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El Chapucero 2

en Hetero: General

EL DIABLO Y LAS MUJERES (PARTE I)

 

Me gusta caminar por el parque. Mujeres que trotan enfundadas en mallas de lycra que no dejan a la imaginación las formas de su anatomía. Pueden ser atléticas chicas que mantienen sus esbeltos cuerpos con una carrera de largas y elegantes zancadas, o bien pechugonas que deleitan al género masculino con brincos de pasos cortos y que sirven de ejemplo de un movimiento armónico con sus generosos pechos botando al ritmo de su trote. A veces, encuentras diosas que combinan largas piernas con grandes pechos, pero eso se da con escasa frecuencia.

Llegué a mi apartamento. Situado en una zona céntrica y en un edificio bastante viejo, lo tengo alquilado desde que llegué a esta ciudad. Es lo justo para vivir: un dormitorio con el espacio justo para una cama de matrimonio, un baño con el espacio justo para un lavabo, un retrete y un plato de ducha, un salón donde apenas cabía un sofá, un sillón y un escritorio, una cocina y un pequeño balcón que da a la calle. Todo muy funcional y que refleja el escaso dinero que pago por su alquiler.

Dejé el sobre con el dinero sobre la mesa y un movimiento sobre mi cama, en el interior del dormitorio desvió mi vista. Desnuda sobre mi cama una figura femenina se arrebujaba entre mis sábanas. No necesitaba ver la cara que se escondía bajo esa melena rubia, pues reconocía ese cuerpo de mujer, más concretamente ese culo generoso de nalgas bien formadas, esas piernas largas, torneadas y fuertes o esa espalda que, a pesar de ser esbelta, dejaba claro las cualidades atléticas de su propietaria.

Probablemente, hubiese adivinado su identidad sin ver su cuerpo desnudo pues, para variar, había dejado tiradas en un reguero de camino a mi cama sus bragas, su uniforme de trabajo y demás pertenencias. Sofía. Menudo desastre de mujer, otra vez se había colado en mi apartamento.

Me acerqué a ella y solté una nalgada en ese culo increíble. Saltó como una gata y me miró furiosa como un animal salvaje, no obstante, relajó sus facciones al reconocerme y puso esa cara de niña viciosa que tanto me calienta. Hay que reconocer que es muy hermosa. Unos ojos azules y unos labios gruesos adornan esa cara de niña. Larga melena y un cuerpo de escándalo la hacen todavía más deseable. Es sorprendente que no sea modelo, pero el mundo está lleno de misterios.

Se levantó perezosa bostezando y se dirigió a la cocina, cuando la envié a que me trajera una cerveza y algo de picar. Sólo se agachó para ponerse las bragas, sabedora de cómo mi mirada se clavaba en su sexo depilado mientras quedaba expuesta, y continuó medio desnuda hasta la cocina. Me dejé caer en el sofá y al momento volvió con un plato de queso cortado en dados y dos cervezas. Dejó todo sobre la mesita y tomó asiento sobre mi regazo. Le gustaba calentarme y sus manos no tardaron en recorrer todo mi cuerpo mientras daba un trago a mi cerveza. Intenté buscar el partido de fútbol en la tele, pese a sus mordiscos juguetones en mi oreja.

El partido había comenzado hacía un cuarto de hora y ya iban ganando uno a cero, pero ella no tenía planeado dejarme ver el partido tranquilo así que, cuando notó que sus caricias surtían efecto y mi miembro se alzaba al cielo, bajó a mi bragueta para encontrarse con él. Un lengüetazo acabó con mi paciencia. Mandé el partido a la mierda, apagué la tele, me levanté y la agarré del brazo. Ella se asustó pero cuando vio que la arrastraba hasta el dormitorio, volvió a poner esa cara de niña viciosa. La lancé sobre la cama y me desvestí hasta quedarme en calzoncillos. Fui a por sus pechos, no son tan grandes como para desbordar mis manos, pero he de reconocer que tengo un par de manazas, valdrían para un pianista, pero sólo las uso para tocarme los cojones.

Sofía gimió y acarició con sus manos mi cabeza y mi nuca, mientras yo mordisqueaba sus pezones. Mis manos mientras agarran con firmeza sus generosas nalgas, bien formadas por el ejercicio. Cuando me harto, de sus pechos, me deshago de sus bragas y deslizo mis manos por la cara interior de sus muslos haciendo que despliegue ante mí sus largas piernas y me muestre ese delicado sexo bien rasurado. Me gusta que siempre esté bien depilada cuando está conmigo. Tanto sus piernas como su sexo.

Tengo ganas de explorar su vulva con mi lengua, ese color rosado y sus formas delicadas lo hacen muy apetecible, pero recuerdo que yo no le como almejas como hacen las lesbianas, así que son mis dedos los que exploran el interior de su sexo. La humedad  que rodea mis dedos me informan de que es hora de coger un preservativo de la mesilla de noche. Sofía se encarga de ponérmelo con su boca.

No tengo ganas de esforzarme así que dejo que ella se suba sobre mí y me cabalgue; es buena y consigue hacerme disfrutar mientras alcanza su propio placer. Sin embargo, me impaciento al no conseguir acabar y la levanto por sus axilas para depositarla sobre la cama. Me mira a los ojos y se queda expectante. Sabe que mi rabo la penetrará hasta que eyacule en el preservativo, mientras mis manos estrujan sus pechos, todo a mi ritmo y con el único propósito de conseguir mi propio placer.

Acabo al fin y me dejo caer a su lado sobre la cama. Ella ronronea y se acurruca junto a mí. Pienso en la estupidez de la mente femenina. Es increíble que una belleza como Sofía esté encoñada de un perdedor como yo. Miro su cuerpo a través del espejo del armario. Metro setenta y cinco, sesenta y dos kilos, melena rubia y los ojos más azules que he visto en mi vida. Ella no sólo es increíblemente bella, sino que es inteligente. La número uno de su promoción en la Facultad de Psicología. Es cinturón negro, primer dan, en taekwondo. Su padre es el comisario provincial y ella ha seguido su estela como inspectora. La familia de su madre tiene varias empresas lo que garantiza el patrimonio del mafioso de su padre.

Guapa, lista y rica. Está encoñada de mí, que soy el rey de los cretinos. No soy lo que se dice un tipo atractivo, soy alto y robusto, para de contar. Rapado desde los diecinueve años a causa de la testosterona y la herencia genética que me legó mi padre. No acabé mis estudios universitarios. Soy una gran decepción para mis padres. En cuanto, a mi poder adquisitivo, malvivo de mis trabajos esporádicos, que generan más gastos que beneficios, porque no soy capaz de tener un trabajo normal.

Ella ha decidido por sí misma que es mi prometida, así que se las ha ingeniado para conseguir un juego de llaves de mi piso. Me imagino que habrá enredado a mi casera. Ella es capaz de conseguir lo que sea de quien sea. Conmigo es una niña, pero he sido testigo de cómo maltrata a detenidos y a compañeros de trabajo. Puede ser un autentico demonio.

Aún recuerdo cómo la conocí, estaba tirado en un coche prestado mientras hacía unas gestiones de mi trabajo como freelance. Llevaba varias horas esperando que saliese un individuo de un edificio y ya eran las cuatro de la madrugada. Estaba casi dormido cuando me veo sobresaltado por un incidente al otro lado de la calle. Un coche patrulla frena en seco y salen dos agentes, un hombre y una joven. Le dan el alto a dos piltrafillas, que estaban trapicheando. Me inquieté porque me iban a joder la vigilancia, ya que si había jaleo la persona a la que llevaba varias horas esperando no saldría.

De repente, lo imprevisto, un negro de casi dos metros le arrebata el arma a la joven policía que sale despedida contra el suelo. Éste apunta a su compañero y los piltrafillas desarman al policía. La cosa se pone cada vez peor cuando los dos pringados empiezan a patear al policía entre risas, mientras el negro se acerca a la aturdida joven. Lo peor es que ese barrio es uno de esos guetos donde la chusma se junta y sólo hay basura humana.

Si no hago algo y matan a estos dos maderos, me voy a encontrar con una semana de policías dando vueltas por esta calle y a mí en comisaría, con lo que mi objetivo se va a escapar. Así que cojo una pata de cabra del asiento trasero. Nunca viene mal un objeto contundente en mis trabajos como freelance. Me deslizo entre las sombras que proyectan los coches en la acera.

El negro desliza el arma semiautomática por la cara de la aterrorizada policía y le dice que se desnude. Ella sólo puede derramar lágrimas como una Magdalena. Nadie me ve y recojo el arma cuando cae al suelo. Tras un ligero toque de mi herramienta sobre el cuello del africano, caen al suelo tanto él como el arma. Recojo el arma sin que los chorizos, que patean a un vapuleado policía, se enteren de lo que ocurre. Sus risas enmascaran todo el ruido a su alrededor.

Me pongo en pie empuñando el arma y apunto al que sostiene el arma del policía. Y les ordeno que se tiren al suelo, no me hacen caso y alza el brazo para dirigir el arma en mi dirección. Me asusto y disparo, afortunadamente fallo, pero la bala le roza la oreja y suelta la pistola. Ambos se tiran al suelo y sólo piden que no les mate.

El policía está inconsciente y con la cara hecha un mapa. La joven está en estado de shock. Así que cojo el segundo arma del suelo y busco los grilletes en el coche patrulla. Esposo el brazo de cada uno de los pringados a una pierna del negro y al negro, que está inconsciente, le esposo un brazo al coche patrulla.

Al final, la metí en el coche patrulla y la tapé con una manta. Llamé a una ambulancia y me alejé hasta que llegó la ambulancia. Luego me marché a casa, había perdido el trabajo de varias semanas, pero qué podía hacer, a veces las cosas se joden por sí solas.

Dos días más tarde, apareció Sofía en el bar donde almuerzo. Desde entonces, se ha ido metiendo en mi vida hasta ser una especie de mascota.

Se me vuelve a poner dura, estiro la mano y cojo otro condón de la mesilla. He de aprovechar este cuerpo, mientras pueda. La volteo para que su culo quede en pompa y penetro su vagina su cuerpo sudoroso desprende un aroma que me excita mucho. Es sorprendente que las mujeres nunca huelan mal a pesar del sudor y que los hombres apestamos apenas salimos de la ducha. Agarro sus pechos y ella sólo se deja hacer.

Vuelvo a acabar y Sofía sólo resopla agitada. Se vuelve y me mira con sus ojos de niña. Si no supiese que esto no puede durar, que sólo es un capricho de una niña mimada, si no hubiese renunciado hace mucho tiempo a enamorarme, casarme, tener hijos y formar una familia, si no hubiese abandonado toda esperanza de vivir, le pediría que fuese la madre de mis hijos.

Continuará…

Se agradecen los comentarios.

martius_ares@yahoo.es