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Que buen tío es mi tío Rober (1)

en Amor filial

Mi tío Rober y yo, habíamos estado siempre muy unidos. De hecho fue él el que acompañó a mi madre en el parto, ya que mi padre no tuvo el valor para verme nacer. Hizo muchas veces de niñera conmigo; mis padres trabajaban y mi tío estuvo siempre dispuesto a hacerme compañía. Jugaba conmigo, me leía cuentos...era como mi segundo padre. Me enseñó muchas cosas de la vida, entre ellas los placeres banales. Qué buen tío era mi tío Rober.

Rondaba yo los quince cuando empecé a hacerme una mujercita, ya interesada en elegir mi propia ropa, salir con mis amigos, indagar en temas aún no descubiertos, entre ellos el sexo...en resumen, toda una adolescente observadora y aprendiz.

Una tarde, ya cercano el verano, se me ocurrió pasar la tarde de compras por el centro comercial al que solía ir desde niña. Muchas tiendas, muchas marcas y mucho desesperado por la moda. Mis amigos estaban todos ocupados, así que opté por llamar a mi tío, que seguro estaría encantado de acompañarme. Y efectivamente, aceptó gustoso la invitación. Quedé con él en que vendría a buscarme a casa sobre las 17.00. Y allí estaba, tan puntual como siempre; desde luego no cabe duda de lo buen tío que era mi tío Rober.

Estuvimos dando vueltas por la zona cerca de una hora, hasta que me decidí a entrar en una tienda juvenil, de ropa y complementos de colores vivos y modernos. Cogí dos o tres prendas, entre ellas una minifalda vaquera. Las otras era camisetas típicas veraniegas. Los probadores estaban bastante llenos. Normalmente, mi madre solía entrar conmigo al probador para dar su visto bueno, así que, por qué no iba a entrar mi querido tío?

La dependienta no puso ningún reparo, no podía pensar nada malo de un tío amable que acompaña a su sobrinita a comprar. Y la verdad es que a mi tampoco se me hubiera pasado por la cabeza...

Lo primero que me probé fue una de las camisetas. No llevaba sujetador, el probador era un poco pequeño y me dí la vuelta. Mi tío hacía años que no me veía desnuda, y mi cuerpo había dado un cambio espectacular desde la última vez. Mis senos eran redondeados, no muy grandes pero bastante apetecibles a los ojos de cualquier hombre. Me quité la camiseta, tenía un espejo justo delante, y ví que mi tío miraba asombrado. Cuando vio que me había dado cuenta, retiró la mirada y se hizo el loco. Yo no dije nada, me limité a probarme la camiseta.

Qué tal me queda tío?

Muy...muy bien reina. Hay que ver cuánto has crecido...

Ahora soy una mujer...qué te parezco?

Siempre has sido preciosa cielo, seguro que tienes a todos los chicos locos contigo.

Bueno...no me puedo quejar

Me dispuse a probarme la otra. Otra vez, mi tío se quedó mirando al espejo. Me gustaba que me mirase las tetitas. Y la verdad, se me despertó un instinto nuevo, ahora veía a mi tío como un hombre más; como un hombre que me comía con la mirada. Me di la vuelta tal como estaba. Rober no dijo nada, tan sólo miraba atento. Le cogí las manos y las puse sobre mis pechos. Él me siguió el juego, estaba segura de que así lo haría...con lo buen tío que era, negarse imposible. Acarició suavemente mis tetitas respingonas hasta que mis pequeños pezones se pusieron erectos. Se agachó, y tomándome por la cintura acercó su cara a mi pecho. Lamió con ternura mis pezoncitos, rodeándolos con su lengua cálida. Después empezó a perder el control y las agarró con las dos manos, manoseándolas y chupándolas a la vez. Yo estaba ya muy excitada, tenía el coñito empapado. Qué bien hacía todo mi tío, que buen tío era...

Su bulto era imposible de ocultar. Nunca lo había visto así. De hecho nunca había visto una polla en persona, ni mucho menos la había tenido a mi alcance. Puse mi mano es su abultada entrepierna, y mi tío esbozó un gemido. Tuve que taparle la boca con una mano, mientras bajaba su cremallera con la otra. No quería que nos oyeran, sería todo un escándalo. Esto era sólo un secreto, un agradable secreto entre mi tío y yo. Le bajé los pantalones, y posteriormente sus calzoncillos. Quedé asombrada ante tal tamaño, Rober tenía una polla enorme, de un grosor considerable y con bastante vello. De la puntita salía un líquido transparente, blanquecino. Y no pude evitar acercarme más, hasta que tentada chupé con gusto aquel néctar. Mi tío gemía silenciosamente. La expresión de su cara era única, digna de ver. Y más aún cuando me introduje toda su polla en la boca, y comencé a mamarla como un caramelo. Me agarró del pelo, guiándome y marcando el ritmo. Dirigió mi mano a sus huevos, y yo instintivamente los acaricié. Su polla entraba y salía sin parar de mi boquita. Se apartó, y cogiendo él mismo su polla, apuntó con ella a mi boca, llenándome la cara con su semen ardiendo...

Sacó un pañuelo, y me limpió los restos de semen. La experiencia había sido magnífica y yo había tragado su néctar, el dulce néctar de mi tío.

Dejé la falda en el probador, ya no me interesaba. Y salimos los dos, como tío y sobrina. Tan sólo como un tío que enseña con pasión y ternura a su sobrinita

Rober tenía mucho que enseñarme aún. Por eso, no teníamos tiempo que perder. Yo estaba ansiosa, y mis braguitas demasiado húmedas para seguir allí.

La próxima clase práctica que este buen profesor me dio, la contaré con gusto en la siguiente entrega...

Qué buen tío era y es mi tío Rober!