se fue a ducharse, Santiago me conto más.

 

+ Willy es un buenazo, muy fuerte, pero esa fuerza se le va por la boca. Esta encoñado con la japonesa y no es que sea una mala chica, solo que esa necesita más “empuje “ya me entiendes.

 

+ Pues no te entiendo. (Le entendía de sobra, pero era una manera de saber más)

 

+ Pues que va a ser, no te creía tan verde. Pues que le gusta el sexo duro y que le zurreen la badana. ¿Me has entendido ahora?

 

+ Eso lo pensarás tu o ¿Te lo ha dicho Willy?

 

+ ¿WILLY? Si ese no se entera. Que va conozco a dos que salieron con ella y la dejaron porque se veían incapaces. Aunque tiene que ser muy morboso una tía tan sumisa y que le guste que la zurreen, aunque yo tampoco me veo.

 

+ Me dejas helado. Ni me lo imaginaba.

 

+ Lo que digo, estas muy verde, si eso lo ve hasta un niño de 4 años. Hay que conocer bien a la persona que tienes de pareja. Toma nota. Es un consejo que te doy de forma gratuita. (Pensé, si tú supieras)

 

+ Bueno nunca se conoce al cien por cien a las personas. Sean pareja, familia o amigos. Es imposible.

 

+ No jodas tío, eso lo dirás tú. A Conchi la conozco a la perfección se en cada momento lo que piensa.

 

+ Jaja, ni tú te lo crees.

 

+ ¿Qué no? Mira Conchi es una tía muy activa sexualmente y por eso hay que atarla en corto, que si no se tiraría a más de uno. Sin ir más lejos. A ti nada más verte le gustaste. No es imaginación, que se lo dije por la noche, que le habías gustado y me dijo que tenías un buen polvo. Como cuando yo veo una tía que me gusta ella sabe el tipo de mujeres que me gustan.

 

+ Si tú lo dices…

 

+ Que no es que lo diga, si seguro que habrá hecho una de las suyas y te habrá provocado, que es muy “lagarta” mi pequeña jaja. Lo hablamos todo, en ese aspecto no nos tenemos ningún secreto.

 

+ Si tú lo dices…

 

+ JODER, con el si tú lo dices. Pues claro que lo digo. Yo fui su primer hombre, ella mi primera mujer, nos entendemos a la perfección y tenemos nuestro lado oscuro, Jaja.

 

+ ¿Lado oscuro?

 

+ Jaja, sabía que te picarías. Lo hubieras descubierto este fin de semana si no hubiera estado Willy. Jaja.

 

Se creía que no le entendía y mejor así, la sorpresa seria mayor. Me gustaba hacerme el tonto y que lo pensaran los dos. El resto del día fue candente y excitante. Al despedirse Conchi fue muy natural y me deseo que pronto estuviera bien. Madoka se despidió como me saludo cuando nos conocimos, dándome la mano. Pero esta vez me dejo un papel que atrape sin que nadie se diera cuenta. Pensé que sería su número de móvil, pero me equivoque eran los datos para la aplicación Hangouts. Un poco más tarde estábamos todos y nos acostamos tardísimo y lo peor que me acosté con un empalme monumental y como se empeñaban en que tuviera la puerta abierta por si me caía o necesitaba algo, no me pude aliviar yo solo. A todo lo que había pasado sumaba mis pensamientos con Cecilia y el rabo parecía que me iba a reventar. No sé cuándo me quedé dormido, pero me desperté al oír a Cecilia, que se había acercado a mi habitación, viendo como observaba mi empalme, ya que se salía fuera de mi pantalón.

 

Me moví y se quitó rápida, la llame e hizo como si acabara de llegar. Venia mucho más guapa que los otros días. Se lo dije y le entraron las vergüenzas. Necesitaba follar como fuera, porque ni una ni cuatro pajas me calmarían. Me levante con su ayuda, que no me hacía falta, pero ella no lo sabía y fuimos a la cocina. Lo que no sabía ella era la sorpresa que el esperaba, había dejado junto a donde tenía su bata colgada, el cubo de la fregona con agua y deje la bata caída sobre él, como si fuera accidental. Lo hice porque la bata además de ser abrochada hasta arriba, no era lo suficiente corta como para que se le viera bien. Se sintió contrariada y le ofrecí alguna camiseta larga de las mías. Le insistí y fue a mi habitación. Tardo bastante y al final apareció con una que le llegaba hasta un poco más arriba de las rodillas. Lo mejor es que pude comprobar perfectamente que tenía un volumen de tetas similar a la mujer del portero. Aunque no se le marcaban los pezones.

 

+ Has venido muy guapa y traes mejor cara.

 

+ Eso en parte es gracias a ti. Porque Gregorio esta de un ánimo fabuloso. Está más vivo.

 

+ Me alegro y seguro que todo ira hacia arriba. Porque vivir junto a una persona con el carácter agriado hace muy difícil la convivencia y si además es egoísta, pues mucho más.

 

+ ¿Por qué dices lo de egoísta?

 

+ Mujer porque tiene que pensar en quien tiene al lado, si él está amargado, amarga, si está contento pues alegra. Y si como me imagino y perdona que me meta si no me llaman, por las desgracias de la vida, no puede “funcionar” tendría que ser más generoso.

 

+ No me gusta lo que has dicho, porque mi marido es el hombre más generoso desde siempre. Como se nota que no le conoces. Y lo de “funcionar” o no, es lo de menos en una pareja enamorada.

 

+ Perdona que no te crea, que se pueda vivir así sí, pero que es lo de menos no.

 

+ Quiero dejar ese tipo de conversación.

 

+ Si te he molestado disculpa.

 

+ No es eso, es que me da mucha vergüenza hablar de esto con un hombre y además tan joven.

 

+ No hablemos si no quieres, pero no te tiene que dar vergüenza.

 

+ Es que me molesta porque no es egoísta, para que te des cuenta y para ejemplo un botón. Cuando paso todo y le dijeron que ya no “podría” lo primero que hizo fue decirme que nos divorciáramos, que yo era todavía muy joven y que como era el que mejor me conocía, sabía que lo echaría de menos. Me negué en redondo.

 

+ Una última pregunta y si quieres no me contestes y no seguimos hablando, es más por curiosidad. ¿No lo echas de menos? (Dudo, se quedó en silencio, se tocó el cabello, se mordió los labios y mil tics más)

 

+ Pues la verdad que no, no lo echo de menos. (Sabía que me había mentido)

 

Se fue a limpiar y a arreglar cosas. Me fui a la habitación y me puse a trabajar con el portátil. Quería despejar mi cabeza, para distraerme y no pensar en ella, porque mi rabo estaba guerrero. Hizo un descanso para tomarse un café y me pregunto si quería tomar algo, de nuevo fuimos a la cocina y tomamos un café. Nada más acabar me dijo que iba a preparar todo y que me tenía que duchar, que todo el fin de semana sin ducharme no era higiénico. Era como un día igual a los anteriores, solo había una diferencia, que llevaba una camiseta. El lavarme se desarrolló en el mismo orden, lo último el rabo. Pero esta vez en un momento dado, puse mi mano sobre la mano en la que ella tenía la esponja y la apreté contra mi rabo, marcándole el ritmo, ella giro la cabeza para un lado y con voz temblorosa me dijo, “no por favor eso no, no seas así, por favor” pero sentía perfectamente como ella había abierto un poco más su mano abarcando el grosor de mi rabo. Hubo un momento que casi me caigo y esta vez no fue fingido, ella se asustó y me hizo salir, me puso el albornoz y se salió.

 

Luego entro para ayudarme a ir a mi habitación. Me cambio el pijama y me ayudo a ponérmelo. Me hablaba nerviosa y con rapidez, “estás loco, no ves lo que podía haber pasado, imagínate que te hubieras resbalado y caído, yo no podría levantarte, habría tenido que llamar a alguien, no ves que podía haber sido un desastre, luego me sentiría culpable” no paraba de hablar, agarre su mano, esta vez sin esponja y la puse sobre mi duro rabo. Se quedo callada. Quería quitar la mano y aunque hacia fuerza, me daba que no la suficiente. Con mi otra mano acaricié su pelo y solté la mano que agarraba la suya, Cecilia siguio tocándome suavemente. No me miraba ni a mí ni a mi rabo, tenía gacha la cabeza y poco a poco fui notando la presión de su mano sobre mi rabo. Lo apretaba con fuerza y subía y baja su mano de forma lenta pero intensa.

 

Su respiración iba en aumento y su mano cogía el mismo ritmo. En algunos momentos parecía como enfadada, hacía unos ruidos guturales indescriptibles, que parecían de disgusto y daba unos apretones a mi rabo, que nadie me había hecho nunca. Era como una paja, salvaje, violenta, algo ruda en momentos. Pero que estaba logrando ponerme tremendamente cachondo. Con cierta suavidad pero con mucha decisión, agarré su pelo y moví mi mano para obligarla a levantar la cabeza, me costó y por eso tuve que ser un poco más determinante. Una vez que alzo la cabeza, sus ojos brillantes de mirada intensa se clavaron en mi rabo, que lo tenía muy cerca de su cara. Se puso a menármelo con la misma fuerza, pero con más velocidad. Mi rabo estaba casi amoratado de lo fuerte que lo agarraba y la cabeza de mi rabo parecía haber crecido.

 

Me tenía al borde de la locura, quise que acercara su boca a mi rabo para que me lo comiera, pero ahí si se mantuvo firme y quien afloje fui yo. Vi cómo se mordía el labio inferior, como ahora agarra el rabo con las dos manos y lo que hacía. Cuando le avise de que me corría, ella sonrió y no sé cómo lo hizo, pero estaba queriendo correrme y no podía. Hasta que ella soltó una de las manos y la corrida fue algo anormal, nunca me corrí tanto ni de esa manera. Se mancho todo, incluso la frente de ella y su pelo. Cuando creí que todo se había acabado y sin esperármelo, se lanzó con su boca a mi rabo, atrapando mi capullo y succionándolo, fue tremendo, que placer que me dio. Lo inesperado fue su reacción, le cayeron unas lágrimas, se tapó la cara con sus dos manos y salió a toda velocidad de mi habitación. Se metió en uno de los baños y me acerque para tranquilizarla.

 

Me tuve que callar y no decir nada porque la oí llorar. El remordimiento que me dio fue grande, pero también es verdad que me duro poco. Salió vestida con su ropa y me miro con cara desconsolada y me dijo de carrerilla, “me marcho y no volveré. Te pido que si te preguntan qué digas que era mucho trabajo para mí y que he decidido dejarlo, no podría volver porque me muero de vergüenza” agarre su cara con mis dos manos y con mucha suavidad, “Cecilia, no seas chiquilla. Ha pasado y eso ya no podemos borrarlo. Me comprometo a que no volveré a intentarlo. Quédate, me entristecería mucho el que por esto te fueses” y ella hora con voz más tranquila y suave me decía, “es que no sé cómo puede haber pasado, es que no lo sé. Nunca he sido infiel a mi marido, siempre nos hemos contado todo y ahora no sé qué hacer” le cogí de la mano y fuimos a sentarnos. “Mira ha sucedido porque somos personas, tenemos sentimientos y necesidades. Si se lo quieres contar a tu marido tu misma. Yo desde luego no se lo contare a nadie y se te consuela, tampoco ha sido una infidelidad, has estado a punto” se lo decía para consolarla y darle una disculpa.

 

Me miro incrédula y con un esbozo de sonrisa me pregunto, “¿Para ti entonces que es una infidelidad? ¿Qué más es necesario?” y con toda mi cara le respondí, “si no lo hemos hecho entero pues nada, si ni te he tocado” movía la cabeza mostrando no estar muy convencida y me soltó, “Vale, imagínate que continúo viniendo a trabajar, ¿Esto serás capaz de olvidarlo? ¿Todo sería igual que antes de haber ocurrido?” mi respuesta la dejo sin palabras. “Ni de coña lo voy a olvidar, que nadie ha sido tan buena como tu haciéndolo y no puede ser ya igual, no quiero decir que lo vaya a intentar que ya te he dicho que no volveré ni a intentarlo, ni a insinuarlo ni nada, pero lo que si habrá será por mi parte más confianza hacia ti” al final me dijo que podíamos intentarlo y ver si todo volvía a su normalidad. Antes de irse me pregunto si se le notaba, no pude aguantarme una gran risotada y ella se fue con una sonrisa y llamándome tonto.

 

Los siguientes días no me sobrepase con ella y no permití que me ayudara a lavarme. Ella tampoco insistió. Me quitaron todo lo de la pierna y solo me costó un poco el primer día, luego andaba con alguna pequeña molestia pero sin muletas. Una de las llamadas de Gregorio para una consulta, me recordó lo de venir a comer o a cenar algún día, como pude me escabullí con una falsa excusa. Hasta que un día al llegar a casa estaba Cecilia terminando de hacer cosas y me pidió de por favor que aceptara la invitación de su marido. Delante de ella llamé a su marido y le dije, “Oye Gregorio, mañana he logrado hacerme un hueco y si te viene bien acepto esa invitación” se puso muy contento y así quedamos. Al día siguiente fui directamente a su casa, que aunque me escape un poco antes, era una tarde para comer. Al llegar a la casa olía muy bien la comida. Gregorio iba en silla de ruedas y de tanto hablar éramos ya como amigos. La comida fue el que más hablo, se metía con su mujer en plan gracioso y también con alguna broma subida de tono, que provocaba el enrojecimiento de su cara. Lo que si me di cuenta de que fumaba mucho, incluso comiendo. Se él acabo el tabaco y le pidió a su mujer, que miro en un cajón y vio que no le quedaba. El poniendo las manos como si rezara y en plan simpático le pidió a su mujer que fuera al estanco. Con mala cara ella se fue y nada más cerrarse la puerta. Se saco un paquete de tabaco entero se encendió un cigarro.

 

+ Jeje, no me mires así, he escondido el tabaco, quería que nos dejara solos y si se lo hubiera pedido no se hubiera ido. Antes de nada, gracias por cómo me has ayudado.

 

+ Quien te has ayudado has sido tú, porque si no hubieras sido bueno en lo tuyo, no estarías trabajando. Es así de claro.

 

+ Necesito otro favor de ti y que mi mujer no se entere que te lo he pedido.

 

+ Me tienes intrigado, dime.

 

+ Ya te habrán contado que va a hacer 7 años que estoy así. Pues ese tiempo es el que lleva Cecilia sin catar a un hombre, ya me entiendes. Le he insistido que con discreción se buscara a alguien. Se que no lo ha hecho, porque esta todo el día conmigo. Tú le gustas porque lo hemos hablado, pero ella me dice que no va a ser infiel. Que nos casamos para la salud y la enfermedad. Se te ve un tío potente, fuerte, simpático. Me gustaría que la sedujeses, te la ligases o como digáis los jóvenes ahora. Como ves he ido al grano como los esteticistas.

 

+ Desde luego que has ido al grano. Pero si ella no quiere, no habrá nada que hacer. Lo mismo estos 7 años le hayan hecho cambiar la forma de ser en ese sentido.

 

+ A lo mejor otra mujer sí, pero ella no. Estábamos casi todo el día dándole que te pego. Cualquier sitio nos venía bien, en casa, en el cine, en la discoteca. Sus gritos se oían en toda la calle de lo escandalosa que era, si hasta tuvimos que insonorizar nuestra habitación por las quejas de los vecinos.

 

+ No sé qué decirte.

 

+ Pues dime que sí. No creas que me ha sido fácil. Porque no conozco mucha gente no conocida y discreta, que en mis circunstancias ya se sabe. Porque lo he intentado por internet y un fracaso, porque entre otras cosas querían ver que detrás del que hablaba había una mujer y que no era un julai.

 

+ Sigo sin saber que decirte.

 

+ Como ves soy primerizo en esto y aunque no lo parezca estoy nervioso. Antes de todo esto te tenía que haber preguntado, ¿Te gustan las maduras? ¿Te gusta mi mujer?

 

+ Me gustan las maduras y tu mujer, lo que se ve si me gusta.

 

+ Ya le digo que cambie el vestuario pero no me hace caso, eso no te tiene que engañar, porque a pesar de haber tenido dos hijos esta espectacular y no exagero. Si te vale te diré, que una vez que la pones en “marcha” se acelera ella sola y no hay quien la pare, tienes que pedir “socorro” que te deja baldado. Confío en que no digas nada a ella y seas discreto. Este sábado ¿Te vendría bien el intentarlo?

 

+ Pues en principio sí.

 

+ Ya lo arreglo yo todo. Tu déjame.

 

En esos términos dejamos la conversación y paso a enseñarme un álbum de fotos, donde tenía todas las motos que había tenido. Una autentica y extensa colección. Cecilia llego y nos escruto como tratando de ver algo. En cuanto pude me despedí y fue ella la que me acompaño a la puerta y en voz baja y con cara de mucha preocupación me pregunto, “¿Te ha dicho Gregorio algún disparate o alguna tontería?” mi respuesta fue hacerme el tonto y decirle que habíamos estado hablando de motos, su cara se relajó y me dio las gracias por haber ido a comer. Al llegar a casa me encontré Mariano y le pregunté por un sitio bueno para ir a cenar y luego ir a tomar una copa. Enseguida me recomendó varios sitios y que cuando decidiera los sitios, se lo dijese que él se encarga de hacerme las reservas, que me tratarían mejor y con mejor precio. Al día siguiente tantearía a Cecilia para saber sus preferencias.

 

La primera en la frente, llegue con antelación, a cosa hecha, a mi casa y estaba Cecilia trasteando por la cocina cuando me oye llegar y se acercó a mí de manera airada, bastante ofuscada, no sabía que le había podido pasar pero debía ser algo muy gordo. Pronto me saco de mi ignorancia.

 

+ De mi marido me lo podía esperar, pero de ti. Con que hablando de motos, ¿Eh? Ya me ha contado todo. Como le has podido decir que si, de verdad no me lo esperaba, ¿Dónde está eso que me decías de no volverá a pasar? (Me quede contadísimo)

 

+ No sé, me pillo desprevenido. Luego me pareció razonable lo que me decía y lo que pretendía. No había ninguna obligación, era cuestión de irnos de cena, después a tomar una copa y ver qué pasaba o más bien que nos pasaba. Ya te digo sin obligaciones, la última palabra seria tuya.

 

+ ¿Qué cena, que copa ni que historias? Si la cena seria en mi casa y el resto también, estando el en la casa aunque no estuviera presente.

 

+ Yo no lo había entendido así.

 

+ Pues así seria, porque así nadie podría hablar de más de mí, como él dice sobre todo mi reputación. Pero eso no es lo peor, lo peor y lo más nauseabundo es que todo eso lo hayáis planeado como si yo fuera carne.

 

+ Cecilia tampoco te pases, no hagas un melodrama, que cosas de esas ocurren en muchísimas parejas, si no metete en internet y lo miras, veras como alucinaras. Todo esto tiene una solución, no voy a cenar con nadie y ya está. Que no me apetecen movidas raras.

 

+ Olvídate de las circunstancias de mi marido y mías. ¿Es que no lo ves asqueroso?

 

+ Nada asqueroso, todo lo contrario.

 

+ Creía que el accidente además de dejar físicamente mal a mi marido, le afecto a la cabeza también, pero veo que no es el único que está mal de la cabeza.

 

+ ¿Qué pasa, te lo ha propuesto más veces?

 

+ Es algo constante en él, rozaba lo enfermizo, pero ahora al verte a ti tan fresco, ya no sé qué pensar. Bueno de momento si pienso, que ya te digo que te busques otros planes, que el sábado no habrá cena ni nada.

 

Pues no había más que decir. Esta madurita me estaba poniendo cada vez más cachondo. Estaba convencido de que quería pero tenía tantos prejuicios o una educación tan estricta que le hacía decir que no, lo que alimentaba en mi muchas más ganas y más después de oír a su marido lo caliente que decía que era y esos 7 años en blanco. Por la noche recibí una llamada de Cecilia lo cual me extraño mucho, me dijo, “escucha por favor que no tengo mucho tiempo, que he bajado la basura y he aprovechado para llamarte. Gregoria se ha enfadado mucho por anular la cena, aunque no le he dicho, que te lo había contado ni que habíamos hablado de ello. Te pido dos favores, que vengas a la cena y que me jures que no intentaras nada. Así él se quedará tranquilo, porque me dice que por lo menos cenemos y que vea si cambio de opinión. ¿Me lo juras?” todo lo había dicho de retahíla sin respirar, mi contestación, “Vale iré a la cena y lo único que te puedo jurar, es que no iré con la intención de hacer nada, es más, en cuanto acabe la cena me marchare” note su alivio, como se relajaba su respiración y me dio las gracias.

 

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