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La cabaña del amor

en Hetero: General

El sonido de mi máquina de escribir alternaba con el crujir de la madera al caer las gotas de lluvia. Hacía una tarde de otoño preciosa, anochecía ya en el campo, la cabaña comenzaba a oscurecer, tan solo me alumbraba el cálido fuego de la chimenea. Las ramas de los pinos no cesaban de agitarse. El viento era fuerte y movía de vez en cuando la puerta. Todo allí era tranquilidad, una tranquilidad absoluta. Sin embargo había algo que me molestaba, el tic tac del reloj situado sobre la chimenea, me desconcentraba y parecía querer sacarme de la tranquilidad que me poseía. Me levanté descalza y cuidadosamente quité las pilas. Tuve la sensación de parar el tiempo. Escuchaba los sonidos exteriores y salvajes de la naturaleza. No había nadie más en los alrededores, no solíamos tener muchos visitantes, y mucho menos con la fuerte lluvia que había hecho su aparición aquella mañana.

Me senté cerca de la ventana, contemplando los truenos y relámpagos. Miguel estaba en la habitación, no se sentía bien y se había echado en la cama.

Estuve observando a través de los cristales durante más de media hora. Tal vez por la situación de soledad compartida con Miguel, que aunque no estaba a mi lado, le sentía respirar desde la habitación, o por la necesidad de calor que me invadía, comencé a notarme húmeda. Me vinieron a la cabeza una de tantas escenas apasionadas vividas, y el deseo se fue adueñando de mi cuerpo. Por un momento estuve a punto de correr a la habitación, pero me contuve. Sabía que Miguel se sentía mal. Llevé casi instintivamente mi mano derecha a mi sexo, y me acaricié por encima del pantalón. Un ruido repentino me sobresaltó. La puerta de la habitación se abrió, y pude ver a Miguel, entre las sombras, la única luz que había en el salón era la del propio fuego. Se quedó parado, mirándome durante unos segundos y posteriormente caminó despacio hacia mi. Me susurró:

-Cariño, tienes frío? Te noto agitada e intranquila.

-Sí, un poco

-Ven, acércate a la chimenea...

Su tono de voz me recorrió el cuerpo y terminó en un escalofrío. Me tendió su mano, besó mi frente y se sentó junto a mi delante de la chimenea.

-Voy a buscar una manta.

Se levantó y se dirigió a la habitación. Mientras tanto yo me limité a esperarle allí sentada, invadida por el deseo, excitada por la situación, mirando el fuego...

Miguel me puso la manta por encima, y se sentó. Me rodeó por la cintura y me apretó contra su pecho. Su corazón latía apresuradamente, y el calor que emanaba de él me hacía sentir protegida y querida. Me besó la frente, poco a poco fue bajando hasta mi mejilla con una serie de tiernos besos enamorados, hasta encontrarse con mi boca, que esperaba la suya ansiosa. Nuestras lenguas se entrelazaron, se buscaban y jugueteaban mientras sus manos acariciaban mis pechos. La pasión se apoderó de nosotros, un juego ya imposible de parar. Con la más sutil sensibilidad me tumbó en la alfombra al tiempo que nos besábamos, me acarició el pelo a la vez que me susurraba palabras que adormecían mis sentidos. Era peor que una droga. Él y yo fundidos en un intercambio de fluidos, del cual sólo eran testigos el fuego, y la propia naturaleza. Quité su camisa, desabrochando con paciencia cada uno de los botones de arriba abajo, dejando al descubierto su torso masculino. Me encantaba olerle y ahogarme en su cuello a la vez que el me besaba el camino desde la oreja hasta el hombro. Él levantó mi camisa con suavidad y bajó los tirantes de mi sujetador. Me acarició los hombros y bajó lentamente por mi espalda, ruta que finalizó en el enganche del sujetador. Lo desabrochó cuidadosamente y mis pechos quedaron al descubierto. Los acarició con las dos manos y acercó su boca a uno de ellos haciéndome esbozar un gemido que expresaba mi descontrol, mi completa entrega a sus manos, al placer de sus caricias, al olor del amor...

Mordía y chupaba mis pezones, ya erectos completamente por la combinación del frío y la excitación. Yo tenía mis manos alrededor de su cuello y con la yema del dedo índice acariciaba sus labios. Nuestras bocas se encontraron nuevamente, como queriéndonos meter uno en el cuerpo del otro. En ese momento mágico llevé mis manos al botón de su pantalón, bajé tiernamente la cremallera, despacito... y por encima de sus calzoncillos le acaricié haciéndole emitir un sonido de placer que provocó el desliz de mis jugos por las paredes vaginales. Los dos nos pusimos de rodillas, yo bajé su pantalón, y él el mío. No dejábamos de besarnos, cada vez con más deseo y pasión. Dos gotas de sudor caían por su frente, y mi nariz estaba humedecida. Bajé sus calzoncillos y su miembro estaba completamente erecto. Mis braguitas bajaron por mis piernas, dejando mi sexo en contacto con el aire. Se acercó a mi, yo lo apreté contra mi cuerpo desnudo hasta que su miembro quedó atrapado entre mis piernas. Nos movíamos al mismo compás, con el sonido de los troncos quemados por el fuego. Gemíamos ambos extasiados y descontrolados abandonados al placer. Yo me agaché un poco y recorrí su glande enrojecido con la punta de mi cálida lengua. Su respiración se aceleraba progresivamente, me introduje entonces su pene entro en la boca, y lo saboreaba como una niña con su caramelo. Lo lamía, entraba y salía de mi boca mientras acariciaba con la mano sus huevos. Me agarró por los hombros y me tumbó en la alfombra, abrió mis piernas y su lengua fue directa a mi clítoris. Me retorcía de placer, no podía evitar gemir sin parar cuando me succionó el clítoris, lo chupaba con tanta delicadeza que me hizo llegar a un orgasmo indescriptible. Bebió mis jugos e introdujo su lengua en mi. Se incorporó y se colocó sobre mi, siempre sin dejar de besarme y jugar ambos con las lenguas. Abrió mis piernas con las suyas, yo estaba tan lubricada que su pene entraba a la perfección, pero aún así prefirió hacerlo despacito y disfrutar de cada milímetro de mi interior. Noté la puntita, después un poquito más...así hasta que tocó fondo y sus huevos chocaron en la zona que va desde la vagina hasta el ano. En ese momento empezó un mete-saca primero lento y conforme aumentaba la excitación más y más rápido. En ese momento el fuego se apagó, nos quedamos a oscuras haciendo el amor, y tras unos minutos de fusión entre ambos cuerpos Miguel se vació dentro de mi. El hecho de notar su amor licuado dentro de mi, me llevó al paraíso alcanzando un orgasmo intenso y prolongado...Acabamos abrazados, jadeando, él todavía encima y dentro de mi.

No éramos conscientes de la hora...el reloj permanecía parado, nos hallábamos en un mundo compartido, solos, él y yo. Los dos quedamos inmersos en un profundo sueño. Despertamos horas más tarde, todavía abrazados y sintiendo el calor mutuo. Nos miramos a los ojos, y aún adormecida alcancé a escuchar...

-Te quiero...

 

Mary, ESCORPIONA

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