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El Chapucero 4

en Voyerismo

EL DIABLO Y LA LOBA

Había llegado el viernes y me dirigí a mi empleo de profesor particular. Había pasado por mi pizzería favorita, donde el dueño, que es “amiguete”, me tenía preparado el menú, o lo que siempre como, nunca he sido dado a probar cosas nuevas a pesar de la insistencia de Paolo para que probase alguna otra de sus especialidades.

Mientras caminaba por el parque que debía cruzar para llegar al autobús que me llevaría al barrio de mis patrones, no podía quitarme de la cabeza los morritos que me ponía la joven Clarita cuando le corregía algún ejercicio con los que la distraía para poder enredar por la casa a mi gusto.

No había encontrado nada en su ordenador. Nada de porno ni charlas eróticas a través de salas de chat o redes sociales. Parecía la perfecta adolescente: bella, inteligente e inocente como una niña de tres años. El sueño de cualquier adolescente, bueno, de uno del opus, porque a esa edad la mayoría prefiere una novia que sea un poco guarrilla y se deje meter mano lo más posible.

Llegué a la casa y se produjo el ritual al que ya me había acostumbrado. Los “perros” de la casa vinieron a “olisquearme” nada más poner un pie sobre el jardín, que rodeaba la casa, pero me identifiqué y me dejaron pasar al interior del hogar, donde me esperaba una sorpresa.

La mayor de las hijas fruto del matrimonio de Roberto y Elena: Laura. Tendida sobre el sofá recibía una dura reprimenda de su madre. Vestida con unos pantaloncitos elásticos que no sólo dejaban ver esas largas y torneadas piernas, acabadas en unos pies de formas elegantes y evidentemente cuidados por un profesional. Sus pechos bajo una camiseta holgada asomaban por el abundante escote.

Laura recibía las palabras de su madre con desdén, tumbada sobre el sofá del salón y más atenta al televisor que a lo que decía su madre. Su elevada estatura, superior a la de su madre y cercana a la mía, se desplegaba por el sofá. Miró hacia mí, curiosa, y sus ojos verdes, como los de su madre, se clavaron en mí. Los rasgos recordaban a su madre, especialmente sus ojos verdes y brillantes como esmeraldas y el color rojo de su larga melena, que humedecida por el sudor le daban un toque salvaje y sensual al igual que las gotas de sudor que se deslizaban por su cuello y se internaban en su escote.

Doña Elena se volvió y me saludó con esa mezcla de amabilidad y desdén, que me mostraban tanto la cortesía por ser el profesor particular de la menor de sus hijas como la falta de interés por no ser ni alguien de su clase social ni un posible amante. Tras esto, me presentó a su hija, quien, al saber que no sólo no era atractivo sino que tampoco gozaba de una posición económica elevada, dejó de tener el más mínimo interés y por ende de deleitarme con su felina mirada. Esto beneficiaba a mi propósito de pasar desapercibido en esa casa pero, joder, mi autoestima habría bajado muchos puntos con cada visita a aquella casa si no hubiese estado ya a cero.

En fin, pasé al salón donde una sonriente Clara me esperaba para comenzar las dos horas de clase y me surgieron entonces dudas sobre la sonrisa de Clara. Sería a causa de no tener que verme durante el fin de semana o por la llegada de su hermana quien vivía en un apartamento al otro lado de la ciudad. Quien sabe lo que estaba claro es que no era por mi presencia. Puse a la adolescente a hacer ejercicios mientras me concentraba en los movimientos en la casa, para ello solía dejar ligeramente abierta la puerta del comedor de modo que podía observar el salón que era la habitación que conectaba la entrada principal con el resto de habitaciones y la escalera al segundo piso.

Media hora más tarde, tras una llamada telefónica, doña Elena salió por la puerta principal. Momento que aproveché para mi habitual visita al aseo, pasé al salón cerrando la puerta tras de mí mientras mi pupila seguía enfrascada en un ejercicio que no podría acabar pues era de un nivel universitario. Caminé hasta las escaleras con el objetivo de entrar a registrar el dormitorio de doña Elena, siempre estaba ocupado por su dueña ya sea bien sola o acompañada así que, esta era una oportunidad única que se me brindaba.

Llegué a la segunda planta y, bingo, la puerta del dormitorio del fondo estaba abierta. Entré y rebusqué entre los cajones. Nada más que alguna agenda y utensilios propios de una dama refinada como aquella. Ya entre la ropa interior encontré más juguetitos pero nada de lo que me había llevado allí. No encontré  nada que me pudiese ofrecer información del argentino. Así que, para que la visita no fuese infructuosa, coloqué un micro en un enchufe, lugar ideal pues te da una fuente de alimentación para enviar una señal hasta la calle. Con este ya tenía cubiertos el dormitorio de doña Elena y el salón de la casa, además de tener pinchado el teléfono fijo de la casa.

Entonces, miré por la ventana del dormitorio y pude observar la parte trasera de la casa con su jardín y la piscina, pero lo mejor fue la imagen que apareció frente a mí, Laura. Pues, si con poca ropa era impresionante, recién salida del agua de la piscina con un bikini verde que apenas tapaba sus pechos y su sexo, era una diosa. Si bien su madre era una diosa de la fertilidad con sus formas voluptuosas, Laura tenía una presencia que impresionaría a cualquiera con su altura, su esbelta figura y unos pechos, si bien menores que los de su madre, mejor puestos. Se movía felina por el borde de la piscina hasta una tumbona.

Me costó pero pude dejar de seguirla con la mirada para ver cómo los vigilantes dejaban sus funciones o, más bien, cambiaban sus prioridades pues los tres dejaron de pasearse y se quedaron controlando a la joven y su agitada respiración. Entonces, se me ocurrió bajar y verla más de cerca a través de la cristalera del salón. Había perdido el foco en lo que había ido a hacer a aquella casa a causa de aquella figura y me dirigí raudo al salón.

Cuando me asomé a través de las cortinas, el espectáculo había comenzado. Laura había comenzado a acariciar todo su cuerpo ante la mirada de los vigilantes. Me pregunté si ella también haría uso de los perros de la casa, pero no parecían atreverse a unirse a los juegos de la joven que se había deshecho de la parte superior del bikini dejando a la vista aquellas maravillas de la evolución humana. El mejor par de tetas que mis ojos hubieran visto jamás. Sin embargo ella no se detuvo en las caricias que prodigaba a su propia piel perlada por gotas de agua y que hacían que sus pezones sonrosados se hiciesen cada vez más puntiagudos.

Mi entrepierna estaba cada vez más apretada y supongo que al resto de los espectadores les pasaba igual, pues más de uno se echaba mano al paquete para recolocárselo. Sin embargo, mi calentura aumentó cuando deslizó sus manos bajo la braga del bikini para comenzar a explorar su sexo con sus dedos, mientras su boca se abría entre gemidos y sus ojos se cerraban sensualmente. Siguió hasta que acabó con un gemido sus movimientos frenéticos y una amplia sonrisa apareció cuando abrió sus ojos. Afortunadamente, ella miraba a los vigilantes y no percibió mi presencia.

-          Todos los hombres desean a mi hermana. Supongo que es normal ya que ella es perfecta. Yo no tengo nada que hacer a su lado.- dijo la voz de Clara sobresaltándome y haciendo que me diese la vuelta con una cara tan pálida que provocó una escandalosa risa en la adolescente.

-          Es cierto, es muy hermosa, pero creo que esas palabras denotan una falsa modestia. Eres muy hermosa. Probablemente la más hermosa de tu clase. No creo que tengas nada que envidiar a tu hermana, es más seguro que ella envidia tu juventud.- le respondí mirando esos ojos azules, mientras mi corazón recuperaba el ritmo normal tras haberse desbocado.

-          ¿De verdad?- respondió ingenua y sonriente. Parecía sincera en sus palabras, pero no me encajaba. Todo era demasiado incongruente. Una belleza como aquella por joven que fuese no podía ser tan insegura como para alegrarse porque el viejo asqueroso que le daba clases y espiaba a su hermana en la piscina la alabase. Las mujeres no son así.

-          Claro, -sonreí siguiéndole la corriente. Probablemente quería algo de mí y, si creía que podía utilizarme, cometería un error y sería yo el que la utilizaría a ella.- eres bellísima. Pero aún así, debemos continuar la clase.- Respondí y ella sólo hizo un mohín antes de dirigirse a la mesa del salón donde había dejado el problema sin terminar.

Continuamos hasta que se cumplió la hora, pero algo había cambiado en su actitud. Me sonreía cada vez que le explicaba algo y se atusaba el pelo con frecuencia. Además, no sólo percibí que misteriosamente la falda subía algún que otro centímetro entre vez y vez que me acercaba a su cuaderno, por no hablar de que dos botones de su blusa de colegiala se abrieron mostrando esos jóvenes y turgentes pechos a través del escote que había aparecido. Si alguna duda quedaba en mí sobre sus intenciones, esta quedó disipada cuando, al despedirme, se acercó y besó mi mejilla durante más tiempo del habitual tras un “Adiós, Profe”. Si no hubiera sabido que todo eran las argucias de una adolescente intentando usarme, mi autoestima hubiese dejado de estar a cero en aquella tarde.

Ese viernes no había nadie para despedirme, ni siquiera los “perros” de la casa. Me volví a preguntar si se los habría llevado la joven Laura a su cuarto como hacía su madre. Así que activé el receptor de los micros colocados en la casa y en el teléfono para ver si podía escuchar algo más por morbo que por trabajo pues mis objetivos eran doña Elena y el argentino.

No había más ruido que la televisión en el salón. Me lamenté por no haberme metido en el cuarto de Laura en vez de haber caído en la tentación de deleitarme con sus juegos en la piscina, pero una conversación en el teléfono puso fin a mis maldiciones.

-          ¿Diga?- preguntó Laura.

-          Laura, soy mamá.- respondió doña Elena- ¿Ya se fue el profesor de Clara?

-          Sí, mamá.

-          Bueno, hazme un favor: entra en mi dormitorio y coge un sobre marrón que hay en la caja fuerte. Ya sabes dónde está; la contraseña es 7988. Me lo llevas al restaurante donde fuimos el domingo pasado. Pregunta por mí a la entrada.

-          Vale, mamá, estaré allí en una hora.

Guardé las cosas y comencé a caminar rumbo a la parada de autobús mientras daba vueltas a mis opciones. Tenía que estar en ese restaurante para ver lo que se traía entre manos doña Elena. Además, tenía que empezar a hacer el seguimiento al argentino ahora que ya había acabado en la casa de doña Elena. Sin embargo, debía cambiar un poco mi apariencia pues sería raro que el pobretón del profesor apareciera por ese restaurante. Sólo se me ocurrió llamar a un taxi y esperar a que pasara el coche de Laura para seguirlo.

No obstante, el hombre propone y Dios dispone porque el coche de Laura salió de la casa antes de la llegada del taxi que había solicitado. Los faros de un BMW deportivo me cegaron y el vehículo pegó un frenazo. La diosa pelirroja sacó la cabeza por la ventanilla y me sonrió.

-          Oye, tú eres Arturo, el profesor de mi hermana.- comenzó risueña la hermosa conductora.- ¿Qué haces aquí?

-          Mi taxi se retrasa.

-          ¿Te llevo? -Sabía que no debía acercarme tanto a ella que debía seguir con mi perfil bajo, pero mis bajas pasiones pudieron con mi nulo sentido de la responsabilidad en el trabajo y acepté con un leve gesto de cabeza. Supongo que el taxista estaría cabreado como un mono al no encontrar al cliente que esperaba.

Monté en el asiento de copiloto con mi cartera sobre mi regazo para acentuar mi identidad de profesor repipi y para ocultar la incipiente erección que me provocaba la cercanía de esa mujer.

Vestía una sudadera con capucha, un pantalón de chándal y unas deportivas blancas, pero aún así, sin apenas maquillaje y con su pelo rojo aún mojado recogido en una cola de caballo, era la mujer más excitante que mis ojos jamás han visto. Su aroma entumecía mi mente mientras me bombardeaba a preguntas. Sabía que estas cosas no le suceden a tipos como yo y que algo quería ella de mí, pero no podía imaginar hasta donde llegaban sus intenciones.

Continuará…

Se agradecen los comentarios.

martius_ares@yahoo.es