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Accidente y “daños” colaterales

en Amor filial

Disculpar la demora en escribir, pero es lo que tiene irse de vacaciones. Lo malo que duraron poco.

Este mes con Sara y Raquel iba a ser de lo más entretenido. Lo que no me quitaba de mi cabeza el “tumultuoso” descanso con varias parejas, que había salido totalmente contrario a lo que había planeado. Esa misma noche me llamo Neus, al principio la conversación se desarrolló de forma bastante insulsa y sin sentido. No entendía el motivo de la llamada, porque carecía de sentido y por eso quise ir al grano y saber que quería.

- Neus, está claro que me caes muy bien, pero, ¿Puedo saber qué es lo que quieres? Porque esta llamada no tiene sentido y como creo que después de estos días, hay un poco más de confianza, pues podías ser clara.

- Jajajajaja, que directo que eres, pero me gustas así. Tienes razón, me ha pedido Helena que te tantease para saber cómo andas.

- Pues perfectamente. ¿Por qué quería saber eso?

- Supongo por lo que me ha contado, que será por lo que hablaste con su marido.

- Que se quede tranquila, porque no hemos hablado de nada en concreto, salvo que quiere quedar a tomar algo conmigo. Y ya que estamos de preguntas, me puedes decir ¿Como es eso de Quela y tú? ¿Hay más de vuestro grupo en circunstancias similares?

- Jajajajaja, varias parejas hemos tenido lo que se dice “escarceos” pero sin llegar a mayores. Porque los maridos siempre han dudado en dar el último paso. Sin llegar al final. Muy fantasiosos, pero a la hora de la verdad siempre pasa algo. Y algunas quisimos pasar a la “acción” pero como contigo nunca.

- Y tu marido ¿Qué ha dicho?

- Dice que todavía no se lo cree, pero que ha sido un puntazo. Pero, siempre pone un pero, que tenemos que reflexionar. Me dice que te de recuerdos, que lo tengo aquí al lado.

Acabamos la conversación, dejando la puerta abierta a encontrarnos en otro momento, ya fuera para tomar solo algo o para que pasase algo más, que ella dejo claro que quería esa última opción. Si me gustaba algo de Neus en su forma de ser, era lo directa que era y como tomaba la iniciativa, eso siempre me pone mucho.

Llego a mi trabajo. Como siempre me encuentro con algunos de los que habíamos estado unos días de descanso. Unos tienen mirada de complicidad y otros de reserva, como cortados. Pero todos de buen rollo. Lo que extraño es la falta de la llamada de Alex, que le vi muy decidido a hablar conmigo, pero se había enfriado o eso pensaba yo hasta que desayunando recibo la llamada de Alex, ha sido muy madrugador con su llamada y me dice si al día siguiente podemos quedar a comer. Le digo que sí y quedamos en un lugar conocido por los dos. Nada más colgar llamo a Helena se lo cuento y le pregunto si hay algo nuevo. Su respuesta.

- No, no mucho, está bastante serio o distante, es difícil de saber. Me ha estado preguntando una y otra durante estos días detalles de lo sucedido y nada mas

- Pero hazme un resumen de lo que le has contado.

- Pues que nos besamos, que nos metimos mano, que me metiste un poco la puntita, pero que no quise llegar a más.

- JAJA, ¿Eso es ser sincera? Joder, te has saltado muchas cosas. Pero me interesa saber de verdad como se lo tomo.

- Entre tú y yo, pero no se lo digas a nadie. Se puso muy “bruto” y me hizo el amor con furia, estando tu presente todo el tiempo.

- Mujer eso está bien, quiere decir que no le disgusto tanto.

- Pues lo disimula bien, porque apenas me habla, esta como ido. Solo cuando hemos estado en la cama ha cambiado, haciéndome preguntas intimas de ti, de mí. Y le lleva a ponerse bruto, bruto. Desconocido.

- Pues ya veremos lo que me cuenta mañana.

Quedamos en que cuando pudiera la llamara o le mandara algún whatsapp. Es más me insistió en que se lo podía mandar mientras estaba con él, para ir poniéndola al corriente de todo. Porque ella en teoría no sabía que comeríamos juntos. Por lo que me ha dicho Helena, voy muy tranquilo a la comida. Esa noche me acuesto y follo con Sara y Raquel toda la noche, sin poder evitar, pensar en Helena, Neus, Quela y como no, con retazos de cómo puede ser la comida.

Me siento adormilado, estoy en un sueño placentero. Siento algo de frio, pero es suave. Noto como susurros, manos que me acarician mi rabo, oigo como pequeños susurros acompañados de leves sonrisa cómplices. También oigo como una voz femenina dice, “Ojala mi chico tuviera algo así, que suerte tienen algunas” y otra voz femenina que le respondí, “Hija siempre pensando en lo mismo. Las casadas no decimos esas cosas, pero jijijiji, te tengo que dar la razón, esta para comérselo” y risitas de las dos. Estoy en la gloria, hasta que en mi olfato se mezclan el olor de un perfume que me gusta y un olor a desinfectante o algo parecido. Sigo notando esas caricias y de pronto, noto rigidez en mi cuerpo, un dolor punzante generalizado. Me cuesta despertarme, salir del sueño y cuando lo logro, tengo una gran pesadez en mi parpados. Susto, sorpresa, desorientación, abro los ojos quedándome alucinado. Ahora oigo algún que otro pitido y oigo a alguien que me dice con voz dulce, “Tranquilo, tranquilo, todo está bien. Estas en el hospital. ¿Cómo te llamas? ¿Te acuerdas que te ha pasado?” fueron demasiadas preguntas, o por lo menos es como lo recuerdo. No me acordaba de nada.

Pude ver mis dos manos totalmente vendadas, un poco rígidas. Una pierna que parecía escayolada, que al final era así. Un collarín, ahí lo de sentirme rígido. Una mujer de unos 30 años me estaba aseando con unas toallitas espumosas y otra salió a avisar a alguien. Acortando un poco todo. Tenía que seguir en observación hasta que me pasaran a planta. Me había atropellado un coche, o mejor dicho me había embestido un coche en una rotonda, arrollándome en mi moto. No recordaba nada, absolutamente nada y ni un pequeño retazo en mi mente. Como cuando me dijeron que llevaba cuatro días allí. Solo recordaba que estaba en mi casa, que tenía que ir a comer con Alex y poco más.

Mi cabeza dio un vuelo cuando una de las enfermeras, me comento que quien me atropello era alguien que me conocía. El corazón me empezó a latir con fuerza, me vino a la cabeza que hubiera sido Alex, que se le hubiera ido la cabeza. Ese día lo pase bastante mal, hasta que todo mi cuerpo y sobre todo mi mente volvió a estar conmigo. Al día siguiente se me presento la policía a tomar declaración, que fue muy breve, porque no recordaba nada de nada. Como había muchos testigos que lo vieron, me dejaron tranquilo, por lo menos por esa parte que no fui yo el culpable. Me enteré que fue el hijo de una compañera de mi trabajo, que fue a recoger a la madre y luego me dieron a mí. Por más que me decían quién era, ni me sonaba. Ya que tendría que conocerla de vista, porque trabajaba en otro departamento. Me iban a trasladar a planta y se acercó una mujer, por cierto muy guapa de cara, del resto no lo sé, porque iba enfundaba en esa vestimenta, tan poco agradecida.

Me explicaba lo que iba a hacer, donde me iban a llevar y mientras lo hacía me llego su olor, era una de las dos mujeres a las que había oído, cuando termino con una sonrisa preciosa me pregunto, “¿Quieres saber algo más?” y le dije, “Si, tengo una gran duda (Sonriéndola) Me gustaría saber quién eres tú, ¿La que tienes chico o la casada que no dicen esas cosas?” Se le corto la sonrisa de golpe y balbuceaba sin decir nada, en eso llego un celador y me trasladaron a la habitación. Me quede sin saber su nombre ni nada. Al entrar en la habitación estaban mi tío Paco y su mujer, Rosalía con su marido y su hija Raquel, Esperanza con su marido y su hija Sara. Todos mostraron su alegría al verme. Miriam había decidido todo esos días y entre otras cosas decidió que las chicas siguieran en mi casa, donde ella se había quedado para estar pendiente de mi todos los días, aunque yo no me había enterado.

Después de un buen rato entre unos que se fueron a fumar y otros a tomar un café, por fin despejaron un rato la habitación. Se quedaron conmigo Raquel y Sara. Nada más irse los demás Sara y Raquel se pusieron a hablar conmigo en voz baja y en plan confidencial.

SARA.-        Hemos tenido que cambiar de planes, pero la estrategia va a ser la misma básicamente.

YO.-            ¿De qué me habláis? Si ahora mismo me duelen hasta las huellas de los dedos.

RAQUEL.- No seas blandito. Que nos lo hemos currado y más estos últimos días.

Y.-     Venga bichos, contarme, que sois unos bichos.

S.-     Habíamos estado contando a Rosalía, que el bicho eras tú, que eras muy duro con nosotras, que no nos pasabas una, que eras muy borde y dictatorial, vamos que solo te había faltado darnos unos azotes.

Y.-     Si que me habéis puesto bien, pensara que soy un pirado. ¿Por qué habéis dicho eso?

S.-     Porque Raquel y yo pensamos, aunque estamos seguras, de que a ella es lo que le pone, los tíos duros, malotes.

Y.-     No sé, si será así.

R.-     Está claro, si no fuera así, mi madre ya nos hubiera sacado de tu casa, si no lo hizo fue por algo. ¿No lo crees así?

Y.-     No sé, con tu madre puede ser todo, que es muy gilipollas.

S.-     Bueno el caso es que ya la tenemos más que convencida para que se quede a echarnos una mano y a ti las dos, jajaja, ya que estas de momento imposibilitado y un poco más que te lo tienes que hacer.

Y.-     Chicas, no quiero aguaros la fiesta, pero en estos momentos no estoy en mis mejores momentos y no sé lo que tardare, pero seguro que tardare, que conozco bien a mi cuerpo.

Sus caras se “entristecieron” y pusieron cara de resignación. Regresaron los “mayores” y Miriam y Rosalía ya estaban organizando todo. Me daban tanto dolor de cabeza que una vez que comí, les dije que se fueran a comer tranquilamente y aprovecharía para dormir la siesta, que no hacía falta que se quedara nadie y por una vez me hicieron caso. Estaba entre dormido y despierto, se abrió la puerta y era una enfermera, me tomo la temperatura y cuando me estaba tomando la tensión, apareció vestida de calle la mujer a la que pregunte quien era si la soltera o la casada. Menudo cambio, se la veía super buena y ya no traía la coleta, llevaba el pelo suelto, tendría treinta y tantos largos, morena, algo pechugona y en su peso. Se saludaron las dos, ella dijo que era amiga mía y hablaron de un par de cosas del trabajo, se sentó a un lado de mi cama y cuando se fue su compañera hablamos.

-        Disculpa a mi compañera y a mí. Fue un comentario totalmente inapropiado y te aseguro que no me volverá a pasar. Que menudo corte y te quería pedir el gran favor de que no dijeras nada, que me complicaría la vida mucho y en todo. (Se mostraba arrepentida y muy nerviosa)

-        Por mí no te preocupes, ver la cara que ponías abajo cuando te pregunte, me compenso de todo, te tenías que haber visto, jajaja.         

-        ¿Siempre eres tan mamón? Yo aquí preocupada y tu partiéndote en dos de risa.

-        Pero no me contestaste y eso sí que no está bien.

-        Pues soy la casada. ¿Ya te has quedado a gusto?

-        No que va, porque me quedaba una duda y al ser la casada ahora tengo dos. (Me miró extrañada, pero cómplice)

-        ¿Qué dudas?

-        La primera que es lo que me comerías, porque te oí decir que estaba para comerme, pero ¿El que? Y ya que estamos, tal vez me puedes resolver una duda. ¿Por qué es como si no lo sintiera?

-        ¿Qué no sientes?

-        El rabo, que va a ser.

-        Tío que burro que eres. Pues no hay nada que no te permita sentirlo, imagino que será por estar como estas, algo pasajero.

-        Me contestas a la pregunta.

-        Fue un comentario general, sin nada en concreto (Un poco nerviosa y colorada)

-        Me podrías hacer un favor.

-        Si esta de mi mano.

-        Precisamente de manos se trata. No me puedo tocar, podías enrollarte.

-        ¿Qué dices? ¿Qué te has creído?

-        Pues nada del otro mundo, si es fácil, es un sí o un no y punto y pelota. Era solo por saber si “reacciona” o no.

-        Vete a cagar.

Se fue flechada sin decir nada más. Se había cabreado. Lo único que pensé es que había que intentarlo, pero más que nada por saber cómo andaba de esa parte, porque si una mujer tan buena no lograba nada, es que había un serio problema. No habían pasado ni 10 minutos, cuando se vuelve a abrir la puerta y era ella otra vez. “De esto que nadie se entere o te mato y te aviso en cuanto reaccione como tú dices, paro y se acabó” fue lo que me dijo, muy seria y con respiración agitada. Se sentó en el lado de la cama desde donde podía ver la puerta. Metió la mano por debajo de la ropa de la cama, palpo y llego a mi rabo, que estaba “muerto” nunca lo tuve de esa manera. Que podía ser algo de la medicación.

Poco a poco, fui notando como un cosquilleo agradable. No se puso dura tan rápido como otras veces, pero si se iba poniendo. Ella no decía nada seguía acariciando. Por fin se puso como en sus mejores momentos y la mano me apretaba bien, me hacia una paja en condiciones y no se quitaba. Pude ver como se le marcaban los pezones y como su respiración estaba acelerada, aunque trataba de disimular todo lo que podía. Con voz “nerviosa” me dijo, “Ya ves que estas perfectamente y si te falta un poco es por la medicación, como te dije, creo que será mejor dejarlo” y ahora el que tenía la voz entrecortada era yo, “No seas cabrona, ni se te ocurra” vi una ligera sonrisa y siguio, de pronto dijo, “No podemos seguir se pringara todo y no tengo pañuelos de papel ni nada” y fue cuando le dije, “No querías comerme algo, pues ya sabes el que” ella no se atrevía por si entraba alguien de golpe, pero al final me dijo que la avisara cuando estuviera al límite.

La avise y ella no lo dudo, aparto la ropa un poco, se metió el rabo en la boca y me corrí nada más sentir su lengua. Me dijo que ya la podía haber avisado de que me corría mucho, se fue al aseo y salió al rato. Salió acalorada y con mirada de haber hecho una gran travesura.

-        Estoy como una cabra. Como puedo haberme dejado embaucar por ti. Loca, estoy más que loca.

-        Y ahora es cuando viene lo de decirme como te llamas. ¿No crees?

-        Jijijiji, tienes razón, por lo menos saber mi nombre. María Amparo, pero con el Amparo solo me basta y me sobra.

-        Pues Amparo, te debo una por lo menos igual, que será difícil superarte.

-        Deja, deja, no hagamos más tonterías, que con una ya he tenido suficiente.

-        De eso nada. Que tiene que ser espectacular hacerte correr con mi lengua.

-        Sigue siendo bruto, no puedes ser más delicado diciendo las cosas, es que.

-        Ya verás como no te arrepientes y te quedas como nueva. Apunta mi móvil y ya me dices algo. Por lo menos para preguntar cómo voy.

-        Déjalo, mi marido de vez en cuando coge mi móvil y quien le digo que es Pelayo, deja, deja.

-        Pues no pongas Pelayo, por el nombre de una mujer.

-        Que “guarro” que eres, es que piensas en todo. Te da igual que este casada, te da igual mi marido.

-        No es que me de igual, pero casi. Tu copia mi número y ya decidirás.

Ella copio el numero en su móvil y cuando iba a seguir con mi “ataque” apareció toda la familia y compañía. La presente como una amiga y cuando se iba a ir le dije, “Amparo no te lo pienses, llámale que ya verás como merece la pena, que es un buen tipo, que lo conozco bien” al despedirse se agacho a darme dos besos y aprovecho para darme un pellizco, supongo que en venganza por lo último que la dije. La comida les había dado para mucho, porque traían organizada mi vida durante un tiempo. Ni les quise escuchar. No quería que nadie se quedara por la noche. Me costó pero lo conseguí. Al día siguiente un compañero que me vino a visitar me dijo que la compañera dueña del coche, quería venir a verme, pero no sabía si debía o no. No puse ninguna pega, a pesar de que todo el mundo me decía que ni se me ocurriese y esa misma tarde este compañero apareció con ella, ante el disgusto de los presentes. Les mande a tomar café a todos y ella entro en la habitación. Nada más verla ya caí en quien era. Claro, cuando a mí me decían que era María Eugenia, morena, delgada, muy guapa, muy buenas formas, cuarentona, no caía. Porque todo el mundo se refería a ella como la viudita. No llegaba a 50 años, ni de coña. Reservada y simpática, llevaba por lo que decían 3 años viuda y era cortante con los “lobos” que se le acercaban. Nunca había hablado con ella y en esa época tenía una categoría profesional, bastante superior a la mía.

-        Hola, adelante. No te quedes ahí, pasa que no me como a nadie y menos con estas fachas.

-        Me alegra verte con ese humor. ¿Cómo te encuentras? ¿Qué dicen los médicos? ¿Tienes para mucho en el hospital? ¿Te duele mucho? ¿Puedo hacer algo para que estés mejor?

-        Para mujer, que me estas ametrallando con tanta pregunta. Dentro de lo que cabe me encuentro bien y saldré mañana o pasado. La recuperación, ya veremos. Pero tranquilízate que esto le puede suceder a cualquiera.

-        No sabes cómo te agradezco lo que dices. (Estaba muy nerviosa y nuestro compañero se disculpó saliendo fuera de la habitación) Mi hijo quería venir a verte también, pero he preferido venir sola, que él está muy preocupado también.

-        Pues tranquilizaros que ya me han dicho, que no dio positivo en nada, fue un fallo, un despiste y ya sabes en una moto la carrocería es el cuerpo.  

Empezamos a tener una conversación bastante amena. Ella se fue relajando, ya los nervios no eran tan visibles, hablábamos sobre todo del trabajo, personas que conocíamos en común. Anécdotas que habían sucedido, etc. Nos fuimos soltando los dos y ahora que la tenía tan cerca la veía mucho mejor, que cuando la veíamos a lo lejos por las mañanas.

-        Pues no sabía que trabajábamos en el mismo lugar. No te conocía.

-        Pues yo a ti sí.

-        Uy, pues perdona si hemos coincidido alguna vez y no me acordaba, es algo que no me suele pasar.

-        No que va, nunca hemos coincidido.

-        Ah, pues entonces, ¿De qué nos conocemos?

-        Jajajajaja, no he dicho que tú me conozcas. Yo a ti sí. Porque todas las mañanas te veo al pasar y no eres una mujer que se pueda olvidar. Y no es solo mi opinión, que debes traer a los tíos de calle. (Se puso bastante colorada, pero mantuvo el tipo)

-        No será para tanto y no sé si lo sabes, pero hace un poco más de 3 años que enviude y me quede con mi hijo solo. Que se ha sacado el carnet de conducir hace un par de meses y le deje llevar mi coche. Con 15 años, le pillo en mal momento la muerte de su padre, en plena adolescencia. Lo que no me ha permitido nada, ni cenas, ni una copa ni nada. Pero a todo se habitúa una.

-        Pues cuando me quiten las escayolas, cuando pueda moverme por mí mismo, me tienes que invitar a una copa. (Su cara decía que no se esperaba eso)

-        Bueno no sé, en fin. Es que me he quedado descolocada.

-        Pero ¿Por qué?

-        No es que puedas ser mi hijo, pero casi. Qué pensaría la gente viendo a una mujer bastante mayor que tú, con un chico tan joven. ¿Me entiendes?

-        Es un poco enrevesado pero creo entenderlo. Tu piensas que la gente pensara, que una mujer tan guapa como tú, ha seducido a un hombre más joven, para irse a follar luego de la copa, como locos y eso te preocupa mucho.

-        Lo has explicado de una forma bastante ordinaria, pero sí.

-        Gracias por lo de ordinario.

-        No me interpretes mal. Lo que he querido decir, que has sido bastante descriptivo.

-        Pero a lo que vamos, ¿Hay invitación o no la hay? Que eso es lo importante, no lo que piensen los demás.

-        Muy bien, acepto.

Ya me quede solo y solo pensaba que había tenido mala suerte con el accidente, pero que bien se me estaba poniendo la parte del “vicio” y lo que quedaba por venir, que por lo menos pintaba bastante bien. Antes de darme el alta, el médico me explico todo al detalle. Resumen de lo que me dijo, que estaba todo muy bien, aunque parecía más por lo aparatoso que había sido todo. Lo de los vendajes de las manos y parte del brazo, que era por seguridad más que nada, que en tres días pasara y me lo quitarían, que incluso lo podían hacer ese mismo día, pero prefería dejarlo 3 días más. Le dije que perfecto, que lo mismo no podía ir en tres días, pero si en cinco y me dijo que no pasaba nada. Según se diera en mi casa, iría al tercer día o esperaría.

Mi tía Miriam trabajaba y no podría quedarse conmigo, pero su hermana Rosalía si podía. Tanto Sara como Raquel, se ofrecieron a ayudarme en lo que fuera necesario y que no hacía falta que se quedase nadie. La reacción de Rosalía fue al segundo, decía como dos chiquillas iban a hacerse cargo de un adulto como yo. El resto estuvieron de acuerdo, algo que las dos “chiquillas” lo esperan y yo también. Así que se quedaría Rosalía en casa. Me podía mover y manejar mucho mejor de lo que se creía Rosalía. Para lo que si me hacía falta alguien, era para levantarme o sentarme, para el resto me manejaba bastante bien. Pero cuando ella me veía, era el más inútil de los inútiles. En un rato vendría la prueba de fuego y había avisado a Raquel y Sara.

Necesitaba orinar y se lo dije a ellas. Que fueron a decírselo a Rosalía y como no había cuña ni nada por el estilo, a Rosalía le dieron los mil males. No sabía qué hacer. Ante eso, Raquel su hija, se ofreció ella a ayudarme y su madre se desbloqueó. Me pregunto si podía llegar hasta el aseo, con cara de resignación le dije que con ayuda sí. Me ayudaron entre las tres y aproveche para meter mano a Sara y Raquel. Una vez en el aseo Rosalía las mando salir y cerrar la puerta. Con bastantes nervios y sin dejar de sujetarme y pasando mi brazo por su cuello, ella me saco el rabo y note en su cara, aunque la veía de perfil, que se sorprendía.

Ella agarro el rabo como si le diera asco, con dos dedos nada más, de forma muy fina. Tuve que mantenerme sereno para no reírme. Hice que el rabo se me moviera y se le escapó de los dedos, mojando un poco por fuera y me pare. Le pedí disculpas y ella me dijo que la culpa había sido suya, poniéndose bastante colorada, me garro esta vez el rabo en condiciones y se me puso medio morcillona al notar su mano. Cuando acabe la movió un poco para quitar las ultimas gotas y creció un poco más, sin ser algo escandaloso, pero como muestra estaba muy bien. Rosalía tenía ahora los pezones bien marcados.

A la siguiente mañana me desperté pronto y mi rabo estaba bien empalmado. Mi puerta no estaba cerrada del todo y esperaba a que Rosalía se levantara para pedirle que me ayudara a ir al baño, pero cuando apareció por el pasillo ya iba vestida y oí cerrarse la puerta de la calle. Sara y Raquel aparecieron riéndose, estaban sin vestir todavía y venían riéndose, porque decían que había asustado a Rosalía, ellas tampoco sabían a donde había ido. Hasta que Sara desde mi ventana la vio entrando en la farmacia. Empezaron de nuevo las bromas, especulando que había ido por condones y nos reíamos todos. Sara dio un salto y daba gritos suaves diciendo ya viene, va con bolsas. Se fueron de nuevo para su habitación.

Rosalía llego y cuando la llame se acercó. Me dijo que un momento, se fue y apareció con dos bolsas y se fue a mi baño. Había comprado un bote de esos para mear los tíos en la cama y unos guantes de látex. Me destapo me agarro mi rabo que ahora estaba a medias y con su mano enfundada en un guante de látex, coloco mi rabo en el bote ese para que orinara. Todo muy aséptico. Me cabreo porque mi plan se iba al traste. En el desayuno y estando Sara y Raquel, que se espatarraban de la risa. Poniendo la disculpa de que eran secretos de ellas. Provoque a Rosalía para ver por donde salía. “Mirar he pensado en contratar a una mujer para que venga a ayudarme. Por lo que no será necesario que nadie se quede conmigo” Rosalía reacciono rápido, “¿Es que te sobra el dinero? Para que vas a traer a nadie estando yo. ¿Es que lo hago tan mal?”, la conteste, “No es eso Rosalía. Dinero no me cuesta, porque el seguro lo tendrá que pagar, solo me tocara adelantarlo. Y no es que lo hagas mal, que voluntad pones, pero eso de comprar el trasto ese, que me es incómodo y me lo has colocado de una manera que me ha hecho daño, aunque me haya cayado. Y lo de los guantes, bueno, tiene un pase, me veo duchándome tu con un traje de buzo” le afecto lo que le dije, me pidió disculpas por haberme hecho daño y reconoció que no fue nada delicada.

Su hija Raquel cuando las deje a solas le recrimino la manía que me tenía y hasta estando mal seguía con las mismas y cuando la madre fue a replicarla, Sara le decía que se le notaba mucho la mala leche hacia mí. Antes de dejarlas solas ya le había dicho que me quería bañar, que solo me tenía que dejar unas cosas y ya me apañaría yo solo. Cuando su hija termino de hablar con ella, se acercó a mi habitación para de irme si me podía esperar un momento, que en cuanto se fueran las niñas ella vendría. Se fue a preparar unas cosas y las dos “bichos” se acercaron y hablamos rápido, les dije que iba a por todas, ellas me decían que no, que ellas querían estar presentes y les dije que lo sentía.

Se despidieron de los dos y se fueron, Rosalía me dijo que se iba a preparar para ayudarme y que venía. No sé exactamente lo que quería decir con eso, porque iba bien vestida, unos pantalones vaqueros y una camiseta. Regreso rápido y traía una bata-vestido de estar por casa, dejando ver sus buenas cachazas y un escote interesante. Justo en ese momento llamo su marido. Ella en cuanto pudo le corto la llamada le decía que la había pillado en el baño, que luego le llamaba. Entro dejo el móvil en mi baño y me ayudo a desnudarme. Al agacharse para poder quitarme el pantalón, el escote que se le veía era tremendo, una lástima que llevara sujetador. Me pillo mirando su escote, pero no intente disimular, algo que la desconcertó.

Tuve la impresión de oír un ruido, preste atención y solo podían ser Sara y Raquel. Hasta Rosalía pregunto si no había oído nada y le respondí que eran cosas suyas. Ya estaba desnudo, no me había fijado, pero había llevado varias bolsas de basuras, que corto con unas tijeras, poniéndome las bolsas alrededor de la escayola, con esparadrapo, estaba todo muy pensado. Hizo lo mismo con mi manos, estaba sofocada y casi sudando, como los pelos los tenía por toda la cara, se lo recogió con una goma. Era gracioso ver cómo me lavaba la espalda, como me pasaba la esponja, hasta llegar  a mi culo, que lo pasaba de largo y se dedicaba a mi pierna, pero nada de mi culo. Ya me había lavado bien mi espalda y mi pierna, llego para ella lo más complicado, la parte delantera. Hizo lo mismo lavo todo bien, pero la zona de mi rabo la paso de largo. Echo jabón sobre la esponja y se puso a lavar mi rabo, mi culo y mi entrepierna, me raspo un poco e hice que me había dolido, parando de golpe.

Dejo la esponja a un lado y siguió con sus manos, logrando en segundos que mi rabo mirara al techo. Estaba como un tomate y se notaban sus pezones. Apoye una de mis manos sobre su cabeza, como si fuera accidental. Ella miro hacia arriba y vio que miraba su escote, más que lavarme ahora parecía más una caricia y más una paja. No había ya nada de jabón, solo agua que caía con la ducha que tenía ella en una mano y su otra mano subiendo y bajando. No hablábamos, estábamos en silencio, volvió a mirarme, se cruzaron nuestras miradas y sin decir nada, solo moviendo su cabeza hacia mi rabo, me entendió. Porque abrió la boca y empezó a mamarme el rabo. Empezó a un buen ritmo y ante un movimiento de mi cuerpo, se paró asustada y me dijo de salirnos, le daba miedo a que resbalase. Fuimos para mi cama, me tumbe desnudo y sin secar. Rosalía tardo un poco y cuando vino, ya estaba arrepentida. Antes de que dijera nada y pusiera una disculpa, le ordene que se desnudara, dudo pero al final lo hizo. Las tetas las tenía bastante caídas, pero eran divinas.

Paso de estar como perdida, a como si estuviera hipnotizada. Se subió a la cama y yo esperaba que continuase con la mamada, pero lo que hizo fue ponerse encima y sin decir nada, agarro mi rabo y se sentó sobre él. Empezó suavemente, como vio que intentaba follarla como yo quería, me dijo, “Tranquilo, no te vayas a hacer daño, déjame a mi” y joder con el tranquilo. Me follaba en plan bestia, menudas subidas y bajadas. Ya nada de estar sin decir nada, gemía potente, se tocaba ella sola mientras se movía. Tenía los ojos cerrados pero no la boca. “Vamos cabrón échame todo tu jugo, te voy a dejar seco, pero muy ¡SECO! Te voy a enseñar lo que es joder” y seguía muy eufórica, se puso a soltar un ruido como un tren, hasta que se corrió sin nada de comedimiento, por si alguien no la había oído. Creía que en el momento que se corría me rompía el rabo, que forma de clavarse el rabo.

Paro otra vez en seco, creía que se había arrepentido después de correrse, pero nada de eso. decía que en esa posición estaba intranquila por mí, a mí me daba igual, me había dejado a medias, puso una sonrisa nunca vista en su boca y se puso a comerme el rabo. La misma fiereza demostrada follando ahora la demostraba con el rabo en su boca. Hasta el daban ganas de vomitar de como se lo metía. Mi respiración cada vez era más ruidosa y culeaba porque me iba a correr y me corrí en su boca sin poder ni avisar, Rosalía me lo comía todo, notaba su lengua repasándome bien el rabo, hasta que ya paro y se me quedo mirando. No sabía lo que pensaba cuando me miraba.

-        ¿En qué estás pensando? Porque me miras raro.

-        En que hemos hecho una locura, por lo menos yo.

-        Que va, has hecho lo que te pedía el cuerpo, no te rayes ahora.

-        No, si no tengo ningún remordimiento, que me he quedado muy bien y me hubiera quedado mejor si no estuvieras tu así, que lo hace más incómodo por si te hago daño. Pero es que estoy casada.

-        Para mí no es un problema que estés casada.

-        Que jodio que eres. Ya me he dado cuenta. Pero no entiendo porque conmigo. Si nos llevábamos mal, soy bastante mayor que tú y seguro que muchas chavalitas estarían encantadas de hacérselo contigo, es lo que no entiendo. ¿Por qué yo?

-        Si te soy sincero lo mismo te lo tomarías a mal.

-        Venga déjate de películas, después de lo que ha pasado, venga.

-        Pues tu estas muy bien, perdona que te lo diga, pero tienes pinta de devora hombres, de que te hace falta sexo, pero no cualquier sexo, sexo un poco más fuerte, que porque ahora no puedo que si no.

-        Que si no, ¿Qué?

-        Pues te hubiera arreado una buena paliza en el culo, como venganza por portarte tan mal conmigo y pienso dártela. Seré muy duro contigo y me lo agradecerás, porque te hace mucha falta.

-        Me perturba que seas tan pervertido, pero será bueno comprobar cuanto lo eres.

-        Seguro que menos que tú. ¿Te imaginas a Sara o a tu hija Raquel, que nos hubieran pillado?

-        No seas gafe, que menudo disgusto se llevarían, sobre todo Raquel. Son dos niñas muy inocentes.

-        Seguro que no lo serán tanto. Y no es porque sepa algo, que no se nada, lo digo porque hoy los chavales están muy  espabilados.

-        Puede ser pero sara y Raquel están muy verdes. Tienen a sus novios y parecen más que novios amigos. Hay más complicidad entre ellas, que con sus novios.

-        Lo mismo es que se desquitan entre ellas.

-        Eso tiene más posibilidades.

-        Ah, ¿Es que son lesbianas?

-        No que yo sepa. Pero no es nada extraño en dos chicas que se conocen desde siempre, en experimentar algo por curiosidad, que es muy normal.

-        Ah, sí. ¿Y tú con quien experimentaste?

-        Jajajaja, que listo que eres, no contestare a eso. Jajajaja. Además eso es el pasado, pero muy pasado.

Si como pensaba estaban Sara y Raquel escuchando, seguro que estarían sorprendidas por lo que habían oído. Rosalía se fue a vestir y me quede solo esperando que aparecieran Sara y Raquel, pero no aparecieron, empezaba a dudar que hubieran estado. Me quede dormido y me desperté cuando empecé a oler la comida. Ya habían llegado Sara y Raquel, me vinieron a “ayudar” y me confirmaron que lo habían visto y oído casi todo. Lo que me contaron me indicaba que todo lo interesante lo habían oído. Raquel estaba un poco ofendida, pero solo un poco y Sara estaba totalmente excitada. Decía que estuvo a punto de entrar para unirse pero que Raquel se lo impidió.  

Durante casi un mes, no pare de follar con las tres, aunque con la que más lo hacía era con Rosalía, nada más irse Raquel y Sara, venía a darme los “buenos días”. Mis manos ya llevaban un tiempo libres y la pierna me quitaron la escayola, aunque me recomendaron seguir con las muletas. El día que me la quitaron, ya se me paso por la cabeza varias cosas. Me lleve una alegría cuando al llegar a casa, Raquel estaba con un chico, me lo presento y era su novio. Se iban a pasar todo el día por ahí, todos supusimos que se irían a follar o lo que hiciesen. Sara haciéndome una mueca dijo que ella había quedado también y que vendría a la hora de cenar. Me acerque a Rosalía, diciéndole en el oído, “Hoy es el día de pago, prepárate que te voy a dar todo lo tuyo” se le puso una sonrisa de oreja a oreja. Se fueron Raquel y el novio, Rosalía se bajó con ellos porque tenía que comprar algunas cosas y Sara quería follar. No la deje y me decía que quería participar, que hablara con Rosalía, que si era preciso la “chantajeáramos” lo que fuese que ella quería. Logre tranquilizarla, le dije que se quedara en la habitación sin hacer ruido y que esperase hasta que me oyera decirle a Rosalía, su nombre y el de Raquel. Así quedamos y se llevó una botella de agua a la habitación por si tardábamos.

Llego Rosalía con bolsas en las manos, coloco todo y dijo si comíamos primero o que. Me sonreí y le dije que comer más tarde. Se vino con una sonrisa hacia la habitación. Hice que se desnudara completamente y una vez que lo hizo, se acercó a mí a besarme y a meterme mano, pero la pare. “Estate quieta, te tienes que limitar a obedecerme y a hacer lo que yo te diga. Y cuando te pregunte algo, me contestaras sin dudar”, a todo lo que le decía ella me decía que sí. Se tumbo en la cama como le dije, con el culo a mi entera disposición. Hice que lo levantara, así estaba más bonito. Se lo acaricie y acaricie su coño, estaba bastante mojado. Ella me miraba mientras de una caja sacaba una fusta. Era nueva y nunca la había usado. Ni esa ni otra. La había comprado para una amiga especial, que al final nunca vino.

No mostro ninguna preocupación. Lo primero que hice fue pasársela por el culo, que notara el cuero. Empecé a fustigarla y desde el primer golpe, lo admitió con gozo. Me era muy difícil saber cuál tenía que ser la intensidad, pero pase con nota, por la cara de satisfacción de ella y la prueba del algodón, ahora esta encharcada. Hice que se diese la vuelta y ate sus muñecas a la cama, no le hizo mucha gracia y se quejaba de que lo mismo estaban muy apretados los nudos, pero lo deje así. Me desnude y empecé a lamer todo su cuerpo. Desde la cabeza a los pies. Los pezones estaban que parecían que reventarían en cualquier momento y ya empezaba a pedirme que la follara. Le comí el coño un poco y cuando lamia su clítoris, sus gemidos se oían sin cesar. Llego un momento que cualquier cosa que le hacía, era una explosión de jadeos, protestas porque quería ser follada.

Me puse sobre ella y mi rabo estaba a la altura de sus tetazas. Apretaba suavemente sus pezones y su cara se llenaba de placer. Era el momento preciso, le pregunte, “¿Si tuvieras que elegir para comerte un coño mientras te follo, a quien elegirías a Raquel o a Sara? También está la opción de las dos”, estás loco a ninguna. Aprete sus pezones y ella entonces me dijo, “Vale, vale, no sé, supongo que a Sara, que no es mi hija”, Sara apareció pero se quedó en la puerta ante un gesto mío, venia desnuda. Mirando seriamente a Rosalía le dije, “Eso no me vale. Te gusta Sara o no te gusta. Harías algo o no lo harías” aprete un poco más sus peones y con un tono caliente me respondió, “La verdad que está muy bien. Pero es un imposible”, en ese momento dije pasa y Rosalía giro como pudo la cabeza hasta que vio a Sara. Se movió de manera insistente, diciéndome que la soltara.

Me sorprendió la reacción de Sara. Se acerco a Rosalía rápidamente, le agarro con una mano por su barilla y mandíbula diciéndole, “Tu cállate puta. Siempre con lo mismo, recriminando todo y a todos. Pues ahora me lo vas a comer y procura hacerlo bien”, si yo me quede sin saber que hacer, Rosalía se quedó estupefacta. Dejo de moverse y entonces me coloque entre sus piernas y le metí mi rabo de un solo golpe, entro a la perfección y ella exclamo y gimió. Estaba follándola muy suave, con mucha lentitud. Sara se acercó a besarla y ella aparto la cara. Sara no lo pensó, le dio una bofetada, volvió a intentar besarla y otra vez se apartó, esta vez más que una bofetada fue una hostia en condiciones. Volvió a besarla y esta vez sí se morrearon en condiciones.

Dejaron de besarse y se colocó para que le comiera el coño. Se puso encima de su boca y se dejó caer suavemente, mirándome me dijo con voz excitada, “Igual de puta viciosa que la hija”, Sara no paraba de dar gemidos y se corrió apretándose bien contra la boca de Rosalía. Rosalía se corrió detrás, aunque notaba que se aguantaba, se corrió una vez se corrió Sara. Desatamos a Rosalía, que se quedó en la misma posición y ahora sara se puso a comerle el coño, Rosalía acariciaba la cabeza de la amiga de su hija y empecé a follarme su culo. Nos corrimos de forma consecutiva los tres. Me fui al aseo y tarde un poco, cuando regrese ellas dos estaban abrazadas y se daban suaves piquitos, acariciando constantemente Rosalía la cabeza de sara. Al verme Rosalía me pregunto, “¿Desde cuándo te acuestas con ellas?” y Sara fue la que contesto, “Desde el primer día”

Cominos los tres juntos y pocas palabras tuvimos, se notaba tensión en el ambiente. Rosalía ese día se acostó la primera y después nos acostamos sara y yo, que lo hicimos juntos, quedándonos follando casi toda la noche. Sobre las 6 de la mañana se oía la puerta de la calle, Raquel había tenido un largo día. Fui el último en levantarme esa mañana y cuando llegue a la cocina, estaban las tres levantadas y con las maletas preparadas, Sara y Raquel con cara de enfado y Rosalía me decía que las cosas habían llegado a un punto que requería marcharse. Trate de que se relajara, pero no hubo manera.   

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