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Refuerzos

en Amor filial

Me llamo Cristina y tengo 31 años (los cumplo en febrero). Me he decidido a relatar mi historia porque me apetece tenerla por escrito, y si además puedo hacer disfrutar a unos cuantos pajeros, pues aún mejor ;)

Nos situamos en febrero de 2001, con mis 18 años recien cumplidos. Entonces vivía con mis padres y mi hermano en un pequeño piso. Llevábamos una vida normal: mis padres trabajaban, yo hacía un módulo, mi hermano hacía cuarto de la ESO...

Un jueves por la noche estaba en mi cuarto jugando a la Play. Al día siguiente no tenía clase, así que hubiera salido con mis amigos esa noche de no ser porque ellos sí tenian el viernes. El caso: estaba jugando cuando mi madre entró en mi habitación para decirme algo.

Por cierto, voy a describirla. Se llama Carmen, y entonces tenía 36 años. De estatura media, delgada, piel clara, melena rubia suelta, ojos azules, nariz respingona, labios sensuales, grandes pechos y un culito respingón. Era la típica madre que siempre levantaba miradas, y bien que le gustaba. Vestía muy fresquita, con escotes, shorts, falditas cortas... Y mi padre (39 años entonces), lejos de recriminárselo, lo disfrutaba. Aquella noche, sin ir más lejos, iba en ropa interior (era muy calurosa).

- ¿Cariño, ¿podemos hablar?

- Sí, ¿qué pasa?

Nos sentamos en mi cama y, poniendo su mano en mi muslo (costumbres suyas), empezó.

- Cristina, ¿sabes que tu padre y yo hacemos el amor, verdad?

Asentí. Eramos una familia abierta y hablábamos de estos temas sin problemas.

- Vale. Nos gusta mucho cuando follamos y demás, lo disfrutamos. El caso es que tu padre siempre ha aguantado más que yo, y eso hace que muchas veces se quede con ganas de más...

Yo la escuchaba atentamente, pues me estaba enterando en ese momento.

- Entonces... Como ya tienes 18 años y estás bastante desarrollada... - le estaba costando mucho decirlo - Habíamos pensado que... Solo si tú quieres... Podrías ayudarnos.

Me quedé perfleja. No me esperaba en absoluto que mi madre me fuera a pedir semejante favor.

- Mamá... ¿Me estás pidiendo que folle con papá?

- Dicho así suena bastante raro, pero sí... Pero ya te lo he dicho, si no quieres no importa.

- Pero es incesto...

- Lo sé, hija... Pero tampoco es tan malo, quiero decir... Papá no te hará ningún daño, y si ambos disfrutáis no hacéis daño a nadie.

- Es que no sé, mamá... Déjame pensarlo.

- Claro, cielo, tómate todo el tiempo que quieras.

Me dio un suave beso en los labios y se marchó. Me quedé pensando. Papá siempre decía que mamá era una diosa en la cama, que lo hacía muy bien, pero nunca había comentado nada de que se quedase a medias.

Después de darle muchas vueltas, llegué a una conclusión: aún era virgen, y puestos a elegir, prefería perder la virginidad con alguien conocido que no con el primer mindundi que me tirara los tejos. Además, quería mucho a mi padre y si podía ayudarlo, pues lo haría. Y en cuanto a que era incesto, pensándolo bien no hacíamos daño a nadie, y nadie tenía por qué saberlo.

Por eso acepté. Por eso fui al salón y le dije a mi madre que lo haría. Me abrazó y me dio un sonoro morreo.

- ¿A qué ha venido el beso? - pregunté sonriendo.

- Cuando estoy feliz lo hago, pero hasta ahora solo se lo hacía a tu padre.

Estuvimos charlando en el sofá hasta que papá llego del trabajo.

Se llama Jaime, y tenia 39 años en aquella época, como he dicho. Era alto, estaba cachas, moreno, pelo corto negro, ojos marrones y nariz aguileña.

- Hola, papá.

- Hola, cielo.

- Hola, cariño.

Mi madre se levantó del sofá y se dieron un beso con lengua, mientras mi padre la agarraba con una mano de la cintura y con la mano le sobaba una teta por debajo del sujetador. Siempre habían sido muy cariñosos.

Papá fue a dejar sus cosas a su dormitorio y mi madre fue detrás de él. Deduje que iba a anunciarle que había aceptado. Como sospechaba, vino con una sonrisa de oreja a oreja. Mis padres se sentaron en el sofá, dejandome entre ambos. Entonces mi padre habló.

- Tu madre me ha dicho que has aceptado la propuesta, ¿no?

- Sí, quiero ayudarte - respondí segura de mí misma.

- Gracias, hija. ¿Quieres hacerlo ya?

- Cuanto antes mejor, papá.

- Sígueme.

Me cogió de la mano y los tres fuimos a su habitación. Ya no tenía sentido ir con ropa, así que mi madre acabó de desnudarse, dejando a la vista un cuerpazo espectacular, super sexy. Papá y yo nos desnudamos a la vez.

Ahora que lo pienso, aún no me he descrito. Bueno, he dicho que me llamo Cristina y que acababa de cumplir los 18 años. Era de estatura media, delgada, piel clara, melena negra recogida en una coleta, ojos azules, nariz respingona, labios sensuales y unos pechos grandes y un culito respingón, aunque no tanto como mi madre. Al ser chica mi cuerpo era parecido al de mi progenitora, así que aunque yo no me lo consideraba, la gente solía decir que era muy atractiva, muy sexy. Eso sí, no solía ir tan fresquita como mi madre.

Una vez desnudos, mi padre me preguntó:

- ¿Tienes la regla este mes?

- No - negué -, aún no me ha bajado.

- Pues entonces lo haremos sin condón - miré a mi madre, como buscando aprobación para que su marido me llenara las extrañas de leche, y ella solo comentó, como hablando bajito, "Da más gustito".

Decidida, me puse a horcajadas sobre él.

- Papá, te advierto que soy virgen, ve despacito.

Divertido, me contestó:

- No, hija, aún no voy a penetrarte. Primero voy a prepararte el coño. Colócate sobre mi cabeza mientras te lo voy poniendo a tono.

Entendí que iba a hacerme un cunnilingus, pero no sabía que se suponía debía hacer yo mientras. Entonces entendí la función de mi madre en todo esto, que hasta ese momento había visto como una simple espectadora. Ella tambien iba a participar. Quería que hiciéramos un trio.

Dejé mi coño a disposicion de papá y mamá se abalanzó sobre mí. Nos besábamos con lengua mientras nos sobábamos mutuamente las tetas y acariciábamos nuestros cuerpos. Mi madre me dio indicaciones para que le metiera los dedos en la vagina, y eso hice. Aacabo comiéndome un pecho mientras me sobaba el otro. Entre los dos, no tardé mucho en correrme.

- Cris, vamos - anunció mi padre.

Con un señor calentón por parte de ambos, papá me ensartó su polla de una embestida. Por un momento me sentí como un toro en la plaza. Di un buen respingo porque me dolió. Creo que mi progenitor captó el mensaje no verbal que le transmití, porque redujo la velocidad. A partir de ese momento fue algo muy dulce. El dolor del principio desapareció y se convirtió en un gustito muy rico. Cabalgaba a mi padre despacio, a mi ritmo, disfrutando el momento. Cogí sus manos y las puse a sobar mis pechos. Bueno, realmente era yo quien me las masajeaba, pero sus manos se encargaban de la parte física. Y mi madre se había puesto de cuclillas para que su marido le comiera el coño mientras se morreaba conmigo.

Ambas nos corrimos escasos minutos después. Desde luego, lo de que mi padre aguantaba mucho no iba en broma. Cuando yo me cansé de follarle, le llegó el turno a mi madre. Ya acostumbrada a ese mástil, se lo ensartó también de una estocada, y esta vez mi padre no tuvo tantos miramientos. Se puso sobre su mujer y empezó unas embestidas que juraría que movió la cama y todo. De verdad que no sé como mamá aguantaba esa potencia bruta. Se habían abrazado fuerte y parecían una única persona retorciéndose de placer con una fuerza brutal. Después de un par de organismos, mi madre se cansó y se puso a dirigir ella la sesión.

Mi madre era más o menos como yo. Le gustaba ir despacio, disfrutando de cada momento. Mientras lo cabalgaba, se estiró sobre su marido, que le sobaba los pechos mientras los brazos de ella rodeaban su cuello y se besaban con pasión.

Después tocó enculada. Mi madre se puso a cuatro patas y, una vez más, papá se la metió hasta el fondo de un solo golpe. Me di cuenta de que mamá tenía en la raja del culo una forma ligeramente ciclíndrica, lo que me hizo deducir que de tanto sexo anal que habían practicado, su trasero ya estaba más que acostumbrada. Mientras le daba por el culo, mi padre le sobaba los pechos – debían de gustarle mucho porque no se los dejaba tranquilos – y le metía los dedos en una masturbación rápida, lo que hacía gemir a mi madre muchísimo. Gritaba tanto que temí que los vecinos les escucharan.

Cuando mi madre ya no pudo más – había pasado una hora y media, aproximadamente -, volvió a tocarme a mí. Definitivamente, papá tenía un aguante increíble. Me coloqué de nuevo sobre él y estaba vez quise imitar a mi padre. Mientras lo cabalgaba, me agaché para besarle. Si bien siempre nos habíamos dado picos a modo cariñoso, digamos que este fue nuestro primer beso de amor. Dejé que me metiera bien la lengua e hice que ambas danzaran libremente. Sentí un cosquilleo en la boca que me gustó, era una sensación extraña, aquella.

Pues mientras nos besábamos, papá me iba sobando el culo. Aunque no lo habíamos hablado, quedaba claro que no me iba a dar por el culo, al menos en nuestro primera sesión. Pero esto no quitaba que no se estuviera recreando con mi trasero.

Un par de embestidas fuertes por su parte fue todo lo que hizo falta para su verga su pusiera aún más dura y cabe y acabara reventándome el coño de leche caliente. Mi madre, que nos observaba estirada en la cama, descansando, se sorprendió de que por fin se corriera. Que decir que yo ya llevaba unos cuantos orgasmos solo en aquella follada, así que desplomé a su izquierda, a la derecha de mi madre. Papá también se quedó descansando, viendo como su polla – enorme, por cierto – poco a poco iba volviendo a su estado normal.

Después de unos minutos recomponiéndonos, me preguntó:

- ¿Qué te ha parecido, hija?

- Pues que follamos de maravilla, papá – respondí entre risas -, aunque eres jodidamente bruto.

- A tu madre le gusta.

- Sí, pero me canso antes. Bueno, cari, ¿esta vez sí que habrás corrido del todo, no?

- Esta vez sí jaja hacía tiempo que no me quedaba tan a gusto.

- Pues ya sabes a quien agradecérselo – dijo mirándome.

- Por ti lo que sea, papi.

- Pues parece que esta noche para dormir tranquila, sin que una polla gigante intenté reventarme el horto jaja – bromeó mamá.

Los tres reímos.

- En fin, chicas – empezó papá -, y voy a hacer la cena, que tengo hambre. Os aviso cuando esté lista.

- Vale – dijimos a coro.

Toda la lefa de mi progenitor seguía saliendo de mi entrepierna, así que fui al baño a lavarme con mi madre, que quería refrescarse un poco. Ya poco nos importaba el ir desnudar la una delante de la otra. Mamá me ayudó a quitarme el semen y volvimos a la cama, donde nos estuvimos manoseando entre risas hasta que papá dijo que fuéramos a cenar.

Creo que sobra decir que cenamos los tres en pelotas. Cuando acabamos, mi padre se fue a la cama directamente, y al rato ya oíamos sus sonoros ronquidos.

- Pues sí que se ha quedado a gusto – me comentaba -. Hacía tiempo que no se iba a dormir después de cenar sin pasar antes por la televisión.

En la tele no hacían nada interesante, así que nos fuimos a la cama. Esa noche, aún siendo febrero, dormí desnuda. Creía que el que haber pasado dos horas follando haría que conciliase rápido el sueño, pero no fue así en absoluto. No sé hasta qué hora estuve despierta, pero no dejaba de pensar en cómo había cambiado tanto mi vida en apenas un par de horas. Ya solo el hecho de acostarme con mi propio padre, que hacía dos días ni se me habría pasado por la cabeza, y de haberlo pensado, lo más probable es que me hubiera parecido una locura. Lo que estaba claro es que estos encuentros sexuales se iban a repetir mucho a partir de entonces, pues sabía perfectamente que mis padres follaban diáriamente, y varias veces, si podían. Eso significa que muy posiblemente cada día reclamaran mis servicios... Y esto no podía agradarme más. Por un motivo muy simple, y es que hacer el amor con un ser tan querido no hacía sinó incrementar el agrado, por el hecho del amor que ya había ya de por sí por ser familia y por de la confianza que manteniamos. Definitivamente, mi vida iba cambiar mucho a partir de aquel día... Y con estos pensamientos me dormí.

......

Hola, lectores y lectoras. Quería comentar que subo este relato para ganar algo de tiempo, pues La Historia de Alicia Fernández Relato 5 va a tardar. Estoy revisando los relatos para mejorarlos, metiendo un mínimo de media página más a cada uno, y en definitiva, metiendo más chicha y sexo de por medio. Aunque los esté revisando la información que dan de la historia principal sigue siendo la misma, ya me he preocupado de que no cambien nada importante. Ya digo, ha sido básicamente para meter un poco más de sexo de por medio. No sé si habrá un "Refuerzos 2", la verdad es que esta historia se me ocurrió hace un par de días y, a diferencia de LHDAF, esta de momento no tiene una historia a la larga. Ya veré. Adiós.