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El Escorpión

en Hetero: General

Me mata. Me enloquece. Me posee. Me envenena... Así es El Escorpión.

Tirada sobre la cama, completamente desnuda, sola en la habitación, perlada en sudor. Soy como el animal que espera ser poseído. Abandono cualquier tipo de raciocinio...me dejo llevar por mis instintos.

Dónde estás...

Susurro entre las cuatro paredes que me rodean

Mi mano es cálida, intenta hacer el trabajo del Escorpión, pero es imposible. Sólo aviva más mi deseo. No sacia mi sed, la potencia.

Mis pezones están erectos, los rodeo con mis dedos y siento un escalofrío. Mi cuerpo vibra. Uno de mis dedos se introduce en mi boca; los gemidos se prolongan, me retuerzo entre las sábanas y mis manos recorren cada una de las curvas de mi cuerpo empapado.

Necesito mi dosis. El veneno que me da la vida, la sal que me quita la sed. Es peor que una droga.

Ahí está, me observa desde el marco de la puerta. La luz es suficiente para distinguir su silueta. Ya lo puedo oler...sentir...

Lentamente se acerca al borde de la cama. Yo estoy quieta, ni un movimiento, sólo contemplo los suyos.

Me incorporo, y me aproximo a él. Nuestras bocas se buscan desesperadamente, no nos besamos, sólo nos aproximamos. Siento su aliento, su respiración agitada, no más que la mía. Únicamente un albornoz cubre su cuerpo. Es cuestión de soltar el lazo que rodea su cintura. Ambos desnudos, creo que es todo perfecto, no hace falta nada más para tocar la felicidad por unos instantes.

Ahora estoy de rodillas, frente a él. Sobre la cama. Mi lengua y su lengua se unen, una busca a la otra...una serie de besos encadenados. Es inexplicable la excitación que sentimos en ese momento, cada beso, cada caricia es una sensación nueva.

Sientes lo mismo qué yo?

Me pregunta entre jadeos. Yo le respondo con un beso. Besos feroces, ansiosos...

Me voy a ir con un solo roce tuyo cielo...

Sus dos manos, una en cada pecho. Acariciando mis pezones sutilmente. Está tan excitado que puedo notar su aguijón rozando mi clítoris. Mis uñas se clavan en su espalda, nuestras miradas se cruzan, y nos abrazamos mientras él besa mi espalda. Mi lengua recorre su cuello desatando espasmos en su cuerpo. Estamos ardiendo, la temperatura de nuestro cuerpo asciende poco a poco. Somos como dos arácnidos que se esconden en su cueva, alejándose del mundo, adentrándose en el suyo propio.

Agarrándome por las muñecas me tumba sobre la cama. Sus piernas invitan a separar las mías. Mi cuerpo pide a gritos sentirme suya. Me vuelvo loca, loca de placer, de deseo, de...

Ya le siento sobre mi, el peso de su cuerpo, su torso masculino oprime mi pecho. Está a punto de clavar su aguijón. No puedo evitar lanzar al aire un grito desesperado cuando al fin penetra mi ser. Mis manos toman el cabecero de la cama, apretando con fuerza... deseo que me bese, que no pare, que me posea por completo. Nuestras respiraciones cada vez más profundas, una gota de sudor resbala por su frente y termina sobre una de mis mejillas; él lame su jugo, prueba mi piel.

Ahí estamos, entre esas cuatro paredes, testigos del amor carnal, del darse todo, del perder la vida en un instante y recuperarla con más fortaleza.

El Escorpión expulsa su veneno dentro de mi. Soy una vez más su presa. Su presa que corresponde fiel, un escalofrío recorre mi cuerpo, seguido de espasmos, uno detrás de otro, mis músculos agarrotados...un grito ahogado sale de mi. Penetra en mi por última vez profundamente y se desploma sobre mi pecho.

Así permanecemos unos segundos, unos minutos, unas horas...nunca es suficiente.

Es la máxima tranquilidad. Pero el deseo nunca se acaba, el veneno se renueva, la necesidad aumenta. Es una función exponencial que se eleva a infinito.

 

Me mata. Me enloquece. Me posee. Me envenena...Me quiere. Así es El Escorpión.

A ÉL.

ESCORPIONA