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El Chapucero 6

en Erotismo y Amor

EL DIABLO Y EL HÉROE

La había cagado hasta el fondo. Eso es lo que pensé mientras era vapuleado por uno de los rusos, el sabor metálico de la sangre no era desagradable en comparación con el zumbido en mi cabeza que tenía como epicentro el pómulo donde me habían golpeado para dejarme fuera de combate.

Pero supongo que será mejor narrar como había acabado en el garaje de la casa de doña Elena siendo golpeado por un animal de ciento veinte kilos.

Cuando Clara me contó que había visto como montaba a su hermana, se me erizó todo el lomo y sólo pude comenzar a balbucear excusas. En mi mente, sólo revoloteaban las consecuencias catastróficas para mi labor en aquella casa hasta que Clara comenzó a llorar con aquellos ojos azules.

-          Eres como todos. Dijiste que yo te gustaba más que mi hermana, pero es con ella con la que te acuestas. Laura siempre tiene a todos los hombres.- gritó llamando la atención de todos los que nos rodeaban.

La cogí del brazo y la saqué a la calle. Le dije que lo sentía, que no sabía acerca de sus sentimientos, que  yo era muy mayor para ella,… Le dije todo lo que se me ocurrió pero ella seguía llorando así que la besé. Fue lo único que se me ocurrió para silenciar algo que podría haber trastocado mis planes en aquella casa y ella se dejó hacer con los ojos cerrados. Así pasaron los segundos hasta que me separé para ver el resultado de esa acción desesperada y ahí seguía ella con los ojos cerrados y los labios estirados como los de un cervatillo. Le sonreí y ella sonrió totalmente ruborizada. La pálida piel de su cara estaba totalmente enrojecida y apenas podía controlar una sonrisa nerviosa.

-          Clara, es mejor que vuelvas al colegio. Hablaremos esta tarde.- le indiqué y ella sólo asintió. Se dio media vuelta y marchó rumbo a la escuela.

Volví a casa y por el camino no pude disfrutar de las piernas de las jóvenes ejecutivas con esos trajes tan provocadores que en palabras de cierto médico parecen decir soy profesional sin dejar de ser mujer (esto último entre exclamaciones).

Pensaba en si realmente el berrinche que había tenido Clara era a causa de celos de hermana o era todo, una comedia planeada por Laura, que a todas luces algo se traía entre manos. Si todo aquello era real, el mundo se había vuelto del revés.

Cuando llegué a casa, no estaba Sofía por allí. Afortunadamente, pues no estaba con ganas de aguantar otra loca que no seguía las reglas de este mundo. Las bellezas no casan con tipos pobres y feos.

Simplemente encontré un sobre con una nota: “Aquí te dejo lo que te prometí. No olvides lo del sábado, me lo prometiste”. Me preocupé por un instante acerca de qué le había prometido, pero enseguida me olvidé pues abrí el sobre.

Eran los informes de un par gánster checos con cargos por tráfico de drogas, trata de blancas, proxenetismo y agresiones. Otro era un narcotraficante colombiano, aunque sin antecedentes en España. Todo aquello tenía una pinta complicada. Qué podía tener que ver unos chulos checos, un narco colombiano y una mujer florero.

Del argentino que al parecer era el sujeto engominado que se sentaba junto a doña Elena, sólo tenía cargos por estafas que jamás llegaron a materializarse en un juicio a falta de pruebas sólidas. Nada de eso tenía mucho sentido, pero mi misión no era otra que recopilar información. Al final, todo se resume en conseguir datos.

Por la tarde, todo se descontroló. Cuando me quedé a solas con Clara en el comedor de aquella casa. La adolescente se abalanzó sobre mí. Ya me había mosqueado que, en vez de su austero uniforme, hubiese optado por un erótico uniforme de colegiala: jersey rojo, blusa blanca, medias rojas, zapatos marrones y una falda tableada por encima de las rodillas que mostraban sus largas, esbeltas y pálidas piernas. A horcajadas sobre mí me comía la boca.

-          Clara, tranquilízate, nos va a ver tu madre.

-          Esa zorra se está follando a los rusos.- me dijo fuera de sí, dejándome de hielo, pues no esperaba que la tímida adolescente fuese capaz de hablar de su propia madre de esa manera.- Es una zorra como mi hermana…

-          No deberías hablar de ellas así.

-          Eso lo dices porque te ponen cachondo- dijo mirándome a los ojos a la vez que su mano acariciaba mi entrepierna.- Seguro que te gustaría unirte a esos animales y follarte también a mamá.

La verdad era que quizás era cierto lo que decía Clara, pero preferí omitir una respuesta y dejarme llevar por sus caricias. Era algo que jamás había probado. Una belleza de diecisiete años. Ni siquiera cuando tenía edad para andar con chicas de esa edad porque entonces las prefería más hechas, así que mis manos se apoderaron de ese culo durito por el ejercicio que hacía en su instituto.

Clara me miró pícara y bajó hasta tener su cara a escasos centímetro de mi bragueta. Lentamente, sacó mi hombría de su encierro y comenzó a jugar con ella con las manos. Yo simplemente la dejé hacer hasta que se animó a darle lametazos. Nada comparable a su habilidosa hermana pero, en cierto modo, era excitante. Hasta que me cansé y la subí a la mesa y le bajé las braguitas blancas que vestía para encontrarme con el conejito más rubio que jamás haya visto. Ligeramente arreglado para usar bañador conservaba la pelambrera rubia que iba del ano hasta unos centímetros por encima de su vulva.

No me importaba el pelo. Donde hay pelo hay alegría, ¿no? Aunque supongo que irá más por los hombres velludos. El caso es que mis dedos exploraron su sexo y comprobaron algo insólito. Que esa belleza conservaba el himen intacto. Sin duda, un himen reconstruido o suficientemente elástico como para resistir las penetraciones porque como dice cierto cantante “las niñas hoy en día son todas unas guarras”.

El caso es que me animé a probar ese sexo. Cosa que no recomiendo pues la probabilidad de contagio es bastante alto. No es buena idea intercambiar fluidos, pero llevaba bastantes semanas desatado y no seguía esas normas que me habían evitado conocer una ETS a lo largo de toda mi vida.

Sus labios internos no eran muy grandes, era una vulva delicada, como la de una cría a pesar de ese cuerpo de mujer que tenía. Lamí sus labios con intensidad y busqué con mi lengua su interior así como su clítoris. Pronto comenzaron sus jadeos y sus manos agarraron mi cabeza. Dejé mis gafas en la mesa y seguí hasta que se contrajo antes de caer desmadejada sobre la mesa. Luego, me deshice de su jersey y de su blusa, mientras mis pantalones caían al suelo. Mis manos fueron a sus pechos menores que los de su hermana pero prometían alcanzar a los de su madre en unos años. La figura de Clara sería en el futuro más femenina que la de Laura. Así que me lancé a mordisquear esos pezones y con mi mano guié mi miembro hasta el sexo de Clara quien sólo se sonrojó antes de pedirme que fuese amable con ella pues era su primera vez.

No lo fui. Entré de golpe, quizás porque era la primera virgen que tocaba, y ella se quedó sin aire. Aunque supe parar un instante al ver su cara de dolor, poco a poco, fui comenzando el movimiento que acabó con mi semen derramado en el interior de la chica y con nuestros cuerpos sudorosos abrazados sobre la mesa del comedor. Es sorprendente lo resistentes que son esas mesas de comedor que compran los ricos.

Y así comencé a perder el foco de mi trabajo y a pensar con mi otro cerebro: el que cuelga entre mis piernas. Follábamos todos los días en vez de trabajar mientras su madre satisfacía a su cuerpo de seguridad hasta que pasó lo que tenía que pasar.

Su madre entró de golpe en el comedor y me encontró con el rabo en la boca de su hijita. Un grito de ella y los tres animales entraron a saco a la sala. Otro grito y me llevaron a golpes al garaje donde me amarraron a una silla.

Y así llegamos al principio del relato donde me encontraba saboreando la sangre en mi boca y el dolor en la ceja izquierda, aparte de un abdomen amoratado. Nada importante, ni fracturas ni dientes sueltos.

Dos horas más tarde volvió uno de ellos y me asusté cuando sacó una pistola que apuntó a mi cabeza hasta que cayó redondo al suelo.

-          Llegas tarde- dije.

-          Eres muy blando- contestó mi salvador.-Estos tíos son unos maricas rusos.

-          Sí, claro, pero mi fuerte está en el terreno intelectual. Yo soy un hombre del siglo XXI. Me gusta ser sensible. Vamos desátame y larguémonos. No quiero que te vean. ¿Te encargaste de los otros dos?

-          Sí.

Y así, salimos de la casa, dejando a los tres rusos inconscientes dentro del garaje. No sabrían cómo pero esperaba que supusiesen que los había dejado inconscientes yo sólo.

Mi amigo y compañero de curro, Adán Artiles, era una especie de superyó. Era todo lo que me faltaba para ser un macho alfa. Alto como yo, musculado, con larga melena y atractivo. Era un flipado de artes marciales con cinturones negros en varias disciplinas, ahora trabajaba para el mismo hombre que yo lo hacía así que en cuanto mi reloj envió un aviso de alarma, se acercó a mi ubicación.

Me miré en el espejo del copiloto y tenía la ceja cortada. Probablemente iba a tener un ojo morado durante una semana, pensé y acepté cuando Adán propuso ir a su pub favorito. A pesar de lo mucho que me tocara la moral el hecho de que ese tipo se ligara siempre a las dos tías más buenorras del local y se fuese con ellas a casa.

Entramos y el segurata sólo le asintió con la cabeza dejándonos pasar a pesar de la cola. Lógico, Adán era todavía más matón que ese bruto. Al final, llegamos a la barra y pedimos un par de cervezas. Yo me senté en un taburete y comencé a beber con el objeto de coger una buena trompa para dormir a gusto y Adán se fue a tontear un rato por ahí.

-          Siempre me traes aquí para presumir de todas las tías que te ligas.- le dije cuando ya llevaba tres cervezas.

-          Arturo, eres el mayor capullo que existe, siempre te andas quejando de todo. Tienes una suerte que no te la mereces y sigues quejándote. Todas las mujeres que conoces se enamoran de ti y tú sólo las desprecias. Siempre. Me dan ganas de partirte la cara.

-          Creo que se te han adelantado. No digas tonterías. Mírame, ¿qué tía se enamoraría de un tío como yo? No soy guapo, no tengo trabajo, no tengo dinero.

-          Siempre con tu puta autocompasión. Nos conocemos desde que teníamos cinco años y toda la vida te has pasado sintiendo lástima de ti mismo. No te has esforzado por nada en tu vida y lo has podido tener todo. Las tías se enamoran de ti. De mí sólo quieren sexo y ya está. Sólo deseo una mujer que me ame y formar una familia. Por eso, cuando te veo deshacerte de ellas, quiero partirte la cara.

-          Que me aman, deja de decir tonterías. ¿Qué mujer me ha amado?

-          Tengo la lista en casa, pero podemos acabar con Sofía. Esa belleza de la policía que te limpia la casa y te deja comida hecha.

-          Bahhh, eso sólo es un puro capricho de una niña consentida. Ella no me ama sólo ronda por mi casa porque se ha encaprichado de mí. Dentro de unos meses, se encoñará de otro, como todas las mujeres que he conocido.

Su rostro se arrugó y quizás me hubiese pegado, pero aparecieron una rubia y una morena con las que Adán había estado flirteando para cambiarle el humor y acompañarlo hasta su casa donde disfrutarían de los placeres del trío.

Desperté al día siguiente, eran las ocho de la tarde. Miré mi móvil y vi una veintena de llamadas y un mensaje. Todas eran de Sofía. Abrí el mensaje y sólo decía: “No has cumplido tu palabra. No quiero volver a verte. Adiós.”

Una copia de mis llaves, en mi buzón un día después, confirmó ese mensaje. Pensé en las palabras de Adán sobre lo increíble que era Sofía y era cierto. Debería haber lamentado su pérdida y haberla llamado. Igual así me hubiese perdonado. Sin embargo, no me importaba que no volviese. Al final, todas se dan cuenta que son demasiado buenas para estar con un tipo como yo que no tiene ni atractivo, ni trabajo, ni dinero. Era mejor así para todos.

Continuará…

Se agradecen los comentarios.

martius_ares@yahoo.es