miprimita.com

LHDAF. 4 (Revisado)

en Amor filial

La Historia de Alicia Fernández. Relato 4

 

La última semana de vacaciones de verano pasó sin pena ni gloria. Acabamos de instalarnos en nuestra nueva casa, de conocer el barrio, a los vecinos... Yo, por mi parte, estuve mirando el perfil de Facebook de Carlos, aunque tampoco quise investigar todo sobre él. "Ya nos conoceremos mejor cuando hablemos cara a cara", pensé. Julia me pasó su número de teléfono para que le agregara a WhatsApp, pero aunque le envié un par de mensajes, ponía que no se conectaba desde hacía dos o tres días. Mi prima ya me había avisado que solo entraba a la aplicación de vez en cuando, así que no me preocupé. Preferí, sencillamente, esperar a conocerle en persona el primer día de clase, así que pasé los días restantes ayudando a mis padres por las mañanas, saliendo con Julia y sus amigas a la calle por las tardes y follando con Alex por las noches.

 

Una noche, por ejemplo, fuimos a la discoteca. Fuimos cautos y elegimos una que estuviera lejos de nuestro barrio, donde nadie nos conocía. Mi primo fue elegante, con camisa y todo, mientras que yo elegí un escote rojo y unos shorts – las faldas nunca me habían gustado mucho, no sé si lo había comentado -. En teoría era para mayores de edad, pero dejaban entrar a cualquiera, de modo que no tuvimos problema. Nos pedimos unos refrescos y salimos a bailar. Hubo algún que otro toqueteo "accidental" en mi culo por parte de unos canis que estaban por allí, pero en cuanto vieron los músculos de Alex – que deduzco creyeron era mi novio – se fueron pitando. Abrazada a mi primo mientras me acariciaba el culo, le dije al oído para que me oyera bien:

- Han visto tus bíceps y se han acojonado.

- Sí, gilipollas como estos hay muchos por aquí, vete acostumbrando. La mayoría son niñatos que con dos tortas los dejas en el suelo.

- Ven conmigo.

Le cogí de la mano y fuimos al servicio. Yo no era mucho de beber, pero él se había ventilado dos o tres cubatas e iba contentillo. Nos metimos en una cabina con pestillo y le empotré contra la puerta.

- Me apetece tu polla, ahí fuera me estabas calentando tocándome el culo.

Se la saqué – erecta y palpitante, como siempre – y se la fui comiendo. Empecé haciendo círculos con la lengua alrededor de su glande mientras le acariciaba los huevos, y después la fui engullendo poco a poco. Me la iba metiendo hasta el fondo mientras besaba todo el cuerpo del miembro, y cuando estaba suficientemente sacada, le tocaba el frenillo con la lengua. No tardó mucho en llenarme la boca de lefa.

Me limpié la boca con un pañuelo que tenía preparado y dejé que me diera por el culo. Me puso contra la puerta – como si de un castigo para niños pequeños se tratara – y me fue enculando mientras me sobaba las tetas por debajo del escote con una mano y me masturbaba con la otra. Aquello era el paraíso. Después le dio por sobarme las nalgas mientras me penetraba, lo que me gustó aún más. Llevaba un rato masturbándome y había tenido un par de orgasmos, así que cuando de nuevo derramó toda la leche en mi trasero, me giré para besarle con pasión. Nunca me cansaba de aquellos labios, que siempre recibían a los míos con cariño. Estábamos besándonos cuando alguien picó a la puerta de la cabina. Nos vestimos rápidamente – dejándome toda la sustancia dentro – y salimos de allí.

Fuera había un hombre algo mayor, que nos miraba con una cara de asco que me hizo hasta gracia.

Cogidos de la mano, le comenté:

- ¿Has visto la cara del tío ese? Vaya cara rancia jajaja

- Ya, seguro que su mujer no le folla igual

- ¿Crees que se ha dado cuenta de lo que estábamos haciendo?

- ¡Joder si se ha dado cuenta! Por si no te habías dado cuenta – me dijo mirándome a los ojos cuando llegamos a la barra del bar -, hemos hecho vibrar la cabina y todo.

- Jijiji la verdad es que ahora el tipo me da pena. Seguro que no folla desde hace meses y por eso se ha cabreado al vernos... - bromeé.

- Eh, si quieres te espero... – bromeó exagerando su expresión.

- ¡Quita, quita! Jajajaja

 

Y después de varios días más de echar polvos nocturnos y enculadas en cabinas de baños de discotecas, llegó el primer día de clase. A las 8:15 de la mañana estábamos todos en la puerta del centro, con unas caras que delataban una noche en vela. Me había puesto unos shorts tejanos, unas zapatillas azules de calle y una camiseta blanca de tirantes – muy en mi línea -. Julia – que por si no lo había comentado, iba a hacer bachiller como su hermano - iba algo más formal, con unos tejanos largos y camisa a cuadros roja. En la entrada no vi a Carlos, así que supuse llegaba tarde.

En mi clase yo era la única chica. "Todo penes", como diría mi primo. Me colocaron en medio de dos ejemplares del estándar de friki de hacía dos décadas - obeso, acné por todo el cuerpo visible y gafas -. Tuve suerte y pusieron a Carlos justo delante de mi, lo que me facilitaría mucho el poder entablar conversación con él.

Cuando la maestra terminó de hablar y repartir agendas escolares nos dijo que íbamos a ir al teatro. Como íbamos a pie, aproveché entonces para acercarme a él y hablarle, no sin antes ser víctima de las miradas de, menos la suya, literalmente toda mi clase.

- Hola, soy Alicia – me presenté sonriente.

- Ho-Hola, yo Carlos – me respondió algo nervioso.

Nos dimos dos besos en la mejilla.

- Soy la prima de Julia, creo que te ha hablado de mí – yo sabía que sabía perfectamente quién era, pero lo dije para romper el hielo entre nosotros.

- ¡Oh, sí, por supuesto! - se hizo el sorprendido, cosa que me hizo gracia - ¡Julia ya me habló de ti!

- Sí, sí jijiji

- Oye, ¿tú conoces a alguien de por aquí?

- Qué va, si acabo de mudarme a este barrio, ¿no te lo dijo Julia?

- Sí, es verdad, me lo dijo – se le notaba nervioso, no sabía si porque era tímido de por sí con un recién conocido o por ser una chica-. Bueno, ¿te parece bien que nos sentemos juntos en el teatro? Yo es que no conozco a nadie...

- Sí, claro, tranquilo – desde luego, yo estaba mucho más tranquila que él.

El teatro quedaba relativamente cerca, así que no tuvimos ocasión de conversar demasiado. Y dentro de la sala nos hicieron guardar silencio, así que conversación, poca. Cuando salimos de este, quedaban pocos minutos para que su autobús pasara, así que tuvo que irse rápido.

- ¿Algo nuevo? - me preguntó una voz familiar por detrás.

Me giré y ahí estaban mis primos subidos en la moto, mirándome con curiosidad.

- No mucho. Me ha caído bien y demás, pero es bastante tímido y callado.

- Dale tiempo – me animó Julia -. Verás como en una semana estáis hablando como si os conocierais de toda la vida.

- Eso espero, sí – concluí.

De noche, durante la cena, les comenté a mis padres y hermanos mi primera experiencia con Carlos.

- Te habrá visto las tetas y sa quedao embobao – bromeó Ivan.

- ¡Oye! - me quejé.

- Tiene parte de razón, hermanita – le defendió Carol -. Si quieres seducir a un chico con rapidez, hay que enseñar cacho. Aprendimos de la mejor. - Esto último lo dijo mirando a nuestra madre.

- Sin duda – la apoyé.

 

Esa noche tuve un sueño erótico con Carlos. Íbamos paseando por el bosque, cogidos de la mano, cuando llegábamos al estanque donde Alex me había llevado y follado. Yo iba desnuda, con todos mis encantos al aire, contoneando el trasero, y con el brillo de los rayos del sol sobre mi pelo y mi piel, tenía un aspecto aún más angelical y sexy.

- Eres preciosa – me decía mi compañero, poniendo una mano en mi cintura y acariciando mi mejilla con otra.

- Gracias – respondía feliz, mirándole con una dulce sonrisa.

Nos estirábamos en el suelo, donde en el sueño había césped, y se desnudaba ante mí. Un cuerpo delgado pero fibrado y de piel clara aparecía y se estiraba sobre mí.

- Alicia – me susurraba al oído -. Te voy a hacer el amor.

Feliz, me abría de piernas y dejaba que me comiese toda la almeja. Se abría paso entre mis labios vaginales y lamía toda mi vagina, de arriba a abajo, impregnándose de mis jugos. Después lamía mi clítoris con la lengua y me hacía gemir de lo lindo.

- ¡Aaah! ¡Aaahhh! ¡Síii!

- ¿Te gusta?

- ¡Síii, continúa! ¡Graaaciiiass!

Seguía comiéndome todo el chochito hasta que me corría. Entonces se ponía sobre mí y, lentamente, me iba penetrando. Yo rodeaba su cuello con mis brazos y le besaba, complacida y llena de amor. Agarrándome bien por el culo, iba bombeando su polla dentro de mí, haciendo que ambos gimiésemos. Su boca alternaba mis besos con lamerme el cuello, práctica que sabía que me encantaba, o morderme con suavidad la parte trasera de mis orejillas.

Me hacía el amor muy bien, sin quejas. No iba muy rápido pero tampoco muy lento. El puntito justo para disfrutarlo al máximo.

- ¡Alicia...! ¡Me corro! - anunciaba.

- No, déjame mamártela primero...

Me sacaba el nabo de dentro, se tumbaba y me metía aquella polla palpitante y llena de fluidos vaginales en la boca con mucho gusto.

- Mmm... Qué gustoo...

- Solo disfruta, cariño...

Al estar a punto de correrse, no tardaba demasiado en descargar todo su dulce néctar en mi boca, y aunque conseguía tragarme la mayor parte, algunas gotitas salían por mi labios y caían al suelo.

- ¿Sabe bien? - me preguntaba.

- Sabe a gloria, Carlos – le respondía con mi más dulce sonrisa.

Descansábamos un ratito y volvíamos a follar. Esta vez llevaba yo el ritmo y mis pechos bamboleaban ante la hipnotizada mirada de mi querido compañero, que estaba embrujado mirándolos. Y si a esto le sumamos que el sol ponía mi cabello rubio aún más dorado de lo que ya era, Carlos debía pensar que estaba follando con un ángel.

Al poco, y después de varios orgasmos míos, Carlos anunciaba que se iba a correr de nuevo:

- Córrete dentro de mí, mi amor. Quiero sentirte bien adentro.

Dudaba unos segundos, pero finalmente descargara toda su semilla en mi interior. Nos quedábamos estirados en la hierba y me cerraba cuidadosamente mis labios vaginales, para que no saliese ni una gota de su semilla.

- Te quedarás embarazada si no te sacas mi semen de dentro.

- Me gusta mucho correr riesgos, cariño – le respondía dulcemente besando sus labios -. El morbo de poder quedarme embarazada del hombre del que estoy enamorada me excita, me pone a mil. El ir por la calle notando tu semilla calentita en mis entrañas y pensando que podría estar formándose un nuevo ser en mi interior me encanta. Y si finalmente quedo embarazada, me encantaría dar a luz.

Y volvía a besar a ese chico al que tanto amaba.

Desperté en mitad de la noche debido al orgasmos que estaba teniendo, y me metí dos dedos en mi chochito para acentuar aún más el placer. Finalmente me corrí, notando como los fluidos salían de mis entrañas, manchando las sábanas. Con algo de jugos en los dedos, los chupé. Si bien que ese sueño había sido una fantasía y no quería quedarme embarazada a los 16 años, sí que era verdad que me daba mucho morbo ir por la calle con semen en la vagina en mis días fértiles. Decidí pedíselo a Alex al día siguiente. Más relajada, me dormí.

 

Durante los siguientes días fui conociendo más y más a mi compañero Carlos. Tal y como me lo había descrito Julia, resultó ser un chico de lo más agradable, compresivo y amigable, aunque también muy tímido. Fuimos conociendo al resto de nuestros compañeros, que la verdad es que eran bastante buena gente. Como mi amigo Carlos se sentaban delante, tenía más sentido que pidiera ayuda a los dos chicos con los que compartía mesa – recordemos que no sabía demasiado de ordenadores -. A la hora del patio íbamos con mi primos o con un grupito de nuestra clase que se había formado. Y hubiéramos ido con los amigos de Carlos de no ser porque las pocas amistades que había conseguido en los cuatro años que había pasado en ese centro haciendo la ESO, se habían ido a otros institutos.

 

Uno de esos días, fui al baño en mitad de la clase. Estaba en el retrete haciendo pis cuando oí que la puerta se cerraba, como si alguien hubiera entrado. Extrañada, eché un vistazo y me sorprendió ver a Alex. Se encerró conmigo en la cabina y nos dimos un beso corto y suave. Siempre me había gustado el sabor de sus labios, por eso disfrutaba besándole.

- ¿Cómo sabías que estaba aquí? - quise saber.

- Estaba en clase y te he visto entrar al baño por el cristal de la puerta – hay que aclarar que en este centro había un cristal en vertical al lado de cada puerta, de forma que se podía ver el pasillo aún con la puerta cerrada -. No me he podido aguantar.

- Acércate, anda.

Estando sentada en el váter y él de pie, no me fue complicado sacarle la polla y empezar a mamársela. Mi primo suspiraba lo más flojito que podía, pues no podíamos arriesgarnos a que alguien nos pillara allí in fraganti. Poco a poco, fui notando como se le iba poniendo tiesa, así que aumenté el ritmo hasta que sus chorros de leche empezaron a caerme por los labios. Me limpié con un pañuelo la boca y le pregunté:

- ¿Mejor?

- Sí, gracias, primita. Deja que te devuelva lo de la otra noche en la discoteca, anda.

Se arrodilló ante mí y empezó una buena comida de chocho. Me iba metiendo y sacando la lengua, jugueteando por el clítoris, mientras sus dedos masajeaban mis labios vaginales. Me mordía el labio inferior tratando de gemir lo menos posible, porque de verdad que aquello era una maravilla. Con los pechos bien duros y los pezones tiesos, yo misma me los iba sobando. Al final, fue cosa de un par de lametones más que me corriera en su cara.

Ambos seguíamos con ganas de fiesta, así que me abracé a él y, con mis piernas rodeándole la cintura, me penetró. Debíamos ser silenciosos, así que opté por colocar mi boca cerrada haciendo presión sobre su hombro izquierdo y mis brazos abrazándole, pasándolos por debajo de sus sobacos hacia arriba y agarrando mis manos a sus hombros, por detrás. Él, sencillamente, mantenía la boca cerrada presionándola sobre mi cabellera dorada y mi cuello para evitar unos gemidos que seguro nos delatarían.

- Uummm... Mmm... - solo alcanzábamos a ronronear.

Aunque debíamos ser silenciosos, me daba unas fuertes embestidas. Supuse que le ponía hacerlo en lugares indebidos y con altas probabilidades de ser pillados. Me la metía hasta el fondo, la sacaba casi completamente y me la clavaba hasta el fondo otra vez.

Llegamos al clímax y, una vez más, se corrió en mí. Ya ni nos preocupábamos, solo me dio algo de papel higiénico bañado en agua del grifo para que me limpiara los fluidos que recorrían mis cansados muslos cuesta abajo. Nos refrescamos un poco – no solíamos hacerlo vestidos, pero en aquella situación no nos habíamos podido arriesgar -, nos despedimos con un beso apasionado en la puerta del baño y volvimos a nuestras respectivas clases.

Ese mismo día, por la noche, estando ya en la cama intentando dormir, oí que alguien lanzaba pequeñas piedrecitas a mi ventana. Suponiendo quien era, me asomé a la ventana yendo en cueros. Y cómo no, era mi príncipe azul.

- Hola, Ali – hablaba suficientemente bajo para mis padres no se despertaran pero suficientemente alto para que yo le oyera desde arriba -. ¿Estabas durmiendo?

- No, aún no. ¿Quieres pasar?

- Sí, gracias. Es que no podía dormir y se me ha ocurrido hacerte una visita.

- Jijiji espera, te paso una cuerda.

Esto va a quedar como muy surrealista y digno de una película, pero de verdad que tenía una cuerda en mi habitación. Hice un nudo en el alféizar de la ventana y se la pasé. En un momento estaba arriba.

- Hola, primita – dijo besándome nada más subir -. ¿Me echabas de menos?

- Un poquito jijiji Ven, estaba en la cama. No vamos a follar ahora, que no quiero que mis padres se despierten.

- Ya, ya, tranquila.

Se desnudó y los metimos en la cama, abrazados.

- Y qué. ¿cómo vas con el afortunado?

- Pues bien jiji nos vamos conociendo día a día, y es muy simpático...

- ¿Has empezado ya a insinuarte?

- No, pero no me queda mucho para empezar. A veces me habla de sus padres, de su familia... Está cogiéndome confianza... y espero que también cariño. Ahora que lo pienso, tiene gracia que te esté explicando cómo me estoy ligando a Carlos mientras estamos en la cama jajaja

- Pues sí jajaja cosas de la vida.

- Y no veas cómo me deja de caliente siempre que hablamos...

- Te gusta, ¿no?

- Sí, bueno, ya sabes que esto es mi obligación, pero poco a poco voy sintiendo cosas por él.

- Has dicho que siempre te deja mojada, ¿no? ¿Ahora lo estás?

- Un poquito jiji es que esta conversación me está poniendo a tono.

- ¿Te apetece hacer algo...?

- Estoy un poco cansada, y ya te he dicho que no podemos hacer ruido, ¿así que qué propones?

- Puedo meterte los dedos un ratito, e ir suavecito para que no gimas mucho.

- Está bien.

Dicho esto, me metió dos dedos y se puso a acariciar mi clítoris. Fiel a sus palabras, no lo hizo con mucha fuerza, de modo que solo suspiraba y me mordía el labio, pero nada más. Se abrazó a mí por la izquierda y nos estuvimos besando un ratito, mientras con la otra mano acariciaba mi vientre y mis senos.

- Se está bien, ¿eh?

- Shht, calla.

Nos buscábamos con la lengua, que al encontrarse danzaban al unísono entre nuestros lenguas. Aquella situación era mágica.

- ¿Puedo preguntarte algo? - empecé, hablando casi a susurros en la oreja.

- Lo que quieras, prima.

- ¿Esto acabará algún día? Me refiero a esto que hacemos ahora...

- Bueno, en unos años cada uno tendremos nuestra pareja y viviremos lejos, así que esto no lo haremos mucho. Pero siempre podremos quedar para echar un buen polvo... Pero ahora no pienses en eso, tonta.

- Tienes razón, estamos aquí tan tranquilos y te vengo con esto... Perdona.

- No pasa nada.

No sé muy bien cómo, pero el caso es que me quedé dormida entre besos, abrazos y caricias. Supongo que estaba cansada y me quedé dormida al correrme. Cuando a la mañana siguiente mamá me despertó para ir a clase, mi primo ya no estaba en la cama.

- Vaya, parece que alguien ha pasado una buena noche – dijo al levantar la sábana y ver que había un charco de fluidos vaginales que tenía entre mis piernas.

- Uy jiji un sueño erótico o algo así, supongo – en mi casa había tanta confianza que ni nos inmutábamos por hablar desnudos.

- Anda, ve a lavarte mientras pongo las sábanas para lavar, guarrilla – y mientras iba hacia el baño, de nuevo en cueros, me dio una cariñosa cachetada en el trasero, a la que yo respondí mirándola y sonriendo con complicidad.

 

Días más tarde, nos encargaron un pequeño trabajo en grupo. Al poder hacer nosotros mismos las parejas y yo ser la única chica, no tuve que esperar mucho para que una manada de pajeros – sí, pajeros, pues más de una vez los había pillado en el pasillo hablando entre ellos en voz sobre sus fantasías sexuales conmigo - viniera a pedírmelo. Intenté ser agradable y los rechacé, diciéndoles que ya tenía pareja. Entonces empezaron los rumores de que Carlos y yo éramos pareja... Y me hubiera gustado que acertaran.

El primero día Carlos ofreció su casa. Llamé a la mía para que supieran que llegaría más tarde y cogimos el autobús para llevaba a las afueras de la ciudad, donde él vivía. Durante todo el trayecto noté como las miradas de los chavales se fijaban en mí, pues aquel día, para variar, llevaba un escote rojo. Mi compañero debió de darse cuenta, porque me preguntó:

- ¿Quieres que les diga algo?

- No, tranquilo, ya estoy acostumbrada. Pero gracias eh – de forma sutil le ofrecí mi mano, que él aceptó. Me gustó aquella disponibilidad de protección que parecía ofrecerme ante las miradas indiscretas de mis observadores.

En su casa estaba su madre, Ana, a la que me presentó.

Ana era morena de ojos verdes, bajita y algo rellenita.

- Alicia, esta es mi madre, Ana. Mamá, Alicia, una amiga y compañera de clase.

- Encantada, señora... - empecé.

- Bosch, Ana Bosch. Así que esta es tu amiguita, ¿eh, hijo? - Carlos enrojeció, cosa que me hizo gracia – Carlos me ha hablado muy bien de ti...

Su apellido se dejó descolocada por un momento, pero lo vi lógico enseguida.

- Mamá... - le lanzó una mirada a su madre en plan "Cállate", y me reí por lo bajo.

El resto de la tarde pasó sin mayor incidentes. Estuvimos un par de horas buscando información y cuando terminamos me fui el autobús hasta casa.

 

El segundo día que quedamos ofrecí mi cuarto como estudio. El trabajo iba a durar varias sesiones, y cuando terminamos, decidimos relajarnos un rato. Se puso a mirar mis discos de música, y encontró un par de Iron Maiden.

- ¿Te gusta Iron Maiden? - me preguntó, ilusionado.

"No, tengo todos los discos pero no me gusta, no", pensé con sarcasmo para mis adentros.

- Sí, me gusta el género.

Sin más, encendió mi equipo de música, puso el disco y pulsó 'Start'. Automáticamente, empezó a sonar "Fear of the Dark". Nos sentamos en mi cama y estuvimos un rato hablando de temas irrelevantes.

- ¡Aaa... Chís! - estornudó.

Llevaba todo el día estornudando, así que me preguntó:

- ¿Tienes papel?

- Sí, primera puerta a la izquierda.

- Gracias.

Y entonces lo pensé. "Primera puerta a la izquierda... A la izquierda... ¡No, a la derecha, a la izquierda está...!". Pegué un grito y salté de la cama, dispuesta a pararle. Pero era demasiado tarde. Se oyó un grito y al salir al pasillo vi a Carlos con la cara hecha un poema, mirando por la puerta abierta. Corrí hacia él, pero ya no había nada que hacer. Tampoco sabía si hacerme la sorprendida o confesárselo todo.

Ahí estaban Ivan y Carol, en su cama de matrimonio, desnudos y follando. Los tres nos miramos con cara de pánico. Les había descubierto.

 

 

Este era el último de los relatos que revisé. El número 10 lo estoy escribiendo, pero ni idea de cuándo estará listo. Gracias por llegar hasta aquí :)