miprimita.com

La maestra, el gay y su fantasía

en Hetero: General

Soy Martha, una maestra de 32 años, alta, morena y de cuerpo normalito, no soy exuberante pero tampoco soy un palo. Doy clases de física en una preparatoria privada, exclusiva para varones, por lo que no es de extrañar que cuanta cosa con falda se les ponga enfrente sufra el acoso de las miradas y los silbidos. Es por esto que, antes de ser acosada preferí ser acosadora, y aunado a mi gusto por los chicos jóvenes, implanté una agresiva táctica hacia ellos, que consistía en que, además de ser la profesora más odiada y exigente de la escuela, invitaba a mis alumnos a salir después de clases. Al principio todos estaban felices y se disputaban el honor de salir conmigo, pero todo cambió luego de unas cuantas semanas en las que yo llegaba, al día siguiente de la cita, y me burlaba de sus dotes amatorias y los ponía en ridículo ante toda la clase. Ya nadie quería ser la siguiente víctima de su desalmada maestra.

Es por ello que no me extrañó que, una noche en que había organizado una fiesta, sólo se presentara un alumno, Jorge. El es un chico delgado, no muy alto pero con los ojos más bonitos que haya visto jamás, además de tener una cara de ensueño. Sus compañeros lo rechazan por sus preferencias, es gay.

Esperamos un rato para ver si sus compañeros llegaban, pero después de una hora me di cuenta que ya no vendría nadie más.

-¿Con que esas tenemos, verdad? – me dije furiosa – pues bien. Seguramente en estos momentos se han de estar riendo de lo lindo por esta bromita, pero ya veremos el lunes quién ríe mejor.

Jorge me miraba apenado y sólo atinaba a esbozar una tímida sonrisa.

-Pues bien, Jorge, parece que tus compañeros han decidido que sólo tú disfrutes de la fiesta, y así será – le dije tratando de ser amable, después de todo no deseaba que él también huyera.

-Así parece – contestó parcamente

Yo lo tomé de la mano y lo conduje a mi recámara

-Esta noche voy a ser toda tuya – le dije- Sé que no te emociona mucho, pero te aseguro que si pones todo tu empeño yo te sabré recompensar

-Voy a intentar no defraudarla maestra – me contestó solidario, como si sintiera compasión por mi.

-Nada de maestra, dime Martha – le dije y le planté un beso en la boca

El, caballerosamente, me devolvió un beso que intentó ser apasionado pero sin lograrlo. Estuve tentada a burlarme como lo hacía ante la falta de pericia de sus compañeros, pero me abstuve. Comprendí que Jorge era mi aliado en este momento y que debíamos mantenernos unidos.

Después de ese primer beso yo le seguí besando, salvajemente, toda su cara mientras le iba desnudando. Mis manos luchaban contra los botones de su camisa y la hebilla de su cinturón. Él también me quitaba la ropa con mayor cuidado que sus compañeros. Finalmente estábamos desnudos. Yo lo abracé y me dejé caer encima de la cama.

-Chúpame los pechos, por favor – le supliqué

Jorge se acercó a mis tetas y empezó a succionarlas con fuerza, como si fuera un bebé hambriento.

-Con más cuidado, por favor. Mira, saca tu lengua y recorre el contorno de mis pezones, apriétalos un poco con tus labios – le sugerí

Jorge era un alumno impresionante. Seguía todas mis instrucciones al pie de la letra, procurando hacerlo lo mejor posible. Su lengua jugueteaba con mis pechos y mis pezones. Yo bajé mi mano hasta su pelvis y pude comprobar que su pene, si no estaba totalmente erecto, tampoco estaba flácido

-Le está gustando...algo – pensé compungida

Mi lengua fue bajando de su boca a sus tetillas, las cuales lamí fascinada un rato, para luego continuar hasta que mi boca llegó a su pene. Me lo metí en la boca y volteé a verlo. Jorge había cerrado sus ojos y parecía que estaba disfrutando. Su pene terminó de crecer en mi boca. Mis uñas arañaban suavemente sus tetillas mientras mi lengua trabajaba en su pene. Sentí que si seguía pronto tendría un orgasmo pero yo no quería que terminara en mi boca, así que paré.

Me recosté de espaldas en la cama y lo jalé para que se colocara entre mis piernas. Después guié su pene hasta mi conchita y lo inserté. Con mis manos empujé sus nalgas para que me penetrara totalmente. Jorge se empezó a mover una y otra vez dentro de mi. Entraba y salía y volvía a entrar. Cada vez que notaba que su erección perdía potencia yo le metía un dedo en su culo y la volvía a recuperar. Nuestros cuerpos chocaban uno contra otro y yo me sentía realizada. Mi respiración fue agitándose más y más hasta que sentí un cosquilleo en mi vientre, cerré los ojos y empecé a gemir. Mi orgasmo me recorrió todo mi vientre y llegó hasta mis piernas. No fue hasta que me relajé que Jorge paró.

-Gracias –le dije- fue un orgasmo delicioso, pero ¿Y tú?

-No Martha..es que yo...

-¿Quieres darme por el culo? – le pregunté

Él puso cara de alegría, y antes de que respondiera algo ya estaba yo con las nalgas al aire.

-¿Ya te han penetrado por ahí? – preguntó emocionado

-Sí – contesté- así que con un poco de saliva entrará sin problemas

Jorge ensalivó sus dedos y empezó por meter uno en mi culito, y luego dos. Yo movía las nalgas para que viera que me gustaba. Después se acercó y fue deslizando, poco a poco, su pene en mi ano. El mismo entrar y salir de mi vagina se repitió en mi culo, pero esta vez Jorge se hallaba más entusiasmado. Sentí cómo disfrutaba cada embestida a mi agujero. Su pelvis chocaba contra mis nalgas y él gemía de placer. Yo le contribuí a aumentar su placer moviendo las nalgas en círculos, para adelante y para atrás y para un lado y el otro. Mientras tanto yo metía mi dedo dentro de mi vagina para masturbarme.

-Sí – gritó- mueve esas nalguitas que tienes, Ramirito

Estuve a punto de reirme, pero me controlé. Jorge seguía penetrándome sin cesar. El hecho de que pensara que estaba penetrando a un hombre ayudaba a mantener su erección. El trabajo con mi dedo estaba surtiendo efecto, por lo que empecé a gemir, haciéndolo lo más ronco posible para no estropearle su fantasía.

-¿Te está gustando, verdad? Ya sabía que eras igual de putito que yo – decía entre jadeos

Por fin, eyaculó dentro de mi llenándome de su viscosa y caliente leche todo mi ano. Yo también alcancé otro pequeño orgasmo. Jorge y yo caímos tumbados en mi cama.

-¿Y Ramiro es algún amigo tuyo? – pregunté amablemente

-No – respondió dudoso y apenado

-¿No me dirás que es Ramiro Fernández? – pregunté asombrada y con la risa reflejada en la cara, al comprender que fantaseaba con el chico más popular del salón

-Sí – contestó tímidamente

-No te pierdes de nada – le dije- es eyaculador precoz

Jorge se rió con timidez

-Ahora que si quieres – continué- puede ser tuyo

-¿De verdad? – preguntó con el rostro lleno de alegría y esperanza

-Sí. El martes vente temprano aquí a mi casa y lo planeamos todo.

Platicamos un poco más. Luego nos vestimos y él se fue. Yo me quedé maquinando mi venganza.