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Buenas vecinas, vecinas buenas.

en Hetero: Infidelidad

Nuevamente la empresa me la había jugado, tras unos cursillos en la central, al volver a mi puesto de trabajo me comunicaron que debía hacer las maletas, me trasladaban, aunque me fastidiaba bastante, lo cierto que en el fondo me gustaba, con cada traslado conocía nueva personas y económicamente salía beneficiado, me subían el sueldo, por ese motivo no protestaba aunque ya empezaba a estar cansado eran muchos años de oficina en oficina, de inspector, estaba unos meses y me trasladaban. En esta ocasión el destino era una pequeña localidad del norte de España.

Como en otras ocasiones el piso seria de alquiler, la empresa me lo buscaba y me lo pagaba. En esta ocasión era un bloque de pisos de dos plantas con dos pisos por planta, lo que significaba que éramos cuatro vecinos. El mío estaba en el segundo.

Ocupe el piso un lunes, y el primer sábado, me levante temprano, me puse el chándal y tras el desayuno me puse a colocar mis cosas, que habían llegado dos días antes y estaban en cajas. Sobre las diez de la mañana, sonó el timbre de la puerta. Preguntándome quien podía ser, abrí la puerta.

-          Buenos días, soy la vecina de enfrente, me llamo Santi.

Era una mujer cercana a los cuarenta si no los había cumplido ya, rubia (teñida), un cuerpo lleno de curvas, tal vez con demasiado pecho.

-          ¿Santi? – fue lo único que pude decir.

-          Realmente me llamo Fuensanta.

-          Comprendo yo me llamo José Antonio, ¿Qué desea? – seguro que un polvo pensé.

-          Comprobar que tienes electricidad, aunque al llamar al timbre, y sonar, es de suponer que si que tienes.

Le di al interruptor de la luz mas cercano y se encendió.

-          Veo que si tienes luz, pues ha tenido que saltar algún fusible, yo de eso no entiendo mucho, mi marido y mi hijo se fueron de caza esta mañana y hasta mañana no volverán.

-          ¿Quiere que le eche un vistazo?

-          Te lo agradecería.

Fui a su piso y efectivamente no tenia electricidad, fui al cuadro de automáticos y había dos interruptores bajados, los subí y tubo electricidad.

-          Ya esta todo funciona.

-          Que tonta, solo había que subir los automáticos, bueno pero no hay mal que por bien no venga, nos hemos conocido.

-          Si, seremos vecinos durante unos meses.

-          Solo estará unos meses.

-          Si es lo que la empresa suele hacer.

-          ¿Quieres tomar algo?

Me quede pensativo, lo de comprobar las luces podía haberlo hecho con otro vecino mas conocido, o incluso con las luces de la escalera, y el que hubieran saltado los automáticos sin tener ningún corto me sonaba a escusa.

-          ¿Sabes que me gustaría?

-          ¿El que?

-          Me gustaría follarte – lo dije sin pensar.

Se puso roja, no atinaba a decir ninguna palabra, hasta que furiosa me empujo a la salida.

-          Quien te has creído que soy, márchate si no quieres que arme un escándalo.

-          Ya me voy, pero piénsatelo yo estoy disponible.

Con aquel episodio me había ganado la enemistad de una vecina o por el contrario una amante, el tiempo lo diría. Y no tuve que esperar mucho, aquella misma tarde, estaba tumbado en el sofá, cuando sentí el timbre. Abrí la puerta, era ella.

-          Debes perdonar mi actuación de esta mañana, debí imaginar que estabas bromeando, ¿Por qué estabas bromeando?

-          Realmente no bromeaba, me gustas, eres una mujer muy deseable, y lo de la luz se que fue una escusa.

-          Tienes razón, fue una escusa, pero solo para conocerte como vecino.

-          Y ahora que me conoces no te gustaría ...

-          Soy una mujer casada.

-          Que pasa que las mujeres casadas no follan.

-          No seas bruto, claro que lo hacemos pero con nuestros maridos.

-          Y si no esta el marido y tienes ganas.

-          Pues me aguanto.

-          El aguantarse perjudica seriamente la salud.

Entonces sonrió.

-          Eres imposible, es difícil enfadarse contigo, no se si hablas en serio o en broma, de verdad me... ya sabes.

-          Por supuesto, me sigues gustando.

-          Mejor me marcho.

-          Como quieras, ya sabes donde esta mi puerta y para ti siempre esta abierta.

Y se marcho. Había algo en aquella mujer que me gustaba desde el mismo momento en que la conocí.

Mientras me duchaba pensaba que iba hacer aquella noche, saldría a cenar, y dar una vuelta para conocer la ciudad.

Fue lo que hice, aunque me recogí temprano, no serian ni las doce de la noche, cuando llegue a mi piso. Mire al piso de enfrente, el de Santi, había luz, dude un instante y llame a su puerta. Abrió la puerta.

-          ¡Tú!

-          Esperabas a otra persona.

-          No, pero tampoco a ti.

-          Seguro – la mire de los pies a la cabeza, tenia puesta una bata de gasa semi-traslucida, no llevaba sujetador y sus pezones se habían erguido, marcándose en la bata.

Sin darle tiempo a pensar entre en su casa, cerrando la puerta tras de mi.

-          Que haces.

-          Lo que deseas.

-          ¿Tú sabes lo que yo deseo?

-          Quieres comprobarlo – sabia que estaba en el limite de claudicar, solo faltaba un pequeño empujón.

-          ¿Tan seguro estas?

-          Yo si, ¿Y tu?

-          Yo nunca he engañado a mi marido.

-           Alguna vez tendrá que ser la primera – pegue mis labios a los suyos.

Ella en vez de separarse se junto mas, cruzó sus brazos en mi nuca, por mi parte con las manos le agarre el culo, sus enormes pechos golpearon como flotadores contra mi cuerpo. Cuando por fin nos separamos ella estaba roja.

-          No puede ser, es una locura.

-          ¿Por qué? – la volví a besar.

La empuje hasta el dormitorio, entre besos y caricias, le quite la bata, aparecieron aquellas dos tetazas, las estruje, las bese, chupe sus pezones, estaba tan excitado que pensé que mi polla iba a reventar. Ella gemía de placer, se dejo caer en la cama, solo tenia las bragas.

-          Desnúdate, quiero verte desnudo, quiero ver tu polla.

Lentamente me fui desnudando, ella se estrujaba los pechos y se metía la mano debajo de las bragas acariciándose, estaba muy caliente. Cuando por fin estuve desnudo.

-          La quiero toda para mi, métemela.

Me acerque a ella, le quite las bragas, me deje caer sobre ella, haciendo que mi polla acariciase sus muslos, mis manos acariciaban sus pechos, pellizcaban sus pezones, ella se retorcía.

-          Dilo, di que quieres que te haga – le dije al oído.

-          Fóllame, quiero que me folles.

Metí mi mano entre sus piernas, acaricie su clítoris, introduje dos dedos en su vagina, sentí como su cuerpo se estremecía, jadeaba cada vez mas rápido, apretó sus piernas apresándome la mano, no por ello deje de acariciar su clítoris con el dedo pulgar y con los dedos índice y corazón acariciar el interior de su vagina.

-          Ya estoy llegando, métemela, quiero sentirla dentro.

De pronto sentí como su cuerpo se arqueo, alcanzo su primer orgasmo. Se relajo, se abrió de piernas, me coloque entre ellas, le agarre de los muslos, enfrente mi polla a la entrada de su vagina, un pequeño empujón y se la metí, cada vez mas a dentro hasta que estuvo totalmente dentro, me deje caer sobre ella, agarrando sus pechos, ella cruzo sus piernas en mi espalda y apretó. Nuevamente los gemidos fueron en aumento, a cada empujón mío, hasta que alcanzo un nuevo orgasmo.

Me deje caer a su lado, y seguí acariciando sus pechos.

-          Ha sido increíble, pero tú no has llegado.

-          Tranquila la noche es larga.

-          Pero aun tienes mas ganas.

-          ¿Y tú?

-          Muchas, hacia tiempo que no… y con mi marido suele ser rápido.

Volví a meter mi mano en su entrepierna y acariciar su clítoris y sus labios vaginales.

-          ¿Ha habido muchas mujeres como yo? – dijo entre jadeos.

-          Te refieres a tan hermosas como tu – intentando desviar la pregunta.

-          Me refiero a casadas.

-          Unas cuantas.

-          ¡Unas cuantas! – nuevamente volvía a agitarse por la excitación.

-          Ponte encima.

Santi se coloco encima mío, introduciéndose mi polla en su vagina. La cogí por la cintura, ella se movía hacia delante y hacia tras, me faltaba poco para correrme, hice que se echara sobre mi, aumente los movimientos pélvicos, hasta que me corrí, ella alcanzo un nuevo orgasmo al sentir mi leche en su vagina. Tras unos minutos abrazados nos separamos.

-          Esas cuantas casadas ¿Por qué engañan a sus maridos?

-          Los motivos son varios, algunas por vicio.

-          ¿Vicio?

-          Si, les gusta estar con varios hombres, no solo con su marido. Otras porque se sienten solas, o abandonadas por sus maridos.

-          ¿Como yo?

-          Eso solo tú lo sabes.

-          Si alguna vez imagine que podía engañar a mi marido, pensé que seria diferente.

-          ¿Cómo diferente?

-          Que seria por que me enamoraría, no por ...

-          Dilo, por un calentón con un desconocido.

-          Exacto.

-          Lo importante es cómo te sientes ahora. ¿Cómo te sientes?

-          ¿Realmente? Tengo la sensación de estar saciada.

Sonreí, no iba a sentirse saciada.

-          ¿Por qué sonríes?

-          Por lo de saciada, has tenido una polla dentro, te has corrido ¿Cuantas veces? ¡No vas a estar saciada!

Ella también sonrió.

-          Tienes razón, no me he expresado bien. Me encuentro relajada, a gusto. No se si mañana me sentiré mal y me arrepentiré; pero ahora no.

Seguimos hablando durante rato, me conto cosas de su vida, como que se caso con 22 años, siendo virgen, llevaba 18 años casada (me confirmaba que tenia 40 años), su hijo tiene 12 años, siempre había sido una esposa y madre ejemplar. Hasta que nos quedamos dormidos.

El sonido del teléfono nos despertó, ella agarro el auricular.

-          Si, quien es…

-          …

-          Cariño, eres tu – imagine que era su marido.

-          …

-          Si, he pasado una mala noche, me costo dormirme.

Mire instintivamente el reloj, eran casi las once de la mañana. Puse mi mano en su entrepierna, intento zafarse pero sin éxito, comencé a acariciarle el muslo, los labios vaginales y su clítoris.

-          …

Se le escapo un pequeño gemido.

-          Cariño te hecho de menos – dijo con cierto desazón, intentado ocultar su desliz.

-          …

-          Si, cariño, si necesito ayuda se la pido a los vecinos. Ayer pedí ayuda al vecino nuevo – hizo una pausa, se mordió el labio inferior.

-          …

-          Se fue la luz, parece que fueron los automáticos que saltaron.

-          …

-          Es un joven… como te diría, muy servicial, cariño, es tarde me voy a levantar y me duchare.

-          …

-          Yo también te quiero.

-          …

-          Vale, si llegas tarde te esperare despierta, adiós cariño.

Colgó el teléfono.

-          Era tu marido.

-          Si, que malo eres, mientras hablaba me has puesto cachonda, fóllame.

Volvimos a follar, como la noche anterior. Quede totalmente exhausto.

-          No me digas que ya no puedes más.

-          Me dejaras que descanse.

-          Que poco aguante tienes, yo estoy como nueva.

Realmente estaba cansado, y ella parecía de lo mas fresca, recordé un articulo periodístico, que habla de vampiros de energía, me levante de la cama y comencé a vestirme.

-          Ya te vas, porque no te quedas a comer, te garantizo un buen postre.

-          Vale, luego vengo a comer, pero ahora debo ir a mi piso me duchare y me cambiare de ropa.

A medio vestir me dirigí a la puerta, ella salió detrás de mi desnuda, abrí la puerta. Justo delante había una mujer morena que iba a tocar el timbre.

-          Santi venia para... – dijo la mujer morena.

La sorpresa fue de los tres, ni Santi ni yo podíamos pensar que allí delante estuviera nadie, pues como ambos vivíamos en el segundo (último piso). Y por parte de la mujer porque no esperaba verme a mi medio desnudo y a Santi desnuda.

-          ¡Io! No es lo que parece, bueno si es, pero te lo puedo explicar – dijo Santi.

Acababa de recordar quien era la mujer morena que Santi llamaba Io, era la vecina de abajo.

-          No si no me tienes nada que explicar.

Pase junto a ella, era algo más alta que Santi, y mas joven unos 25 años, su acento era extranjero aunque hablaba muy bien el castellano. Io entro en el piso de Santi, escuche decir a Santi que se esperara que se fuera a poner algo, antes de cerrar la puerta.

Me duche y me cambie de ropa, y al mediodía dude si ir al piso de Santi; pero fue esta la que vino a llamarme.

-          ¿Que tal con..., la vecina?

-          Con Io, bien, bien – tuvo un pequeño silencio como si pensase - quien iba a esperar que estuviera en la puerta justo cuando salías, y nos pillara a ti medio desnudo a mi totalmente desnuda, no tenia escusa.

-          ¿Pero te creara problemas?

-          No, es una buena chica, es rumana – nueva pausa – ¿Has visto al marido?

-          Puede que si pero no sabría quien es.

-          Su marido, es mayor que ella, tiene 50 años, tiene cara de bruto.

-          ¡Mayor que ella!

-          Si, 25 años. Ella tiene 25, es una buena chica.

Recordé que un día vi a Io con un hombre mayor, supuse que seria su padre. Santi había repetido dos veces lo de buena chica, eso me hacia sospechar.

Fuimos a comer a su piso, mientras comimos hablamos de varios temas y como no uno fue la vecina, Io, su nombre era Iolanda, la conoció cuando llego al piso, hacia dos años, recién casada y se habían hecho amigas desde el primer momento. Un nuevo silencio dio lugar a que me preguntara sobre mi, le sorprendió saber que solo tenía 28 años, y que era soltero, pensaba que por mi experiencia demostrada la noche anterior debía tener mas. Tenía que reconocer que era una buena cocinera, al terminar.

-          Me vas a dar el postre tan especial que me prometiste.

-          De verdad quieres el postre – al decir esto se relamió – siéntate en el sofá.

Me senté en el sofá y ella se fue a la cocina, cuando volvió iba desnuda de cintura para arriba, y sobre los pezones tenia un pegote de nata.

-          Te gusta la nata, cométela.

No tubo que repetírmelo, lentamente a lengüetazos le fui quitando la nata, hasta llegar a los pezones.

-          Sabes que me gustaría – dijo Santi.

-          ¿El qué?

-          Probar tu polla con nata

Asentí con la cabeza, me desbrocho el botón del pantalón, me bajo la cremallera, me saco la polla que ya la tenia tiesa, le puso nata y comenzó a chupar y lamerla, le cogí del pelo y comencé a marcar el ritmo de cómo quería que me la comiera, no tarde en sentir que estaba punto de correrme.

-          Me voy a correr.

Santi paro, me miro.

-          Córrete, quiero probar tu leche y volvió a meterse la polla en la boca.

Me deje llevar, tres chorros de leche directos a su garganta, pero no se la saco hasta que ya no salía mas, dejándola totalmente limpia.

-          A tu marido le debe encantar que se lo hagas.

-          Con el no lo he hecho nunca.

-          Pero no es la primera vez ¿Verdad?

-          Como te dije me case virgen, pero no inexperta.

Sonreí, en ese momento sonó el timbre de la puerta, di un sobresalto.

-          ¿Esperas a alguien?

-          Si, a Io, la invite a tomar el café. Arréglate.

Lo dijo porque aun tenía la polla al aire. Ella fue a la cocina para ponerse el sujetador y la blusa que se había quitado al terminar de comer. Salió para ir a abrir la puerta.

-          Buenas tardes – dijo Io.

-          Buenas tardes… ya conoces a José Antonio, el nuevo vecino.

-          Lo siento he interrumpido algo. Si queréis vengo mas tarde a tomar el café.

-          Oh, no ya habíamos acabado, José Antonio esta es Iolanda.

Salude a Iolanda, un par de besos en las mejillas.

-          Lámame Io.

-          En breve preparo el café, lo quieres con leche – dijo Santi, sonrió y me hizo un guiño.

-          Me da igual, como lo tomas tu – dijo mirando a Santi.

-          Suelo tomarlo con leche, pero hoy será solo, la leche ya me la he tomado – dijo sonriendo.

Estuvimos tomando el café, yo hable poco, aunque entre ellas si que hablaron, yo estaba incomodo tanto por las miradas de Santi como por las de Io, hasta el punto que decidí marcharme, me fui a mi piso.

Llevaba un rato sentado frente a la televisión viendo una película de video, aunque no era porno si que tenía secuencias subidas de tono, y pensando en las vecinas, me excite. De pronto sonó el timbre, pensé que seria Santi, que Io ya se habría ido. Mi sorpresa fue al abrir ver delante a Io.

-          ¿Qué estas haciendo?

No fue lo que dijo sino como lo dijo, con media voz, susurrando, me dejo sin habla.

-          ¿Me has escuchado? – dijo sacándome de mi ensimismamiento.

-          Si, viendo una película.

-          ¿Qué película? – dijo entrando - Puedo verla contigo, como sabes mi marido esta en el fútbol (en casa de Santi lo refirió).

Aun estaba sorprendido, Iolanda no era Santi. Santi era más voluptuosa, mientras Iolanda era más normal.

-          Si por que no - dije.

Se sento frente al televisor.

-          ¿Quieres tomar algo?

-          No, te habrá sorprendido que haya venido.

-          Pues si.

-          Es que hay una cosa que me intriga, que le has dado a Santi, la tenia por una mujer… sensata, fiel.

-          Pues no se. Simplemente le dije que quería follar con ella y follamos. ¿Tú quieres follar?

Sonrió, se echo el pelo hacia atrás, respiro profundamente.

-          No te andas por las ramas, vas directo al grano.

-          Para que perder el tiempo.

-          Si te dijera que no.

-          Santi también dijo que no.

-          Estas muy seguro de ti.

-          Si.

Se puso de pie. Yo me acerque a ella, la agarre por la cintura, atrayéndola hacia mí. Nuestras bocas quedaron muy cerca casi rozándose. Su mano se deslizo por debajo del pantalón, llegando a acariciar mi polla.

-          Vamos a la cama, me gusta estar cómoda – dijo moviéndose hacia el interior del piso pero sin sacar la mano.

Ya en la habitación entre caricias nos desnudamos, se tumbo en la cama yo me tumbe a su lado, ella me acariciaba la polla y los testículos, mientras yo acariciaba sus pechos y presionaba sus pezones ya duros, acerque mi boca a su pezón mas cercano lo chupe y mordisquee, aparecieron sus primeros gemidos que aumentaron cuando mi mano bajo acariciando su barriga, llegando a su bello púbico, e introduciendo mis dedos entre su pierna tocando su clítoris, Io se retorcía de placer.

-          Métemela, quiero sentirte dentro.

Me situé entre sus piernas, cogí mi polla, con ella acaricie sus labios vaginales sin llegar a metérsela, se abrió mas de piernas, la cogí por los muslos y de un empujón se la metí, dio un grito, jadeaba pidiendo que siguiera y no parara, hasta que alcanzo un primer orgasmo, tras un pequeño descanso, en el que sustituí mi polla por mis dedos dentro de su vagina, hizo que me pusiera boca arriba en la cama, y tras jugar un rato con mi polla, acariciándola chupándola, se situó encima dejándose caer lentamente hasta quedar totalmente empalada, la cogí por la cintura para mantener el ritmo, aunque pronto sentí que estaba apunto de correrme, pero no era el único ella también estaba alcanzando su segundo orgasmo se dejo caer sobre mi alcanzando ese segundo orgasmo y al mismo tiempo me corrí yo. Tras unos minutos de inactividad ella se dejo caer a mi lado.

-          No ha estado mal – dijo Io.

-          ¿Cómo que no ha estado mal? ¿No te ha gustado?

-          Si, mucho. Pero aun tengo ganas.

-          Déjame descansar que entre tu y Santi me tenéis desfondado.

Ella sonrió.

-          ¡Tengo hambre! Tu ¿No?

Aunque no tuviera debía tomar algo, pues seguro que ella estaba pensando en el siguiente asalto. Así que me levante.

-          Voy a preparar algo, una merienda - dije.

-          Vale voy un momento al lavabo.

Yo me puse un pantalón corto que tenia sobre una silla, ella tal y como estaba, desnuda, se fu al lavabo. Fui a la cocina y prepare unos tentempiés. Entonces llamaron a la puerta fue unos golpes muy flojos, así que abrí, era Santi.

-          ¿Qué haces?

No sabia que contestar, ella entro en el piso, hasta el salón.

-          Nada iba a ver una peli...

No pude terminar, pues desde el interior se escucho hablar a Io.

-          José Antonio, ¿Quien era?Tienes preparada... – dijo saliendo al salón totalmente desnuda.

Se produjo un silencio, nos miramos los tres, fue Io la que rompió el silencio.

-          Que tal Santi, como ves yo también dije que no.

-          No tienes nada que explicar, lo comprendo perfectamente. Lo único que quisiera saber es si estáis en el antes o en el después.

-          Se puede decir que estamos en el después, pero justo en un antes.

-          Entonces creo que estorbo.

-          ¡Pues si! – replico con contundencia Io.

Si las miradas matasen Io caería fulminada.

Santi, se dio la vuelta y se marcho. Io y yo volvimos a la habitación. Una hora después Io salía de mi piso. Unos minutos después llamaron a la puerta era Santi.

-          Estarás contento.

-          Pues sí.

-          Y encima tiene la desfachatez de reconocerlo.

-          Porque no lo voy a reconocer, me he follado a dos mujeres hermosas.

-          Y ahora que.

-          Nada, ahora nada. Lo hemos pasado bien y espero que en el futuro lo volvamos a pasar igual de bien.

-          Lo dudo – dijo ofendida, y se marcho.

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