miprimita.com

Viendo como la violaban

en Voyerismo

Ella llegó a la parada del camión. Ya eran las once de la noche y todo estaba oscuro, todo menos la mitad de aquella sucia parada. Yo me encontraba unos metros atrás, escondido por las penumbras de la noche, yo podía verla, pero ella a mi no. Pude ver lo guapa que era, de tez clara y pelo rubio esta alta muchachita, que debería tener unos dieciocho años, era, sin duda, alguna de esas edecanes que abundan en los eventos. Sus nalgas eran hermosas, grandes y bien paraditas, en cambio sus tetas no eran nada del otro mundo. Yo la observaba cómo miraba hacia todos lados, nerviosa, esperando que llegara pronto el camión. Impaciente miraba su reloj, después a la calle, comprobando que del camión ni sus luces, y nuevamente su reloj. Estaba nerviosa y asustada. Ciertamente estos rumbos de la ciudad no eran los que los turistas suelen visitar. Lo bueno para mi era que mientras el camión no llegara, yo podría recrearme la vista, lo malo para ella era que el camión tardaría veinte minutos en llegar.

Vi como un hombre se le aproximó por atrás, y poniéndole un cuchillo en la garganta la amenazó.

-Quieta preciosa, o te corto ese hermoso cuello que tienes – le dijo

-No me haga daño – respondió con voz temblorosa- mire, no tengo mucho dinero, pero le doy todo lo que tengo, mis aretes, mi reloj

-Uy, princesa, me ofendes, yo no soy un vulgar ladrón- respondió el muy cínico- yo sólo quiero que pasemos un rato muy agradable

Su mano le fue recorriendo la espalda, hasta llegar a sus nalgas, se las sobó y se las apretó

-Qué buena estás, mamacita – le dijo el tipo

Ella empezó a sollozar. Su cuerpo temblaba, no sé si de rabia o de miedo, pero sufría por la humillación que estaba experimentando. El tipo siguió recorriendo el cuerpo de la chica con su única mano libre. Le pasó la mano por sus pechos, después, con su cuchillo, fue cortando la tela que unía los botones con el ojal, dejando al descubierto un coqueto brasiere, mismo que también cortó con facilidad, dejándole las tetas al aire. El tipo siguió dándose gusto, le masajeaba una y luego otra. Ella ya estaba gimiendo, pero no de placer.

El tipo le pegó el paquete contra sus nalgas, se le acercó al oido, y mientras le daba mordidas a su oreja, y sin dejar de sobarle las tetas, le dijo

-Siente mamita lo que te vas a comer, y va a ser para ti solita.

El le alzó la faldita y le bajó las bragas, dejando al descubierto sus nalgas.

-Quítatelas, si no quieres que las corte también- dijo bruscamente.

-No, por favor ...déjeme ir- gimoteó ella, adivinando, seguramente, lo que vendría. Al ver que el tipo acercaba el cuchillo a su ropa, ella decidió bajárselas, poco a poco, como si tuviera todo el tiempo del mundo. Cuando ya los llevaba a la altura de la rodilla, él subió su pie, y los bajó de golpe.

El sujeto metió la mano entre las piernas de ella y empezó a tocar la rajita de la chica.

-Estás muy seca – dijo- tendrás que excitarte un poco para que te lubriques

-Ni lo pienses, bastardo – dijo ella con desprecio

-Como quieras, pero así, seca, te va a doler

El se guardó el cuchillo en la bolsa de atrás de su pantalón para agarrarle las tetas con esa mano, mientras su otra mano seguía luchando por introducir un dedo en la cuevita de la chica, y aunado a esto, estaba su lengua que se metía en la oreja de ella, mientras le susurraba

-Mira, desde que te vi supe que te iba a coger, estás muy sabrosa, así que si tú cooperas la vamos a pasar muy bien los dos, de lo contrario seré yo el que lo disfrute.

Ella no respondía nada. Sus lágrimas inundaban sus ojos y se escurrían por sus mejillas. Pero el toqueteo y la acción estaban dando resultados, ya que vi cómo el dedo del sujeto desapareció dentro de su conchita. Después de meterlo y sacarlo un par de veces se desabrochó el pantalón y lo dejó caer junto con sus calzoncillos, no sin antes agarrar el cuchillo.

-Ya sabía que ibas a responder, si a leguas se ve que eres una zorrita – le dijo riéndose

Sacó su dedo de la conchita, la volteó y la hizo hincarse.

-Ahora me lo vas a mamar, con esa boquita de viciosa que tienes, y más te vale que lo hagas bien, sin morderme, o de lo contrario te mato – le dijo acercándole el cuchillo.

Ella lo miró asustada, y como el tipo no alejaba el cuchillo, abrió la boca y se introdujo el glande, lamiéndoselo con la punta de la lengua. El tipo alejó el arma y se dispuso a disfrutar la mamada, pero al ver que la chica no tenía intenciones de chupar más a fondo la agarró del pelo y de un golpe se la metió toda

-Así puta, métetela toda – le gritó mientras su mano hacía para adelante y para atrás la cabeza de ella.

Con el primer impacto sintió ganas de vomitar, pero se cuidó de hacerlo, yo creo que por miedo. Después apretó los labios, para evitar morderle, y sintió cómo aquél pedazo de carne le violaba la boca. Una y otra vez entró, hasta que el tipo la levantó, jalándola del pelo. Después la empujó contra el lateral de la parada y se le pegó por atrás.

-Ahora sí, putita, te voy a dar lo que tanto deseabas – le dijo acercándole su verga a la entrada de la cuevita.

-No, por favor – suplicó ella

Pero él no le hizo caso. De un golpe se la metió toda, sin miramientos. Ella ahogó un grito, por lo que sólo exhaló un pequeño gemido, lo que excitó al fulano.

-Ya veo que te gusta – le dijo

Ella no hablaba, ni gemía ni nada. De hecho no se movía, sólo se dejaba hacer. El tipo era la que arremetía en contra de ella, metiendo y sacando su verga. Su cuerpo chocaba contra el de ella y con cada embestida él le bufaba en la oreja. Sus movimientos se empezaron a acelerar, se veía que estaba a punto de correrse.

-Por favor, no te corras dentro de mi – suplicó ella muerta de miedo

-¿por qué..noo? Te voy..a dejar..un bonito..recuerdo – dijo el tipo entre resoplidos- aahhh

-Nooo- lloró ella.

El tipo se estaba viniendo dentro de ella. Todavía dio unos cuantos empujones más, hasta que se vació por completo. Después sacó su verga, se puso su ropa y guardó el cuchillo. Ella se había quedado recargada contra la estructura de la parada, llorando y con las bragas en los tobillos. El semen le empezaba a escurrir por las piernas. El se acercó a ella.

-Será mejor que te apures a vestirte, el camión ya no debe tardar. Cuídate, no te vaya a pasar algo malo – dijo riéndose el muy cínico antes de irse.

Ella, como autómata, se subió sus bragas y se acomodó la falda. No dejaba de llorar. Se cerró la blusa, cruzando los brazos para que no se abriera. De su bolsa sacó un pañuelo desechable y se secó las lágrimas. Unas luces iluminaron la parada y el camión abrió sus puertas. Ella subió y se fue.