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LHDAF. 1 (Revisado)

en Amor filial

La historia de Alicia Fernández. Relato 1

 

Era una cálida noche de septiembre. El cielo estaba despejado y lleno de estrellas. Nos dirigíamos a la ciudad, donde íbamos a iniciar una nueva vida.

Nuestro coche avanzaba por una larga carretera recta - cuyo final solo era sabido por mis padres -, en mitad de los campos de cultivo de maíz. Dentro, mi padre (Eric) conducía mientras masajeaba el muslo izquierdo y la entrepierna a mi madre (Lucía) por encima del pantalón, que suspiraba de placer y se mordía el labio inferior para evitar gemir de gusto. A mi derecha, mis hermanos (Ivan y Carol) dormían con el perro (Uve) a sus pies. Yo escuchaba música mientras acariciaba a la gata (Misha), que dormía en mis brazos, y miraba por la ventana, disfrutando de aquel aire fresco y puro que me azotaba la cara y sacudía ligeramente mi melena rubia.

- Mamá, por mí no te cortes, eh - le permití sonriente y divertida, viendo su cara de placer contenido a través del espejo retrovisor interior.

- No, Ali, si lo hago para no despertar a Ivan y Carol...

- Ah, vale jijiji. Es que te estoy viendo por el espejo y pones una cara…

- Es que a tu madre le pone que le metan mano en público jajaja - intervino mi padre, mirándome por el retrovisor.

- Cari, ¿recuerdas aquella vez en el restaurante, que me masturbabas por debajo de la mesa mientras yo hablaba con el camarero?- recordó, divertida.

- Jajaja sí, empezaste a tener convulsiones y a retorcerte por el orgasmo y el chaval se quedó todo cortado jajajaja.

Acto seguido se dieron un beso con lengua.

- Cuidado que nos salimos de la carretera, eh jijijiji…

Giré la cabeza y seguí observando aquel paisaje agrícola bañado por la luz de la luna. Esos eran mis padres, dos enamorados a los que no les importaba meterse mano en público.

Después de un rato viendo granjas, casas de campo, graneros y más y más campos de maíz, llegamos a la ciudad. Al ser una noche de sábado, las calles estaban llenas de gente - sobretodo gente joven - y los atascos se contaban por decenas. “Suerte que no vamos a vivir en esta parte de la ciudad”, pensé aliviada. Después de un rato parados, pitando y siendo pitados por otros vehículos, conseguimos avanzar y llegamos a nuestro barrio, mucho más tranquilo y silencioso que el centro. Se trataba de una urbanización con aspecto rural, muchos árboles y casas de madera y ladrillo. En nuestra calle, concretamente, las casas estaban separadas unas de otras por pequeños jardines vallados y bosque, mucho bosque.

Aparcamos delante de nuestra nueva casa y, con la ayuda de los cuatro hombres que venían en el camión de la mudanza, entramos, desempaquetamos y colocamos todos los muebles. Tres de los trabajadores superaban la treintena, pero el cuarto no tendría más de veinte años y era bastante guapo - alto, fuerte, moreno, ojos azules -. Esto provocó que le empezara a lanzar miraditas y caminara de forma sensual a su lado. Sabía bien que no me iba a enrollar con él, así que supongo que cuando tropecé “accidentalmente” y me abracé a él para no caerme, fue por puro morbo.

- ¡Ay, perdona! Lo siento jijiji, he tropezado…

- No-No se preocupe, señorita – me dijo mirándome rojo como un tomate, pues tenía mis tetas en su cuello y barbilla -, le puede pasar a cualquiera.

- Sí, supongo que si – le dije con una vocecita sensual, y me fui acariciándole el brazo.

Cuando acabaron, algo más de una hora más tarde, mis padres firmaron todo el papeleo y los cuatro hombres se marcharon. Cuando el más joven estaba saliendo, le susurré al oído “Ha sido un placer conocerte, guapo”. Se quedó flipado y cerré la puerta detrás de él.

Era bastante tarde, así que todos nos fuimos a la cama. Bueno, todos menos yo, que fui al baño. Pedro - ese era el nombre del chaval, por lo que había podido leer en la tarjeta de identidad que le colgaba del cuello - me había calentado, así que decidí darme placer.

En el baño me desnudé con tranquilidad y me miré en el espejo.

Era alta (medía algo más de 1,75m), estaba en ese punto entre delgada y bien de peso, mi piel era clara y suave, tenía una melena muy rubia (con mechones blancos), larga (media espalda) y lisa u ondulada (dependiendo del día), una carita angelical con ojos azul oscuro / verde esmeralda, nariz respingada y blanquita, labios finos y rojos, buenas tetas (grandes, redondas, blancas y sugerentes) y un culito respingón, blanco y amasable acompañado de unas piernas depiladas (como los sobacos y la entrepierna) y sensuales.

Siempre había sido muy coqueta y me gustaba lucirme.

Me senté en la taza del váter y, con suavidad y lentitud, me acaricié los labios vaginales, el clítoris… Mientras con la otra mano me masajeaba las tetas, turnándome.

- Mmm… Aaaaahh... - gemía, intentando no gritar demasiado, mordiéndome el labio inferior - Síiii…

Me imaginaba desnuda frente a Pedro, con sus manos masajeando mis tetas, besándonos, besándome el cuello y follando a la vez, de pie, provocando pequeños respingos por mi parte a causa de las constantes embestidas de su mástil dentro de mí.

- Dame más fuerte, por favor – le suplicaba entre gemidos - … Mmm… Necesito sentirte en el fondo… Síiii... Taládrame bien, no me vas a romper… Aaahhh…

- Joder, nena, te voy a partir en dos – me decía con mis manos en mis hombros - … Abajo me estabas poniendo cachondo, paseándote como una perra… Pero ahora mando yo, y te pienso reventar todos los agujeros, puta…

- Calla y bésame – le ordenaba yo, cogiéndole del pelo por la nuca con la mano izquierda y estampando su cara en mis sedientos labios - … Aaahhh… Dame bien duro porque no todos los días te vas a encontrar con una rubia tetuda como yo dispuesta a comerte la polla.

Dicho esto, me agachaba para comerle el rabo, un señor rabo bien gordo mezclado con mis fluidos vaginales y el líquido preseminal, que ya empezaba a salir. Lo engullía hasta el fondo, le acariciaba los testículos y, después de saborearlo a placer con los labios y la lengua, lo vomitaba de nuevo.

Después de unas cuantas mamadas, se corría, de modo que aún con toda su lefa en mi boca, me sentaba sobre la pica y me hacía un señor cunnilingus, metiéndome la lengua hasta el fondo y saboreando todos los fluidos, mientras yo me retorcía de placer y terminaba por correrme en un gran orgasmo que le dejaba toda la cara mojada.

Cuando estaba cerca del clímax, hice un mete-saca rápido, para acabar de correrme. Tenía los dedos empapados de juegos vaginales, así que los chupé y me los tragué. Un líquido que salía del cuerpo después de practicar sexo, aunque fuera sola, no podía ser malo para la salud. Además, me gustaba su sabor.

Estaba bastante sudada por el calor y mi sesión de sexo, así que me duché, poniendo especial atención en la vulva, porque si esa parte se me irritaba o quedaba sucia, tendría un problema.

Me sequé con la toalla y fui a mi habitación. Antes había dejado mis maletas y cajas en medio del dormitorio, así que mientras oía a mis padres hacer el amor en su cuatro, me puse a ordenar cuatro cosas. Realmente no había demasiado. Dada la hora que era no me iba a poner a colocar todo perfecto, sino que saqué algo de ropa de las maletas.

Cuando acabé, me metí en la cama desnuda - había leído que dormir sin ropa mejoraba la circulación, la temperatura corporal y, a la larga, la salud. Bueno, eso y porque en verano el calor era insoportable - y me preparé para dormir, dejando que Misha se acurrucara mi lado, como siempre hacía. Antes de apagar la luz, cogí la foto de mi hermano Raúl de la mesita de noche, le di un beso y me quedé dormida en cuestión de segundos.

Me llamo Alicia Fernández, tengo 16 años y aquí empieza mi historia.