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Erotismo y sensualidad

en Erotismo y Amor

Antes de comenzar a leer, este relato va dirigido a todos aquellos románticos que, aunque pocos, se que visitan esta web. Un intento de acercarse al erotismo, dejando a un lado la ordinariez. Si no es esto lo que ahora buscan, sólo es cuestión de pasar a otro. Tiene que haber variedad...

 

Ámbar y Jorge habían cenado juntos esa noche. Los dos se miraban a los ojos, era imposible disimular el dolor y la angustia , pues formaba parte del ambiente. Ambos sabían que esa sería la última noche juntos, Jorge se iba, al día siguiente tomaría su camino, lejos de Ámbar. Entre los dos había una gran distancia aparente, Ámbar comenzaba a vivir y Jorge tenía ya su vida prácticamente resuelta. Él la amaba demasiado y no quería marchitar una flor. Mes y medio después él estaría casado con la mujer que le había acompañado por casi más de la mitad de su vida, y ella seguiría construyendo su vida, pero con una ilusión convertida en herida profunda.

Durante la cena, pidieron el mejor cava, y brindaron por el simple hecho de haberse conocido, pues había marcado sus vidas para siempre. Intentaron que la velada, su velada, fuera perfecta; y sobre todo, que aquel momento estuviera impregnado de felicidad, escondiendo sus penas bajo la mejor de las sonrisas. Sus pies no dejaron de entrelazarse ni un segundo, el contacto de su piel alimentaba el erotismo y la pasión. Jorge acariciaba sutilmente las piernas de su acompañante y ésta mordía su labio inferior. El roce era más que suficiente para despertar la excitación de Ámbar, y el cava nublaba en buena parte la realidad. Los dos empezaban a sentirse incómodos, lo único que deseaban en ese momento era estar juntos, solos y juntos. Lejos del mundo, de las críticas y e las miradas acusadoras. Ese era uno de los privilegios de los que disfrutaban, la compañía del otro era todo lo que anhelaban y necesitaban. El restaurante era de mucho postín, y casi todas las mesas estaban ocupadas. Pero ellos estaban en su propio mundo, sus ojos no se fijaban en nada ni en nadie, sólo en ellos.

Ámbar se quitó el elegante zapato de tacón que llevaba y dirigió su pie hacia el punto de placer de su hombre. Lo acarició con ternura y picardía a la vez. Jorge no pudo ocultar el gesto de excitación que se reflejó en su cara. Siempre sin dejar de mirar los ojos juguetones de Ámbar. Así, estuvieron un rato, dando rienda suelta a su juego, hasta que el camarero les trajo el postre. Mouse de limón que compartieron, muy dulce y jugoso, como los labios de Ámbar.

A la salida, el coche de Jorge estaba aparcado a unos metros del restaurante. Los dos enamorados reían y se besaban a cada paso que daban. Una vez en el coche, Jorge no pudo aguantar la espera, aún les quedaba media hora de carretera hasta llegar a su casa, y besó el cuello de Ámbar apasionadamente. A ella se le escapó un gemido, seguido de un suspiro que motivaron a Jorge para morder con suavidad la piel que palpaba. Ámbar puso su mano izquierda en la mejilla de Jorge y le acercó hasta su boca; se besaron apasionadamente. Desde que se conocieron, siempre se habían besado como si cada día juntos fuera el último. Realmente sus días siempre estuvieron contados. Jorge arrancó el coche.

Desde el primer kilómetro que recorrieron, la mano de Jorge estuvo posada en la pierna de Ámbar. Acariciando, deslizándose desde la rodilla hasta su entrepierna. Ella llevaba un vestido negro, como siempre de un gusto exquisito. Le gustaba impresionar a Jorge, ya que de alguna manera siempre se sintió inferior y hacía cualquier cosa para captar su atención. Quizás no se daba cuenta de que él la veía siempre hermosa, incluso desarreglada, porque sus ojos apuntaban más adentro.

Ámbar estaba al borde de su aguante, y las amorosas caricias la hicieron enloquecer, él sabía como hacerla vibrar, sentir...y dejarse llevar. Así fue como un orgasmo pronunciado conquistó su cuerpo. Su mano derecha se apoyó sobre la ventanilla, apretando y queriendo arrastrar sus uñas por el cristal, mientras la izquierda estaba sobre la de Jorge, guiándola e invitándola a conquistar su ruta femenina. Él, testigo de aquel momento entrañable para los dos, le dedicó una sonrisa junto a una mirada furtiva, que fue respondida con un beso al aire por parte de Ámbar.

Pasada la inmensa excitación sólo en el interior del coche se escuchaban sus respiraciones. No pronunciaron palabra. Al llegar al punto final, Jorge echó el freno de mano y miró a su compañera. Parece ser que no hicieron falta palabras, y los dos salieron del coche. El garaje de la casa estaba totalmente a oscuras, tan solo alumbraba la tenue luz del interior del auto. Se aproximaron, entrelazaron sus brazos, Jorge arropó la cintura de Ámbar, besó su nariz y posteriormente se abandonaron al deseo. Se besaron, una y otra vez, y mientras la luz del auto cesaba hasta que dejó de alumbrar por completo, ambos se olvidaban de todo, entre caricias, ahogándose en sus perfumes. Ámbar estaba apoyada en la puerta del conductor, y Jorge tendido sobre su cuerpo, rozando cada centímetro de su piel. Dos cuerpos fundiéndose en uno y la entrepierna de él rozando la de su hembra. Sus lenguas jugaban, Ámbar le abrazaba tan fuerte como podía, y después de tirar su chaqueta al suelo abrió su camisa rompiendo los dos últimos botones. Jorge pasaba sus manos por los hombros de ella y deslizó cuidadosamente los tirantes del vestido, dejando su pecho al descubierto. Se tomaron de las manos y se dirigieron arriba, al salón. EL vestido de Ámbar cayó al suelo mientras subía por la escalera, llegando arriba tan solo con sus braguitas de encaje color salmón y los zapatos de tacón. Volvieron a besarse, necesitaban sentirse el uno del otro, una dosis mutua; era una droga incurable. Sus manos recorrían sus cuerpos, de arriba abajo , Ámbar conocía cada rincón del cuerpo de su amado y este había invadido cada parte de su ser. Él la tomaba en brazos a ella, y ella rodeaba su cintura con las piernas. Quedó tirada en el sofá, y él de pie, frente a ella, que con paciencia desabrochaba su pantalón. Jorge quedó con los pantalones en el suelo, desnudo completamente. Ambos se contemplaron, y Jorge procedió a despojar de sus braguitas a Ámbar.

Estaban los dos completamente desnudos, en el salón, iluminados por la luz de la luna. Jorge tenía su instrumento completamente erecto, apuntando a su hembra extasiada y humedecida. Ámbar aproximó su boca al núcleo de placer de Jorge y comenzó a lamerlo y saborearlo, rodeando con su lengua cada parte de él. Jorge gemía y acariciaba el pelo de su fémina, se ahogaba en su propio placer, difícilmente respiraba. La lengua de Ámbar era su perdición; ella sabía hacerlo como nadie, tal vez porque le conocía también mejor que nadie...

Jorge tomo a Ámbar de la barbilla, y retiró su cara; abrió delicadamente sus piernas y se apoyó en ella. Quería entrar en ese preciso instante en ella, pero actuó con paciencia...despacito...

Ámbar estaba fuera de sí, tenía sus manos en el culo de su macho, atrayéndolo hacia si. Notó como la puntita rozaba su cueva, sintió un tremendo escalofrío. En sucesivos vaivenes de su cuerpo sobre el de ella iba penetrando cada vez más profundo, hasta que Jorge entró por completo en el cuerpo de Ámbar. Un gemido salió de la boca de ambos. Ámbar jadeaba, su jadeo se hacía más fuerte conforme Jorge la penetraba. Se movían acompasados sometiendo sus cuerpos a distintas posturas, acoplándose a la perfección. Jorge entraba y salía una y otra vez de Ámbar, sus gemidos, jadeos e incluso gritos se hacían cada vez más agudos. Los dos gozaban como locos poseídos. Ámbar se acopló encima de Jorge, ahora ella quería tomar el control. Se puso encima de él, y guiando su miembro hacia su oscura cueva comenzó a balancearse sobre él. Se besaban y se lamían el uno al otro. Las paredes vaginales de Ámbar empezaron a contraerse y entró de nuevo en un orgasmo divino que la llenó de placer. El orgasmo de Jorge llegó justo después, que ahogando un grito colmó con su veneno mágico el interior de su amada.

Ella quedó sobre el cuerpo de Jorge, tendida sobre su pecho desnudo, con la cara apoyada en su hombro derecho, mientras él le acariciaba la espalda, desde el cuello hasta el comienzo de sus nalgas. Aun seguían fundidos en un solo cuerpo, sintiendo el deslizar de sus flujos. La sutileza del amor en estado líquido.

Serían las 2...las 3 o las 4 de la madrugada...que más da. La luna brillaba igual, y ellos se perdían en el sueño.

Al día siguiente todo ocurrió según lo previsto.

Han pasado tres años, Jorge vuelve a ser libre. Ámbar sigue esperando.

"El amor no da más que de sí mismo y no toma nada más que de sí mismo. El amor no posee ni es poseído.

Porque el amor es todo para el amor." Khalil Gibran

Espero comentarios.