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La mujer del piano

en Hetero: General

-----La mujer del piano-----

Recordando aquella noche, aún puedo sentir el olor a tabaco negro y perfume, en la pequeña taberna inglesa de Birmingham.

Estuve allí por trabajo, cerca de dos semanas. Andaba solo por las calles del centro de Inglaterra, buscando algún sitio ameno en el que poder echar un buen rato y sentirme un poco acompañado. Estaba enamorado de mi trabajo, pero era una puñalada tras otra, son las cosas de los negocios. Más de cinco reuniones diarias, altos ejecutivos de caza y muchas zanahorias para comer.

Sólo encontré abierta una pequeña taberna, "The Piano" se llamaba.

Nada más entrar una nube de humo me nubló la vista. Habría unos diez hombres borrachos y una mujer. Una mujer bellísima. Me llamó la atención su saber estar. A pesar de estar rodeada de todos aquellos moscones, la mujer permanecía serena, aguantando todo tipo de comentarios obscenos. Supongo que era parte de su trabajo.

Tras la barra había un hombre rubio, entrado en edad, con su típica cara de inglés de mejillas sonrosadas. Mucha cerveza y música soul de los 70 marcaban la noche.

La mujer de la barra no había apartado su vista de mi desde el momento en que crucé la puerta. Tenía los ojos negros. Una mirada penetrante que habría matado a cualquiera. Un dulce caramelo marcado por la cruda realidad, por la dureza de la vida. Era morena, su pelo cortado al estilo melenita francesa no llegaba a tocar sus hombros de piel blanca. Llevaba un vestido de raso negro, sin ningún adorno. De tirantes dorados.

En la taberna había un piano de cola, justo en medio, alumbrado por un foco de luz blanca. Un hombre bajito vestido de traje se sentó dispuesto a tocar.

Paró la música. La mujer se acercó al piano, la luz mostraba su belleza en toda su plenitud. "You keep saying you got something for me, Something you call love but confess..." Su voz sonaba divina; divinamente hermosa. Era dulce y melosa. Con mi copa en la mano me acerqué al piano. Estaba frente a ella. Sentada en su banqueta cantaba y me miraba con ojos pícaros..."these boots are made for walking, and that's just what they'll do, One of these days these boots are gonna walk all over you..." repetía mientras me encandilaba con sus ojos de felina. Era una Nancy Sinatra con una sensualidad explosiva. Sabía que aquella mujer no sería mi compañera de vida, ni tampoco la mujer de mi vida, pero deseaba disfrutar de aquel cuerpo por unas horas. Abrió sus piernas dejándome ver una mini prenda interior del mismo color del vestido. Sin darme cuenta había activado la circulación de mi enorme pene, que luchaba por salir de mi pantalón.

"

Are you ready boots? Start walking..."

La mujer dejó su banqueta y se aproximó a mi. Sutilmente me susurró al oído:

Are you ready darling...?

Yes baby

Hizo una seña al camarero, y poco después oímos una melodía típica para disfrutar agarrados. Aquella mujer de bandera se pegó a mi todo lo que pudo, y comenzó a moverse marcando sus curvas de diosa. La forma de sus senos rozaba mi pecho, mis manos en sus caderas, deslizándose, descubriendo cada rincón de su cuerpo. Me embriagaba con su perfume, su pelo tapaba su tez aterciopelada. Nuestras manos jugaban acariciándonos, sintiéndonos, rozándonos...las respiraciones se agitaban, nos dejábamos atrapar por el deseo. Su mano en mi paquete me hizo estremecer. Pellizqué su trasero y me besó en la boca. Fue un beso inocente, pero el más erótico de mi vida. Rodeándola por la cintura la acerqué a mi y la besé apasionadamente. Nuestras lenguas parecían dos serpientes, feroces, hambrientas.

Se apartó de mi, y tomando mi mano me condujo a una zona oscura, tras la barra. Había unas escaleras alumbradas por una luz que colgaba de la pared. Ella iba delante de mi, la vista era excepcional, el vestido dejaba ver la parte trasera de sus muslos, tersos y suaves.

Una habitación oscura, alumbrada tan sólo por la luz de la luna, una cama de muelles y una cómoda que sostenía una vela era nuestro escenario. Ella prendió la vela con una cerilla. Se agachó y conquistado por mi excitación la tomé por la cintura y subí su vestido, dejando al aire su belleza femenina. Desabroché mi pantalón, el cual cayó por su propio peso, al igual que mis calzoncillos. Mi pene estaba completamente erecto, una gotita de líquido preseminal humedecía la punta, haciéndolo brillar a la luz de la vela.

Ella llevaba un tanga de hilo mostrando las dos nalgas perfectas. Retirándolo un poco jugué con su bello púbico, acaricié su clítoris, y mi dedo humedecido por sus jugos se deslizó por toda su raja. Ella gemía apoyada sobre la cómoda, con las manos semiabiertas arañando la madera con las uñas. Aproximándome a ella coloqué la puntita de mi pene a la entrada de su vagina empapada y dilatada de su propia excitación. Empujando con firmeza entró todo de golpe, provocando un grito desgarrador en ella. Empecé a moverme en su interior, tras un movimiento circular mi pene encajó a la perfección y ella levantando su culito me pedía más...Entraba y salía de ella, cada vez más rápido, de una forma brutal. El sudor corría por mi frente, y su espalda estaba empapada bajo el vestido de raso.

Mi hembra inglesa se apartó y se arrodilló frente a mi. Introdujo mi pene en su boca de caramelo, mientras una de sus manos acariciaba mis testículos y la otra la base del duro tronco que era recorrido por su cálida lengua. Era magnífico, mis ojos casi en blanco, observándola a ella darme placer, y mirando al techo, suspirando y gimiendo de gusto. Mis manos acariciaban su pelo. No di más de si y estallé en un orgasmo tremendo que agarrotó cada uno de mis músculos, privándome de todo movimiento. Mi dulce y jugoso néctar colmó la boca de aquella mujer de ojos negros, salpicando sus mejillas. Ella lamió hasta la última gota de su premio.

Me dejé caer sobre la cama, extasiado, y aún con algunos espasmos corporales producto de la explosión interna de placer. Tenía los ojos parcialmente abiertos, y pude ver como se quitaba el vestido, dejándolo sobre una silla a los pies de la cama. Se despojó también del pequeño tanga a juego con el vestido dejándolo en el mismo suelo y se colocó sobre mi, con las piernas abiertas. Se sentó en mis muslos; yo me incorporé y mis manos masajearon suavemente sus senos redondos, de pezones rosados, realmente preciosos. Notaba su humedad en mis piernas, y eso me hizo volver a una nueva erección. Se incorporó un poco, e introduciendo se ella misma mi pene en su interior, comenzó a cabalgarme. Se movía lentamente, de arriba abajo, en círculo...me estaba matando de gusto. La inglesita podía conmigo.

Mis manos en su culito de seda, mi lengua saboreando sus pezones como un animal hambriento y sus uñas clavándose en mi espalda, cabalgando cada vez con más fuerza hasta que noté como se contraían sus paredes vaginales, presionando mi pene a punto de estallar de nuevo. Gimió desesperadamente y yo la penetraba más y más hondo. Sumergidos en el placer carnal mi néctar inundó su jugosa cueva, navegando por sus rutas más oscuras. Presos ambos por la descarga del momento. Nos dejamos caer sobre la cama de muelles, que durante todo el acto había marcado el ritmo y abrazados y perlados en sudor nos venció el sueño.

Me desperté dos horas después. Ella seguía dormida. Su pelo suave de color castaño dorado tapaba la mitad de su cara de ángel. Me vestí alumbrado por la vela, que aún mantenía viva su llama y la besé en la frente. Hizo un leve movimiento, abrió los ojos y dijo:

Bye bye love...bye bye happiness...

Cerró de nuevo los ojos y yo salí de aquella oscura pero inolvidable habitación.

Esa fue la última vez que vi sus ojos negros. De haber permanecido un poco más en esa habitación, probablemente no estaría contando esta historia como única y aislada, sino como la primera de mis múltiples actos de amor con mi mujer.

Es bueno que sepan que un año después, hundido en mi soledad volví a Birmingham, a buscarla, pero ella ya no estaba. Ni siquiera sabía su nombre. Nadie supo decirme nada sobre aquella mujer...

Un anónimo eternamente arrepentido