miprimita.com

Y eso que éramos amigos

en No Consentido

Carlos había sido siempre mi amigo. Desde niños nos llevábamos muy bien, y aunque los demás niños se burlaban de él porque era medio rarito, a mi no me importaba ya que era muy buena gente. Total, que crecimos y compartimos muchas veces la regadera, incluso la cama, pero siempre en un ambiente de respeto, yo hacia su homosexualidad y él ante mis preferencias. A pesar de las advertencias y las burlas de otros compañeros de la escuela, yo nunca sentí que entre nosotros hubiera algo más que amistad.

Una noche mi hermana dio una fiesta de disfraces. Yo iba disfrazado de romano y Carlos de policía. Su disfraz era muy profesional y completo, ya que incluía pistola y esposas. La fiesta estuvo muy divertida, bailé como loco, tomé como loco y estuve intentando seducir a una amiga de mi hermana toda la noche sin resultado alguno. Cuando la fiesta terminó, Carlos y yo nos fuimos a mi recámara a dormir.

- Pinche vieja, nada más te calentó, ¿verdad? – me dijo Carlos

- si, wey. Si no las quería aflojar, de perdida una mamada – le contesté

Carlos sonrió. – Si quieres yo te la doy, para que no te quedes con las ganas

- ¿Qué? – pregunté incrédulo, esperando no obtener la respuesta que yo suponía

- ¿Pues cómo que qué? Pues la mamada, ni modo que a la vieja

Yo me quedé helado, no sabía qué responder. Carlos, al ver mi cara de susto, agregó

- No te espantes, total, te la mamo y nadie se entera.

Carlos no esperó mi respuesta, se hincó, me alzó la túnica, bajó mis calzones y se echó mi verga, que comenzaba a responder, a su boca. El empezó a meterla y sacarla de su boca mientras yo seguía quieto. Carlos chupaba con gran maestría mi verga, como ninguna mujer lo había hecho antes. Ya para entonces todos mis recelos y temores habían desaparecido y yo me concentraba en lo que esa lengua experta hacía en mi miembro. De vez en cuando se sacaba mi instrumento y me chupaba los huevos. La verdad yo estaba disfrutando muchísimo, y hasta se me había olvidado que la boca que me estaba dando semejante trabajo no era de mujer.

- No sabes desde hace cuánto tiempo deseaba esto – dijo Carlos

Yo no quería que hablara, sólo que chupara, así que le empujé la cabeza para que siguiera mamando. No pasó mucho tiempo antes de que sintiera la respiración entrecortada, sabía que estaba próximo a un orgasmo, así que le sujeté la cabeza para que no la moviera y fuera yo quien marcara el ritmo con mis embestidas. Bajé el ritmo y se lo fui metiendo y sacando lentamente, para prolongar más el placer, hasta que sentí que ya no había regreso y me vine dentro de su boca. Grandes chorros de esperma inundaron su boca y yo nada más oía como se iba tragando toda mi leche. Cuando ya no salió más, me lo siguió mamando para limpiarme, y luego se paró. Ambos sonreímos.

-¿Te gustó? – preguntó amablemente

- Sí – le respondí- muchas gracias. Fue la mamada más espectacular que me hayan hecho. Seguramente esa pinche vieja no lo hubiera hecho tan bien.

- Es lo más seguro. Pero esa vieja se te fue por buey

- ¡No mames, Carlos! ¿Qué querías que hiciera, forzarla?

- No hubiera estado mal. Si la presa no se deja hay maneras de obligarla – contestó con una sonrisa, que en ese momento no supe interpretar

- ¿Y qué hubieras hecho? – le reté

Carlos se acercó a mi y me dijo mientras me abrazaba.

–Primero la abrazaría, le sobaría los brazos, le hablaría bonito.

Mientras me iba diciendo las cosas me las iba haciendo.

- Después le pasaría un brazo a la espalda, y después el otro, para finalmente.....CLIC....CLIC ponerle las esposas y que ahora sí esté bajo mi poder.

Cuando sentí las esposas sobre las manos me recorrió un escalofrío, pero pensé que debía de estar jugando.

- Así de fácil, ¿viste? – dijo Carlos poniéndose delante de mi.

- Pues sí – dije nervioso- Ya desátame

- Claro, pero primero vamos a divertirnos un poco – Carlos se desabrochó el pantalón y su verga, ya parada, salitó hacia delante, y continuó diciendo- como tú ya disfrutaste, ahora me toca a mi. Ponte de rodillas y empieza a chupar.

-¡qué haces wey, si somos amigos! – le dije con la voz quebrada ante la repugnancia de lo que quería hacerme.

- Pues sí, pero cuando yo te la mamé, bien que te gustó, así que ahora cállate, y a chupar.

Carlos me dio un empujón que, debido que tenía las manos en la espalda, me hizo caer. Luego se acercó a mi y jalándome del pelo me levantó y puso su verga ante mis labios. Como yo no los abría me jaló los brazos, provocándome un gran dolor que me hizo abrir la boca para gritar, lo cual aprovechó para metérmela en la boca.

- Y más te vale que me des una buena mamada o te saco a la calle y te dejo ahí esposado, y tampoco se te ocurra mordérmela, porque te quedas sin dientes.

Después cogió mi cabeza y empezó a hacerla para adelante y para atrás. Yo sólo apretaba los labios para ejercer presión sobre su miembro y sintiera que estaba cooperando. Cada vez que lo metía sentía que me llegaba hasta el fondo de mi garganta, lo cual me daban ganas de vomitar. Yo me esforzaba por hacerlo lo mejor posible y parece que lo hacía bien, porque al poco tiempo me dijo

- Me voy a venir, ¿lo quieres en tu boquita? – me dijo, y como yo moví la cabeza negativamente me volvió a jalar los brazos y me dijo- eres una niña mala, tienes que decir que sí, incluso pedírmelo, suplicármelo como la puta que eres.

Dicho esto, me sacó la verga de la boca y volvió a preguntar - Me voy a venir, ¿lo quieres en tu boquita?

- Sí, lléname con tu leche, por favor

- Bueno, sólo porque tu me lo pides – dijo cínicamente, y volvió a metérmela en la boca, para que, después de unos cuantos segundos, sintiera su chorro caliente en mi boca. Yo no quería tragármela, pero si no lo hacía me ahogaría, por lo que tragué lo más rápido que pude, pero aun así un poco resbaló por mi barbilla. Cuando terminó me ordenó chupársela para limpiarla, lo cual yo hice con gusto porque pensé que con eso ya todo acabaría.

Carlos desabrochó la túnica de mi disfraz y quedé completamente desnudo. Después me acostó en la cama y empezó a mamarme la verga otra vez, pero en esta ocasión apenas respondió, logrando una erección a medias. Carlos se sentó encima de mi y trató de metérsela en su culo, pero por más que intentaba mi erección no crecía. Por más que movió sus nalgas contra mi verga, ésta no respondía.

- Parece que no quieres, ¿verdad? – preguntó Carlos con indiferencia

- No –respondí- ya déjame en paz

- Bueno, si tu no quieres, no significa que yo tampoco – y cogiéndome de los brazos, me volteó.

-¡no!, ¡déjame, qué me vas a hacer! – grité desesperado

-Algo que te va a doler, pero te va a gustar – respondió, y apuntándome a la cabeza con la pistola, continuó- Mira, más te vale que cooperes, si no quieres que use esto.

Yo sentí el frío metal en mi sien, mientras Carlos seguía hablando – Quiero que obedezcas en todo lo que te diga, y si lo haces bien, te prometo que todo habrá terminado, ¿entendido?

Yo asentí con la cabeza y un débil si, salió de mis labios.

- Bien, ahora que estamos de acuerdo, dobla tus rodillas para que quede tu culo levantado – yo obedecí- bien, ahora abre las piernas un poco.

Yo las abrí y Carlos se colocó en medio. Sentí como sus manos recorrían mis nalgas, las sobaban lentamente. Luego las abrió para dejar mi ano a su vista. Se chupó un dedo y poco a poco lo fue metiendo en mi agujero

-Estás muy cerrado, relájate- Mientras movía un poco su dedo. Yo traté de relajarme y su dedo entró un poco más. Sacó el dedo, volvió a escupir y ahora me metió dos dedos, lo cual me provocó un dolor más fuerte que la vez anterior, por lo que volví a apretar las nalgas. Carlos lanzó una pequeña risita y sacó los dedos.

-Que te relajes. Ahora sí viene lo bueno, vas a sentir una verdadera verga y es toda para ti.

Carlos puso su miembro en la entrada de mi ano y empezó a meterlo muy lentamente.

- ¡no, por favor! – supliqué. Carlos volvió a poner la pistola contra mi cabeza y dijo

-No quiero volver a escucharte decirme que no. Es más, quiero que me supliques que te la meta, quiero oirte gemir como puta, y si tengo que volver a recordártelo, te aseguro que será una bala la que lo hará, así que ya basta y empieza a hablar, y no pares de hacerlo hasta que yo me venga, y hazlo bien con voz cachonda, nada de lloriqueos y media voz.

Tuve que obedecer, no tenía más remedio, así que empecé a hablar, tratando de ocultar los sollozos que de mi salían.

- Anda, métemela, por favor, quiero sentirte dentro de mi

-Muy bien, putita ¿quieres que te la meta toda ya?

-No, métemela poco a poco, porque la tienes muy grande y me vas a destrozar

- ¿Entonces no la quieres toda? – preguntó riéndose y acercándome la pistola

- Sí, sí la quiero toda, papito, pero despacito AAHHGG ¡nooo!

Carlos la había metido de golpe, destrozándome el culo. El dolor que sentía era insoportable. Nuevamente me acercó la pistola y gritándome me dijo - ¿Qué dijiste? ¿Acaso oí que no?

Yo temblando, de miedo, dolor y humillación le dije – que no pares, que me sigas dando

Carlos continuó metiendo y sacando, una y otra vez. Si bien es cierto que ya no me dolía como la primera vez, pero yo no dejaba de sentir dolor. No sabía en que momento, deja que me gustara, me iba a dejar de doler. La tortura de su verga en mi culo más la humillación que sentía me hizo olvidar hablar, hasta que un golpe en la cabeza y un "no te oigo puta" me hicieron reaccionar

-Qué rico me coges, papito, dame más, quiero seguir sintiendo tu verga en mi culo – parece que esto lo excitaba, ya que empezó a moverse más rápido y con mayor fuerza- Ayyy, me vas a partir, tienes una vergototota, mi rey

-Qué bueno que lo estés disfrutando, puta, porque eso eres

-Sí, soy tu puta, métemelo más, mi macho, ve como tienes a tu hembra, así papito, así

Carlos metía y sacaba su verga ya con más rapidez, señal de que pronto tendría un orgasmo

- Muy bien, puta, me voy a venir, y cuando me venga quiero que aulles como la perra que eres.

- Sí, lléname el culo con tu leche, haz feliz a tu puta- y sentí como su leche llenaba mi culo- aauu, auuu.- Carlos terminó de correrse y yo dejé de aullar.

-¿Te gustó tanto como a mi? Yo creo que podríamos repetirlo en otra ocasión. Fuieste una buena perra – dijo Carlos

- Sí, me encantó – dije, aunque por dentro lo único que me alegraba era que ya todo había pasado- cuando quieras puedes volver a utilizar a tu perra.

-Bien – dijo Carlos sacando su verga de mi culo, y poniéndose delante de mi- por ahora sólo límpiamela, que no me gusta ensuciarme.

Me metió la verga a mi boca y me hizo limpiarla. Cuando ya estaba limpia me dio una pastilla para el dolor. Yo me la tomé y me quedé dormido. Tuve la pesadilla recurrente de que me volvía a violar en cualquier lugar. Cuando desperté ya estaba desamarrado y no había rastro de Carlos. Hubiera jurado que sólo fue una pesadilla si no hubiera sido por el intenso dolor que tenía en el culo.