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Las tres nietas de don Sebastián (3)

en No Consentido

Las tres nietas de don Sebastián 3

Tras meditar bastante si contar esta parte de la historia, al final, me he decidido a hacerlo pues sin esta parte no se comprendería el comportamiento de Luisa en mi opinión. Había pensado omitirla y sólo comentarlo de pasada, pero bueno todas las historias tienen una cara amarga.

Todo sucedió dos años atrás, según me contó Laura una vez que se hubo calmado. Por aquel entonces, Luisa estaba prometida con un chico del pueblo y se la veía muy feliz haciendo planes de futuro. Acabaría su recién empezada carrera de medicina y se casaría con su novio, luego, tendría niños y… En fín, que ella era otra persona distinta a la Luisa que yo conocía. Sin embargo, aquel año, ella cambió para siempre, fue en aquel mismo pueblo donde estábamos y, en fechas parecidas pues este suceso que cambiaría a la dulce Luisa en la fría mujer que me abofeteaba cada vez que me veía se produjo durante las fiestas del pueblo.

Vamos a ver, el pueblo no era gran cosa, la población era reducida y no había cine, ni restaurante, ni nada. Sin embargo, durante esos días de julio que duraban las fiestas del patrón del pueblo, Santo Domingo, el pueblo cobraba una vida inusitada de repente y todo el pueblo se llenaba de gente que bebía al ritmo de la música. Es decir, se llenaba de gente borracha por las calles y los típicos carros con toda clase de dulces revenidos que, personalmente, creo que duran de un año para otro porque pocos son los que les compran algo. Supongo que el que haya estado en una de estas fiestas rurales conocerá a lo que me refiero cuando hablo del estruendo formado por la banda contratada que, frecuentemente, oculta su escasa habilidad bajo el estruendo de los potentes altavoces. Aunque también es cierto que pocos son los que están en condiciones para escuchar la música con precisión como ya he dicho.

Pero centrémonos en el relato de Laura. Aquella noche, Luisa se había puesto su mejor vestido para salir con su novio a la fiesta. “Un lindo vestido que la hacía verse realmente atractiva con unos zapatos a juego”, comentó Laura como si lo estuviese viendo en aquellos instantes. Su sonrisa mostraba la increíble felicidad que sentía por estar con su novio, yo no recordaba una sonrisa suya que mostrase felicidad, sólo algún amago de cortesía que me había permitido imaginar la tremenda belleza de lo que sería una sonrisa suya. Toda la noche fue divertida para ella y pronto se encontraron solos en una de las callejuelas del pueblo dándose besos y apretones como cualquier pareja de novios. Ella había bebido bastante y estaba realmente eufórica, así que cuando él la invitó a ir al almacén de su padre, ella aceptó. Minutos después, estaban tirados sobre los sacos de pienso para animales fajándose con desesperación. Aunque, como es lógico, yo no estaba allí y no pude verlo, podía imaginar cada detalle de la historia debido a mi excesiva imaginación y a la intensidad con que contaba Laura la historia.

Así que podía ver con claridad cómo su novio besaba esos labios carnosos y lo que es mas las caricias que ellos le prodigarían. Sus manos explorando con fuerza e intensidad bajo ese vestido azul para agarrar esas nalgas poderosas y firmes que, seguro, se estremecieron al sentir la fuerza de unas manos masculinas asiéndolas firmemente. Cómo ella, poco a poco, se abría el vestido para poner a disposición de su amante todo lo que su perfecta anatomía podía ofrecer únicamente oculta por un lindo conjunto de lencería negra que contrastaba con su piel blanca. Ella comenzó a gemir, seguro, cuando él se apoderó de sus pechos y comenzó a lamerlos, chuparlos y morderlos con la experiencia que le confería el tiempo que llevaban de novios. Seguro que pronto Luisa estaba húmeda como una noche de verano en la playa y dispuesta a consentir cualquier cosa pero, si no lo estaba todavía con las caricias a su enorme busto, seguro que unas caricias a su rajita e incluso unas lamidas a esa fuente del placer tras despojarla de su última prenda harían que ella estuviese no sólo dispuesta a todo, sino deseosa de ello.

“Voy a por una camisa”, le dijo él y desapareció por unos segundos pero, pronto, estaba allí de nuevo. La agarró con tanta desesperación que ya no la acariciaba con el tacto de antes sino con la fuerza de un animal. Sus manos abarcaban con fuerza su trasero y su lengua se introducía con fuerza en su boca como una lagartija herida. Su hábil amante se había convertido en una bestia, pero no le importaba porque estaba enamorada y muy excitada todavía. Se dejó hacer y, de golpe, tras separar con fuerza sus piernas, dispuso de un solo golpe de su intimidad. Pronto, comenzaron los movimientos bruscos que la atravesaron produciendo más dolor que placer. Unos movimientos rítmicos que la aplastaban una y otra vez, sin embargo, se dejó llevar mientras su amante resoplaba una y otra vez. Su aliento cargado de alcohol le bañaba la cara y la hacía quedarse pasivamente recibiendo las embestidas de aquel que la estaba poseyendo. Pronto, él hizo que girasen de forma que ella quedó encima de él aún ensartada. Ella entendió y comenzó a botar sobre él hasta que su cuerpo comenzó a responder a los estímulos y su respiración se hizo muy agitada. Estaba ebria por el alcohol y la excitación lo que le hizo perder la consciencia mientras trababa de alcanzar el clímax. De pronto, él le colocó su pene en la boca y comenzó a chupárselo como hacía antes de que él la desvirgase por primera vez. Su pene estaba duro, tenía la forma y la textura de siempre. Era un viejo conocido y sabía como hacerlo estallar de la misma forma que ella estaba comenzando a alcanzar su plenitud. Esos labios gruesos comenzaron a apretar el tronco de aquel falo y a deslizarse por él. Su lengua acompasaba cálidas y húmedas caricias al movimiento de forma que pronto obtuvo el fruto de su esfuerzo en su boca. Un fluido caliente que coincidió con su culminación. Un golpe de placer que la envolvió mientras su cuerpo se retorcía por el placer y pronto una sensación cálida en su interior. Fue ahí, sólo, en ese momento cuando tuvo el momento de lucidez que le permitió hacer cálculos.

Si tenía el pene de su novio en la boca, ¿cómo podía haberla penetrado? Giró la cabeza hacia arriba y vio la cara de su novio iluminada por la luz de la luna que atravesaba ahora un ventanal del almacén. Luego, bajó su mirada hacia el hombre que yacía bajo ella y reconoció sus rasgos en la penumbra. Era el hermano de su novio. Ella se sintió sucia, humillada y ultatrajada por lo que salió corriendo dejando atrás las risas de los dos hermanos. Se vistió como pudo en un callejón y llegó a la casa de su abuelo.

Eso es lo que yo quise imaginar pues en realidad, ella nunca logró a salir de ese almacén hasta que ambos hermanos hubieron saciado sus apetitos con su cuerpo pues el estado de embriaguez en el que se encontraba no se lo permitió. Ella volvió mucho más tarde a la casa y se encerró en su cuarto. Pero era duro para mí, un niño, al fin y al cabo, aunque tuviese el cuerpo de un hombre.

Estaba llorando con los ojos rojos sobre su cama cuando Laura llegó de la fiesta y se echó a los brazos de Laura en cuanto la vio. Se abrazaba al cuerpo de su hermana como si la vida le fuese en ello. Le contó entre lagrimas y sollozos todo lo que pasó. “Jamás, volvió a abrirse a mí, como aquella noche”, dijo Laura, “ella cambió en poco tiempo y se volvió la Luisa que conoces.”

Cuando acabó su relato, tenía a Laura llorando en mis brazos. Medio desnuda y con esa carita de tristeza, se veía tan frágil y desprotegida que sólo pensaba en abrazarla con fuerza para protegerla. Esto provocó un nuevo calentón en mi cuerpo pues no hay nada que me resulte tan atractivo del sexo femenino como su fragilidad y belleza. Ella sintió el despertar de mi pequeño siamés y lo agarró con fuerza, mientras me sonreía. Su mano subió por el tronco una y mil veces sin dejar de mirarme a los ojos. Luego, su boca buscó la mía y me besó sin que su mano dejase de acariciar mi espada. Estaba a punto de terminar cuando se paró y me miró con malicia. “Cuenta hasta treinta y uno, luego, ven a buscarme. Si me encuentras, tendrás tu premio”, dijo ella mientras salía corriendo del cuarto sin que mis manos alcanzaran a retenerla.

Conté tan rápido como mi boca me permitió y salí del cuarto ansioso sin darme cuenta de que llevaba la tienda de campaña montada. Pero, como suele pasar, a la imprudencia le acompaña la mala suerte y quien estaba justo en el pasillo cuando salí. ¡Premio!, era Luisa y, cuando bajó su mirada y vio mi alzamiento militar, a la ostia que me cayó le acompañó un “CERDO” que dejaba bien claro que no era de su agrado, mi estado.

Cuando se fue por las escaleras, salió Laura con las manos tapando su boca y con unos ojos que me pedían disculpas al ver la mano de Luisa marcada en rojo sobre mi cara.

Sin embargo, como dice la canción “Valió la pena”. Pues Laura cogió mi mano y me llevó a mi cuarto. Cerró tras de sí y me besó con dulzura, luego, su boca fue bajando por mi cuello hasta mi ombligo. Sus manos agarraron mi pantalón y lo bajaron dejando mi ahora triste lombriz a la altura de su cara. Su dejo jugó un poco con él mientras su otra mano me acariciaba el pecho y, como la naturaleza es sabia, el triste gusano se convirtió en fiera espada rápidamente. Fue entonces cuando llegó la recompensa en forma de unos labios que abrazaron mi erecto falo y una lengua que lo acariciaba mientras sus manos se apoderaban de mis gluteos. Yo sentía la calidez y humedad de su boca en forma de una agradable caricia que pronto se tornó terriblemente placentera tanto que me costaba tenerme en pie y que hizo que cayese de espaldas como un conejo tras copular. Afortunadamente, los tontos tenemos suerte y la cama estaba detrás de mí, si no hubiera sido así, hubiese caído al suelo pues perdí toda mi fuerza en las piernas. Si Sansón tenía su fuerza en la cabeza, yo la tenía en mi otra cabeza y Laura era mi Dalila.

En fín, ella se echó un rato a mi lado disculpándose por el tortazo de Luisa hasta que se marchó a hacer sus cosas dejándome pensativo y meditando en lo que Laura me había contado.

Luego, apareció la pequeña Elenita para que la llevase hasta el cumpleaños de una de sus amigas que estaba un poco lejos como le había prometido a Laura pues todos estaban ocupados a esa hora y Laura me había engatusado para que me comprometiese a hacerlo.

Continuará.

He leído los comentarios de los lectores y estoy muy contento porque la gente se ha animado a comentar los relatos de esta historia. La verdad es que me sorprendieron más los comentarios positivos y de ánimo que las duras críticas, pues esperaba que no agradase mucho la historia. Sin embargo, la verdad es que las valoraciones han sobrepasado mis expectativas iniciales.

Agradezco mucho los ánimos de los lectores y me ha gustado leer las críticas de aquellos a los que esta historia les hizo perder el tiempo.

Bueno, sigo animando a la gente a que escriba sus impresiones y comentarios. Si prefieren hacerlo al correo, este es: martius_ares@yahoo.es