miprimita.com

Un ocho por mi chocho

en Lésbicos

Hola, voy a relatarles una experiencia que marcó mi vida. Tenía 14 años e iba en segundo de secundaria. Mi cuerpo ya estaba en pleno desarrollo, especialmente mis bubis, que son de ensueño, aunque en ese entonces, como toda adolescente, me causaba pena que fueran tan grandes. En general iba bien en la escuela, salvo por la materia de Biología que la impartía una maestra que era una desgraciada. A mitad de año, y viendo que si no hacía algo iba a reprobar, decidí acercarme a ella para ver la forma en que me ayudara a pasar su materia.

-Hola, profesora – la saludé con nervios

-Hola Mariana, ¿en qué puedo ayudarte? – me contestó con una sonrisa

-Pueess ...verá,...es que por más que estudio nomás no me entra la biología - respondí

-¿Y...? – preguntó ella, animándome a que continuara

-Puess...yo quería ver si... habría alguna forma...que me ayudara a pasar...- arriesgué

-Supongo que quieres que estudiemos juntas, para que te explique lo que no entiendes.

-Sí, exacto – respondí de forma natural, aunque ciertamente yo había ido con otra idea.

-En ese caso- dijo mientras apuntaba algo en un papel- te espero hoy a las cuatro en mi casa. Toma, aquí está mi dirección.

Yo tomé el papel y me lo guarde. Después me despedí de ella y me fui a mi casa. Bueno, si bien mis planes no habían salido como yo hubiera pensado, al menos tendría una ayuda que de una u otra forma me beneficiaría.

Al dar las cuatro de la tarde ya estaba frente a su casa. Llamé al timbre y ella me abrió.

-Está muy bonita su casa, ¿vive sola? – le pregunté para ser amable

-Así es. Ven Mariana, vamos a la sala para que estemos más cómodas.

La sala era bastante amplia con mullidos sillones y miles de cojines por todos lados. Además de la alfombra, tenía un tapete, de esos todos peludos, que te invitan a rodar sobre ellos. Nos sentamos en el suelo y ella empezó a hablar.

-Mira Mariana, yo sé que cuando hablamos hace rato, tu intención no era que estudiáramos juntas

Yo abrí los ojos como plato y me puse toda roja, sin saber qué decir

-Me lo imaginaba – continuó con una sonrisa al ver mi reacción- por lo que te propongo lo siguiente. Yo te voy a hacer unas preguntas, sobre mi materia- aclaró- y si me las respondes bien te doy medio punto, y así hasta que lleguemos a la calificación que quieras obtener este mes.

-¿Y si contesto mal...?- me animé a preguntar

-Si contestas mal, entonces tú me das una prenda ¿de acuerdo?

-Sí – contesté, aunque no muy segura.

Las primeras dos preguntas fueron muy fáciles, por lo que las contesté sin problema, pero la tercera me equivoqué y tuve que entregar mi sweter. Hubo varias preguntas más, algunas de las cuales contesté correctamente, pero hubo otras que me hicieron perder el cinturón, los zapatos y los calcetines. Cuando a la siguiente pregunta me tenía que quitar los pantalones, dudé.

-¿Qué pasa, acaso te quieres sacar un 3 este mes? – preguntó

-Es que..me da pena – contesté tímidamente

-¿Por qué? ¿Acaso nunca te has puesto un traje de baño, o usas uno de abuelita, hasta los tobillos? – preguntó riendo

-No, no es eso – contesté con una risa

-Ahh, traes los calzones agujerados o sucios, o de plano no traes calzones – comentó divertida

-No – respondí, y viendo lo absurdo de mi actitud, me levanté y me quité los pantalones. Ella se acercó para ayudarme y con una mano rozó mi muslo.

Después continuaron las preguntas, acerté una y fallé en otra, por lo que tuve que quitarme mi blusa. Me encontraba en ropa interior, y sabia que, de no acertar otra pregunta, muy pronto tendría que enseñar mi cuerpo desnudo. En fin, aunque al principio dudé, y muy a mi pesar, tuve que deshacerme de mi brasiere primero y de mis panties después. Contesté otra pregunta bien y después fallé.

-Creo que ya no tengo nada que darle – dije con cara de angustia

-Te equivocas preciosa, me puedes ofrecer esas tetas de ensueño que tienes, claro, a menos que prefieras quedarte con ese cuatro que tienes.

-Eeestá bien...tómalas- dije nerviosa mientras bajaba mis brazos a mis muslos.

Ella se acercó despacio a mis pechos y empezó a sobarlos. Lo hacía muy despacio, dando, de vez en cuando, un ligero apretón a mis erectos pezones. Después acercó su boca a uno de mis pechos y empezó a succionarlo, mientras que con la otra mano seguía masajeando el pecho que quedaba libre. Ella abría toda su boca, se metía mi pecho en la boca y dejaba resbalar sus labios, hasta llegar a mi pezón, el cual aprisionaba con sus labios, hasta que lo soltaba. Repitió esta operación una y otra vez, alternando mis pechos, incluso en una ocasión le dio una ligera mordida a uno de mis pezones, lo que me hizo dar un gritito. Yo estaba muy sacada de onda, ya que, por una parte, era la primera vez que estaba con una mujer, pero por el otro, lo que me hacía me puso a mil. Después de unos cinco minutos de estar jugando conmigo se separó de mi y me hizo la siguiente pregunta, la cual tampoco acerté. Ella me indicó que era mi turno. Yo, temblando, acerqué mi mano a su blusa y, poco a poco, la fui abriendo, uno a uno los botones fueron cediendo, hasta que finalmente, su blusa quedó totalmente abierta, por lo que se la quité. Después le desabroché el brasiere y salieron liberados dos hermosos pechos que yo admiré. Todavía temblando se los empecé a acariciar, poniendo especial atención en esos duros y obscuros pezones. Ya con más confianza empecé a masajearlos, sintiendo su piel. Era una sensación extraña, porque una cosa es tocarte tus propios pechos y otra tocar unos ajenos. Me acerqué a ella y tomé uno de sus pechos con mi boca, nunca le había mamado las bubis a nadie, pero me limité a imitar lo que me había hecho, sobretodo en lo que había encontrado más placer. Recorrí con mi lengua sus pezones para luego tomarlos entre mis dientes y darles un ligero apretón, después me metía su pezón en la boca y lo succionaba, como si quisiera sacarle leche. Yo escuchaba su respiración agitada, lo que me animaba a seguir. Al cabo de un rato me separó y continuó con las preguntas. Al fallar, se me acercó por atrás y me abrazó. Pude sentir sus pechos en mi espalda mientras ella me tocaba los míos con sus manos. Poco a poco fue bajando una mano hasta mi cuevita, rozando, primero, mi vello, y después los labios vaginales.

-Qué rica estás mamacita – me dijo al oido mientras metía un dedo dentro de mi rajita – y qué mojadita también.

Mojadita. Si escurría. Definitivamente ya me había olvidado de todos mis prejuicios, y si ahora temblaba, era de excitación. Ella movió su dedo dentro de mi, lo sacaba y lo metía, lo hacía para adelante y para atrás, rozaba mis labios, rozaba mi clítoris, me frotaba rápido, me frotaba lento, paraba, en fin hacía conmigo lo que quería, y yo, en las nubes.

-Más... por favor...no pares – gemí cuando ella dejó de mover su dedo.

-¿Quieres más, pequeña golosa? Pídeselo a tu mami – me susurró roncamente a mi oido

-Dame más, mamita, mueve tus dedos en mi cuevita – dije echando la cabeza para atrás. Cuando tuve su cara cerca de la mía, abrí la boca y nos dimos un profundo beso.

-¿Quieres venirte con mi dedito o quieres que te coma tu chochito? – me preguntó cachondísima.

-Cómeme, mami – le contesté entre gemidos. Ella se pasó para el frente, me abrió las piernas y metió su cabeza entre ellas. Apenas su lengua tocó mi sentí como una descarga eléctrica. Ella movía su lengua por todas partes. Al igual que con su dedo, metía y sacaba su lengua, ora rápido, ora lento, la paseaba por todas partes, y, por momento, paraba y se echaba un poco para atrás. Cuando esto pasaba, yo le empujaba la cabeza y la animaba a seguir.

-No pares...mami..no pares...cómeme mi cuevita...hasta que salgan mis jugos – le pedía gimiendo. Ella continuó haciéndolo, mi respiración se me dificultaba más y más, mientras sentía su lengua en mi cuevita. De vez en cuando me acariciaba los muslos con su mano e incluso llegó a sobarme las nalgas. Llegó un momento en el que no pude más y exploté en un gran orgasmo, banándole la cara con mis jugos, lo que ella aprovechó para lamer más aprisa.

Cuando me hube relajado me hizo la siguiente pregunta que yo contesté inmediatamente con un "no sé" mientras le abría las piernas y me iba a su cuevita para lamerla. El primer encuentro con su sabor me sorprendió, nunca hubiera imaginado que no sabía mal, así que contué lamiendo por todas partes.

-Si, princesa...lámele a tu mamita como ella te hizo – me dijo con su voz cachonda.

-¿Te gusta, mi reina? – le pregunte

-Me encanta, preciosa, me encanta, pero por favor no pares, que me quiero correr en tu boquita

Yo obedecí y seguí chupándole, mientras ella se retorcía de placer. Ella fue jalando mis piernas hacia su cara, hasta que, nuevamente, mi cuevita estuvo al alcance de su lengua. Ella empezó a lamerme y yo imitaba todo lo que me hacía, sabiendo que estaba dando el mismo placer que me estaban proporcionando. Pasaron solo unos cuantos minutos para que las dos, primero yo y segundos después ella, nos corriéramos una en la boca de la otra. Yo chupé con más avidez, para recuperar todos los jugos que de ella salían. Nos separamos y luego ella me abrazó dándome otro cálido beso. Después se paró y fue a sacar unas cosas de un cajón cercano. Mientras iba caminando, yo admiraba su cuerpo desnudo, la verdad nunca la había encontrado atractiva hasta ahora. Se volvió a mi y me preguntó

-Mi niña ¿sigues siendo virgen?

-Sí, profesora – contesté

-Ay, no mames, ¿cómo que profesora? Nos acabamos de comer el coño y tu me sales con profesora. Llámame Angélica, Angie, mamita, o como se te de la gana, pero no profesora

-Está bien, Angie

Angie regresó a la sala con dos objetos, se acercó a mi y cogiendo el que tenía varias bolitas unidas por un cordón, me dijo

-Contigo vamos a usar este, ya que no me gusta que mis amigas pierdan la virginidad conmigo, por lo menos la primera vez. Vamos, ponte a gatas.

Yo obedecí y ella fue insertando en mi vagina una a una las bolitas, después jaló suavemente y yo podía sentir como iban saliendo una tras otra. Cuando acabó, volvió a meterlas de nuevo y las volvió a sacar. La sensación había sido deliciosa, pero no para provocarme un orgasmo, así que me ordenó que me sentara en su cara, viendo hacia sus pies y empezó a lamerme mi cuevita nuevamente. Mientras hacía esto me fue metiendo las bolitas, pero esta vez en mi culo. Al principio me dolió, pero cuando me relajé ya no fue tan grave. Después, y al igual que en mi cuevita, empezó a sacarlas poco a poco, y lo que sentí fue una sensación de lo más placentero, que aunado a las lamidas en mi cuevita, provocaron que tuviera el tercer orgasmo de la tarde.

-Ahora me toca a mi – dijo tomando un consolador con arnés. Me ayudó a ponérmelo, y una vez bien puesto se puso en cuatro.

-Métemelo, gatita, hazme sentir hasta el fondo tu instrumento – me dijo ofreciéndome su coño. Yo se lo fui metiendo poco a poco, por temor a lastimarla. Una vez que se lo metí todo empecé a sacarlo y meterlo, tal y como había visto en las películas. Ella empezó a gemir mientras yo la penetraba, y con mis manos en su cadera, la iba moviendo para adelante y para atrás. No sé por qué se me ocurrió, pero empecé a darle de nalgadas, no muy fuertes, pero tampoco quedito.

-Andale, putita, a mover esas nalgas – le dije mientras le daba una nalgada

-Si, mi reina- me contestó con voz de entre sorpresa y placer

-¿así que te gusta que te den verga, verdad zorrita?- y volví a darle otra nalgada

-si, mamita, dale duro a tu zorrita

-Toma esto, por golosa, putita – le dije dándole varias nalgadas

Seguí metiéndosela, nalgueándola e insultándola por un rato, hasta que me gritó

-Ya no puedo mas...embísteme..mi reina..y..sigue..nalgueándome

-Andale, muñequita, pero si eres un pedazo de zorra, golfa cachonda- le dije mientras le arremetía duro a su coño y la nalgueaba, hasta que

-Ahhgg- un grito profundo salió de su garganta y se vino con un super orgasmo.

Una vez que se recuperó me ayudó a quitarme el arnés, que yo chupé para sentir nuevamente su sabor. Después me dio un largo beso, guardó las cosas y empezó a vestirse. Yo hice lo mismo.

-Pues bien – me dijo – había pensado darte un ocho a cambio de tu chocho, pero dado lo caliente que me saliste, te voy a dar un diez.

-Gracias – le contesté, dejando caer los ojos tímidamente hacia el suelo

-Así que ya sabes – continuó- si quieres un diez el mes que entra, aquí te espero.

-Yo creo que ya no voy a tener problema con tu materia, voy a estudiar muy duro, así que creo que no será necesario volver a repetir esto para pasar – dije mordiéndome los labios

-Oh – comentó decepcionada, poniendo su cara triste

-Así que – dije abrazándola- espero que me invites a tu casa, no cada mes, sino al menos una vez por semana, y que repitamos esta extraordinaria experiencia muchas veces, pero por el placer de estar juntas, y no por algo tan vil como una calificación.

Ella sonrió y acercó sus labios a los míos, y nos entrelazamos en un beso que sellaba para siempre nuestra amistad.