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No es tan fácil 01

en No Consentido

NO ES TAN FÁCIL

Supongo que mi historia comienza hace un año cuando en mi trabajo contrataron a un nuevo jefe, más concretamente jefa, que sustituiría a don Miguel, quien se jubilaba a sus setenta años para irse a recorrer el mundo.

Ya, cuando me comentó que se jubilaba, me preocupó puesto que todos los cambios son siempre a peor. Yo me había acostumbrado a los plazos y el ritmo de trabajo que imprimía don Miguel, por lo que, con la llegada del nuevo jefe, tendría que adaptarme de nuevo. Sin embargo, todo sería peor de lo que me esperaba.

Era el último viernes del mes, cuando don Miguel nos reunió a todos para despedirse y, tras unas palabras emotivas, nos presentó a su sucesora. María García Santiago se presentó con una sonrisa amable, pero con una actitud que marcaba las distancias. Lo normal en las mujeres, que adquieren un cargo de jefa, tratan de empatizar con sus subordinados sin que les pierdan el respeto y eso se notaba en su traje. En palabras del dr. House, dice soy profesional sin dejar de ser mujer, esto último lo dice entre exclamaciones. La verdad es que evaluada desde una perspectiva imparcial habría que decir que estaba muy buena. Melena azabache que descendía un palmo por sus hombros, ojos verdes y labios gruesos en una cara ovalada de un blanco cerámico atraían las miradas de los hombres y de más de una fémina. Vale, no tenía la frescura de una niña de dieciséis, pero el morbo de una madura y la rotundidad de un cuerpo, que ha mejorado como el buen vino ganando carne en el pecho y las caderas sin que se le acumule en lorzas en la cintura, la hacían muy deseable en lo alto del pedestal que formaban sus torneadas piernas en esos zapatos de tacón de aguja.

Sí, sin duda, era muy deseable, pero no me gustaba su forma de ser ya había visto a las de su tipo. Muy amables de puertas a fuera, pero una bruja cuando tienes que tratar con ella. Además, era un claro reflejo de las políticas de las “Paridas” de nuestra querida ministra de la pandereta  Bibiana Aído. Sin experiencia en un cargo similar, pero hay que poner mujeres en cargos por narices. No me caía bien y supongo que lo notó, o era recíproco, pues apenas llegó el lunes y tomó posesión del cargo tuvimos el primer roce.

El departamento estaba formado por un grupo de administrativos, formado íntegramente por mujeres, luego por mí en un despacho que hacía las funciones de asesor técnico y luego María que era la jefa del departamento.

- María, ¿qué diablos es eso de que haga yo todo el trabajo mientras estáis todas en el bar?

- Martín, sé que eres uno de esos machistas y que con el anterior jefe tenías carta blanca para hacer lo que quisieras, pero los tiempos han cambiado y ahora somos las mujeres las que mandamos.- sonrió burlona, mirándome a los ojos.

- Estás bromeando, ¿no?-repuse tratando de no exaltarme.

- No, si no te gusta puedes dimitir…

Me marché ante su sonrisa debía tratar de calmarme y me metí en mi despacho. Por la ventana, veía a las administrativas chismorrear y mirarme con sorna. La verdad es que quizás estaban regocijándose por todas las trastadas que les hacía antes. Pues con don Miguel, yo era una máquina de chistes machistas.

Sin embargo, como decía al principio todo va a peor siempre y un par de días después me echaron de mi despacho para convertirlo en una sala para asuntos de mujeres y cafetería. Mi enojo era importante, no dormía en casa y en el trabajo me pasaba todo el tiempo haciendo cosas que correspondían a las secretarias. Las veía reírse de mí descaradamente cuando pasaban junto a mi mesa.

Y así llegó el viernes, era la última hora y todo el mundo se había ido a casa. Fui a dejar el informe técnico del último proyecto en la mesa de María para poder dormir todo el fin de semana y relajarme. Sin embargo, ella estaba esperándome.

- Martín, ¿qué es esta mierda?- me dijo con un brillo de burla en sus ojos.

- El informe, si no lo entiendes, puedes comprarte un diccionario de la RAE.

- Muy gracioso, pero vas a tener que rehacer el formato porque no está bien presentado y nada de molestar a las chicas. Lo quiero para el lunes.

Entonces, ya no pude controlarlo más, ese otro yo que sólo cuando pierdo los nervios. El resto sólo lo recuerdo como una imagen tras un cristal rojo.

Mi mano agarró su cuello y la hizo ponerse de puntillas. Nada complicado para un hombre de treinta años que mide un metro noventa y pesa noventa y cinco kilos de puro músculo y una mujer que apenas llega al metro setenta y pesa sesenta kilos. Sus ojos estaban aterrados y me miraban intentando gritar pero apenas podía respirar con la ligera presión de mi mano que rodeaba más de la mitad de su esbelto cuello.

Mi mano izquierda comenzó a arrancar su ropa mientras la llamaba Zorra, Puta, Vieja estúpida,… estaba desatado; no paré hasta tenerla desnuda y llorando ante de mí. Pero yo no estaba satisfecho aún.

Mis dedos comenzaron a invadir su boca, que los hubiese mordido con sus blanquísimos dientes si mi mano derecha no hubiera tenido sujeta su mandíbula, hasta que estuvieron bien húmedos . Luego, la lancé contra la mesa y la sujeté por la nuca para que los húmedos dedos de mi mano izquierda pasaran a invadir su sexo atravesando lentamente los pliegues de éste y, cuando hizo el amago de relajarse, le pellizqué con sadismo el clítoris haciéndola revolverse del dolor, pero mi mano y el peso que le transmitía la mantuvieron sujeta a la mesa.

Un charco de saliva y lágrimas se expandía sobre la mesa, entonces, vi un huevo decorativo sobre la mesa y se lo metí en la boca. Ella lo escupió con rebeldía, pero yo le repuse con una voz ronca como nunca la había notado:

- Si no entra en un agujero, igual si vale para otro…- y reí

Comencé a introducirlo por su culo, no era fácil y la falta de experiencia lo complicaba más pero poco a poco con la lubricación de su saliva fue entrando claro pese a su oposición, mi brutalidad colaboró bastante en esta empresa que culminó con éxito con chillido que mi mano apagó cubriendo su boca. Mi pelvis chocó contra su culo y me percaté de la enorme erección que tenía, parece ser que toda una semana sin una mísera paja debido al estrés se había concentrado en ese momento en mi miembro. Sólo solté mi cinto y mi pantalón cayó al suelo; mi rabo asomaba por el agujero del calzoncillo así que, de un golpe penetré su coño y comencé a desahogarme hasta que acabé en su interior y caí de espaldas.

María estaba sobre la mesa doblada como una alcayata y de su sexo manaban los fluidos cuando de repente el huevo saltó de golpe lleno de mierda junto con un gemido de desahogo. Entonces, se volvió hacia mí llamándome de todo: cabrón, canalla, hijo de puta, … Pero no era yo el que estaba ahí era otra persona y mi mano se agitó en el aire dándole un tortazo que sonó hueco en el despacho y la lanzó contra un rincón. Yo me fui acercando y ella se hizo un ovillo en un rincón aterrada, casi en shock. Su cara enrojecida con los ojos abiertos y los manchurrones de maquillaje causados por sus lágrimas y las babas me provocó para apuntarle con mi chorra y orinarla.

- ¿Te gusta como sabe mi meada, zorra? Abre la boca o te doy una paliza.

Sorprendentemente, lo hizo y su boca se llenó de meada. Quise rizar el rizo y cogí el huevo lleno de mierda para meterlo de nuevo en su boca. María no lo escupió pues ya estaba como ida. No quería que se evadiera y la levanté agarrándola de un brazo para darle un sopapo que la espabilase.

-  ¿Quién es el amo aquí, zorra?

- Tú- musitó María.

- ¿Quién?- alcé la voz.

- Usted, amo.

Me sentía como un dios romano. Yo que siempre he sido muy tímido y procuraba pasar desapercibido con las mujeres.

- Chúpamela.- ordené y ella, lentamente, obedeció para comenzar una mamada suave y dedicada. Sus tetas de gran tamaño se bamboleaban poniéndome extremadamente caliente hasta que descargué en su boca.

- Trágatelo- volví a ordenar y obedeció sin dudar.

Levanté su cuerpo y lo deposité sobre la mesa tras tirar todo lo que había sobre esta, salvo las babas obviamente. Acaricié su cuerpo recorriéndolo con cierta brusquedad, mientras ella se dejaba hacer gimiendo de vez en cuando hasta que noté otra erección llamando a las puertas. Me puse sobre ella y comencé a embestirla de nuevo, pero esta vez ella me abrazaba con sus piernas. Y así acabé otra vez en su interior.

Me dio un poco de vergüenza lo que había hecho y le dije que me iba.

- No te vayas, por favor, Martín. Yo te quiero mucho, mucho, mucho…- parecía una colegiala.

- No, mañana, te llamo.- y cerré la puerta de su despacho mientras me vestía para salir a la calle.

A la mañana siguiente, pensé en lo que había pasado y llegué a la conclusión de que yo también quería a María. Era muy guapa y, si ella también me quería, no me importaba que fuese mi jefa y que fuese mayor que yo. Así que le mandé un sms para quedar en un restaurante y declararle mis sentimientos.

Estábamos en un restaurante algo pijo y llegó preciosa, vestida como una diosa. Apenas sirvieron la comida le pedí disculpas por lo que había pasado entre nosotros y le dije que estaba enamorado de ella. La hostia que me soltó me dejó en shock. Ni me di cuenta de cuando se fue, pero cuando quise darme cuenta ya estaba sólo en la mesa del restaurante.

CONTINUARÁ

Déjeme comentarios para entretenerme que, si no, no me animo a seguir la historia.

Si quieren que les conteste mándelos al correo:

martius_ares@yahoo.es