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15 días para recordar (1)

en Hetero: Infidelidad

INTRODUCCIÓN:

Era principios de septiembre cuando la empresa me comunico que debía hacer un cursillo en una de sus oficinas, serian unos 15 días, no me tenía que preocupar ni por el transporte ni por el alojamiento que corrían a cargo de la empresa. Cuando me dijeron la ciudad recordé que Juanjo, un antiguo compañero de instituto, vivía en esa ciudad. Me costo unas cuantas llamadas hasta conseguir el número de teléfono de Juanjo, decidí llamarle.

-         Buenos días, esta Juan José (Juanjo).

-         Si, ¿De parte de quien? - pregunto una voz femenina.

-         Soy José Antonio, un antiguo compañero del instituto.

-         Un momento...

-         ...José Antonio, ¿Eres tú?”

-         ¡Juanjo! ¿Como estas?

-         Bien, me alegra oírte, ¿Y tu como estas?

-         Bien, te llamaba porque dentro de unas semanas estaré por allí.

-         ¿Vienes a las fiestas?

-         ¡Son las fiestas! No lo sabía. Voy por asuntos de la empresa, a un cursillo, serán un par de semanas.

-         Comprendo.

-         Podíamos quedar e ir a tomar algo.

-         Por supuesto, aprovecharemos los días de fiesta, ¿Tienes alojamiento?

-         Si, me lo busca la empresa.

-         Espera un momento... Pepa.

Imagine que Pepa seria la voz femenina que me atendió en primer lugar, recordé que me habían contado que Juanjo se había casado hacia tres o cuatro años, por lo que supuse que Pepa seria su mujer.

-         ¿José Antonio?

-         Si, estoy aquí.

-         Se me ha ocurrido... ¿Por qué no te quedas en mi casa?

-         No quisiera molestar.

-         Tu no molestas, así recordaremos viejos tiempos.

-         Y tu mujer no dirá nada.

-         Ha sido idea de ella.

-         Vale, te llamo y te digo cuando llego.

-         Nos vemos - se despidió Juanjo.

Desde ese día, hable casi a diario con Juanjo para concretar. El viaje se produjo a finales de septiembre.

DIA 1: Domingo

Por la mañana temprano estaba en el aeropuerto, el viaje en avión fue rápido y sin contratiempos, fue a recogerme al aeropuerto Juanjo, nos fundimos en un abrazo, hacia más de 10 años que no nos veíamos. Juanjo tenía 28 años al igual que yo, pero parecía mucho más viejo.

-         ¿Todo bien? - dijo Juanjo.

-         Si perfectamente, ¿Cómo estás?

-         Tú sabes, bien, tirando.

Pude observar cierta amargura difícil de captar por teléfono.

-         ¿Qué te sucede? ¿Es por mi visita? ¿Tu mujer no quiere que este en tu casa?

-         ¡No! Ella esta encantada de tener visitas.

-         Entonces, esa cara de vinagre.

-         Te lo contare, te enteraras igualmente.

Llegamos al coche, entramos dentro, arranco y salimos del aeropuerto, el silencio era la nota predominante dentro del vehículo. Unos kilómetros mas adelante paro el coche.

-         Llevo casi un año en paro,  solo encuentro trabajos temporales, mal pagados, ahora estoy trabajando de guarda de seguridad los fines de semana en un local nocturno, mi mujer se ha tenido que poner a trabajar, limpiando casas. Parece que tengo la negra, estoy desesperado.

Me dejo de piedra, la verdad no esperaba ese paisaje tan desolador.

-         Joder, si que lo pintas mal.

-         Bueno; pero esos son mis problemas, tu has venido aquí a pasarlo bien, como en los viejos tiempos.

Continúo conduciendo y veinte minutos más tarde paraba, habíamos llegado, salimos del vehículo y nos dirigimos a su piso, entramos.

-         Pepa, ya hemos llegado.

-         Un segundo, acabo de ducharme, y me estaba cambiando.

-         Vale, te esperamos en el comedor.

Unos minutos después aparecía la mujer de Juanjo, Pepa, llevaba puesto un albornoz amarillo y una toalla sobre la cabeza.

-         Perdonad por el aspecto, creí que me daría tiempo a ducharme.

-         No te preocupes, mujer José Antonio es de confianza.

Ante mi estaba Pepa, una mujer de 25 años, no muy alta, y parecía que tenia buen cuerpo aunque no se podía distinguir con el albornoz que llevaba puesto. Nos dimos un par de besos en las mejillas, su olor era embriagador.

-         Dadme unos minutos que me cambie, y salimos a dar una vuelta.

-         Por supuesto, donde dejo mis cosas.

-         Juanjo, mientras me arreglo enséñale su habitación.

-         Sígueme - dijo Juanjo.

Pepa iba delante, y se metió en el baño, Juanjo y yo seguimos adelante, hasta el final del pasillo.

-         Esta será tu habitación, es la que tenemos destinada al crio cuando llegue. Donde ha entrado Pepa es el aseo, y enfrente esta nuestra habitación.

-         O.K. me gustaría cambiarme.

-         Vale, te dejo.

Al quedarme solo en la habitación no pude dejar de pensar en Pepa. Me cambie y salí, al pasar por delante de la habitación de Juanjo y Pepa mire por la apertura de la puerta, fue instintivo, estaba Pepa de espaldas se había quitado la toalla de la cabeza, tenia el pelo largo y rubio; de pronto dejo caer el albornoz quedando completamente desnuda, tenia una figura perfecta, entonces se giro, fueron unos segundos lo que me permitio verla desnuda por delante; no era una modelo, pero en conjunto era una mujer atractiva con sus curvas, los pechos redondos y firmes, los pezones sonrosados, el vello púbico bien recortado. Aquella visión de segundos me excito, sentí como mi polla se ponía tiesa. Por temor a que me viera decidí irme. En mi mente comenzó a nacer el deseo por Pepa.

En el comedor esperaba Juanjo, estuvimos hablando de antiguos compañeros mientras salía Pepa, que tardo media hora, pero valió la pena. Se había puesto un vestido azul de una sola pieza ajustado a su cuerpo, justo por encima de la rodilla y con un gran escote que permitía ver el canalillo de los pechos, sus pezones se marcaban ligeramente, era una mujer que no pasaba desapercibida.

-         Has tardado mucho – dijo Juanjo.

-         Pero ha valido la pena, esta bellísima – dije intentando excusarla.

-         Gracias, ves él sabe como alagar a una mujer - dijo Pepa, hinchando los pulmones, haciendo que sus pezones se marcaran mas.

-         Si siempre ha sido muy… galante - dijo Juanjo con cierta ironía.

-         Bueno, ¿Donde vamos a ir a comer?

-         Yo sé un restaurante muy bueno, pero es caro - dijo Pepa.

-         No os preocupéis, pago yo, que menos vosotros ponéis ... la cama.

Juanjo no capto el doble sentido de la frase; pero Pepa si, y marco una ligera sonrisa en su boca.

Salimos y nos dirigimos nuevamente al vehículo que una hora antes me había traído del aeropuerto. Pepa dio las instrucciones para llegar, era el restaurante de un hotel.

-         Durante la semana no se cabe, pero los fines de semana esta más vacio - dijo Pepa.

-         Pues vamos para dentro - dije.

El aspecto del restaurante era inmejorable se notaba la categoría. Un camarero nos condujo a una mesa en un lateral, al lado nuestro había una mesa con cuatro comensales, tres hombres y una mujer, al sentarme mi mirada se cruzo con la de la mujer. La mujer era pelirroja, vestía con elegancia, muy bien arreglada, debía tener entre 35 y 40 años.

Una vez sentado solo tenia ojos para Pepa, me tenía como hipnotizado, la recordaba desnuda, y me la imaginaba en la cama follando. Cada movimiento de ella iba cargado de sensualidad para mi imaginación.

Terminando de comer me excusé y fui al servicio, al salir tropecé con la mujer pelirroja.

-         Perdone, no la había visto - dije.

-         Me lo imagino - dijo la pelirroja.

-         ¿Cómo dice? - dije.

-         Nada, cosas mías, por como miras a tu mujer.

-         ¡Mi mujer!

-         Si la rubia.

-         Oh, Pepa, no es mi mujer, es la mujer de mi amigo.

-         Ah, pues ya me gustaría que un hombre me mirase como tú la miras.

Entro en el servicio de mujeres.

Aquella mujer me dejo con la palabra en la boca, y pensando si tanto se me notaba mis pensamientos para con Pepa. Así que volví a mesa, intente mirar lo menos posible a Pepa, eso hizo que mirase a otras mesas y sobretodo a la mujer pelirroja, esta por sus gestos y sus señales parecía que le gustaba ser mirada. Me fije en ella, llevaba un vestido verde largo, con un buen escote, y una raja en el lateral izquierdo del vestido por donde enseñaba su pierna izquierda, al principio poco pero en un movimiento hizo que quedara al descubierto casi todo su muslo.

Estábamos en los postres, cuando la pelirroja se levanto escuche lo que decían.

-         Cariño, me voy a descansar, ¿Tu qué vas a hacer? - dijo la pelirroja.

-         Nosotros iremos al despacho para terminar de cerrar el trato, no se lo que tardare, te llamo cuando terminemos y vamos a cenar - dijo uno de los hombres que la acompañaban, que debía ser su marido.

-         Vale, el número de habitación era...

-         La doscientos treinta y cuatro, dos, tres, cuatro - dijo el marido – que poca memoria tienes.

-         Hasta luego - dijo para despedirse, me miro y me guiño el ojo.

Estaba seguro que era una señal.

-         Nos vamos - dijo el marido de la pelirroja a los otros, se levantaron y se marcharon.

Nosotros terminamos de comer y pague.

-         ¿Adónde vamos ahora? - dijo Juanjo.

Cogí a Juanjo del brazo y lo separe un poco de Pepa.

-         ¿Has visto la pelirroja de la mesa de al lado?

-         ¿El bombón del vestido verde?

-         Si, esa. He quedado con ella.

-         Bestial, como en los viejos tiempos no pierdes el tiempo.

-         Eso parece, intenta encubrirme con tu mujer.

-         Vale, será mejor que ella no sepa nada de la pelirroja - dijo Juanjo guiñándome el ojo.

Salimos a la calle, y Juanjo le dijo algo al oído de Pepa, y me hizo la señal de O.K. con el pulgar.

-         ¿Dónde nos encontramos? - pregunto Juanjo.

-         ¿Qué? - dijo Pepa.

-         Cariño, José Antonio tiene que ir a visitar a su jefe, para decir que esta aquí - dijo rápidamente Juanjo.

-         Aquí mismo, ¿Dentro de dos horas? - dije.

-         Digamos, tres horas para que te de tiempo a la visita de cortesía - dijo Juanjo.

-         Si mejor, hasta luego – dije de despedida.

Vi como Juanjo y Pepa se marchaban, un último vistazo al trasero de Pepa para ponerme bien. Y volví a entrar en el hotel, busque el ascensor y subí, piso segundo habitación 34. Me plante delante de la puerta, dude un instante. Si mi apreciación era equivocada solo tenia que disculparme. Llame, sentí unos pasos y la puerta se abrió, allí estaba la pelirroja, llevaba puesto un batín de raso, gris perla, que escasamente le cubría el inicio de los muslos.

-         Empezaba a impacientarme, creía que no habías comprendido el mensaje.

-         He tardado porque he tenido que despedirme de mis amigos.

Entre en la habitación.

-         Ah, de la rubia, que la desnudabas con los ojos.

Cerró la puerta no sin antes poner el cartelito de No molestar.

-         Tanto se me notaba.

-         Ella seguro, aunque supongo que por ser la mujer de tu amigo no dice nada. El marido, como todo marido ni se entera. Conmigo no vas a tener ese problema.

-         ¿Qué problema?

-         El de desnudarme con los ojos…

Las palabras las acompaño con el gesto de quitarse la bata, quedando totalmente desnuda.

-         Ves para desnudarme no necesitas los ojos, lo hago yo, ¿Te gusta lo que ves?

Claro que me gustaba, y mucho. Me acerque a ella, la cogí por la cintura y la atraje hacia mi, sentí como su cuerpo desnudo se pegaba a mi, nuestras bocas se buscaron, unos instantes después la desconocida se dejaba caer sobre la cama.

-         Desnúdate y ven - dijo, acariciándose las tetas.

Mientras me desnudaba, la miraba como se acariciaba y me iba excitando.

-         Por curiosidad, ¿Cómo te llamas?, yo me llamo José Antonio.

-         La curiosidad mato al gato, puedes llamarme Ardiente.

-         Ardiente, bonito nombre, ¿Y nada más?

Ya me había desnudado, mi polla estaba tiesa lista para el combate, me acerque a la cama.

-         Mi nombre completo es Ardiente Deseo de Follar.

No dije nada mas me deje caer sobre ella, mi polla se restregaba sobre su muslo, pellizque sus pezones oscuros, Ardiente dio un gritito, para gemir al sentir como mi lengua lamia sus pezones.

Mi mano izquierda bajo por su cuerpo acariciándolo, hasta su entrepierna, acaricie su vello púbico, seguí hacia abajo hasta rozar su clítoris, comencé a jugar con el, Ardiente jadeaba mientras su coño comenzaba a humedecerse, abría y cerraba las piernas aprisionando mi mano, lo que me obligaba a presionar su clítoris.

Ardiente se agarraba  los pechos estrujándoselos, me levante y me situé entre sus piernas, mis manos cada una en un muslo, me quede mirando su vello púbico también era de un color rojizo, realmente no lo esperaba pues creía que el color de su pelo era teñido, metí mi cabeza entre sus piernas, acariciaba sus labios vaginales con mis dedos y con mi lengua, sus gemidos se convirtieron en gritos, la humedad de su entrepierna era mas que considerable, estaba mas que lubricada para recibir mi polla, sentí como su cuerpo se estremecía, quedaba rígida, los dedos de sus manos se aferraban a mi pelo con fuerza, hasta que alcanzo un orgasmo.

Me deslice entre sus piernas, subiendo, mi lengua acaricio su ombligo, y seguí subiendo por su esternón, hasta llegar al canal de sus pechos, mi cara estaba sumergida entre sus dos tetas, y mi polla en la entrada de su vagina, un pequeño empujón y mi polla entro, recorrió su vagina, rodando las paredes arrancándole gritos de placer, mis manos agarraron su pechos con fuerza y con mi boca chupe sus pezones.

Ardiente resoplaba, sus manos habían soltado mi pelo y se aferraban a la cama como temiendo caerse. Seguí empujando cada vez más fuerte y más rápido, mi polla parecía que cada vez iba mas a dentro, me faltaba poco para correrme, no quería llegar aun, quería deleitarme con aquella desconocida, sabía que tenía tiempo de sobras. Me deje caer sobre ella, haciendo que mi polla quedase dentro totalmente, no pensaba moverme; pero ella con pequeños movimientos pélvicos, hacia que mi polla se moviera dentro de su vagina con recorridos muy pequeños, igualmente excitantes, haciendo que llegase mi clímax de placer, mi leche salía libremente depositándose en su vagina, ella a su vez alcanzo un segundo orgasmo que le hizo gritar.

Tras unos minutos en los que los dos permanecimos casi inmóviles, nos separamos.

-         Era lo que necesitaba: un buen polvo - dijo Ardiente.

-         Me alegro que te haya gustado.

-         La rubia tendrá suerte, ¿Ya te vas?

Ya me había puesto de pie, estaba recogiendo mi ropa y colocándomela.

-         Sí, lo breve y bueno dos veces bueno, ha sido un placer conocerte.

-         El placer ha sido mío, nunca mejor dicho - dijo desde la cama aun tumbada.

-         Supongo que esto es una despedida de hasta nunca.

-         Yo siempre me despido diciendo: hasta otra.

Salí de la habitación. Di un paseo por alrededor del hotel para hacer tiempo hasta que Juanjo y Pepa llegaron. Cuando vi a Pepa mi libido se volvió a disparar, la veía más exuberante, más apetecible.

Fuimos a dar una vuelta, me enseñaron lugares de la ciudad, para hacer tiempo, hasta la cena. Recabamos en un pequeño restaurante, al entrar fuimos objeto de las miradas de todos los comensales, pero no hacia Juanjo o hacia mi, sino hacia Pepa que al quitarse a chaqueta, con el frio, los pezones de Pepa se le marcaban en el vestido.

La cena fue un suplicio para mí, solo hacia que imaginarme a Pepa desnuda. Como yo debía levantarme temprano al día siguiente, tras la cena nos fuimos a casa a dormir. Me costaba conciliar el sueño, escuche hablar a Pepa y a Juanjo durante un rato, decidí ir al lavabo. Entre y mi sorpresa fue ver allí a Pepa, creo que la sorpresa fue mutua, pues yo solo llevaba los slip y ella un camisón largo pero trasparente, y debajo solo las bragas, se le veían las tetas perfectamente, la reacción de mi polla fue inmediata se puso tiesa, y por consiguiente el aumento de mi paquete que ella debió de darse cuenta.

-         Lo siento, no creí que hubiera nadie - dije cerrando nuevamente la puerta.

Unos minutos después salía Pepa, su brazo derecho lo llevaba cruzado de tal forma que cubría sus tetas.

-         Ya he terminado -  dijo al salir.

Se le escapo, una mirada a mi paquete.

Entre en el lavabo, aun tenia el olor de Pepa, me saque la polla y me masturbe recordando el rato pasado con Ardiente, e imaginando que era Pepa a la que me follaba. Una vez desahogado me fui a mi habitación, no tarde en dormirme aunque pensando en Pepa.

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