miprimita.com

Mi amiga me ata

en Fetichismo

Sara y yo hemos sido amigas desde la secundaria, desde aquél examen en que ella no había estudiado nada y yo se lo pasé todo. Lo que empezó como una relación por agradecimiento es hoy, seis años después, una amistad a prueba de balas. Juntas hemos vivido toda clase de emociones, desde la alegría y los nervios de nuestras primeras citas hasta los trágicos rompimientos y decepciones amorosas. No hay secretos entre nosotras, o al menos eso creía.

Una noche en que Sara estaba sola en casa, nos fuimos a una fiesta, y por la hora en que llegamos decidí quedarme a dormir con ella. Una vez ya en su cuarto empezamos a platicar de mil cosas, hasta que el tema se centró en el sexo, y específicamente en las fantasías sexuales.

-¿Y tú tienes alguna fantasía sexual? – me preguntó Sara

-Sí – le contesté- me gustaría saber qué se siente que te aten

-¿Sólo que te aten o que te hagan el amor atada? – volvió a preguntar

-Pues...no sé – y me quedé pensando en el punto- quizás que me hicieran el amor, pero no estoy segura. A lo mejor con estar atada sea suficiente. Tendría que probarlo primero, y ya en caliente decidir si quisiera que me cogieran o no

-¿Y te gustaría que la penetración fuera forzada o consentida? – preguntó, y pude ver un brillo de malicia en su mirada

-No, me gustaría que me hicieran el amor, no que me violaran – contesté algo turbada

-Pues si quieres...-hizo una pausa para añadirle suspenso- podríamos hacer realidad tu fantasía

-¿Y..cómo?-pregunté entre temerosa y excitada

-Pues da la casualidad de que tengo unas cuantas cuerdas que nos podrían ayudar ¿Quieres intentarlo?

-Sí – contesté no muy segura de lo que estaba diciendo

Sara se dirigió a su armario y sacó varias cuerdas no muy gruesas y me las mostró

-Desnúdate – me dijo- y después te acuestas boca arriba en mi cama

Sentí como si mil mariposas revolotearan en mi estómago mientras me iba quitando la ropa. Esto era una locura, pero si quería experimentar qué se sentía estar atada, qué mejor que con Sara. Sabía que lo que haríamos no saldría de esta recámara. En cuanto estuve totalmente desnuda me acosté en la cama. Sara se acercó con la primera de las cuerdas, y alzando mi brazo derecho lo ató a uno de los postes de su cabecera. Hasta que se cercioró que el nudo estaba bien hecho, y apropiadamente apretado sin que llegara a lastimarme, fue que empezó a atarme el otro brazo.

-Se siente chistoso – le comenté

-Espera, que aun no termino – me contestó.

Con una tercera cuerda ató mi pierna derecha y, dejándome con las piernas abiertas, me ató la izquierda. Ahora sí estaba completamente atada. La sensación de sentirme totalmente indefensa me producía escalofríos de placer. Si sólo hubiera dejado una mano libre para tocarme lo hubiera hecho y no hubiera tardado nada en tener un orgasmo. Sentía cómo mi vagina estaba empapada. Sara sólo me contemplaba y en su mirada pude distinguir que me deseaba.

-Se siente delicioso- dije con voz cachonda

-Se ve que lo estás disfrutando – me contestó- estás escurriendo. Gózalo que este es tu momento.

Sara me observaba ahí, atada e indefensa mientras yo sentía un hormigueo por todo mi cuerpo. Esa sensación de estar a la merced de otra persona y las cuerdas rozando mis tobillos y muñecas provocaron que mi vagina escurriera. Estaba mojadísima y cachondísima. Sara se me acercó sonriendo y posó sus manos sobre mis pechos, mismos que empezó a apretar.

-¿Qué estás haciendo? – pregunté nerviosa

-¿Sabes cuál es mi fantasía? – preguntó sin dejar de masajear mis pechos

-¿Cuál? – pregunté inocente intuyendo la respuesta.

-Hacer el amor contigo – me contestó

Estaba contrariada. Por un lado no sabía cómo reaccionar ante la sinceridad y los deseos de mi amiga que me provocaban cierto rechazo, pero por el otro, rogaba que siguiera pues la situación me estaba calentando de verdad.

Sara continuó tocándome los pechos y acercó su boca para chuparme uno. En cuanto sentí su lengua recorriendo mi pezón, reaccioné

-No Sara, desátame por favor – dije con una voz débil que retrataba a la perfección la ambigüedad que sentía en mi interior.

Ella no me hizo caso. Quizás fingió no oírme o quizás comprendió ese doble juego en el que me hallaba inmersa. Siguió recorriéndome los pechos con su lengua, poniendo especial énfasis en mis pezones. Más de una vez sus dientes los aprisionaron, y después de una pequeña mordida los soltaron. Yo estaba que ardía. Todas las dudas que tenía habían quedado relegadas por el placer que estaba sintiendo.

Sara se apartó de mis pechos y se dirigió a mi chorreante vagina, se acomodó entre mis piernas y empezó a lamer el exterior de mi conchita. Su lengua recorría todos mis labios vaginales, chupando mis jugos que habían escapado de mi interior. Después la introdujo dentro de mi cavidad y la frotó contra mi clítoris. Mi cuerpo empezó a reaccionar. Cada vez que ella se detenía yo movía mis caderas hacia arriba, buscando su lengua. Estaba demasiado excitada y no tardaría en llegar al orgasmo. Finalmente varias lamidas más lo provocaron haciendo que el cosquilleo de mi vientre recorriera todo mi cuerpo, especialmente las piernas que no me dejaban de temblar. Todo mi cuerpo se arqueaba, como si me estuviera convulsionando, pero mis amarres me devolvían a la cama.

Sara no dejó de lamer hasta que mi cuerpo fue calmándose. Se paró y fue a su closet nuevamente. Cuando regresó pude ver que traía un arnés con un pene de plástico atado a su cintura.

-¿Qué vas a hacerme? – pregunté con voz de fingido miedo

-Algo que nos va a encantar – contestó excitada

-No, por favor...suéltame- fingía chillar como histérica

-¡No!- dijo categórica, y acercando el pene a mi boca me ordenó- Ahora vas a abrir tu boquita de puta que tienes y me la vas a chupar hasta que me venga y te tragues toda mi leche.

Y me dio una cachetada no muy dura. Yo obedecí y abrí la boca muy lentamente, como si no quisiera hacerlo. Sara empujó el pene y agarrándome de la cabeza me lo metía y sacaba una y otra vez. De nuevo estaba mojadísima. La situación de la "violación" me estaba excitando más de lo que yo hubiera creído. Mientras yo chupaba, Sara emitía gemidos de placer, como si realmente fuera suyo el pene de plástico. De hecho hasta llegué a pensar que el dichoso pene tendría un dispositivo que eyaculara algún tipo de líquido.

-Me vengo zorra, trágate toda mi leche y que no se te escape nada.

Yo chupé ávidamente y tragaba saliva, simulando que era semen.Es obvio que no se me escapó nada.

-Ahora sí sabrás lo que es un hombre, no como el pendejo de tu marido, al que pienso correr si no me das las nalgas cada vez que yo quiera – me dijo Sara totalmente inmersa en su papel

-No, papito, métemela, soy toda tuya – le respondí siguiendo con la fantasía de mi amiga

Sara metió el pene dentro de mi y una y otra vez martilló mi vagina. En sus ojos pude ver que estaba realmente excitada, así que cerré los ojos para concentrarme más en mi papel, aunque el golpeteo de sus pechos con los míos no ayudaba mucho. El mete y saca era despiadado y me hacía estremecer de placer. Yo solté algunos gemido reales porque estaba disfrutando con sus embestidas.

-Estás disfrutándolo zorra ¿quién te coge mejor? – me preguntó

-Tú papito, tu vergota me está destrozando, me...

No pude terminar porque otro gran orgasmo me sacudió. Cuando volví a la calma Sara me sonreía satisfecha. Si no hubiera estado segura, hubiera jurado que Sara había eyaculado en mi. Sara se quitó el arnés y se sentó en mi cara. No había necesidad de que dijera nada. Mi lengua le lamió toda su cuevita, recorriendo cada parte de su vagina. Le chupaba con el mismo interés que ella había puesto en mi. Las caderas de Sara empezaron a girar sobre mi cara, por lo que aceleré los movimientos de mi lengua. Sara se movía cada vez más rápido y podía escuchar sus gemidos que escapaban de su garganta, hasta que un fuerte grito me indicó que estaba llegando a su orgasmo. Mi lengua chupó todos los jugos que salieron de su cuevita. Sara se dejó caer a mi lado. Pasaron unos cuantos minutos sin que ella ni yo nos moviéramos. Después se levantó y me dio un cálido beso en la boca. Nuestras lenguas se entrelazaron y juguetearon en la boca de una y otra. Finalmente ese tórrido beso terminó y Sara me comenzó a desatar, primero las manos y luego las piernas. Cuando terminó me acerqué a ella y le di un pequeño beso en los labios.

-Muchas gracias por cumplirme mi fantasía. Fue mejor de lo que imaginaba – le dije mirándola a los ojos

-No tienes nada que agradecer, fue un placer. Yo también te tengo que agradecer que supiste entender mi fantasía y me seguiste el juego – contestó

-Me encantó – le contesté- ¿Podríamos repetirlo otro día?

-Por supuesto

Después nos dimos otro apasionado beso, nos pusimos las piyamas y nos dormimos. Toda la noche me la pasé soñando con lo que había pasado y con lo que pasaría.