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Telarañas en el coño

en Hetero: Infidelidad

Aquella mañana de principios de febrero, en la oficina, se presentaba incierta, a lo largo de la semana la mitad del personal se habían dado de baja por gripe, tenia suerte hasta el momento me había librado de la gripe, y se presentaba un fin de semana largo (era viernes y el lunes siguiente era fiesta), particularmente no tenia nada previsto, pasaría los tres días en casa descansando, tal vez saldría a dar una vuelta o incluso iría al cine si  había alguna película que me gustase.

A las once entro en la oficina una cliente, Claudia.

-         Buenos días – saludo a todos.

Claudia era una mujer que pasaba de los cuarenta, en su juventud debía haber sido una belleza, y actualmente en su madurez mantenía esa belleza. El director era uno de los enfermos, siendo yo el  subdirector, decidí ser quien al atendiese.

-         Buenos días, señora González, por usted no pasan los años – dije, haciéndole claramente la pelota, aunque era una realidad.

-         José Antonio eres un adulador, cuantas veces tengo que decirte que me llames Claudia – dijo intentando sonreír – no esta el director.

-         No. Esta con gripe. ¿Cómo esta Pascual? – pregunte, Pascual era su marido, llevaba muchos años enfermo (una enfermedad degenerativa relacionada con el corazón).

-         Lo deje en el hospital haciéndose unas pruebas, justo hoy hace 15 años de la primera vez que entro en el hospital.

-         ¡Tanto!

-         Si, 15 años prisionera del “que” sucederá mañana, sin tener presente – dijo con cierta tristeza – Ha venido mi hijo por aquí.

-         ¡Miguel! No le he visto y hoy no he salido de aquí – pregunte al resto del personal y ninguno lo había visto.

-         Pues tiene que venir, lo esperare por aquí sentada.

-         Señora...

-         Claudia.

-         Claudia, le invito a un café en el bar de enfrente, dejare el encargo de que si viene su hijo nos espere o que se acerque al bar.

-         Acepto la invitación, pero tutéame no soy tan mayor.

Realmente no lo era, y tenía un polvazo. Yo mimo me asombre de mis pensamientos, hasta ese momento la había visto como una cliente.

Salimos de la oficina y nos dirigimos al bar de enfrente. Una vez dentro pedimos unos cafés. Instintivamente mire hacia la oficina, yo vivía justo dos pisos por encima, al mirar a mi piso me di cuenta que me había dejado una ventana abierta.

-         Lo que me faltaba – dije en voz alta.

-         ¿Sucede algo? – pregunto sorprendida Claudia.

-         ¡Oh, no! Perdone, es que me he dejado una ventana abierta – dije señalando la ventana.

-         ¿Vives en el segundo?, Cerca del trabajo.

-         Si es un piso cedido por la empresa.

Seguimos conversando sobre la zona, sobre el tiempo y como no sobre la enfermedad de Pascual.

-         La enfermedad ha hecho que se vaya debilitando, practicaba varios deportes – hizo una pausa – en tan solo 15 años... – lo dijo con cierta melancolía.

En ese momento vi llegar a su hijo Miguel.

-         Su hijo acaba de llegar.

-         ¡No habíamos quedado en que mi ibas a tutear! – dijo saliendo del local y llamar a su hijo.

La vista de aquella mujer por detrás me excito, la vi como mujer apetecible. Pague y salí tras ella, entramos en la oficina, les atendí, les hice firmar unos documentos y terminamos.

-         Hasta la próxima, José Antonio.

-         Hasta la próxima señora...

-         ¡Eh! ¿Que te he dicho?

-         Claudia.

-         Eso esta mejor.

Salieron.

-         Que pena no tener unos cuantos años menos – me pareció escuchar decir a Claudia, como un susurro a su hijo, o tal vez sería mi mente calenturienta.

-         ¡Mama! – contesto aireado su hijo Miguel.

Un par de jóvenes giraron sus cabezas al verla pasar, sonreí, aquella mujer aun despertaba los instintos sexuales de los hombres.

El resto de la mañana la pase preparando los papeles que debería firmar el director cuando volviese el martes siguiente si es que volvía. Recibí una llamada.

-         José Antonio, es la señora González, Claudia – me comunico la muchacha de la centralita.

-         Pásamela.

-         José Antonio – Reconocí la voz de Claudia.

-         Se... ¡Claudia! Que deseas.

-         Puedes mirar si me he dejado el DNI por allí.

Mire por la mesa, por varios sitios incluso por la papelera, no lo encontré.

-         No lo he encontrado, dejare nota que si lo encuentran me lo entreguen.

-         Gracias. Perdona, se me debió caer por la calle, que pases un buen fin de semana.

Salí del despacho para comunicar a la gente que si encontraba el DNI me lo trajeran, fue como un flash, al ver la fotocopiadora delante de mí, abrí la tapa y allí estaba el DNI de Claudia. Pensé en llamarla, no vivía lejos y cerca de su casa había un restaurante donde solía comer, me dirigí a un compañero.

-         Tengo que hacer una salida, son las dos y cuarto, no creo que llegue antes de cerrar (los viernes se cerraba a las tres y por la tarde no se trabajaba).

-         Vale, cierro yo, si hay algún problema te llamo al móvil.

-         O.K.

Me dirigí a casa de Claudia, tarde escasamente un cuarto de hora, aunque sabia donde vivía no había estado nunca. Estando delante de la puerta dude, pero por fin llame. Me abrió la puerta ella misma, llevaba puesto un delantal y una manopla en la mano derecha.

-         Si... ¡José Antonio!, ¿Que haces aquí?, Tantas ganas tenias de verme – dijo sonriendo.

Su comentario me dejo fuera de juego.

-         ¿Qué quieres? – volvió a preguntar

-         Yo, venia... encontré el DNI.

-         Pero no hacia falta venir, con llamar ya lo hubiera recogido el lunes.

-         El lunes es fiesta.

-         Es verdad, pues el martes.

-         Es que venia a comer al restaurante “El irlandés” que esta aquí cerca.

-         ¡Ah! Estoy haciendo de comer ¿Por qué no té quedas?

-         No gracias, no quisiera molestar.

-         No molestas, cariño, estamos solos Pascual y yo, mi hijo esta fuera. Así le haces compañía a Pascual, mientras termino la comida, que hoy con lo del hospital... Pascual, esta aquí José Antonio.

Aunque yo no escuche nada, Claudia dijo:

-         Si, cuando pases lo reconocerás. Pasa, le darás una alegría últimamente tenemos pocas visitas.

No hacia mucho que conocía al matrimonio, si acaso, unos cinco meses atrás cuando fui destinado a esa oficina, a Claudia si que la veía mas a menudo, por el contrario solo había visto a Pascual un par de veces.

-         Buenas tardes, Sr. Pascual

-         Bien, algo cansado – dijo con voz muy floja casi ni se le escuchaba.

-         Después de las pruebas termina muy cansado – dijo Claudia.

Lo cierto es que la primera vez que le vi tenia un aspecto cadavérico, pero ahora lo tenia mucho mas, se notaba que perdía kilos por minutos.

-         La comida esta lista, sentaros en la mesa.

Pascual intento levantarse, pero le costaba, así que le ayude.

-         Gracias, ves por lo que ha sido buena idea el que te quedara – dijo Claudia.

-         De nada, el hacer cualquier cosa por usted es un placer – después de la parrafada, me di cuenta de lo cursi que había quedado, pero a ella pareció gustarle.

-         Que galante ¿Verdad Pascual? Aunque lo de “Usted” ha quedado de más. De primero tenemos macarrones gratinados, y de segundo, unos filetitos a la plancha.

Durante la comida hablamos de varios asuntos. Al finalizar Pascual volvió a su sillón, y yo me ofrecí a ayudar a Claudia en la cocina.

-         Permítame que le ayude.

-         En que habíamos quedado, debes tutearme, no soy tan mayor, ¿Cuántos me echarías?

-         Cuarenta...

-         Cuarenta y seis, ¿Qué te parece? Me conservo bien dijo tocándose el trasero. Tu debes tener, treinta... y cuatro.

-         ¡Exacto! Insisto, déjame ayudarte.

-         No hace falta, me las apaño bien yo sola.

Entro en la cocina y yo la seguí, la cocina era ancha, aunque había una parte en la que se estrechaba. Comenzamos a lavar vasos, platos y cubiertos. Finalizando, estaba secando los vasos, ella puso su mano sobre la mía, en ese momento sentí un escalofrió, su mano era cálida a pesar de haberlas tenido en agua y muy suaves, me excite. Intente disimularlo, pero mi polla se había puesto tiesa, como estaba en la zona estrecha ella paso por delante de mí, rozando su trasero con mi paquete, me eche hacia tras, pero fue peor, yo esperaba que ella pasase, pero se detuvo, entonces al recobrar mi posición puse mi paquete en su trasero, ella no se aparto al contrario pego su trasero mas a mi, fue solo un instante que me pareció interminable, ella se giro, quedando frente a mi, aquellos ojos azules me hipnotizaron, acerque mi boca a la suya, lo que en un principio fue una simple caricia entre los labios se convirtió en un beso apasionado en el que nuestras lenguas se buscaron. No sé lo que habría pasado, si desde el salón no hubiéramos escuchado la voz débil de Pascual pidiendo agua.

Claudia se separo, se puso bien la ropa, y salió al salón con un vaso de agua, al volver me miro.

-         Sera mejor que te marches.

-         Pero... – dije desconcertado.

-         Lo anterior ha sido un calentón, no es posible, gracias... por todo.

-         No ha sido nada.

-         Eso no ha sido nada.

Salí al salón y me despedí de Pascual, su mirada parecía intuir que algo había pasado en la cocina.

Cuando me dirigía a mi piso iba pensando en lo sucedido, había incumplido una de mis primeras normas, no tontear con las clientes, no era la primera vez y supongo que no seria la ultima. Aquella tarde me fui al cine, necesitaba despejarme, y por la noche fui a un bar de copas que conocía; pero no me sentía a gusto,  así que me marche pronto al piso. Por la noche me costo dormirme, pensaba constantemente en Claudia, me quede dormido tarde, por lo que me desperté algo tarde, me puse  ropa deportiva. Iría a un supermercado a comprar, justo al abrir la puerta me encontré con Claudia.

-         ¿Qué haces? – dije sorprendido.

-         Venia a verte, pero no me atrevía a llamar, y mira por donde abres tu.

-         ¿Quieres pasar?

-         No sé, ¿Quiero entrar?

En ese momento no me pareció una mujer madura de 46 años, sino más bien una joven en su primera cita.

-         Pasa no te quedes en la puerta, los vecinos pueden pensar mal.

-         Y si entro no lo pensaran también.

-         Si, pero no nos verán.

La cogí de la mano, estaba temblando, tire hacia mí para que entrase. Se quedo parada frente a mí.

-         Tenemos que aclarar lo de ayer – dijo pasando por mi lado y llegando al comedor.

-         Creí que quedo aclarado, no sucedió nada – dije a su espaldad.

-         Pero si que sucedió, me sentí como hacia mucho tiempo no me sentía, una mujer, deseada – dijo sin darse la vuelta.

-         No sabes cuanto te desee – dije abrazándola desde atrás, pegando mi paquete, que por momentos crecía, a su trasero.

-         Y ahora me deseas.

-         No lo notas – apreté mas mi paquete a su trasero para que sintiera mi polla – creo que te deseo mas que ayer.

Como pudo se giro quedando frente a mí, muy pegada. Nos besamos, un beso como el del DIA anterior, apasionado donde nuestras lenguas bailaron.

-         No te importa que tenga 12 años mas que tu.

-         No me importa – dije besándola nuevamente – Ven – la conduje a la habitación.

Dentro de la habitación volvimos a besarnos y acariciarnos mientras lentamente nos desnudábamos.

Ya desnudos, piel con piel, nuestros cuerpos se rozaban. Se tumbo sobre la cama, la mire con deseo, sabiendo que en pocos minutos aquel cuerpo seria mío.

-         Así desnuda ¿Te parezco vieja? – dijo intentando taparse con la sabana.

-         ¡No! Muchas jóvenes que conozco desearían tener tu cuerpo – tire de la sabana para que quedara nuevamente desnuda a mis ojos.

Aquella mujer tenia un cuerpo perfecto, no le sobraba nada, si acaso algo de pecho, los tenia algo grandes y eso hacia que los tuviera algo caídos, pero por lo demás, era perfecta sus pezones grandes y firmes.

-         Conoces muchas jóvenes.

-         Algunas – sonreí – menos de las que quisiera.

Me coloque a su lado haciendo que mi polla rozara con su muslo y acaricie sus pezones, los apretuje con los dedos.

-         Te gustan – dijo con dificultad

-         Mucho.

-         Comételos.

No tubo que repetirlo, acerque mi boca al pezón más próximo, lo chupe y mordisquee. Mi mano bajo a su entrepierna, haciendo que se abriera de piernas acaricie su vello púbico, y más abajo su clítoris. Su cuerpo se estremeció de placer, cerro los ojos y se mordió el labio inferior de su boca.

-         ¡Ahhhhhhhhh! – dejo escapar de su boca.

Que lo volvió a repetir cuando introduje mi dedo corazón en su vagina, mientras con el dedo pulgar acariciaba su clítoris. Cerró las piernas, dejando atrapada mi mano. Sentí como su mano buscaba en mi entrepierna y encontrando mi polla, unas suaves caricias bastaron para ponerla mas dura si era posible.

-         Métemela, quiero sentirla dentro, estoy a punto de correrme.

-         Córrete – le dije al oído, acercando mis labios a su oreja y mordisqueando su lóbulo.

Y se corrió, todo su cuerpo se quedo rígido por un instante, mientras gritaba.

-         Siiiiiiiiiiii, ya no pares sigue.

Y seguí, en esta ocasión metí mis piernas entre las suyas, puse mi polla en la entrada de su vagina y con mí mismo peso, dejándome caer la penetre. Al entrar sentí cierta resistencia, ella gritó.

-         ¿Te duele? – pregunte.

-         Un poco debe ser la inactividad, llevo mas de 15 años sin... – dijo con una risa casi histérica.

Hice la acción de sacarla, pero ella entrecruzo sus piernas en mi espalda.

-         No la saques, la quiero toda dentro – y apretó sus piernas en mi espalda, lo que hizo que la penetración fuese mas profunda, dejando escapar un grito - ¡Hasta dentro!.

No tardo mucho en volver a correrse, su relajamiento hizo que descruzara las piernas, dejándolas a los lados.

-         Tu no has llegado, quiero sentir tu leche.

-         No, no he llegado, pero no falta mucho.

Hice que pusiera sus piernas en mis hombros, cogí su cintura y seguí la penetración, su coño estaba chorreando, cada vez que mi polla entraba entera, se sentía chapotear.

Cuando por fin mi leche salió, fue un orgasmo conjunto, me deje caer sobre ella, aun con la polla dentro de su vagina, que poco a poco se iba desinflando. Ella me acariciaba el pelo.

-         Me has hecho renacer, hacia 15 años que no tenia una polla entre mis piernas.

-         ¡15 años! – me levante y me deje caer a su lado, de lado haciendo que mi polla rozara de nuevo con su pierna.

-         La noche anterior de que Pascual entrase en el hospital fue la ultima vez.

-         Y desde entonces nada de nada.

-         ¿Con un hombre real? ¡NO! Me masturbaba, incluso me compre un aparatito, pero en los últimos 5 años ni eso, por falta de ganas, pero ayer contigo me excite, volví a sentir la necesidad de follar.

-         Y no te picaba, tenias que tener telarañas - dije casi riendo, mis dedos jugaban con sus pezones.

-         Posiblemente, pero tu polla se ha encargado de limpiarlas. Espero tu discreción, esto debe quedar entre nosotros, yo seguiré siendo la señora González.

-         Otra vez, ya no serás Claudia, la tía buenorra y caliente de 46 años.

-         De verdad te parezco que estoy “buenorra”.

-         Claro que si, sal como estas al balcón, oirás los silbidos de los hombres y los gritos de sus mujeres – ella rio.

-         Prefiero permanecer aquí, y volver ha hacerlo.

-         Me dejaras que me recupere.

-         Tu amiga ya sé esta recuperando – era cierto, mi polla, al roce con su pierna, se volvía a hinchar pero aun estaba floja.

Baje mi mano a su entrepierna, la zona estaba bien lubricada, la mezcla de su flujo vaginal y mi semen hacia una sustancia viscosa. Frote alrededor de su clítoris con el dedo, ella comenzó nuevamente a resoplar y gemir.

-         Increíble, me estas poniendo a cien, creo que nunca he estado tan excitada como ahora, ni con mi primer marido.

-         ¿Tu primer marido?

-         Sí, el padre de Miguel, Juan.

-         Te has casado dos veces.

-         Si, ¿No lo sabías?  Me case con 18 años con Juan, fue mi primer amor, era salvajemente apasionado, con él tuve a mi hijo, Miguelllllll – hizo una pausa al sentir como mis dedos entraban en su vagina – Juan era un mujeriego no tenia bastante conmigo y se iba con otras, en una de sus salidas se mato con el coche – hizo un giro y se coloco de rodillas sobre la cama, encima de mí, con pequeños movimientos, friccionando su coño contra mi polla, haciendo que esta comenzara a endurecerse, le agarre los pechos.

-         ¿Pascual? – pregunte.

-         Pascual era el mejor amigo de Juan.

-         Y por amistad té jodio

-         ¡Que bruto!

-         Lo siento.

-         Fue lo que muchos pensaron, lo cierto es que Pascual se porto muy bien y unos años después nos casamos.

Mi polla ya estaba dura, Claudia sé hecho hacia tras, poniendo sus manos sobre mis tobillos, cogí mi polla, la puse en la entrada de su vagina, ella se movió hacia delante quedando ensartada por mi polla, con mis dedos acariciaba su clítoris, con movimientos lentos la excitación en Claudia fue en aumento.

-         No ha habido mas hombres en tu vida.

-         No, solo me he acostado con Juan, con Pascual y ahora contigo – dejo escapar un gemido.

Se enderezo quedando nuevamente a mi alcance sus pechos, resoplaba y gemía, sus movimientos eran rotatorios, cada vez más rápidos, hasta que se dejo caer sobre mí alcanzando otro orgasmo. Permanecimos unos minutos así, ella se dejo caer junto a mí bocabajo, me puse sobre ella haciendo que mi polla quedara sobre su trasero.

-         Te casaste por amor o por agradecimiento

-         No sé, de todo un poco, puede que al principio por agradecimiento, pero con el tiempo… por amor.

Me coloque entre sus piernas haciendo que levantara su trasero, acaricie su ano.

-         Por el culo no – dijo intentando volverse.

-         No te vuelvas – dije agarrándola fuertemente – te gustara.

-         Nunca me la han metido, ni quiero que me la metas.

Acaricie su rajita, puse mi polla en la entrada de su vagina, la cogí por la cintura y la atraje hacia mí metiéndosela, ella gimió.

-         Siiiiiiiiiiii, así sí.

Seguí empujando, hasta que alcanzo otro orgasmo, aunque yo no llegue a correrme, tanto ella como yo quedamos exhaustos, dejándonos caer sobre la cama durante unos minutos.

-         Puedo usar tu baño.

-         ¿Mi baño?

-         Tengo que limpiarme un poco.

Se levanto y se dirigió al baño, sentí la ducha. Me acerque, y vi como se duchaba. Cuando salió, me miro.

-         Cariño ha sido genial, será cuestión de repetir.

-         ¡Ahora!

Sonrió, pasando por mi lado totalmente desnuda.

-         No, ahora tengo que ir a buscar a Pascual al hospital, otro día, ya te lo diré.

Se vistió y se marcho.

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