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Me obsesioné con su olor

en Hetero: General

Hubo una época en la que me refugié en todo tipo de cosas que me aislaran un poco de los problemas y de la soledad interminable por la que pasaba. Uno de aquellos vicios era meterme en un chat de internet, con el mero propósito de amenizar las noches gélidas que pasaba en mi casa de la sierra. Sólo me acompañaba mi perrito, un cocker spaniel color negro con el que más de una vez me había planteado iniciarme en la zoofilia. De ahí mi evidente estado de abandono e insuficiencia sexual.

El motivo de esta ausencia de todo era un despido inoportuno, que no dejaba de ser una injusticia como muchos otros. Me tomé la libertad de regalarme unas vacaciones y tener tiempo para pensar y madurar ciertos temas.

El caso es que en mis tantos accesos al chat antes mencionado conocí a un hombre de Barcelona, dedicado a la enseñanza. Era profesor de filosofía, al menos eso me hizo creer. Tuvimos numerosas charlas nocturnas, los dos nos servíamos de mutuo apoyo, yo con mi problemas y él con los suyos, que no eran pocos. Desde un primer momento disfrutábamos de una compenetración especial, empezando por gustos parecidos y terminando en situación similar anímica. Una semana después de estas charlas, me pidió el teléfono y yo gustosa se lo di. Quedamos en que me llamaría nada más desconectarnos. Me sentía como una auténtica adolescente, pero era una mezcla entre la tontería pura y un sentimiento maduro. El teléfono sonó. Contesté decidida, y tras una pausa silenciosa conocí el timbre de voz del hombre misterioso con el que había compartido mis más íntimos secretos.

Ahí comenzó todo, la terrible obsesión que sólo pude calmar cuando hice realidad mis fantasías. De una forma inexplicable, me obsesioné con su olor. Se que suena poco creíble e incluso ridículo, pero me forjé en la mente el olor de aquel macho. Cuando despertaba por las mañanas...cuando comía, cuando leía, cuando me acostaba...tenía su perfume pegado a la nariz a todas horas. Pero eso no era todo, el caso es que se me dispararon las hormonas de tal manera que necesitaba masturbarme al menos dos, tres e incluso cuatro veces al día. Y cada vez que alcanzaba el orgasmo lo hacía con ese néctar impregnado en mis fosas nasales.

No le comenté nada, tan solo que me gustaría mucho poder conocerle en persona. Y me prometió viajar hasta mi en dos semanas.

Durante esas dos largas semanas seguimos hablando como de costumbre, y una de aquellas noches, mientras me comentaba su día, mi instinto animal llevó mi mano a introducirse en mis braguitas. No me hizo falta mucho, tan sólo escucharle y de nuevo olerle...si, olerle en la distancia y en el desconocimiento de aquel olor. ¿Cómo era posible oler a una persona a la que ni siquiera había visto? Eso me pregunté una y mil veces...y aun me lo sigo preguntando.

Tuve un orgasmo magnífico a su salud, y no pude contener el gemido que salió de mi boca. Inevitablemente me escuchó, se quedó en silencio y me dijo que tenía que colgar. Al parecer el no quería cometer el mismo error que yo, y prefirió gozar a solas. Goce fruto de la excitación provocada por mi orgasmo espontáneo.

Al día siguiente por la tarde, mientras paseaba a mi perro en medio del campo, pues era lo que más adoraba de la casita en la sierra, vi llegar un coche azul marino que aparcó al lado del mío. Era increíble pero cierto, era él, se había adelantado a la cita. La impresión por parte de los dos fue grande, para ambos era la primera vez que vivíamos la experiencia. Ver en persona a alguien del cual sólo conoces la voz, y por supuesto gran parte del interior.

Me acerqué a él, tan sólo nos miramos, ni una palabra. Me acarició el pelo y tras una sonrisa amistosa me besó en los labios. Al no rechazarle, me tomó por la cintura de forma salvaje y me besó de nuevo, esta vez poniendo todos sus sentidos en ello. Nuestras lenguas jugueteaban sin parar, y sus manos recorrían mi espalda. Separó sus labios de mi y me abrazó fuerte...fue entonces cuando le olí, por fin, mi momento más ansiado, tanto había soñado con aquel momento, y resultó que mi olor imaginario y el real eran totalmente distintos. Pero el suyo era delicioso, y no sólo es que me gustara, sino que me gustó más, mucho más que el que yo soñaba.

No hubo palabras, bastante habíamos hablado ya. Eran todo besos y caricias. Entramos abrazados en casa, y cerré la puerta mientras él, metía su mano derecha bajo mi camiseta interior; no llevaba sujetador y tocar mis pechos le hizo aumentar su erección, que ya era considerable, y más que considerable. Le despojé de su abrigo. Me cogió en brazos y me llevó a la cocina. Tenía todo revuelto, porque había estado preparando un guiso y me subió en el mueble de la cocina. Allí estaba yo, medio tumbada en la madera rodeada de cebolla, tomates y pan cortado. Me desabrochó el pantalón y junto con mis braguitas, los bajó hasta las rodillas. Me quitó las botas y terminó de desnudarme de cintura para abajo. Se desabrochó él los pantalones, que cayeron al suelo, y yo, abriéndome de piernas le bajé con cuidado el calzoncillo que ocultaba tan tremenda erección. Me puso las piernas sobre sus hombros y un escalofrío me recorrió el cuerpo cuando noté la punta de su polla en la entrada de mi coño empapado. Empujó con fuerza y la metió toda de golpe. Sentí que tocaba fondo...estaba viendo las estrellas cuando empezó a bombear. Entraba y salía deslizándose por mis paredes vaginales. Metió sus manos bajo mi jersey, y tomó uno de mis pechos con cada mano, amasándolos al compás de la penetración. Entre el olor a cebolla y las envestidas de mi macho, comencé a notar los ojos húmedos, casi tanto como mi coño, y llegué al orgasmo contrayendo todo mi cuerpo y llorando como una magdalena. Él me apretó las tetas y noté como se vació dentro de mi en la última y más profunda envestida. Tenía los ojos cerrados, pero cuando me miró, estaba llorando igual que yo. La sensación era inigualable. Me picaba la nariz y me lloraban los ojos a la vez que me corría...

Le cogí de la mano y le llevé a mi dormitorio. La cama era grande, le tumbé y me coloqué sobre él. Tenía la su miembro manchado por nuestras corridas. Pasé mi lengua por la puntita y le recorrí todo el tronco hasta lamer sus huevos. Una nueva erección se hizo notar. Entraba y salía de mi boca y él me masajeaba la cabeza. Me di la vuelta y coloqué mi coñito en su boca. Era todo un placer lamernos a la vez, además él tenía una habilidad especial para ello...me corrí dos veces, la segunda acompañada por la suya. Todo su semen acabó en mi boca mientras yo me estremecía y mi cuerpo vibraba de placer. Estaba exhausta. Me tumbé sobre él, con mi coño aún rozando su barbilla y lamiendo los últimos restos de semen.

Permanecimos así un buen rato, y así seguíamos cuando por primera vez escuché su voz en persona

Huelo bien...?

Sorprendida y confusa le contesté

Por qué lo preguntas?

Porque estoy notando tu respiración en mi pierna.

Le sonreí y me incorporé tumbándome a su lado. Y acomodada en su pecho le dije

Mejor de lo que yo pensaba

 

Espero comentarios y críticas.