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El odio puro

en No Consentido

Esta es un relato que se basa en mi experiencia personal, pero la historia no es mía, sólo el prologo. Sin embargo, es mejor que cuente mi historia y ya entenderéis porqué digo todo esto.

Todo comenzó hace unos años, yo había llegado a Túnez enviado por una constructora española. Ahí estaba yo un chaval recién salido de la universidad con mi título bajo el brazo y hambre de experiencias. Sin embargo, los primeros meses fueron duros, muy duros, no sólo era la primera obra que gestionaba en solitario, era un país extraño con extrañas costumbres y administración pública.

La verdad es que tenía cabreos con la abogada que tenía en mi equipo y me dejaba con el culo al aire con la administración tunecina. Bueno, he de admitir que en parte la culpa la tuve yo por no decirle nada a mi jefe en la empresa cuando me la asignaron, puesto que ya me imaginaba que iba a pasar aquello. A Sabrina, que así se llamaba, me la había tirado durante la última obra en la que había estado, mi primera obra y bajo el mando del Jefe de Obra, pero no salió bien y pasé de llamarla después de que acabamos.

Pero esto son milongas que no vienen al cuento, vamos a lo que importa, mi amigo Paco.

En esas circunstancias, descubrí en mi encargado de obra a mi mejor aliado y guía en muchos aspectos. Al principio, me dije que los de la empresa debían ser retrasados al ponerme a un encargado tan joven, joder era menor que yo, tenía veinticuatro años y era de Almería. Paco me resolvía todos los problemas con los obreros, me aconsejaba a quien sobornar en la administración y como hacerlo, vamos, me enseñó más de la construcción que todos mis profesores.

Una de esas noches en que no había papeleo, invité a Paco a tomar una copa en el pueblo donde nos quedábamos y una vez allí, tras un montón de cervezas, le pregunté lo que me intrigaba: ¿Cómo, coño, había llegado a parar allí y a ser un experto en todo lo que son las administraciones y la gentes de la zona?

-Señor Solano, le digo que es fácil cuando llevas viviendo en este cuchitril más de siete años…

-¿Cómo viniste a este país desde tan joven?

-No llegué primero a Marruecos, pero es una larga historia…

-Cuéntamela, hoy no hay prisa.

-Vale, esta es mi tragedia…

Y así es como comenzó su historia que probablemente Eurípides o Esquilo hubiesen relatado mejor, pero como están muertos y no la conocen, tendré que hacer yo el trabajo.

Según parece, cuando tenía dieciséis años, su padre los abandonó y se quedó a vivir con su madre, quien se dio a la bebida y le odiaba por ser parecido a su padre. Por otro lado, tenía problemas en el instituto donde se peleaba siempre con un grupo de moros que estaban allí en un programa de integración que hacía el gobierno de su comunidad autónoma. Paco se quejaba de la corrupción que allí imperaba. Por lo visto, era más duro que ellos y siempre lograba sacudirles si eran dos o tres, o bien, huir si se juntaban más. La vida era dura en su barrio, decía, pero, un día, cuando llegó a su casa, al abrir la puerta recibió un duro golpe y quedó inconsciente. Al abrir los ojos, se asustó, tenía las manos atadas a una silla y delante tenía al grupo de seis moros que le complicaban la existencia. Cuando percibieron que despertó, le dijeron que le iban a dar una lección e iban follarse a una zorra española: la zorra de su madre. Entonces salió su madre quien dijo que sería bueno disfrutar y enseñarle al imbécil de su hijo como se folla.

Paco estaba asustadísimo, mientras veía como se turnaban por grupos para penetrar a su madre por la boca, por el culo, por el coño, en sus manos,…Mientras los otros le iban atizando golpes en la cara y el estómago o le atormentaban comentándole como se follaban a su madre. Paco vio todo como si estuviese en coma, cuando los moros acabaron de follársela, se fueron y, más tarde, su madre le desató riéndose de él.

Paco no durmió aquella noche, ni la siguiente, ni la posterior a la siguiente. Paco se convirtió en un zombi que iba a clase y a su cuarto, el mismo recorrido día, sí, y día, también. Todos pensaban que se había vuelto más formal, tan estudioso, nadie creía que hubiese cambiado tan de repente, pero se equivocaban porque algo bullía en su mente, había cambiado, pero para peor.

Su mente hizo un esquema de lo que había pasado:

a) Probablemente, un profesor les había dado su dirección y ya sabía quien era un profesor marroquí de intercambio que coordinaba el proyecto.

b) Ellos habían ido a su casa y le habían contado sus planes a su madre quien se había entregado al vicio.

c) No sólo le habían dado una paliza sino que se habían follado a su madre delante de él.

Por todo ello, sólo podía querer una cosa: venganza total. Nada de remordimientos.

Pero había un problema, los moros se habían ido a su país el día después del incidente. Sin embargo, no se detuvo y una tarde cuando todos se iban se acercó a la oficina del profesor que gestionaba las relaciones del programa de integración. Vio la oportunidad de entrar cuando la secretaria del instituto se marchó dejándolo solo en su despacho. Cuando el profesor lo vio, su semblante cambió y le increpó qué hacía en su despacho, pero cuando lo fue a sacar empujándolo con el brazo, Paco actuó. Sacó una barra de hierro y le golpeó el brazo tan fuerte que oyó el sonido de crujido de su radio. Entonces, su cara volvió a cambiar ahora a una señal de pánico.

-Paco, yo no tuve nada que ver en lo que le hicieron a tu madre.

Luego, lo sabía. Él mismo se había delatado. Tras zurrarle de lo lindo, le obligó a sacar los expedientes y darle la localización de sus “amigos”. Al principio, se negó, pero un poco de insistencia en sus argumentos le ayudó a cooperar. Cuando tuvo la información, le siguió golpeando hasta que se aburrió y se fue.

Pronto, cogió el dinero que tenía ahorrado y marchó hacia Ceuta con un petate y sus ahorros. En Ceuta, leyó en un periódico que su profesor había muerto. Sonrió y cruzó la frontera a Marruecos. Paco era todo un hombre, por lo que no le pusieron muchas pegas y nadie se metía con él, era grande para su edad, como si tuviese ocho años más.

La primera escala fue en un barrio de Marrakech donde estaban los dos primeros reos que iban a ser ajusticiados. Tras observar sus movimientos, esperó a que se fuese el padre de la familia que era camionero y que quedasen las mujeres en casa. Llamó a la puerta y al abrir una joven de quince años, entró de golpe. La madre se lanzó con un cuchillo en la mano, pero Paco sujetó la mano del cuchillo y la golpeó con un revés que la dejó inconsciente, mientras la pequeña lloraba. Paco no tenía sentimientos, sólo venganza en el cuerpo, un fuego que lo consumía.

Agarró a la pequeña y la ató, luego, a su madre. Ahora, sólo quedaba esperar a que llegasen los reos quienes no tardaron pues habían ido a comprar juntos. Al entrar, se puso tras la puerta y los golpeó por sorpresa. Los ató y comenzó a contarles lo que había preparado.

-Amigos, he decidido haceros una visita como la que me disteis a mí.

Comenzó por desnudar a la madre, quien sollozaba y decía palabra ininteligibles, la zorra bajo las abundantes ropas se conservaba joven. Paco la ató de forma que fuese más follable, con las piernas abiertas. Ante la mirada de todos acarició los labios de la madura que se conservaba bien. Y comenzó a follársela, cuando se le ocurrió una idea como estaba un poco tensa había que excitarla, cogió una vela fina en la punta y gruesa en la base y comenzó a metérsela en la boca mientras se la follaba, ella se resistía, pero cuando la embadurnó un poco con saliva se la fue metiendo por el culo, al sentirlo apretaba su polla en su coño. Joder, decía Paco, estuve a punto de correrme con esos espasmos. Pero siguió con el trabajo y ella empezó a gemir cada vez más fuerte. Paco contaba que esos momentos eran la gloria y con una mano amasaba sus tetas, mientras con la otra la sodomizaba. Ella se corrió ante la mirada de sus hijos y él salió de su coño para descargar en su cara su blanca lefa que la dejó como una mascarilla de un salón de belleza. Así, espatarrada y con una vela en el culo, la dejó.

Miró entonces a la jovencita y le dio un tortazo, la puso a cuatro patas y la desnudó, como si fuera una yegua, se puso tras ella y de un golpe, cuando su polla se erectó de nuevo, rompió su virgo. Ella lloró y la sangre brotó. Tras un rato dale que te pego, se le ocurrió que no le habían hecho nunca una mamada como las que les hizo su madre a sus “amigos”. Sacó unos alicates y le dijo a la chica que se la iba a chupar, pero que si tenía pensado mordérsela, le arrancaría los dientes con aquellos alicates, ella asintió. Cogió su rabo y comenzó a besarlo, lo agitaba y lo chupaba, no muy bien, pero lo justo como para que se corriese en su boca, luego, le ordenó que se lo tragara como recuerdo.

Tras esto se dispuso a completar la condena, ató a la joven y desató las manos de la madre a la que a palos mandó desnudar y masturbar a sus hijos. Ella lo hizo con mucho mimo, se burlaba Paco. Cuando estaban como para correrse, ante la mirada de la madre, les cortó sus miembros y genitales de sendos golpes de cuchillo. Ellos aullaban de dolor y sangraban, le dio a la madre un hierro candente para que cortase la hemorragia. Cuando se cortaron las hemorragias, amordazó a las mujeres y luego les puso dos palos de fregona bien adentro de sus culos. Y así, se marchó de la casa para seguir su peregrinación.

La verdad, yo estaba horrorizado, Paco era todo un psicópata, aguantaría hasta que acabase la obra y huiría de hacer una obra con él. No era justo, quizás, pero esa historia y como me la contó, me dejó de piedra. Por eso, prefiero no seguir con esta historia y lo que pasó en las otras casas.

Sólo comento como final de la historia que Paco tuvo que huir de Marruecos a Túnez donde residía actualmente, porque descubrieron el reguero de sangre que dejó.

He de decir que aprendí mucho de Paco, pero parte de esas enseñanzas prefiero olvidarlas.

Fin