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De niña a viciosa, un proceso sensual (1)

en Hetero: Primera vez

-------De niña a viciosa, un proceso sensual-------

I

Me llamo Carolina. Soy adicta al sexo desde hace tanto tiempo, que mis primeras caricias las recuerdo con un chupete. Sinceramente no las recuerdo, fue mi madre quien me lo comentó en alguna ocasión. A los once años descubrí el placer, las puertas hacia un nuevo mundo de banalidades se abrieron para mi. Tuve mi primer orgasmo. Fue leyendo un libro, algo relacionado con nuevas técnicas sexuales que encontré en una estantería de mi casa; uno de esos libros que los padres tienen medio escondidos y llenos de polvo. Quedé fascinada, anonadada; a partir de entonces, la masturbación pasó a ocupar un importante papel en mi vida. No pasaba un día en que no me alejara del mundo para conocer mi cuerpo, para explorar mis rutas más placenteras.

Han pasado algunos años, ahora soy una mujer cuarentona que sigue igual o más enganchada a la droga sexual. Soy jefa de producción en una importante empresa, y está feo decirlo, pero tengo a mis compañeros de oficina rendidos a mi pies. Y eso no es todo; a parte de la gran vida sexual en mi trabajo, el erotismo me acompaña a donde quiera que vaya. Necesito hombres, hombres fogosos y pasivos, que me dominen y a los que yo pueda someter. Esto es sólo un pequeño resumen de lo que ha sido mi vida. Como verán, necesito el sexo casi tanto como el aire que respiro. Ahora les cuento los pasos que he dado hasta convertirme en lo que soy, las principales anécdotas, las que yo recuerdo con más nostalgia; pero por favor, no me juzguen mal; soy sólo una pobre víctima de los bajos instintos que me poseen, me dominan.

Toda historia tiene un principio y un final. Pues bien, ahí va mi principio...

Mi primer orgasmo fue mi perdición. Ahí comenzó todo. Soy hija única y lógicamente por aquellos tiempos vivía con mis padres. Mis hormonas estaban completamente revolucionadas, a punto de entrar en la adolescencia me convertí en una niña introvertida y rebelde. Día tras día me encerraba en mi cuarto para desahogarme; cualquier cosa era motivo de excitación. La manera de masturbarme que me parecía más placentera, era acariciándome con un cojín. Me subía en mi cama y me restregaba como una perrita en celo hasta que notaba como mi coño se humedecía mojando la tela. Tenía muchas fantasías...muchas imágenes que me hacían estremecer mientras la suave tela rozaba mi coño; entre ellas un viejo profesor de historia, bastante entrado en edad que me repugnaba; pero esa misma repugnancia era la que me motivaba y me hacía sentir todas aquellas sensaciones indescriptibles. Que el lenguaje es muy imperfecto, y esta es una de las cosas que jamás sabré expresar con exactitud.

La ducha era otro de mis pasatiempos favoritos; que maravilla aclarar mi concha bien enjabonada con el chorrito de agua que me transportaba a otra galaxia. Siempre me quedará la duda de si mis gemidos llegaron a escucharse tras la puerta; me volvía loca de gusto, mi mano se deslizaba por los azulejos dejando mis huellas, y caía rendida dejando correr el agua por mi cuerpo desnudo, mientras pellizcaba mis pezoncitos divinos.

Estuve siempre expuesta al riesgo de ser vista por mis padres, pero era inevitable. Yo tenía que descargar, se convirtió en una necesidad incontrolable. Recuerdo una vez que mi madre estuvo a punto de pillarme con las manos en...la masa? Algo bochornoso. Justo cuando el orgasmo me llegaba, abrió la puerta sin llamar. Tuve que levantarme apenas sin terminar y tragarme los gritos y gemidos que el cuerpo me pedía. El orgasmo se desencadenó delante de mi madre, mientras ella me hablaba con total naturalidad.

Desde los once hasta los catorce, poco más hay que contar. Todo siguió igual, con mis necesarias dosis de placer diario. Incluso en las vacaciones familiares buscaba cualquier momento para masturbarme y gozar de mi cuerpo.

A los catorce años, yo ya era toda una mujer con interior inocente y aniñado. Mis pechos eran redondos y mis pezoncitos rosados, era delgadita y bien formada. Llevaba el pelo largo, castaño oscuro; una melena lisa y sedosa. Mis ojos negros, ardientes y la boca de fresa que volvía locos a los pitufos.

Yo era una niña educada, sensata y decente. O al menos esa era la imagen que todos tenían de mi. En el instituto los profesores me adoraban, me tenían como a la alumna ejemplar. Todo eso estaba muy bien, pero había algo que nadie sabía. Y es que yo era una diabla en cuerpo de ángel.

Mi profesor de biología, se convirtió en el segundo trimestre en mi víctima número uno. Un hombre maduro, con cara de viciosillo. Estaba decidida a tirármelo, la curiosidad podía conmigo y necesitaba saber lo que era un hombre, o dicho vulgarmente: echar un buen polvo.

Se llamaba Sergio y era perfecto; perfecto para seducirle. Sabía de sobra que no podría resistirse a mis encantos femeninos. Lo planeé todo al dedillo; nada podía fallar. Me pude mi vestido mas sexy, una combinación de sensualidad y niñez; toda una "lolita". Unas braguitas rosas eran el toque especial, un menú con postre de fresas jugosas. La clase de biología era la última, y yo me quedé para preguntarle supuestamente unas dudas que tenía. Me entretuve todo lo que pude, hasta que el instituto estaba prácticamente cerrado y ya no quedaba nadie dentro.

Mi primera táctica fue dejar caer un lápiz al suelo. Al agacharme, Sergio tuvo uno vista panorámica de mi culito tapado por las bragas rosas seductoras. Lo noté en su mirada, estaba empezando a excitarse... El segundo paso fue sentarme en su mesa, delante de él que permanecía en su silla, casi sin moverse. Abrí delicadamente las piernas, dejando ver mi jugoso manjar. Sergio no pudo evitar dirigir su mirada hacia mi abertura, y aunque intentó disimular y apartar la vista, mi descarados movimientos le invitaron a mirar con más confianza. Me bajé de la mesa, me puse frente a él y me acomodé en su rodilla. Él permanecía inmóvil. Yo comencé a rozar mi coñito empapado en su rodilla, de adelante hacia atrás.

Tímidamente colocó sus manos en mis caderas y guió mis movimientos. Ufff...me estaba matando de gusto. No aguantaba más, así que me arrodillé y fui directa hacia su entrepierna. Sergio dio un vote. Su paquete era más que evidente, su polla estaría debajo ansiosa por salir, por ser besada y mimada. Bajé la cremallera con delicadeza y desabrochando los botones de su slip, apareció ante mis ojos una belleza enorme, nunca mejor dicho. Sergio se retorcía de gusto, dirigía su mirada al techo y colocando sus manos en mi pelo me guió hacia tan ansiado aparato. Lo besé en la puntita, poco a poco fui introduciéndolo en mi boquita. Lo lamía y relamía una y otra vez; mi coño palpitaba mientras mi querido profesor gemía y se movía como un loco poseído. Tras un breve ensanchamiento de su pene, una cantidad insospechada de leche salió disparada hacia mi cara, mojando mi pelo e inundando mi boca. Sergio no se rindió. Se puso de pie, y empujándome contra la mesa me levantó el vestido y bajó mis braguitas con fuerza. Paseando sus húmedas manos por mis muslos, comenzó a besarme apasionadamente, lamiendo mi cara y mi cuello. Su manos llegaron a mis pechos. Pellizcaba mis pezones cuando vi que de nuevo tenía una potente erección. Se acercó más a mi, y tomando la punta de su polla con la mano, la dirigió a mi clítoris. En ese momento creí que me desmayaba de placer, tuve mi primer orgasmo acompañada.

Aprovechando mi lubricación espectacular tras el orgasmo, introdujo esa puntita que me había llevado al éxtasis. No pude evitar chillar como una loca cuando comenzó a empujar. Mmmmm...metía y sacaba su pene con total suavidad. El pequeño dolor que sentí en la rotura del himen no fue nada comparado con el gustazo que me proporcionaba. De nuevo otro orgasmo interminable cruzó mi cuerpo, agarrándome a la mesa gemía como una zorrita. Sergio era un tipo serio, y consideró descabellada la idea de vaciarse dentro de mi, así que mientras yo aún sufría los últimos espasmos de aquel orgasmo, sacó su regalito y se corrió sobre mi vientre, rociándome con su néctar.

Fue una experiencia realmente inolvidable. Tras ese encuentro con mi profesor, hubo otros tantos, pero por supuesto en lugares más seguros. No era nada conveniente para ninguno de los dos ser vistos o...escuchados; porque la verdad es que soy toda una escandalosa.

Seguiré mis anécdotas en la siguiente entrega.

Una amante sin fronteras.