Brenda piensa que abrirle las piernas a Santiago es el máximo regalo que ella puede hacerle a un hombre. Por eso sigue virgen y lee El amante de lady Chatterley, para saber algo del sexo que la fascina y atormenta, para sentir a través de Connie lo que una mujer siente con Mellors, el guardabosque.
Abrió las piernas como se abre un libro y dijo "Georgie, escribime." Borges, que todavía veía bien, despreciaba las manchas de tinta sobre el papel blanco. "En general prefiero leer", contestó.
Para ellas, todo terminaba cuando estaban dispuestas a comenzar. Para nosotros, cuando él llegaba a casa... eufórico... Un sorprendente, imprevisible relato breve. Les encantará.
"Quizás tuviese algún deseo incestuoso oculto en cogerse a tipos de la edad de su padre, no lo sé. Para mí lo único que cuenta es que ella me hizo gozar con todo aquella noche."
"¡Oh, no, por favor no!", gritó ella. "¡No, por favor, es muy grande, me va a lastimar, me partirá en dos!", sonreí para mis adentros. Me encantaba cómo esa hembra exageraba su actuación, a sabiendas del efecto que causaba eso en mí.
Lamé ahí, me dijo en un suave murmullo. Le obedecí; me había acostado con otras chicas, pero era la primera que me invitaba a que le metiera la lengua allí.
Dos relatos que reflejan la dura realidad de un pueblo. Una gente sojuzgada, durante siglos, por el colonizador blanco, que sin embargo todavía resiste...
De un solo empujón certero, entré en ella. Me miró por arriba del hombro, con esa mirada indescifrable y pidió más. Aumentado por la tensión acumulada en la espera, nuestro ritmo era frénetico, deseperado.
Si llega el caso, vos a esto lo llamás pelotas o huevos y se acabó, no es ni peor ni mejor que testículos. Y nosotros cojemos, vos y yo cojemos, cuando leo por ahí que la gente se acopla o copula me pregunto si es la misma gente o si tiene privilegios especiales... (Cortázar dixit)
La radio del chofer cantaba ahí viene Rosendo por la calle nueva / trayendo en su carro el fruto de Dios, y yo pensé que no hay mejor manera de viajar que con los genitales de un hombre puestos en el sitio adecuado.
Wes sacó sus dedos con holgura, sintiendo el empuje sobre ellos de los músculos rectales de Silvia. Entonces dirigió el culo de ella hacia la cabeza de su verga.
Juliana se dejaba hacer con una sonrisa tenue. / --El señor no debe... ¿Qué pasará si se entera la señora? Estas cosas traen complicaciones... Ya va a ver...
El pobre doctor Markus no hacía otra cosa que mirarla, con la pipa recta igualita a la del cuadro de su mentor Segismundo, apagada y a punto de caérsele.
Durante los próximos cinco minutos, Silvia continuó corriéndose repetidamente, ya sin fuerzas para empujar al muchacho lejos de su cuerpo. Ella orgasmó, y orgasmó otra vez, y entonces aguantó otro y otro más.
A partir de ese momento él fue casi amable. Cierto que la penetró y que a ella le dolió mucho (el desvirgue real no era como el de sus sueños), pero también es verdad que si la gozó lo hizo con ternura.
¿Qué creés que nos sucederá?/Seremos amantes. Nos comprometeremos --dijo Wes--, y seremos novio y novia./Yo quiero eso./Yo lo quiero, también./Pero yo quiero esto, también --dijo Silvia./¿Querés decir... coger?
Se corrieron poco después una sobre el rostro de la otra. Y ahí llegó nuestro turno, el de Herminio y el mío, de unirnos a la fiesta.
Yo no estaba para andar pensando en sutilezas aunque tuve la sensación de haberme volteado a una piantada. / --¿Era casta? / --Qué iba a ser. Tal vez fuera iluminada, pero casta no era. Se las sabía todas.
La Iglesia española pateó el tablero pero, antes de que las fichas se mezclen, el Vaticano las puso en su lugar: el preservativo es inmoral, ¡absténganse!, tronó la jerarquía. Pero ¿a quién le habla?
Marguerite Yourcenar y uno de sus encantadores "Cuentos Orientales". Apuesto que les gustará.
Dos relatos breves de José Viñals. El primero, calificado de glorioso por el propio autor; el segundo, es por lo menos inquietante...
Silvia agarró el remoto de encima de la cama y encendió la caja boba. Se tendió sobre su estómago, y aquel culo maravilloso fue lo único que Wes pudo mirar.
Volví a besarla en la boca, mientras la penetraba, y sentí como si estuviera hurgando en dos vaginas. ¡Imaginate hasta qué punto se duplicaba mi placer!
--Quiero que la tires en mi garganta --me dice con la boca llena. Trato de acomodarme para que la ducha dorada complazca a ambos.
No tenía sentido tocar ni una tecla hasta que pudiera sacarse a Silvia del fondo de su mente. Su sangre fluía a todas las extremidades incorrectas cuando pensaba en ella.