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El odio puro (2)

en Interracial

La historia de Paco 2

Bueno, esta es la continuación a uno de los relatos más criticados y el peor valorado de los que he escrito. Sé que es una historia un tanto controvertida de un personaje racista y violento que se desarrolla en una atmófera que más tiene que ver con el sadismo que con el sexo, pero ese personaje me llama más la atención que el resto por ser diferente a la mayoría de los protagonistas de estas historias. Es por eso que no animo a leer EL ODIO PURO, sino que hago un breve resumen por si les apetece leer esta continuación a pesar del contenido.

Paco era un joven que en su juventud quedó traumatizado por una madre que fornica con cuatro inmigrantes marroquíes que estudiaban en su ciudad sólo para disfrutar de su dolor. Entra en un estado de shock que le lleva a cometer serias atrocidades en marruecos y acaba como encargado en una empresa española en Túnez.

Desde que acabé aquella obra, no había vuelto a ver a aquel chaval llamado Paco cuya historia me produjo una profunda desazón. Quizás porque me sentía identificado en su figura en cuanto a que yo hubiese hecho lo mismo en sus circunstancias y eso me hacía sentir como si fuese una vil bestia.

Nunca sabemos de lo que somos capaces hasta que no se dan las circunstancias que nos impulsen a tomar una decisión.- me decía mi padre cuando yo juzgaba las acciones de los demás. Siempre tomé a broma sus palabras hasta aquella noche.

Como decía, no lo había vuelto a ver hasta que fui destinado a Almería, más en concreto, el Ejido. Supongo que unos conocerán este pueblo como el de la renta per cápita más alta de España y otros por unos incidentes que sucedieron hace algunos años en el que la población se levantó contra los inmigrantes magrebíes.

Yo, la verdad, prefiero abstenerme de todo comentario pues soy un elemento neutro en esta historia y lo que opine o deje de opinar, no tiene nada que ver en esta historia. Yo sólo puedo pensar en hacer bien mi trabajo y ya está, lo demás sólo sirve para enriquecer a los políticos y a los periodistas.

Yo estaba visitando los terrenos donde se iba a construir una estación depuradora. Lo típico: observando el terreno y charlando con los lugareños para tener una mejor idea de la zona. Fue entonces cuando aparece una cara conocida, Paco. Estaba más gordo y más calvo; aunque a mí también me quedan pocos pelos de tonto, sigo estando atlético. Su cara amable, pero esos ojos fríos, me helaron el corazón al recordar su relato.

Me estrechó la mano con fuerza y me invitó a su casa. Me enseñó esa casa grande y decorada sin gusto. Se notaba que manejaba mucho dinero, eso es normal en ese pueblo pero no sabía como podía haberse hecho tan rico en solo cinco años. Yo en ese tiempo apenas ganaba para pagar un piso y mis gastos con mi sueldo de ingeniero.

En fin, nos sentamos al comedor y su mujer, una chica del pueblo, nos preparó la comida. Nos hartamos a comer y a beber hasta que acabamos en el salón viendo un partido de la Copa de Europa. Su mujer una pobre chica sin estudios ni gran atractivo se fue al cuarto de los niños mientras nosotros estábamos charlando de cómo habían cambiado nuestras vidas en esos años, en especial, la suya.

Poco a poco, el alcohol le volvió a hacer mella y me preguntó si quería saber realmente lo que había pasado. Yo le respondí que sí por cortesía, sin embargo, lamentaré de por vida esa sílaba.

Paco había llegado a Almería hacía un par de años, más o menos cuando lo del citado incidente que muchos conocerán. El caso es que pronto se metió de capataz de un invernadero y se hizo con los suyos propios. Pero apenas ganaba un sueldo y lo que sacaba con su pequeño invernadero. ¿Cómo se había podido hacer con tanto dinero? Fácil. Todo comenzó con las represalias de los temporeros magrebíes al llegar la recolección. Se unieron todos y se negaron a trabajar de modo que la producción se perdería. Todos los empresarios de la zona, sudaron la gota gorda. Estaban acorralados pues había mucho dinero en juego y ahí es donde hizo Paco su fortuna. Él se olió el problema antes de que nadie se lo plantease y había contratado a varios autobuses de polacas que llegarían durante la huelga. De los piquetes no tuvo que preocuparse pues los grupos neonazis de la zona además de la gente del pueblo estaban deseosos de apalear a los piquetes y la policía no les estorbaría. El caso es que los trabajadores magrebíes se vieron en una situación comprometida al ver que los empresarios le pagaban comisiones millonarias a Paco para que les dejase algunas polacas que les recogieran los tomates.

Pronto, los cabecillas de los trabajadores magrebíes le fueron a rogar a Paco y aquí frenó su historia, me miró y esa sonrisa que me aterraba relució en su cara dandole un aire de locura.

El pueblo es pequeño y conocía a todos los trabajadores de la zona. Se la tenía jurada a uno de ellos en especial, el cabecilla, y le dijo en privado que si quería volver a trabajar, debía entregarle a su esposa. Ella era una belleza marroquí con la que se había casado hacía apenas un mes con el dinero que había ahorrado en varios años. El hombre se puso pálido y se fue disgustado a su casa, pero a los pocos días ella llamó a la puerta de su casa una noche.

Se llamaba Yazmina y era esbelta como la espiga de trigo y su cara era como la luna en el decimoctavo día del mes. Sus ojos tenían todo el misterio de la noche y su boca era como una mar de perlas. Era una criatura realmente hermosa, no comprendía como su marido podía compartirla sólo por dinero.

Ella no dijo nada y él, tampoco. Sólo la desnudó poco a poco, a su antojo, y la llevó a la cama. La besó con fuerza y acarició sus pechos llenos como granadas. Sus manos se llenaron con los cachetes de su trasero firme y duro mientras su cintura se doblaba como junco al viento. Cayeron sobre la cama y pronto comenzó a llenar su interior con su carne, bombeando con fuerza hasta que ella gimió repetidas veces al haber perdido la vergüenza que, en principio, le impedía mirarlo a los ojos. Entonces, sus besos se hicieron realmente apasionados y sus gritos fueron oídos en todo el pueblo, probablemente. Luego, descargó su simiente en la boca de aquella apasionada mujer que tragó la lefa como si del maná que aparecía en el Sinaí se tratase. Cayeron juntos sobre la cama una vez vacío su depósito.

Era tanto el placer que provocaba la anatomía de esa mujer que no paraba de mirarla y acariciarla mientras ella repartía sus besos sobre la anatomía oronda de Paco. Él pronto se dispuso a poseerla nuevamente y la colocó como si de una perra en celo se tratase, sobre la cama. Ella lo miraba temerosa, pero recibió la profunda estocada sin temor y se acopló al movimiento perfectamente hasta que llenó su vientre con los restos de su simiente que habían quedado en el interior de sus testículos.

Yo me alegré de que esta vez no hubiese hecho ninguna cosa digna de una película de terror.

Me comentó que ella era su amante y que la montaba cuando su marido recogía tomates en el invernadero. Aparte, ahora podía tirarse a las hijas y las esposas de los jornaleros por lo tanto, me ofreció una de sus concubinas si me apetecía.

Yo decliné su ofrecimiento y decidí que el resto de la obra la gestionaría por teléfono desde la oficina.

FIN.