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El regalo de cumpleaños

en Trios

Ese día llegué al departamento de Carlos, mi novio, un par de horas antes de lo previsto. Había terminado pronto con las compras de sus regalos de cumpleaños, y como estaba cerca decidí que qué mejor regalo que mi persona. Como ya llevábamos dos años de novios la confianza que había entre nosotros era grande, por eso no era de extrañar que yo tuviera llaves de la puerta. Cuando entré a la sala sentí todo muy silencioso. No se escuchaba el ruido de la tele que siempre estaba prendida, desde el amanecer hasta ya bien entrada la noche.

-O no se encuentra o está bañándose – me dije.

Pensando que se estaba bañando, y decidida a sorprenderlo, me acerqué a su cuarto, sin hacer ruido por si ya hubiera salido del baño. Cuando abrí la puerta de la recámara la sorprendida fui yo. Sobre la cama, desnudos, se encontraba Carlos con una fulana en plena acción.

-¿Qué..significa..esto? – exclamé atónita y furibunda

La fulana dio un salto, se apartó de Carlos y se cubrió con el edredón. Estaba pálida y atemorizada. Carlos, que por unos segundos se había quedado helado, reaccionó rápidamente

-Mira Carmen, no es lo que piensas – me explicó presuroso

-¿Ah, no? Pues a menos que creas que estoy pensando en otra cosa, yo creo que sí es lo que pienso – le contesté sarcástica

-No, mi vida, en serio, es una equivocación – contestaba nervioso

-Ah, perdón, tienes razón, me equivoqué –le dije – esta... zorra y tú no estaban cogiendo

-No...bueno sí, pero no – balbuceó Carlos

-Vaya que eres expresivo. Te explicaste de maravilla – dije irónica

Carlos respiró hondo y contestó

-La situación está así. ¿Recuerdas hace tres días, después de que hicimos el amor, que platicamos que de regalo de cumpleaños íbamos a hacer un trío?

-Sí – contesté

-Pues Raquel es.... mi regalo- continuó titubeante

Yo miré a Carlos y a la zorra, que de ahora en adelante llamaré Raquel, y no sabía qué decir, hasta que al fin reaccioné.

-Pero...pero ¿no estábamos hablando de otro chico? – pregunté sorprendida

-Ah, golosa – dijo Carlos ya con una sonrisa- ¿querías estar con otro hombre, eh?

-Pues, es lo que había entendido – le contesté

Raquel, aunque aun se cubría, ya estaba más relajada, ya que comprendía que la tempestad había pasado. Carlos había recuperado el color y la confianza, y ahora me sonreía.

-A lo mejor fue un mal entendido, cariño – me dijo tendiéndome la mano

Yo todavía estaba renuente, así que le pregunté

-¿Y no se supone que para hacer un trío tendríamos que ir los dos para buscar a una chica que nos agradara a los dos?

-Sí Carmen, pero resulta que Raquel vino aquí a ofrecerme una enciclopedia sexual, y tocando este tema le propuse hacer el trío. Ella aceptó, y como tú ibas a llegar en dos horas, le pedí que se quedara – me explicó un poco nervioso por el nuevo giro que iba tomando la conversación.

-Bueno – continué- pero cuando yo entré no estabas en ningún trío, sino en un dueto

-Sí, pero...es que estaba viendo si se adecuaba a tus preferencias

¡¿Mis preferencias?! – grité- que yo sepa nunca me he acostado con una mujer

-Carmen, es mi cumpleaños, y esto ya lo habíamos platicado. Sólo estaba comprobando que fuera igual de fogosa que tú.

Carlos se paró y me abrazó por atrás. Una de sus manos tocaba mis pechos mientras que la otra frotaba mi entrepierna. Poco a poco sus caricias me fueron calmando y accedí a los deseos de él.

-Está bien. Voy a creerte – le dije- Es tu cumpleaños y haremos lo que deseas- y volteándome hacia Raquel le dije- discúlpame Raquel por llamarte zorra

-No hay nada que disculpar, Carmen. Yo hubiera reaccionado igual.

Carlos me fue quitando la ropa hasta dejarme desnuda. Cuando Carlos me quitó el sujetador pude ver la cara de envidia de Raquel, y no porque tuviera las tetas más grandes, sino porque las tenía más firmes. Carlos me llevó hasta la cama donde ya Raquel nos esperaba. Había dejado de cubrirse con el edredón, y ahora se aproximaba al cuerpo de Carlos. Ambas empezamos a acariciarlo por todo el cuerpo mientras sus manos recorrían el nuestro.

Yo bajé mi boca hasta el pene de Carlos y me lo metí. Raquel también se acercó y se metió los testículos, dándole ligeros golpes con la lengua. Carlos, que estaba gozando como loco la doble felación, alargó sus manos para jugar con nuestros pechos. Sus dedos pasaban por encima de mi pezón y le daban un pequeño apretón, para luego jalarlo. Lo mismo le hacía a Raquel En cuanto me saqué el miembro de Carlos de la boca comencé a lamerle el tronco. Raquel decidió imitarme y ambas lamíamos el pene, cada una de un lado, lo que provocaba que nuestro labios se rozaran, lo cual me provocó escalofríos.

Carlos me jaló de la cintura para que mi sexo le quedara al alcance de su boca. Después de una lamiditas pidió que me sentara en su cara viendo hacia sus pies y que Raquel se sentara en su verga mirándome de frente. Vi cómo Raquel se fue sentando, poco a poco, en el duro miembro de Carlos, tragándoselo completamente con su conchita. Mientras Raquel subía y bajaba totalmente ensartada, Carlos movía su lengua recorriendo cada oscuro rincón de mi vagina. Estaba totalmente concentrada, con los ojos cerrados, en los movimientos que se efectuaban en torno a mi clítoris cuando sentí un roce en mis pechos. Abrí los ojos y vi que las manos de Raquel jugaban con mis tetas. Las acariciaba, no con un deseo desenfrenado, sino más bien con ternura. Las yemas de sus dedos recorrían suavemente mis pezones, acariciándolos amorosamente. Me sonrió y yo le devolví la sonrisa. Luego se acercó a mi y me plantó un beso en la boca. Su lengua jugueteaba traviesamente en el interior de mi boca, y comparando las lenguas, la que exploraba vorazmente mi vagina y la que acariciaba mi propia lengua, me gustaba más la segunda.

Raquel seguía unida a mi en ese mágico beso y con esas maravillosas manos moviéndose en mis pechos. Mis envidiosas manos decidieron no permanecer inactivas, por lo que se fueron en busca de algo suave para agarrar, por lo que muy pronto me vi devolviéndole a las tetas de Raquel el mismo placer que me estaba prodigando. Ambas jugábamos con el cuerpo de la otra. Raquel apresuró su movimiento de caderas al sentir que Carlos explotaba en un orgasmo que bañó todo su interior. Debido a su orgasmo Carlos comenzó a mover más rápido su lengua por lo que, unido al placer que me daba Raquel, no tardé en alcanzar un orgasmo, chiquito, pero orgasmo.

-Estuvo maravilloso ¿no? – preguntó Carlos después de un rato de descanso.

-Bastante – le respondí viendo con una mirada de complicidad a Raquel

-Muñequita – me dijo Carlos- ¿qué te parece si ahora te cojo a ti mientras le quitas a Raquel los restos de mi leche?

Yo sonreí. Raquel se recostó en la cama con las piernas abierta, mostrándome su linda cuevita repleta de semen. Me hinqué entre sus piernas, saqué mi lengua, y le empecé a dar de lamidas, como si fuera un gatito tomando su lechita. Yo estaba con las nalgas al aire, lo que Carlos aprovechó para acercar su verga a mi ano.

-Por el culo no – le dije enérgica

Carlos aceptó y metió su miembro dentro de mi vagina. Sus lamidas y mi corrida ayudaron a que entrara sin dificultad, enfrascándose en un mete y saca incesante. La imagen de su noviecita comiéndole el coño a otra chica lo tenía muy caliente, ya que cada embestida era más fuerte que la anterior. Mientras Carlos taladraba mi conchita yo me comía la de Raquel, quien lanzaba pequeños gemidos de placer

-Cómeme, bonita, mi chochito es todo tuyo – decía con voz ronca y cachonda.

Carlos estaba que no se aguantaba y pronto descargó en mi. Tan pronto acabó y se salió de mi, Raquel buscó mi sexo y nos entrelazamos en un delicioso 69. Las mismas lamidas que yo le daba ella las repetía en mi, y lo que ella me hacía yo se lo hacía. Pasamos como cinco minutos explorando nuestras cavidades con nuestras ávidas bocas. El orgasmo de una desencadenó el orgasmo de la otra. Mientras yo sentía todo mi cuerpo estremecerse y libraba un caudal de jugos en la boca de Raquel, el sabor de su vagina, con todo y sus jugos, inundaban mi boca. Ambas caímos rendidas sobre la espalda. Carlos estaba incrédulo y expectante ante el espectáculo que le acabábamos de dar.

-Gracias muñequita. A ver si otro día lo podemos repetir – me dijo Carlos sonriente

-Sí mi vida – le contesté- Ojalá y hayas disfrutado de tu regalo de cumpleaños

-Mucho – contestó- ¿Te vas a quedar a dormir conmigo?

-No cielo. De hecho – y mirando el reloj proseguí – híjole, ya es bien tarde, mi mamá me va a matar si no llego a tiempo

-Yo te llevo – intervino Raquel, que ya se había vestido

Acepté la oferta y me vestí rápido. Antes de salir del departamento de Carlos le planté un profundo beso en la boca.

-Para que me recuerdes – le dije y le guiñé un ojo.

En el camino a mi casa platiqué con Raquel.

-Pinches hombres – me dijo riendo- no logran satisfacer a una mujer y quieren estar con dos

-Tienes toda la razón – le contesté- los dos orgasmos que tuve fueron gracias a ti.

-Pero no saben lo que tienen hasta que lo ven perdido...

Han pasado dos semanas desde aquél encuentro fatídico con Carlos y Raquel. Durante todo este tiempo he hablado sólo un día con él. No quiero saber más de él. Nuestra relación se fue al hoyo, murió. Y todo por culpa de él, así lo reconoce y así lo siento yo. Me duele dejarlo después de dos años, pero a partir de ese momento ya nada podía ser igual. Si Carlos no me hubiera obligado a tener sexo con Raquel en estos momentos seguiríamos andando, seguiríamos cogiendo y, quizás, hasta planes de boda habría. Pero todo se esfumó. Yo creo que el ego de Carlos es el que resultó más dañado. Hubieran visto su cara cuando le dije que lo nuestro terminaba. Un débil por qué escapó de sus labios

-¿No es obvio? – le pregunté, y sin soltarla de la mano le di un beso a Raquel.