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Invitando a los amigos a cenar en casa

en Intercambios

Invitando a los amigos a cenar en casa

por Clarke.

 

Se corrieron poco después una sobre el rostro de la otra. Y ahí llegó nuestro turno, el de Herminio y el mío, de unirnos a la fiesta.


MI ESPOSA Y YO HEMOS estado siempre muy excitados con nuestras fantasías sexuales. Y persistimos, hablando y pensando sobre ellas, hasta que finalmente logramos llevarlas, lo más ajustadamente posible, a la realidad. Ésta que ahora voy a relatarles comenzó con la idea de que un amigo nuestro, Herminio, viera a mi esposa desnuda o casi, con su camisón sexy, portaligas y medias sensuales, pero como leerán a continuación, llegó un poco más allá.


La primera oportunidad de darle un espacio a nuestros sueños surgió, casi accidentalmente, una noche: Susana, la esposa de Herminio, se había ido a pasar un par de semanas a Córdoba, a casa de sus padres, y yo sabía cuánto la extrañaba mi amigo en esos casos obligados de abstinencia prolongada. Susana lo complacía en la cama en todo lo que él deseaba; él no evitaba contarme los detalles de su vida íntima con ella, cuando surgía el tema en nuestras charlas. Lo invitamos a Herminio a cenar en casa y tratamos de que la conversación y la velada se pusieran lo más inquietantes que fuera posible.

Mi esposa, Claudia, tiene 30 años, es alta, con un hermoso cabello castaño que cae en bucles amplios sobre sus hombros y un cuerpo que juzgo, yo al menos, cercano a la perfección. En aquella ocasión usaba un vestido con sendos tajos a los costados, de color piel, que destacaba mucho su bronceado, y nada de ropa interior. Claudia es muy extrovertida y después de la cena en casa propuso que nos fuéramos los tres a bailar. Estuvo maravillosa, moviéndose con su soltura habitual, captando la atención de otros hombres aparte de la de mi amigo y la mía, franeleándome en la pista de baile, sabiendo que Herminio nos observaba. Y cambiándolo por mí cuando intuía que él comenzaba a buscar con la vista alguna otra chica que estuviera cerca. Observé que le hablaba a Herminio al oído mientras bailaban y no paraban de sonreírse.

Cuando salimos de la disco nos metimos en un sitio que habíamos descubierto antes de llegar, a unas pocas cuadras sobre la misma avenida en que estaba el lugar que elegimos para ir a bailar. Y que resultó ser un tugurio con espectáculo de strip-tease; ésta maniobra sí que no fue planeada. Los artistas allí hasta parecían aficionados. Nos quedamos expectantes, fue muy divertido ir descubriendo errores o nerviosismos aquí o allá, en las presentaciones de las chicas jovencísimas, y de algunos adonis, que igualmente arrancaban el aplauso entusiasta desde las pequeñas mesas, apenas iluminadas. Era casi de madrugada cuando en el reducto improvisaron un concurso sobre cuál de las mujeres presentes se animaba a repetir el show del escenario. Y claro, Claudia, excitada y fiel a su exhibicionismo, intervino y se ganó el primer premio, dejando a los habitués del lugar con la boca abierta y algunos bultos exagerados, como consecuencia de sus gestos de alto calibre erótico.

Por su parte, Herminio, que nunca había visto a Claudia tan desnuda ni expresándose de tal forma, estaba a mil. Los dos pudimos ver lo excitado que se hallaba al terminar el show, e intercambiamos miradas cómplices de lujuria. Cuando salimos del lugar -ya clareaba el día y estaban casi cerrando-, Herminio casi nos pidió que lo lleváramos a la casa. Era eso exactamente lo que habíamos planeado pacientemente con mi adorable mujercita.

Llegados de nuevo a la casa, preparé unas copas mientras mi esposa desaparecía en su cuarto, diciendo que necesitaba un cambio de ropas. Los dos hombres estábamos sentados en el sofá del living cuando ella hizo su regreso triunfal. ¡A Herminio casi se le cae el vaso que sostenía en sus manos! Claudia se había puesto un sweater de hilo marrón con un escote tan profundo que casi se podían ver sus pezones, y una pollera de cuero color habano que le llegaba apenas a mitad de los muslos. Botas negras y medias color chocolate. Había renovado cuidadosamente su ligero maquillaje. Instintivamente, Herminio llevó la mano a su entrepierna y cruzó las piernas para ocultar su obvia erección. Elogié tanto la belleza de mi esposa que terminé manifestando la idea de tomarle unas fotos. Herminio estuvo de acuerdo. Excitado con los gestos de Claudia ante la cámara, se animó a decir que le gustaría mostrarle las imágenes después a su esposa, que le encantarían. Acabó confesándonos abiertamente que Susana a veces se acostaba con las de su sexo. Y mi esposa, con toda naturalidad, le manifestó cuánto le gustaría conocerla.

Después de la serie de fotografías a Claudia, para las cuales posó vestida y luego prácticamente desnuda, nuestro amigo dijo sin rodeos que si no encontraba alivio a su excitación tendría problemas... Todos nos reímos y yo le hice un gesto de asentimiento a mi esposa Claudia. Ella se acercó a Herminio y se arrodilló entre sus piernas. Él dirigió su mirada hacia mí y yo le hice ver un gesto tranquilizador: los tres tendríamos, a partir de ese momento, un encuentro íntimo, mucho más íntimo que el que Herminio intuyó al aceptar mi invitación.

Yo me bajé el cierre del pantalón, expuse mi miembro y comencé a acariciarlo. Cuando Claudia bajó la cremallera de la bragueta de Herminio y liberó su verga entumecida, éste se tranquilizó, pero el que entonces comenzó a preocuparse fui yo. Nuestro amigo tenía un artefacto mucho más largo y grueso que el mío. Mientras Claudia frotaba encantada ese instrumento, yo terminé de quitarme los pantalones, me puse detrás de ella y comencé a acariciarle los genitales, pasando mis manos por sus labios excitados, introduciendo las puntas de mis dedos, apretándome contra su culo y su espalda. Naturalmente ella ya había empezado a generar abundante lubricación. Froté mi verga contra sus nalgas y vi que Claudia tomaba el grueso sexo de Herminio, lo introducía en su boca y comenzaba a degustarlo con lenta minuciosidad. Deslicé mi verga en la empapada vagina y comencé a penetrarla. No tardó mucho Herminio en explotar contra aquella garganta y me calentó aún más ver que parte de su lechazo corría por la comisura de la boca de mi esposa y por su mentón. Eyaculé dos chorros espesos, todo lo profundo que pude dentro de ella, arrancándole un gemido de placer. Mientras, ella hacía que nada del semen de Herminio se desperdiciara y recogía el que se resbalaba con los dedos, para lamerlos luego.


Después de esa noche recién volvimos a vernos a la semana siguiente, cuando Susana regresó de su viaje a Córdoba. Los invitamos a cenar en casa, tranquilos. Susana es una chica baja pero realmente muy linda, con pelo corto, de color azabache, y ojos muy grandes, de tono verdoso, cambiante con la luz. Al igual que Claudia, tenía 30 años, pero parecía bastante más joven. Estaba muy excitada de conocer a Claudia, después de haber escuchado las cosas que Herminio le había contado sobre nuestras andanzas. Debo aclarar aquí que Herminio y yo somos compañeros de trabajo desde hace ya bastante tiempo, pero por alguna razón nuestras esposas recién se conocieron esa noche. Después de cenar seguimos bebiendo bastante, el humor de todos y el tema de conversación nos iba poniendo cada vez más y más cachondos, y Claudia no tardó en proponerse realizar uno de sus habituales strip-tease, esta vez también frente a Susana, que la alentó encantada.

Cuando un rato después Claudia, entre contorneos sensuales y arropada por nuestros aullidos, acabó prácticamente desnuda, la esposa de mi amigo no dudó de lo que tenía que hacer en ese momento: abrazó a mi esposa, la atrajo hacia sí y comenzó a succionarle los genitales. Claudia parecía deshacerse en gemidos, estaba en el paraíso; pronto los cuatro estuvimos completamente desnudos sobre la alfombra del living. Ahora era Claudia la que lamía a Susana; yo sabía que era la primera vez que ella hacía eso, y sin duda estaba disfrutándolo. Parecía una caníbal devorando las tetas de Susana, mordiéndole los pezones duros, metiendo sus dedos en la vagina de nuestra nueva amiga y luego lamiéndolos hasta dejarlos limpios de los deliciosos jugos. Mientras las dos chicas se estaban ocupando una de la otra, en una danza frenética ante nuestros ojos, nuestros oídos y olfatos, parecieron olvidarse de lo demás que existía más allá de la alfombra y en el resto de la habitación. Se corrieron poco después una sobre el rostro de la otra. Y ahí llegó nuestro turno, el de Herminio y el mío, de unirnos a la fiesta. Fue fantástico, nuestras fantasías se volvían realidad, superando nuestros sueños eróticos más recordados y comentados.

Me estremecí sin control mientras Susana me lamía los testículos y Claudia me chupaba la estaca brillosa por sus propios jugos; al mismo tiempo Herminio penetraba a mi esposa desde atrás, bombeando rítmicamente y haciendo chocar su pelvis contra los glúteos cimbreantes. Al rato, Susana estaba mamándome con fuerza la pija, que nunca había visto empalárseme tanto, hasta hacerme llegar en su boca y salpicarle tiras de semen por toda la cara. Me caí agotado, agradecido. Lo único que lamenté era no haber puesto a mano la cámara fotográfica para plasmar a Susana y a Claudia besándose, deslizando sus lenguas profundamente una dentro de la cavidad de la otra, mientras mi semen se deslizaba y era degustado dentro de la boca de mi esposa. En eso estaba pensando cuando Herminio se desahogó, dando roncos gemidos, en la vagina empapada de Claudia y le pidió después que se pusiera agachada sobre la cara de su esposa, para que ésta pudiera lamer hasta saciarse la mezcla de jugos que mi adorada Claudia rezumaba.


A partir de aquella noche nos hemos reunido regularmente, a veces hemos salido al cine e incluso a cenar afuera, pero invariablemente acabamos en casa la jornada... y ahora hasta estamos planeando, incluso, viajar los cuatro juntos a algún sitio solitario y paradisíaco, para expandir la exploración de nuestros cuerpos y sabores en algún lugar de esos que también aparecen en nuestras más elaboradas fantasías. Supongo que con este inicio nuestra amistad pinta sin problemas para mucha más experimentación. Ya veremos.

 

***

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