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Chicago Hotel Adventure (3)

en Grandes Relatos

Aventura en un hotel de Chicago


por Lothario the Great.
- versión en español, por Clarke.-


Capítulo 3.

¿Qué creés que nos sucederá?/Seremos amantes. Nos comprometeremos --dijo Wes--, y seremos novio y novia./Yo quiero eso./Yo lo quiero, también./Pero yo quiero esto, también --dijo Silvia./¿Querés decir... coger?


EL TELÉFONO DEL HOTEL SONÓ a las 6:30, despertando a Wes. La chica entre sus brazos contestó.

--Hola, ma --dijo ella--. Mmmm, gracias. Estoy nerviosa, también. Creo que tendré una oportunidad si supero la prueba de hoy... Sí, sueno como dormida, es una hora más temprano por aquí... Le llaman jet lag, así que dejame en paz. Te llamaré por la tarde, cuando esté de regreso en el hotel. Te amo. Dale un beso a papá. Chau.

Wes apretó a Silvia en un abrazo soñoliento. Avanzó a rastras su mano por el torso de ella y acarició su seno, con el otro brazo atrapado debajo se envolvió alrededor de su abdomen.

--Me estás enloqueciendo --dijo Silvia.

--Eso te encanta.

La escuchó sonreírse.

--Ya lo creo --ronroneó.

Wes deslizó su mano dentro del pantalón de gimnasia de Silvia. Sintió que los músculos de ella se le tensaban ligeramente, cuando hizo correr sus dedos, rozándole el coño suave, pelón. Lentamente Wes comenzó a frotarle el clítoris y la suave envoltura creció, volviéndose más y más cálida.

--Mmmmmmm --gimió Silvia. Se bajó los pantalones y abrió sus rodillas, dejando que Wes tocara todo lo que quisiera. Wes besó su hombro, y se metió debajo de las ropas de la cama. Se ubicó entonces sobre su estómago, lamiendo los labios y el clítoris de Silvia, lenta, vigorosamente, con la destreza de un cirujano. La mitad inferior de su cuerpo sobresalió por debajo de las sábanas. Sujetó con fuerza a Silvia por las caderas, mientras la lamía con apacible redundancia.

Wes se dio cuenta que nunca había antes saboreado así a una chica, aunque sí había tenido sexo oral unas pocas veces. Una cosa era chupetear un clítoris, pero otra bien diferente beber de la chica, como de un vino delicado. La cosita de Silvia generaba espesas corrientes de crema y chorritos de fluido, todo derramándose junto, y cubriendo su sexo con una película reluciente. Los jugos tenían el sabor de un suave queso crema con un condimento almizclado, semejante al sudor pero no tan fuerte ni tan salado. Él quería comerse a Silvia para el desayuno, desde ese día y para siempre.

--Oh Wes --gritó ella suavemente--. Wes, Dios... es tan bueno, tan bueno... haz que me corra... --Dejó de hablar y sólo emitió sensuales ronroneos. Escarbó con sus manos el pelo de Wes. Él sintió que se aproximaba al orgasmo.

De pronto, se abrió la puerta de la habitación del hotel. Wes reaccionó como un gato, deslizándose debajo de las ropas, arrojándose de cabeza en la otra cama. Se cubrió casi totalmente con la colcha y abrazó la almohada, simulando estar dormido. Sabía que Faith no podría ver cuán rápido estaba latiendo su corazón, pero le preocupó, de todos modos, que ella pudiera notar algo.

--Eh, tarado --aulló Faith, más alto de lo necesario. --Es tiempo de que te despiertes. Sal de aquí.

Silvia se sentó, como si hubiera estado dormida. Wes casi suelta una carcajada, por el modo en que ella trató de ocultar que no tenía sus pantalones.

--Pensé que le habías dejado tu llave a Wes --dijo ella.

--Me las llevé cuando estuve aquí a las 3:00. Además, no vi que fueran a ver la película. Mentirosos. --Apartó a los empujones a Wes--. Vamos, tengo que arreglarme.

Wes dijo:

--Fuiste amable conmigo la primera noche.

--Oh, sí, y Roger estuvo bonito conmigo esa noche. La mierda rueda cuesta abajo... ¡Desaparecé!


Wes se sentó, aún tratando de actuar somnoliento. La fatiga produce algo parecido al adormecimiento, y él estaba absolutamente extenuado. Antes de abandonar la habitación, tuvo una idea. Tomó la llave de Silvia del escritorio y se fue. En lugar de pulsar el botón del ascensor, se metió en el hueco de la escalera y se quedó observando, a través de una grieta en la puerta. Wes pensó que tendría que esperar una hora para volver a ese cuarto, pero sólo estuvo allí unos veinte minutos. Faith salió de la habitación con aspecto aseado. Se sumó a un grupo de chicas en el ascensor, y todas bajaron a desayunar. Antes de que alguien más abandonara su habitación, Wes corrió sigilosamente hacia la puerta de Silvia y usó la llave para meterse adentro.

Oyó que Silvia estaba en la ducha. Tratando de permanecer callado, se sacó sus ropas de dormir y se deslizó hacia el baño, apagando la luz mientras entraba.

--Faith, maldición, ¡encendé la luz!

--Okey --dijo Wes con un falsetto.

--¿Wes? --exclamó Silvia.

Wes puso cerrojo a la puerta del baño y se metió en la ducha. Silvia arrojó los brazos alrededor de su cuello. Se besaron apasionadamente, como si hubieran estado alejados durante años.

--¿Cómo adivinaste que Faith bajó a desayunar? --preguntó Silvia entre beso y beso.

--No lo hice. Estuve esperando en el hueco de la escalera.

--Oh, tonto. Son las 6:45, ella podría haber tardado horas en irse.

--Yo hubiera esperado todo ese tiempo.

Wes zambulló sus manos en el cabello mojado de Silvia y la besó afanosamente otra vez. Sus cuerpos se deslizaban juntos sin fricción. Silvia acarició la verga de Wes, que no necesito que la convencieran de despertarse.

--Terminemos aquello que iniciamos --dijo Wes. Puso su espalda contra los azulejos y afirmo sus pies contra el fondo de la bañera. Silvia se ubicó por encima de él y brincó, mientras Wes aprisionaba su culo.

--Eres tan fuerte --dijo Silvia, sonando sincera. Se aproximó y tomó la verga de Wes con la mano.

--Eres tan bella --dijo Wes, teniendo en la mira la hendidura de la chica.

--Te necesito tanto, oh sí --dijo Silvia, casi demasiado suavemente para que pudiera oírla por encima del sonido del agua. La pija de Wes se deslizó sin esfuerzo dentro de la concha de Silvia, excavando sin fricción hasta sus testículos. Silvia tensó las paredes de su vagina, rodeando con un apretón el grueso miembro.

--¡Dioses! --gimió Wes--. ¿Cómo aprendiste a hacer eso?

Silvia sabía exactamente a que se refería.

--Practiqué con un vibrador. Nunca lo había probado hasta ahora, teniendo sexo.

--No te detengas --rogó Wes. La chica que él acuerpaba daba brincos arriba y abajo, ocupándose de darle el sexo más placentero que Wes hubiera disfrutado nunca. Ella se corrió rápidamente, poco después que comenzaron, y luego se agarró fuerte mientras Wes bombeaba dentro de ella. Él la apretó muy junto a sí, degustando la sensación de sus pechos desnudos, resbaladizos, y su vientre frotándose contra él. El agua también volvía su culo resbaladizo y un poco difícil de apresar, pero él se agarró como si en eso le fuera la vida, y ella se colgó de su cuello, rodeándolo con sus brazos. De pronto Wes sintió una eyaculación, estrellándose contra el fondo de la concha palpitante, chisporroteando dentro de la chica.

Wes se inclinó cuidadosamente, permitiendo que Silvia sacara sus genitales de la estaca latiente, y continuó descendiendo hasta sentarse en la bañera. Silvia se sentó, girándose de espaldas. Descansaron en silencio mientras el agua caía sobre ellos, dándoles la sensación de una inclemente lluvia tibia. A Wes le gustó sentir su pija dura, deslizándose contra la espalda de Silvia. Acarició sus tetas lentamente y bailó con sus dedos por su cabello empapado.

--Te extrañé --dijo Wes.

Silvia estuvo un largo rato silenciosa, antes de decirle:

--Nos estamos volviendo adictos inseparables.

--Oh, sí --respondió Wes.

Siguió otro silencio. Luego Silvia dijo:

--Ya no conversamos.

Wes se rió entre dientes:

--Me di cuenta de eso.

--Esto no me gusta.

--A mí tampoco.

Silvia dijo:

--Mi último novio sólo quería sexo. Al principio hablábamos sobre libros y películas, pero poco después, él sólo quería hacerlo, todo el tiempo.

--Sabes que me importas mucho --dijo Wes rápidamente, casi interrumpiéndola--. Nunca quise atreverme a hacer algo que no te gustara. Pero si me comparás con alguno de tus amores pasados, me voy a hacer pis.

Silvia se rió ruidosamente. Sus globos rebotaron entre las manos de Wes.

--Oh, lo siento.

--Está bien --dijo Wes, con una sonrisa. Suspiró. --Tal vez podamos hablar sobre libros y películas otra vez, cuando regresemos a la escuela.

Silvia preguntó:

--¿Qué creés que nos sucederá?

--¿Cuándo regresemos?

--Mmm... ajá...

--Seremos amantes --dijo Wes--. Nos comprometeremos, y seremos novio y novia.

--Yo quiero eso.

--Yo lo quiero, también.

--Pero yo quiero esto, también --dijo Silvia.

--¿Querés decir... coger?

--No seas obsceno.

--No trato de ser obsceno --dijo Wes poniéndose a la defensiva--. Tu frase me la dejó picando.

--Te dije que no seas rudo. --Se rió ella.

--¿No quisiste decir sexo?

Silvia sonó malhumorada.

--Es sólo que yo no acostumbro ser tan libre, sexualmente. Esta vez fue más intenso que nunca antes.

--Y sentís culpa, porque no nos hemos comprometido aún.

--Pensás que es una tontería.

--No, en absoluto --dijo Wes, poniendo el asunto en claro--. Algo estupendo está pasándonos, y estoy feliz por dejarlo crecer y volverse tan intenso como quiera. Podemos charlar sobre nuestras vidas y nuestros secretos, o podemos hablar con nuestros cuerpos, o ambas cosas al mismo tiempo, o simplemente estar calmados y disfrutar el uno del otro. Todo lo que sé es que quiero estar cerca de vos, y quiero que todo el mundo sepa que estamos juntos. --Wes no había pretendido ser tan honesto, pero había ciertas cosas dichas por ambos, llegados a este punto, que no podían ser negadas, y no tenía sentido disimularlas. Todo estaba conduciéndolos en una única dirección.

Silvia dijo:

--No puedo creer que estemos hablando así.

--¿Así cómo? ¿Tan abiertamente de lo que sentimos?

--No es justamente eso. Quiero decir, oh, mierda, Wes, ¡vos y yo debemos ser las personas más tranquilas de toda la escuela! Soy tan tímida, Y sé que vos sos introvertido, pero aquí estamos, charlando como si nos conociéramos desde hace décadas.

--Supongo que así es todo comienzo --dijo Wes.

--Pero aún no nos hemos dicho nada --dijo Silvia. Fue un interrogante para Wes.

--No. --Estaba sorprendido por la angustia que descubrió en su propia voz--. Incluso si permaneciera en mi cuarto esta noche, para que ellos no sospecharan, y luego mencionáramos que estamos comprometidos, nadie entendería cómo comenzó todo, porque nadie nos ha visto juntos. Luego tendremos que traer a colación otra mentira, y odio estar mintiendo. No, simplemente saldremos como chicos normales, una vez que estemos de regreso en la escuela.

Silvia se dio vuelta, de modo que su vientre presionó entre las piernas abiertas de Wes. Su pene blando se balanceaba contra ella, y sintió una punzada aguda cuando éste amagó con endurecerse otra vez.

--Quiero que salgamos esta noche --dijo ella.

--Sí, correcto --respondió Wes con sarcasmo--. Una cita, en Chicago.

--¡Nos lo merecemos! --demandó Silvia--. Es en Chicago donde nos conocimos. No podemos irnos sin tener una noche especial.

--Te has vuelto loca, chica(1). No creo que lo digas en serio.

--Vamos, Wes. Vos estás acá, ¿no? ¿Y qué si Faith regresara? Eso no te detendría.

--La puerta del baño esta cerrada.

--¿Ves? Eso es premeditación. Hemos estado teniendo sexo desde hace dos noches, y Faith no sospecha nada. Sé que podrás encontrar la manera, Wes, sólo lo sé. ¿Por favor? ¡Mostrame la ciudad! ¿Eh, por favor?”

Wes besó su rostro, saboreó el agua que continuaba derramándose sobre ellos dos.

--Me enloquece estar bajo la ducha con vos.

--Sos el primer hombre que se ha metido en mi ducha... --dijo Silvia.

--¡Aterrador! Y vos sos la primera chica que se baña conmigo, también.

--Así que somos algo así como 'vírgenes en la ducha' --dijo Silvia--. Tengo otra idea.

--¿Qué? --preguntó Wes.

--Dejame darte una afeitada, también.

--¿Afeitada? ¿Qué demonios planeas?

Silvia ronroneó:

--Decime chanchadas, Wesley. Me gusta que me hagas sentir traviesa. --Ella besó su cuello en la oscuridad y luego recorrió su cuerpo, de arriba abajo. En la penumbra Wes sintió que ella tenía algo en sus manos. ¿Una maquinita de afeitar?

--Vamos Silvia, no lo decís en serio...

--Me afeitaré para vos, mi potro. Vamos a ponernos suavecitos, juntos. Te va a encantar.

--¿Ya has probado hacer esto?

--En realidad, no, tontote. Sos el primer chico con el coraje suficiente como para afeitarse para mí.

Wes ensayó en broma una mueca de insatisfacción. Agarró el jabón y llenó de espuma su verga y sus huevos, bondadosamente. Silvia esperó pacientemente, mientras Wes pasaba la maquinilla sobre sus tupidos pendejos oscuros, una maniobra espinosa ya que no era capaz de ver bien cómo lo estaba haciendo. Tuvo aún más problemas con las bolas, pero se las arregló para quitar casi todo el pelo, sin ningún corte serio. Después que él se hubo lavado, Silvia examinó el trabajo, deslizando la punta de sus dedos por toda la zona.

--Oh diablos, Wes, ¡estás tan suavecito! Es la cosa más sexy que he sentido. --Ella se puso en cuclillas y comenzó a lamerlo.

--¡Silvia, maldición, no creo que pueda hacerlo de nuevo!

--Está bien, nos guardaremos para nuestra cita de esta noche...

Se pararon y se lavaron de veras. Wes usó el jabón y la maquinita de Silvia de nuevo, en su cara. No se dio la más prolija afeitada de su vida, pero confió en que al menos habría eliminado lo suficiente.

--Ya que estamos fantaseando, decime ¿cómo sería tu cita soñada? --dijo finalmente.

--Oh, ya la tengo cuidadosamente planeada --respondió Silvia, al toque--. Primero, nos tomamos un taxi y nos vamos a algún restaurante muy caro. Luego, bailamos un poco, o damos un paseo para comprar algún recuerdo, o algo igualmente romántico. Finalmente, me llevás al lago y nadamos juntos en la medianoche, a la luz de la luna.

--No hay problema. ¿Debería traer conmigo unos pocos lingotes de oro?

--Uno para mí, y otro para vos.

Después de la ducha, Silvia salió y encendió la luz.

--Tenés que apurarte --dijo ella--. Faith terminará de desayunar y la tendremos de regreso. Vistámonos, ¡rápido!

--¿No podrías haberte acordado antes?

Wes había visto a Silvia bajo la luz de las lámparas, pero ahora, parada bajo la explosión lumínica que sucedía en ese baño, Wes observó de verdad a la chica. Tenía las formas de una escultura, era la perfecta traducción del concepto de un artista. Sus combas, los relieves que definían sus músculos, aquellos dos hoyuelos primorosos sobre ese culo. Wes la abrazó y sopesó sus pechos. Los pezones estaban tiesos, y Wes pudo ver sus rosadas aréolas en carne de gallina.

--El último semestre, coincidimos en una clase.

--Sí, me acuerdo --dijo Silvia, mirándolo en su reflejo en el espejo.

--Quise estirarme desde mi banco hasta tocar tu cabello. Me encantan tus rizos. Me cuidé de pensar en maneras pícaras de disfrutar de ellos.

Silvia sonrió:

--Podríamos perder el control.

--Nunca --dijo Wes. Se secó con un toallón, y entonces comenzó a vestirse. Silvia se envolvió en su toallón y abrió la puerta del baño. Asomó su cabeza dentro del pasillo, y luego le hizo una seña a Wes. Dio un salto hacia afuera, mientras Silvia cerraba sigilosamente la puerta detrás de él. Pulsó el botón del ascensor, y cuando las puertas se abrieron, encontró que allí estaba Roger.

--¡Wes!

Wes miró exageradamente las flechas del ascensor.

--¿Apretaste el botón equivocado?

--No, vengo a encontrarme con vos. ¿Qué diablos sucedió anoche?

Wes sintió una punzada de terror.

--¿Qué onda, chico? --Acompañó a Roger hacia la recepción del hotel.

--Quiero decir, Faith se cabreó, ¡y vos me la mandaste de vuelta!

--¿Y? ¿Se la pusiste?

--Sí, pero ese no es el punto. A ver, ¿hasta dónde llegaron Silvia y vos?

--Oh mierda, Roger, ¡cortála!

--Bueno, ustedes no se odian uno al otro, eso es más que obvio.

--Mirá --dijo Wes--. Nosotros no tenemos nada que ver con lo que pasó. Faith entró a la habitación, vos llamaste, ella se fue. Es todo lo que sé. ¿Por qué no dejás de palmearle el culo? Odia que lo hagas.

--¡Porque al contrario, le encanta!

Las puertas del ascensor se abrieron. Wes dijo, en voz muy baja:

--Mirá, si vos querés a Faith de regreso en su antiguo cuarto, está bien por mí. Es bastante extraño compartir un cuarto con Silvia, de todos modos, no importa cuán bien nos llevemos. Aún no nos conocemos tanto.

--No saltes antes de tiempo, compañero. Nada se ha roto entre Faith y yo. Sólo estoy bromeando con vos, ya sabés.

--Sí, está bien, andáte a la mierda. --Wes presionó el botón para cerrar la puerta y se despidió con un adiós de su mano.

Avanzó aliviado; Wes sintió pánico corriéndole por las venas, como agua sucia siendo filtrada. La sola idea de que no podría ver a Silvia esa noche, como planeaba, le punzaba los dedos del pie, por segunda vez.


Cuando llegaron los ómnibus, sólo dos se llenaron con los competidores del concurso. Los demás estudiantes vestían ropas de calle para salir de compras o a pasear por Chicago. Estaban seguramente entre los mejores artistas de todo el país, pero la selección de los jueces había sido brutal, aunque todos sabían que así sería. Sólo un grupo selecto pasaría a las rondas siguientes, y eso implicaba que aún los mejores, los más destacados, estuvieran sujetos a un juego de números.

Wes vestía un traje cruzado, de color negro, a la vez que Silvia se decidió por un abrumador traje de noche rojo, con una pasamanería minuciosa, del mismo color rojo básico que te podés encontrar en tu caja de crayones. Wes se preguntó dónde había encontrado el coraje para vestir algo tan atrevido. Tal vez fuera una recomendación de su entrenador, o en una de esas, ella sentía la misma seguridad en sí misma que él sentía interiormente, desde el momento en que había nacido su affair. Faith se sentó cerca de Silvia, y Wes terminó sentándose solo. De nuevo, no se atrevieron a mirarse abiertamente.

Con dos tercios de los concursantes eliminados, la segunda ronda transcurrió muy rápido. Wes aseguró con clavos el Debussy que había traído, pero después de oír a una chica de la UCLA tocar una acelerada versión de un ridículamente duro Beethoven, casi se dio por vencido. Solamente seis estudiantes, de la división de piano solista, pasarían a la próxima ronda, y sólo había visto a los que se presentaron después que él. Al final, resultó su nombre en esa lista, y casi salta por la emoción. Serían unos competidores formidables los de la ronda final, pero al menos él estaba entre ellos. Todos estarían hablando de él cuando regresaran.

Y todos hablarían de Silvia, también. Ella tocó una versión inspirada del concierto solista para cello, opus 8, de Zoltán Kodály: una jugada muy arriesgada, teniendo en cuenta la popularidad de la pieza y la desnuda, ambiciosa dificultad de la partitura. Ella había alcanzado una profunda concentración y encontró una calma casi mística, que la acompañaría en los pasajes de saltarinas octavas que se sucedieron, casi sin pausas.

Silvia se veía y sonaba como endiablada, en ese llamativo vestido rojo. En un instante durante la interpretación, Wes echó una mirada al salón y a los muchachos que observaban a su chica. Pudo reconocer sus pensamientos, con una mezcla de orgullo y de actitud de chico duro.

De regreso en los transportes, Silvia y Wes fueron la comidilla de todos. Parados fuera de los ómnibus, se encontraron en la improbable posición de ser los centros de atención de todo el grupo: todo el mundo preguntándoles cómo se sentía estar en las finales. Estaban parados casi espalda contra espalda y aún así nunca se dieron por enterados de que estaban escuchándose: cada uno de los dos estaba respondiendo a sus inquisidores sobre el otro.


Después, un nuevo largo recorrido hasta el hotel, esta vez antes del almuerzo. Roger se sentó cerca de Wes.

--Mierda --Roger se mantuvo refunfuñando.

--Escuché que estuviste tremendo --lo consoló Wes.

--Oíste bien. Nunca he actuado tan rígido en toda mi vida. Cuando tenga mi 'prime time' en la televisión, voy a llamar a esos mamones por teléfono a las tres de la mañana y los mearé sobre el auricular. No sabrán qué diablos está sucediendo del otro lado, pero sentirán que alguien está odiándolos, y que ese alguien logró salir a flote. Malditos mamones.

--Eso es muy original.

Faith tampoco había ganado, y Silvia tenía sus manos ocupadas unos pocos asientos más allá. Todavía sostenía las de Faith mientras las dos se abrían camino fuera del vehículo. Ahora todos los estudiantes estaban de nuevo en el hotel, y los participantes de la mañana subieron a cambiarse. El instructor de Wes le apretó con fuerza por el codo y le dijo cuán orgulloso estaba por su actuación. Wes le agradeció y lo inquirió sobre cómo enfrentar el desafío de la pieza final, la del día siguiente.

--Tómate un buen descanso --le dijo el profesor.

Después de diez minutos de charla con el maestro, Wes subió y se vistió con jeans y una liberadora camisa sport. Abajo, en el lobby, varios grupos lo invitaron a unírseles, pero él tenía otros planes. Además, le encantaba la idea de explorar Chicago a solas. Estaría bueno llevarse a Silvia con él, pero eso seguiría siendo aún un deseo. Al fin y al cabo, pasar la tarde con alguien que no fuese Silvia ya no le atraía. Silvia... Silvia... Silvia, el nombre giraba en su cabeza como una bala en un tazón.

Roger estaba esperándolo en la recepción.

--Wes, vení, comé con nosotros. Será mi obsequio por haber ganado hoy. --Wes sonrió pero no contestó nada; esta era su respuesta acostumbrada a las personas que le hablaban bajo estas circunstancias. Tom y Wally, dos de los otros actores, fueron con ellos. Las calles de Chicago resplandecían bajo un cielo despejado de nubes. Los cuatro muchachos trataron de no verse como turistas, bromeando casualmente mientras caminaban, pero era imposible no detenerse ante los edificios de estilo gótico y los escaparates glamorosos en la planta baja de los rascacielos y sus luces de neón. Cruzaron una calle principal de ocho carriles con vendedores de comida inundando las ajardinadas isletas centrales. Ninguno de los chicos era tan frío como para pasar por alto cuán bello era el centro de Chicago.

Comieron en un boliche de hamburguesas llamado Houston’s, que le hizo pensar a Wes en que tendría relación con algún sitio de Texas. Pero el lugar se llamaba así sólo por un ególatra de nombre Houston, aunque tenía, eso sí, un toque de sofisticación. El mesero los condujo por un costado de la barra hasta un comedor decorado con maderas, de suave iluminación. Trajo el agua con unas cuñas de lima-limón.

--Les conté a Wally y Tom sobre Faith --dijo Roger. Se refería, por supuesto, al 'baile de jorobados' que sucedía en el cuarto de Roger.

Wally agregó:

--Y también sobre vos y Silvia.

--Silvia Anderson --tarareó Tom--. Picante criatura.

--Por favor --dijo Wes, tímidamente.

--Vamos --dijo Wally--. Al menos dejanos conocer un vistazo del asunto...

--¿Ella... se masturba? --preguntó Tom.

--Jesús --murmuró Wes--. Cortenlá, cabrones.

Los tres sonrieron burlonamente y aullaron “Ooooooohs”. Roger la siguió:

--Lamento ofenderlo, señor. No sabíamos que estaba... ¡¡enamoraaaaado!!



***

(1) en español en el original. (N. de T.)

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