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Leyendas del Reino de Grendopolán (IV)

en Bisexuales

La reina Iselain se acercó a la ventana. Hasta donde la vista alcanzaba, la lóbrega masa de los bosques milenarios se mecía por la acción de los vientos. Su negrura iba desapareciendo paulatinamente, conforme el sol despuntaba por el horizonte. A los pies del brumoso castillo de Amaniel, capital del reino de Grendopolán, las luces en las casas de los aldeanos se fueron extinguiendo una tras otra.

 

El vaho escapó de la boca entreabierta de la reina. Hacía fresco, pero no pareció importar a la mujer. Sus pensamientos estaban muy, muy lejos de ahí. En su mano, el último mensaje del norte. El ejército del reino había sido derrotado en Brookmere. Ya solo quedaba atrincherarse en la capital y plantar batalla allí hasta el final.

 

Las lágrimas corrieron por las mejillas de la reina. Por los caídos y sus familias. Por los muertos que caerían en la batalla que en breve se libraría. Su voz apenas fue un susurro:

 

-Deprisa, hija mía, deprisa. El destino de nuestra tierra depende de ti…

 

 

-Hemos llegado, mi señora. El Santuario de Lady Geneveva.

La gruta, excavada en la piedra viva, se abría en una bóveda enorme, de unos cinco pisos de altura. En el techo, una abertura en un círculo perfecto dejaba pasar los últimos rayos solares. En las paredes, varias estatuas en ruinas de olvidados guerreros parecían contemplar severamente a las tres mujeres. A pesar de la salvaje maleza y del lamentable estado, el solemne silencio imponía respeto, tanto que cuando habló Isura lo hizo en voz baja.

-Se dice que en este mausoleo descansan los restos mortales de Lady Geneveva, la fundadora de la Sagrada Orden de la Llama Eterna. No obstante, no había escuchado nada sobre la relación de este lugar con el Ejército Durmiente.

-Eso me dijo la anciana de la profecía. Y que la Luna revelaría el objetivo.

-¿Habrá algún símbolo de una luna que marque alguna puerta secreta?

-Lo desconozco. Será mejor empezar a buscar.

El viejo templo se hallaba en ruinas, con múltiples escombros y recovecos polvorientos que dificultaban la tarea. Las tres muchachas buscaron y buscaron durante horas, pero nada hallaron.

-Estoy molida. –Se quejó Preridien. –No hemos encontrada nada de nada y ya casi es de noche.

-Tienes razón. –Dijo la princesa. –Apenas queda luz. Creo que es mejor esperar hasta mañana para reanudar la búsqueda.

Isura sonrió y le guiñó un ojo.

-Se me ocurre una idea para pasar el tiempo mientras. –Un dedo de la sacerdotisa recorrió lascivamente el hombro de la princesa.

-Sois insaciable, mi dulce Isura.

-Comprendedlo, mi señora. Me he vuelto adicta a vos.

Los labios de ambas mujeres se juntaron, mientras las lenguas se entrelazaban tímidamente dentro de las bocas. Las tres se desnudaron con rapidez y se tumbaron sobre una manta. Una mano recorrió delicadamente el estómago de la princesa, su ombligo y acarició su entrepierna. Como un resorte, su grueso falo comenzó a latir, pero la mano continuó y jugueteó con la pelusilla rubia de su vagina. Eressia gimió cuando los dedos se introdujeron suavemente por su encharcado sexo.

-Creo… creo que no vamos a descansar mucho esta noche…

Las muchachas rieron mientras continuaron sus placenteros juegos. La princesa las montó a ambas, y no tardó mucho tiempo hasta que jadeó como un pez fuera del agua mientras varios chorros de espeso puré brotaban de su grueso falo, cubriendo la piel de las dos muchachas con su cremosa esencia.

Tras la contienda amorosa, las tres chicas permanecieron tumbadas, observando la noche por el agujero de la bóveda sobre sus cabezas, acariciándose entre sí. Las tersas manos de Preridien masajearon con delicadeza los generosos pechos de Eressia, quien gimió de gusto al sentir los roces en sus sensibles pezones.

-Qué manos más suaves tienes, chiquill…

Los ojos de la princesa se abrieron de golpe, ante una súbita revelación. La sensación de que algo iba mal, algo que se le escapaba, por fin dio paso a una imagen en la que todo encajaba como las piezas de un puzzle.

La princesa sujetó con fuerza una de las manos de la muchacha.

-¡Ay! Mi señora, me hacéis daño…

Eressia contempló la mano a pesar de la escasa visibilidad. Demasiado suave y tersa, sin las típicas callosidades de las palmas y los dedos de los campesinos, provocadas por el constante manejo de los aperos de labranza.

Los ojos de las dos mujeres se clavaron entre sí, ante el desconcierto de Isura.

-Mentiste. No eres una campesina.

Preridien sonrió, viéndose descubierta. De un tirón, liberó su mano y rodó hasta agarrar el arco que había tomado de los esclavistas de la caravana. Al instante, una flecha apuntaba a las dos mujeres. No se molestó en cubrir su desnudez. Las tres mujeres estaban completamente desnudas. Una flecha penetraría la desprotegida carne sin ninguna resistencia.

-Eres lista, Eressia, pero no te servirá de nada. No oséis dar un paso más.

-No entiendo nada, mi señora. ¿Qué sucede? –Preguntó confundida la sacerdotisa.

-Preridien es una espía.

-No… no puede ser…

La anonadada cabeza de Isura se giró hacia Preridien, como si le suplicara que desmintiera las palabras de la princesa.

-Eressia tiene razón, mi querida Isura. De hecho, no me llamo Preridien. Mi nombre es Lygya. Ah, ah, ah, mi querida princesita, no intentes coger tu espada. Estás sin armadura y soy muy buena con el arco.

-Maldita traidora…

-Bueno, realmente son puntos de vista. Yo me considero una fiel servidora de mi país, Drakenwald. No creo ser menos patriota que vosotras.

-¡Nosotras luchamos por la supervivencia de nuestro reino! Los soldados de Drakenwald sólo sois mercenarios que no lucháis más que por el oro y esclavos.

-Yo lucho por mi señora, Mordekai. La seguiría hasta la muerte. Ella es… es especial. Como tú, Eressia, tiene la marca de los dioses, nació con dos sexos. Ella conquistará Grendopolán. Pero no creo que sea este el momento adecuado para discutir cuestiones sociopolíticas, ¿no?

En ese momento, un rayo de luna había penetrado por el agujero en la bóveda del techo. El blanco haz llegó hasta un punto del suelo muy pulido, como si fuera un espejo, y se reflejó, iluminando un punto de una pared en una de las balconadas del segundo piso.

Las tres mujeres dejaron de hablar para seguir con la vista el halo de luz de luna.

-La luna te revelara tu objetivo…. –Musitó la princesa para sí.

Lygya, la espía de Drakenwald, rio.

-Tenía que haber supuesto algo así. Las sacerdotisas de la Orden de la Llama eran muy proclives a estas revelaciones efectistas ante sus supersticiosos acólitos. Así que aquí tenemos la clave del misterio.

Con cuidado, la muchacha subió hasta la elevación sin dejar de apuntarlas con el arco. Lygya pulsó la roca que reflejaba la luz de luna y una puerta en la pared comenzó a abrirse ruidosamente. Una ráfaga de aire surgió por el pasadizo recién abierto.

-Así que aquí detrás estará el famoso Ejército Durmiente. Bueno, dejemos que siga durmiendo… por el momento. Mis órdenes eran encontrarlo y comunicar su localización a mi señora. Según parece, Lord Onsnorth está muy interesado en él y cree que el ejército obedecerá a quien lo despierte. Lo cual nos lleva a la segunda parte. Debo evitar que lo hagáis vosotras, algo que voy a cumplir ahora mismo.

-¿Vas a matarnos?

-Las guerras son así, preciosa. Triste pero cierto.

-Así que todo lo de estos días ha sido falso, una pantomima…

-Bueno, lo cierto es que habéis sido unas amantes estupendas, he perdido la cuenta de las veces que me he corrido con vosotras. Os voy a echar mucho de menos, de verdad. –Lygya sonrió malignamente. –Es una verdadera lástima que debáis morir.

La mujer tensó el arco con deliberada lentitud.

-Adiós, preciosas.

-¡Lygya, detrás de ti!

-Oh, vamos, no pensarás que voy a picar con un truco tan burdo, ¿verdad?

La espía captó una sombra por el rabillo del ojo, pero para cuando giró la cabeza, era demasiado tarde. Un ser monstruoso parecido a una babosa gigante de color ocre, viscosa y pulsante, con numerosos tentáculos acabados en ventosas y chupones, había aparecido por la galería y se abalanzó sobre la aterrada muchacha antes de poder reaccionar.

Se trataba de un enorme gusano de las cavernas, un depredador que vivía en cuevas y grutas y que debía haber establecido su guarida en el abandonado templo. El gusano enroscó sus tentáculos en los desnudos muslos y muñecas de Lygia, enlazándolos e inmovilizándola. Su arco cayó al suelo. La muchacha chilló al ver a la enorme criatura que se retorcía obscenamente ante ella y trató de forcejear, pero aquel ser era demasiado fuerte. Un tentáculo se arrastró sobre su desnudo vientre, mientras los asquerosos apéndices la impregnaban de una pegajosa gelatina. Su piel pronto se halló cubierta de la cremosa pasta y los tentáculos se deslizaron por todo su cuerpo.

Lygya chilló de puro terror, mientras las dos mujeres, abajo, la observaban horrorizadas sin saber qué hacer.

-Tenemos que ayudarla…

Eressia asintió y corrió a recoger su espada mientras arriba, aquella criatura seguía explorando a su presa, sintiendo Lygya cómo los tentáculos recorrían su entrepierna, enroscándose en sus muslos y masajeando sin ningún pudor sus nalgas. La desesperada lucha la había agotado sin obtener ningún resultado.

-Me… me va a tragar…

El terrorífico ser, como si hubiera sentido que Lygya dejaba paulatinamente de resistirse, comenzó a arrastrarla hasta su enorme boca abierta. La gelatinosa saliva del monstruo cubrió las piernas de Lygya, lamiéndola muslos y vientre y comenzando a tragarla entera. La muchacha chilló cuando notó la punta de un inquisitivo tentáculo empujando en su culo. Intentó debatirse, pero al hacerlo sólo logró que el tentáculo resbalara con inusitada facilidad por su húmedo ano, penetrando en su interior.

Lygya se dio cuenta de que ya estaba casi completamente en el interior del monstruo y notó los músculos envolviendo sus piernas. Su vientre, sus pechos y sus hombros resbalaban dentro de la enrome boca que exprimía su carne caliente, mientras ardientes secreciones del ser cubrían su piel. Lygya gritó ahogadamente, mientras los tentáculos y la lengua la obligaron a penetrar totalmente en la boca de la criatura, que se cerró tras ella.

Acto seguido, el monstruo comenzó a deslizarse a una velocidad inusitada trepando por la pared, como si buscara un lugar tranquilo en el que digerir a su presa.

Lygya sintió las pulsaciones de la garganta del monstruo alrededor de su cuerpo fuertemente apretado en el estómago de aquella bestia. Un dolor insoportable la asedió cuando los jugos gástricos comenzaron a trabajar.

El estómago del monstruo cubrió generosamente su piel de fluidos digestivos y sus paredes estomacales se apretaron contra su cuerpo. Un tentáculo penetró por su boca y garganta, como si explorase la comida que el monstruo iba a deglutir. La última sensación que Lygya notó antes de desmayarse por la asfixia y el dolor de las ácidas encimas fue cómo un tentáculo resbalaba al interior de su culo y bombeaba ardientes fluidos digestivos profundamente en el interior de su cuerpo.

La muchacha no supo cuánto tiempo transcurrió hasta que abrió los ojos de nuevo. Isura y Eressia la contemplaban con aprensión. La criatura estaba muerta, y sus adversarias habían logrado, tras aniquilar al repulsivo ser, sacarla de su estómago. Lygya se encontraba muy débil y cuando pudo levantar una mano, sus ojos contemplaron que su piel estaba horriblemente quemada por los ácidos gástricos de la criatura.

-Gra… gracias… por intentar salv… -Un terrible dolor hizo que Lygya casi perdiera la consciencia. –Pero es demasiado… tarde.

La espía, a pesar del terrible dolor, levantó la mano hacia la sacerdotisa y la princesa.

-Por favor… no quiero… no quiero morir sola.

La princesa se arrodilló a su lado, mientras los ojos de Isura se humedecían, y estrechó la mano de su enemiga.

-Mordekai… os derrotará… Ella es muy fuerte… ella… yo la… la… amab…

Una última convulsión estremeció el cuerpo de Lygya y su mirada quedó vidriosa y perdida, contemplando sin ver el techo de la bóveda y el rayo de luna que señalaba la entrada a la Cámara donde se hallaba el Ejército Durmiente.

La voz de Isura temblaba mientras Eressia extendía su capa cubriendo el cuerpo.

-Nadie… nadie merece morir así.

-Vamos, Isura. Nuestro destino nos espera.

Las dos mujeres encendieron una antorcha y se internaron por el oscuro corredor.