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Como ascendí en mi trabajo

en Hetero: General

COMO ASCENDI EN MI TRABAJO

Entré a trabajar de secretaria en el bufete de abogados de Don Carlos García Moreno y Dávalos, prominente abogado, cuyos clientes eran las personas más importantes e influyentes del país. En ese entonces yo tenía 22 años y trabajaba medio tiempo para pagarme la universidad. Mi juventud y mi cuerpo, bendecido con un par de hermosas y grandes tetas y unas nalguitas bien paraditas, provocaban que acaparara las miradas masculinas de toda la oficina, pero eran las de Don Carlos las que más me turbaban.

Una mañana, mientras estaba haciendo un trabajo en mi computadora Don Carlos se acercó a mi escritorio, con el pretexto de buscar un escrito que me había dejado, la noche anterior, en el cajón de hasta abajo.

-No te molestes, linda- dijo cuando me traté de parar para ayudarlo- Sigue trabajando, yo me encargo.

Don Carlos se inclina y revuelve unos papeles en el cajón. De pronto, sentí su mano en mi tobillo. No sabía si había sido un accidente o había sido intencional, así es que esperé a ver cuál era su reacción. Su mano no se movía, como esperando una respuesta. Después su mano asciende por mi pierna, rozándola, y se detiene en mi muslo. Me quedo quieta, paralizada. Definitivamente no fue algo casual, así que tenía que tomar una decisión, o le paraba el alto, enérgica pero educadamente o lo dejaba hacer, a ver hasta dónde llegaba. Opté por lo segundo. Mi silencio fue la señal para que siguiera adelante.

Su mano fue recorriendo todo mi muslo, rozándolo, hasta llegar a mi entrepierna, donde empezó a jugar con mis pantaletas y sobre mis labios vaginales. Yo mientras tanto seguía escribiendo para tratar de no llamar la atención de nadie de la oficina, pero me resulta muy difícil, ya que se me cierran los ojos y mi respiración se entrecorta. Doy un pequeño brinco cuando siento cómo introduce uno de sus dedos en mi vagina. Empieza a moverlos, muy lentamente por el interior de mi cavidad. Mi respiración se acelera y estiro la mano hacia atrás, para encontrarle el pene y se lo sobo por encima del pantalón. El saca su mano de mi y se incorpora.

-Lindura, ve a mi oficina para hacerte un dictado – me dice con una sonrisa pícara, y se va para su oficina.

Yo me quedo temblando, sé que lo que hice ya no tiene marcha atrás, así que me arreglo la falda, tomo una libreta y un lápiz y me dirijo a su oficina. Llamo a la puerta antes de entrar, y cuando su voz me indica que pase, entro y le pongo seguro a la puerta.

-Ven, preciosa, siéntate aquí – dijo Don Carlos, señalándose las piernas. Yo obedezco, y con un gesto de coquetería, me siento en sus piernas, moviendo un poco las nalgas sobre él.

-Pero qué tetas más hermosas – me dice mientras me desabrocha la blusa. Uno a uno los botones van cediendo hasta que mi blusa queda completamente abierta, me la afloja, y empieza a tocar mis pechos sobre el brasiere.

-Pero qué melones tan sabrosos me voy a comer. A ver niña, ayúdame a desabrochártelo.

Yo le ayudo con mi brasiere, y el me quita la blusa, dejándome totalmente desnuda de la cintura para arriba. Toca un poco mis tetas, ya desnudas, y luego se abalanza sobre ellas para devorarlas. Las chupaba, las lamía, le daba mordiscos a mis pezones, parecía niño con juguete nuevo. Yo estaba muy excitada y mi respiración se volvió entrecortada. Cuando se cansó de jugar con mis tetas me hizo levantarme, desabrochó mi falda y me la bajó, junto con mis medias y mis pantaletas. Después se acercó y puso su nariz en mi zona púbica, oliendo mi piel.

-Mmm –dijo- huele a limpio

Tomó mis manos y me jaló para abajo, por lo que comprendí que quería que me hincara frente a él, así que me hinqué, le separé las piernas y me puse en ese espacio. Después acerqué mis manos a su cinturón y poco a poco, con un dejo de cachondez, se lo fui desabrochando. Lo mismo hice con el pantalón, y en cuanto le abrí la cremallera busqué su pene para sacarlo. En cuanto lo saqué me quedé admirada de su dureza. Para tener 65 años, el señor tenía una erección de aquellas, y no es porque fuese muy grande o grueso, pero el pene del señor se mantenía como un mástil.

-¿Así que quieres comértela, verdad preciosa? – me dijo con emoción

-Sí, papito, quiero comérmela toda, que me llenes mi boquita con tu fierro – dije, usando las palabras que más les gusta oir a los hombres. Después me la metí a la boca.

-Sí, pequeña golosa, cómetela toda, que es para ti solita.

Yo recorrí todo su tronco con la lengua, hasta llegar a su capullo, daba una cuantas lamidas y regresaba por su tronco hasta llegar a los huevos. Me metí uno y después el otro, el hombre parecía gozar. Seguí dándole lengüetadas por todas partes, como si fuera una paleta. Después me lo metía todo y lo volvía a sacar, una y otra vez, para luego volver con los lengüetazos. Sentí cómo su pene iba hinchándose más, sus venas se dilataban. Estaba segura de que pronto tendría un orgasmo, sin embargo éste no llegaba, así que me dediqué a chupar y a chupar su pene, rozando su piel con mis labios.

-Todavía no – dijo separándome de su pene- a mi edad es muy difícil que llegue a dos orgasmos.

Después me paró y me acostó en su escritorio, dejando mis nalgas en el borde. Me separó las piernas, acercó su silla y comenzó a comerme mi conchita. Su lengua se movía por todos mis rincones, y a una velocidad que denotaba experiencia, por momentos muy lentamente, recorriendo cada parte de mi vagina, y por otros rápido, excitando principalmente mi clítoris

-Si como mamas, cojes, ya me muero por tenerte dentro – dije con voz jadeante. Este tipo me estaba llevando al cielo y de regreso.

Don Carlos siguió dándome con la lengua hasta que, seguramente por mi respiración, jadeante y entrecortada, y por los espasmos de mis piernas, se dio cuenta de que iba a tener un orgasmo, por lo cual paró.

-No me dejes así, dame más- le supliqué

-Todo a su tiempo – contestó tranquilo

Luego me bajó del escritorio, me volteó y me hizo apoyarme sobre el escritorio.

-Por el culo no, por favor – le pedí

-No te preocupes preciosa, que no te voy a dar por ahí – me dijo mientras me separaba las piernas. Después dirigió su pene hacia mi vagina y me la metió de un golpe

-mmjjj- alcancé a decir al sentir aquella embestida

-¿Te está gustando, bonita? – me dijo al oido, mientras sus manos jugaban con mis tetas y su verga taladraba mi conchita.

-Me encanta, mi rey, es la mejor cojida que me han dado – respondí mientras movía las nalgas para adelante y atrás, para sentir eso que me estaba perforando, si bien dicen que el tamaño no lo es todo, sino cómo saber menearlo.

Sus resoplidos me indicaban que se estaba acercando al orgasmo, aunque antes de preocuparme de su orgasmo, tuve que preocuparme por el mío. Sentí un fuerte espasmo que me recorrió el vientre, mi respiración se entrecortó más y mis piernas temblaron, y sentí el orgasmo más intenso que hubiera sentido

-Mmmmmjjjaa- tuve que morderme los labios para no gritar, después de todo, estaba en la oficina. Cuando me recuperé un poco le animé para que tuviera el suyo.

-Andale, papito, dame tu lechita, a tu puta – le dije para encenderlo

-No, preciosa – me respondió ya con mucho esfuerzo- tú no eres ninguna puta, eres mía, eso sí, y cojeremos cada vez que yo quiera – y dicho esto, eyaculó, me llenó de leche toda mi cuevita. Debió de haber sido bastante porque sentí como resbalaba fuera de mi.

Don Carlos tomó un pañuelo desechable y me limpió. Después yo me arrodillé y se lo chupé, para limpiarlo. Esta vez su pene permaneció flácido dentro de mi boca. Nos vestimos, pero antes de dejarme ponerme el brasiere volvió a chupar mis tetas y a jugar un poco con ellas. Cuando me estaba terminando de vestir, tomó el teléfono.

-Martínez – le dijo al jefe de personal- examiné personalmente el trabajo de la señorita Georgina García y he encontrado que es una persona sumamente capaz, cooperadora y que sabe satisfacer las necesidades de la dirección, así es que, de hoy en adelante le aumenta el sueldo al doble.

En cuanto colgó se acercó a mí y dándome un beso en la boca, me dijo

-Georgina, sigue así y llegarás muy lejos en esta empresa.