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No es tan fácil 02

en Dominación

NO ES TAN FÁCIL 02

- Martín, por lo que cuentas, a esa zorra le va el rollo de látigos y cuero, jejeje- dijo Alejo, tras contarle a grandes rasgos lo que me había pasado los dos días anteriores, mientras nos tomábamos unas cervezas post partido de fútbol sala ante un Madrid-Sevilla en la tele.

- Ni idea, ya sabes que yo siempre he sido muy tradicional con las chicas.

- Mira, a esa perra - sí, Alejo era todavía más políticamente incorrecto que yo- le gusta que la dominen, que la humillen, y si no le demuestras que eres el macho dominante te pisará como a una colilla. Son miles de años de evolución en que hemos evolucionado en la lucha por ser el macho alfa y lo llevamos impreso en nuestro ADN. Pero, por otro lado, es un chollo. ¿Nunca has querido darle una paliza a una tía? ¿Dominarla y humillarla? Eso es algo que hoy en día no puedes hacer debido a las leyes de género.

- Dios mío, ¿qué diablos estás diciendo? Yo no le levanto la mano a las mujeres. ¡Nunca!- alcé la voz y Alejo sonrió.

- Anteayer lo hiciste…-y mis ojos tocaron el suelo ante lo irrefutable de su afirmación.

- Yo no quería hacerlo. Fue un ataque de locura y ella me dijo que me amaba. Supongo que me ha perdonado por lo que pasó. ¿No podemos empezar una relación normal?

- Martín, me da la impresión que no pillas cómo funciona esto. Ella no te denunció porque se sentía sometida y, por eso mismo, fue al restaurante cuando la llamaste. Fueron las mariconadas de que estabas enamorado las que hicieron que te abofetease en público y que no la corrigieses hizo que se diese cuenta que no eres el macho que necesita.  Ella sólo se mostrará dócil con su macho alfa: ese que doblega su voluntad sin que pueda revelarse. Te tanteará cada vez que note debilidad en ti y, si se lo permites, te convertirá en su esclavo. Pero, en cambio, cuanto más la golpees y la humilles, más se entregará y será lo que tú desees. No es muy lógico, pero las cosas son como son. Buscarles una explicación es perder el tiempo. Te recomiendo que hagas lo que te digo y le des tres comidas al día: una de rabo y dos de palos porque si no lo vas a tener muy chungo. Te hará la vida imposible.

El partido acabó, le choqué la mano a mi colega y me marché a casa. Y, por mi cabeza, sólo la veía a ella. María era hermosa, pero yo no era un maltratador. El plan de Alejo era una locura de las suyas. No, sin duda, yo no tenía nada que ver con el maltrato a una mujer aunque fuese lo que ella desease. Llegué, por tanto, a la conclusión de que ese lunes le aclararía las cosas a María, le pediría disculpas por lo que pasó pero que no me interesaba una relación así.

El lunes, ella llegó a las doce y estaba como siempre amable con las chicas pero con un ceño fruncido cuando nos cruzamos en el pasillo. Dejé las cosas listas para el día siguiente y me dirigí al despacho de María. Cuando entré, le expliqué que todo lo que había pasado el viernes pasado y que lo lamentaba profundamente.

Me miró y comenzó a hablar, con una sonrisa triunfante entre pausas. Mientras a mi mente acudían las palabras de mi amigo Alejo: “Te hará la vida imposible”.

- Muy bien, no te denunciaré pero eso no significa que no serás castigado. A partir de ahora eres mi esclavo hasta que pagues por tus crímenes contra las mujeres. Primero, quiero 20.000 euros que me entregarás esta tarde en mi casa donde pasarás por tu educación como esclavo.

Supuse que me golpearía un poco, pero no era lo que más me preocupaba puesto que mi cuerpo es resistente y no me preocupaban unos morados, pero 20.000 € dejarían tiesa mi cuenta bancaria incluso tendría que pedir prestado dinero. Pero no se podía evitar ya que era mejor estar tieso unos meses que en prisión.

Así que a las cinco de la tarde aparqué mi coche en la entrada del chalet. Un bonito chalet en una zona residencial que sin duda no se había pagado con el sueldo. Llamé al intercomunicador y me franqueó el paso hasta la puerta que daba acceso a la casa. Finalmente, estaba frente a María que vestía una bata en un despacho de madera de cerezo con estanterías llenas de libros de temas legales. No eran suyos, sin duda, recordé que estaba casada con un juez de la ciudad.

- Has aceptado y supongo que ahí está el dinero- dijo refiriéndose a una bolsa de piel con los fajos de dinero que saqué del banco camino a casa.

- Está bien. Aceptaré lo que tengas preparado.

María avanzó y dejó caer la bata, estaba vestida de cuero negro y brillante, con unos zapatos negros de tacones de vértigo. Una sonrisa asomó a mi cara al ver esa indumentaria tan extraña pero ella la borró con un golpe de fusta en mi cara. Me costó controlarme, pero me dije a mi mismo que sólo sería una tarde y todo acabaría. Ella siguió rodeándome y dándome golpes a la vez que me decía que era un perro y que había sido malo. Sentimientos contradictorios me invadieron: por un lado, tenía ganas de reírme por sus comentarios y, por otro, quería darle un tortazo por los golpes. Fue desnudándome y me dejó en calzoncillos. Me ordenó que me arrodillase y andase como el animal que era. Yo obedecía sin dudar para que se quedase satisfecha lo antes posible.

Luego me pisó con el tacón la mano, el dolor era muy intenso y, cuando la miré a la cara, me dio golpe de fusta en la cara y me ordenó que lamiese sus pies. No me quedó otra opción a pesar de la humillación y lamí sus pies. Ella se rio con una gran carcajada mientras me azotaba la espalda. Me sentía asqueado de mí mismo por permitir esa situación y quizás un poco excitado por el voluptuoso cuerpo de María en ese corsé que impulsaba su generoso pecho hacia arriba, mostrándolo como una bandeja de carne. Los muslos llenos que parecía que iban a reventar los pantalones ajustados de cuero y sus delicados pies en esos zapatos… Sin duda, además de humillado e irritado, estaba excitado.

Hasta que apareció un negro tan alto como yo y con quince kilos más de músculo vestido con un esmoquin. Joder, parecía el puto Mike Tyson, de feo que era. Iba acompañado por una belleza mulata vestida con un vestido blanco.

- Este es Johnny y se va a encargar de ponerte el culo como la bandera de Japón.

Todos rieron. Todos menos yo, que no estaba dispuesto a permitir que me sodomizaran. Intenté escapar pero un golpe en mi estómago me dejó de rodillas y sin aire. Era una bestia, el puto negro. Me cagué en las putas leyes de inmigración que lo habían dejado entrar al país. Sin embargo, cometió un error y es que con sus manos agarró mi cuello para dejarme sin aire. La idea era buena, pues, si el flujo de aire disminuía, mi capacidad para resistirme también lo haría. No obstante, poco a poco me fui relajando y salió ese otro yo. Quizás fruto de la educación de mi viejo, lo que hoy serían maltrato de menores. Días sin comer desde que tenía cinco años, palizas y semanas de supervivencia en montes comiendo cosas que harían vomitar a una cabra,… Esto fue el pan nuestro de cada día hasta que acabé la universidad y me emancipé.

Quizás de ahí nació ese otro yo, que agarró un bolígrafo de mi bolsillo y con el pulgar soltó la tapa para clavarlo bajo la axila de su brazo izquierdo. Entonces perdió la fuerza en su mano izquierda y caí al suelo. Él se arracó el bolígrafo y me miró con ira. Sin embargo, en la carrera para embestirme, le recibí con una patada en la mandíbula que lo mandó al suelo. No tuve compasión con el negro y tranquilamente anduve hasta él. Mi pie le pisó el cuello dejando caer lentamente mi peso. El sujetó mi pierna con su mano derecha, pero la gravedad era mi aliada. Entonces, la bella mulata se abalanzó sobre mí intentando arañarme la cara como una gata salvaje, pero mis manos la detuvieron. Agarrando su antebrazo y su mano derecha. Aunque el crujido de una de sus falanges me recordó la fragilidad del cuerpo femenino, no fui nada delicado con ella y la lancé a la otra punta de la habitación, pues ese ya no era yo, era mi sombra.

El negro se revolvió al ver a la chica chillar llorando de dolor, pero una patada en la boca que le saltó un par de incisivos le convenció de que su lugar era el suelo. Entonces, María se abalanzó gritándome que iba a acabar en la cárcel. Zas, hostia de revés mejor los de Federer que la tiró al suelo. Ya se había abierto la caja de las tortas y había para todos. Le ordené a la negra que buscase una cámara de fotos, dudó pero un apretón en el dedo roto la convenció.

- ¿Qué vas a hacer, Martín?- preguntó temerosa.

- María, ha sido muy poco amable de tu parte no invitar a tu familia a nuestro pequeño guateque así que voy a encargarme del reportaje fotográfico.- Sus ojos se abrieron como cuando le metí el huevo por el culo y mi risa resonó por toda la casa.

Un minuto más tarde mandé con una patada en el costado al puto negro a que desnudase a María. Luego, ordené que María se pusiese abierta de piernas sobre el escritorio y a Puto Negro( decidí que ese sería su nombre en adelante) que la cubriese como si se la estuviese follando.

- Muy bien, Puto Negro, cubre a Zorra Blanca, agarrale las peras. Muy bien.- flash, flash, flash, disparaba la cámara mientras daba vueltas a su alrededor. La cámara era la caña, se notaba que habían pelas en esa casa. Sin duda, el marido de María era un puto juez y ganaba muchas pelas oprimiendo a los pobres que se someten a la justicia.

Estaba en mi salsa haciendo que María, ahora Zorra Blanca, le cogiese el rabo a Puto Negro simulando una mamada. Ja ja, era una risa ver lo humillada que estaba Zorra Blanca. Entonces, se me ocurrió que yo también quería una mamada y ver a Zorra Negra desaprovechada me hizo girar la cabeza y decirle a la espectacular mulata que se desnudase y comenzase a chupármela y que si se le ocurría morderme podía arrancarle los dientes uno a uno con los alicates del coche. No se le ocurrió dudarlo pues la mano le recordaba lo brutal que podía llegar a ser y su mamada fue excelente mientras veía a su novio posar con Zorra Blanca. Supuse que eran pareja cuando él se dio cuenta de lo que ella iba a hacer y se abalanzó sobre mí, pero un quiebro rápido y un golpe con un pesado pisapapeles lo dejaron noqueado.  En fin ya tenía suficientes fotos de Zorra Blanca siendo montada por Puto Negro.

Así que comencé a correrme en la boca de Zorrita Negra, quizás más apropiado para una chavala de veinte años. No estaba satisfecho y las iba a torturar más. Vi una bolsa con chismes para amarrar como esposas y cadenas así que las amarré el brazo de una con la pierna de otra y así quedaron sexo con cara y viceversa. Para mi primer experimento, traje mucha bebida y las obligué a beber una barbaridad utilizando toda la fuerza que fue necesaria. Luego jugué un rato con sus sexos pellizcando sus clítoris, metiendo bolígrafos y lo que encontraba en sus anos. Hasta que llegó el momento de mear; cuando Zorrita Negra rogó que la dejase ir al baño, le dije que lo hiciera en la boca de Zorra Blanca. Al principio, aguantó, pero no tardó en evacuar en una boca que yo mantuve abierta a la fuerza mientras sujetaba la nariz para que tragara la meada de Zorrita Negra. Mi risa era terrorífica y le tocó el turno a Zorra Blanca para evacuar en la boca de la bella mulata.

Las dos se retorcían entre arcadas de asco, pero yo sólo había comenzado mi venganza. Arranqué un cable de la lámpara y les dí las reglas del siguiente juego. La primera que se corra se lleva un corrientazo, pero cada cinco minutos si la que tenga la cara más colorada se lleva un corrientazo. Lógico que la que más se esmeró fue Zorra Blanca, pero no lo consiguió en cinco minutos y un calambrazo la hizo revolverse. Aunque Zorrita Negra se llevó el suyo al estar pegadas y sudadas.

Me aburrí y comencé el nuevo juego. Encontré tres de esos huevos y comencé a hacer malabares como cuando era un crío y sacaba dinero con una gorrilla en la calle. Escogí el primero y se lo metí a Zorra negra en el culo, luego, otro a Zorra Blanca a través del esfínter y finalmente dudé un poco haciéndome de rogar para clavárselo a zorra Blanca en el coño. Ordené a Zorra Negra que le comiese el coño a Zorra Blanca y la animé con un sonoro tortazo en el culo antes de comenzar una intensa follada.

- ¿Quién la tiene más larga Puto Negro o yo?- le pregunté a la mulata.

- Johnny.- respondió entre gemidos.

- Y ¿quién la tiene más gorda?- volví a preguntar.

- Tú, ahhhh- chilló la linda mulata mientras trataba de comerle el coño a Zorra Blanca.

Seguí hasta que me descargué en el coño de la mulata y las desaté. Luego agarré a Zorra Blanca por el cuello y la levanté unos centímetros en peso para ponerla de puntillas.

- Mañana quiero el doble del dinero que he traído hoy o tu marido recibirá estas fotos. Bueno, tu marido y media ciudad. La otra media que lo mire en internet. Llévate a estos dos al hospital y diréis que ha sido un accidente. De lo contrario, tu familia se enterará de lo zorra que eres.-  intentó contestar pero un sonoro bofetón la lanzó a una esquina de la habitación.

Me marché a casa tras un día agotador para descargar las fotos en mi ordenador, pero cuando llegué a casa me di cuenta que la cámara no tenía tenía tarjeta. Si María descubría esto, estaba en un grave problema pues no tenía nada para chantajearla. Entonces, me di cuenta de que Alejo tenía razón: si quería salir del problema, tenía que seguir con mi rol y aplastar totalmente su voluntad.

CONTINUARÁ

Comenten por favor que, si no, es muy aburrido seguir la serie.

Si quieren que les conteste háganlo al correo: martius_ares@yahoo.es