miprimita.com

Refuerzos 2

en Amor filial

Hola, lector@s. Quería agradecer la buena recepción de la primera entrega de esta historia, he quedado gratamente sorprendido. También decir que cometí un pequeño error: Cristina tiene 16 años, no 18. Es raro porque en el documento original está bien, pero al Copiar y Pegar se ha cambiado, no entiendo cómo. En fin, eso es todo. GRACIAS, y ahora vamos a lo que os interesa.

 

...

 

Me desperté tarde, hacía mediodía. Yo no era mucho de dormir (6 ó 7 horas como máximo), pero claro, no todas las noches hacías un trio con tus padres. Fue moverme un poco para levantarme y notar una buenas agujetas en las piernas, y con razón, pues no hacía ejercicio desde que acabé la ESO. En mi mesa había una nota de mamá. La leí:

 

Cristina,

Gracias por lo de anoche. Por primera vez desde hace meses, tu padre se quedó satisfecho y ha dormido de lujo, según me ha comentado. Podemos repetir cuando estés lista.

Con cariño,

Mamá

 

Me duché para relajarme un poco y fui a la cocina a desayunar. Y sí, iba solo con una toalla.

En el sofá estaba mi hermano Rubén, de 15 años. Alto, en forma, rubio... En teoría tenía clase, pero solía faltar. Me hice un café y me senté con él a ver la tele.

- ¿Quieres? - me ofrecía un cigarillo.

- Sí.

Ambos fumábamos. A ambos nos habían enganchado nuestras amistades (íbamos con el mismo grupo). Mientras le daba la primera calada vi como me miraba las tetas, que estaban al aire, al descubierto. No es que me molestara lo más mínimo (no era la primera vez que me las veía), pero lo hacía sin disimulo.

- ¿A qué hora llegaste anoche?

- ¿Cómo sabes que salí?

- Te oí hablar por teléfono con la Lore – su novia.

- Ah. Pues volví a las 5. Toda la noche de botellón jajaja. Esta noche vamos a salir todos, ¿te vienes?

- Sí, supongo. En fin, voy a vestirme.

Me puse un chándal y estuve jugando en mi ordenador. Mis padres me compraron la Mega Drive cuando tenía 5 ó 6 años y desde entonces me aficioné a los videojuegos. Ellos no llegarían del trabajo hasta las 7 u 8 de la tarde, así que después de comer llamé a mi amiga Lidia para ir a dar una vuelta.

Lidia tenía mi edad y éramos amigas desde niñas. Alta y rubia, era la típica que siempre buscaba ligues.

Nos encontramos en un parque del barrio, nos dimos dos besos y estuvimos paseando un rato.

- ¿Por qué no saliste anoche?

- ¿Cómo? - me sorprendí – Creía que tú no ibas a salir...

- ¿No te llamó Marina? - otra de nuestro grupo. Lidia se acababa de contestar ella misma.

- Lidia, ¿de verdad esperabas que Marina me llamara? ¿A mí?

Hay que aclarar que Marina llevaba peleada conmigo algún tiempo. Estuvo con un chico, pero era tan posesiva y controladora que este acabó harto. Entonces habló conmigo de sus problemas (éramos buenos amigos) y ella nos pilló solos en el parque. Desde entonces, me había cogido asco y me llamaba "la roba novios", y eso que a mí Eric jamás me atrajo lo más mínimo.

No es por hacer honor al estereotipo de "ruvia tonta", pero lo cierto es que Lidia no tenía muchas luces.

- ¡Será zorra!

- Déjalo, no importa – la calmé -. Esta noche salimos y punto – no tenía ningunas ganas de volver a pelearme con Marina, las cosas ya estaban bastante tensas entre nosotras, pero eso sí, como volviera a hacerme alguna putada de ese estilo, sí que pensaba decirlo cuatro cosas.

- Sí. Ah, y estará Ismael – se me aceleró el corazón solo por oír su nombre.

Ismael Villalobos era un chico que se había mudado al barrio hacía un par de años. Alto, de piel clara, ojos azules y pelo negro, me parecía guapísimo.

 

Para cuando llegué a casa, mis padres ya estaban. Rubén se fue justo después de cenar, pero yo no tenía previsto salir hasta las 10. En cuanto cerró la puerta, me acerqué a papá.

- ¿Te apetece hacer algo?

- Ya tenía ganas de que me lo pidieras. Vamos, hija, a tu madre ya la he saciado antes y está agotada – la miré y estaba estirada en el sofá con la manta, somnolienta. Ya en su cuarto, me comentó – Hoy lo haremos con condón, ¿de acuerdo? No quiero embarazos adolescentes en esta casa, y menos entre nosotros.

- Está bien.

Me fue quitando la ropa mientras me besaba y sobaba mi culo, mis tetas... Me dejé el pelo suelto, me sacudí la melena para dejarla detrás de los hombros y me abalancé sobre él. Sin decirle nada, me acerqué a su entrepierna y empecé a comerle toda la polla. Carecía completamente de práctica en hacer mamadas, así que tuve que esforzarme en no poner los dientes. No sé si lo hacía de verdad o solo para no desanimarme, pero el caso es que mi padre suspiraba de gusto. Intenté ir lenta, sin prisas, saboreando todo el cuerpo con los labios y la lengua. Al final se hinchó aún más y descargó en mi garganta. Aquellos chorros de néctar me pillaron completamente desprevenida, así que me saqué aquel mástil de la boca y empecé a escupir lefa.

- ¿Estás... bien? - me preguntó con la voz cortada por la eyaculación, poniéndome la mano en la espalda.

- Sí, tranquilo... - tosí varias veces – Es solo que me ha pillado desprevenida, no esperaba tanta sustancia de golpe... - volví a toser.

- Toma, límpiate.

Me dio un par de pañuelos para que me limpiara las gotas que me caían por la boca y para los ojos, que se me habían humedecido de toser. Fui al baño a acabar de limpiarme la corrida y volví lista para más acción. Volvía a tener la polla hinchada y ahora con el condón puesto.

Me puse sobre él y lentamente me fui ensartando aquel pollón en el coño. Mientras yo llevaba el ritmo, él sobaba mi culo, viendo al mismo tiempo mis pechos bamboleándose. Antes había descargado más rápido que la otra vez, de modo que ahora supuse aguantaría más. Yo tenía el chocho bien mojado y el clítoris hinchado, así que no tardaría mucho en correrme.

- ¡Dame más fuerte, mi niña! - no decía mi nombre mientras gritaba, supongo que por precaución de que nos oyeran los vecinos - ¡Te voy a partir en dos...!

Como suponía, no tardé mucho en descargar. Entonces papá se puso sobre mí y empezó unas señoras embestidas. No me daba tan duro como a mamá para no hacerme daño, pero aún así no se cortaba demasiado. Mientras me follaba se agachó y le metí la lengua hasta el fondo, mientras él me sobaba las tetas.

- Cómo te gustan mis tetas, ¿eh, papá? - le comenté entre risas en un momento que dejó de besarme.

- Mucho, hija. No son tan grandes como las de tu madre pero en un futuro lo serán, no te preocupes – me dio otro morreo -. Harás unas cubanas de la ostia, ya verás.

- Eso espero jijiji

No me dejó ni acabar la frase, porque empezó a besarme todo el cuello para después bajar hasta los senos y sobármelos a gusto, mordiéndome los pezones y amasándolas con fuerza. Aquello era el paraíso.

Ya llevaba varias corridas encima cuando volvió a correrse. Tuvo que sacarme la polla rápido porque llenó tanto el condón que parecía que fuera a reventar como un globo.

Por increíble que parezca, la que no había quedado del todo esta vez era yo, así que se puso a hacerme una buena comida para coño para que acabase. Le llené toda la cara y, más tranquila, le pedí que se tumbara a mi lado un rato. Mientras me besaba el cuello y los hombros con ternura y me acariciaba los pechos, empezamos a conversar.

- ¿Esta vez has aguantado más, eh?

- Sí, supongo que tengo un buen profesor jijiji

- Esto... No voy a forzarte si no quieres, pero lo único que te falta por estrenar es el culo – dijo dándome una cariñosa cachetada.

- Lo sé, pero he oído que duele bastante la primera vez, y no sé si estoy preparada...

Me colocó su polla caliente entre las piernas, en el culo, y la acogí.

- Ahí quieto, que te veo venir.

Me dio suaves besos y mordisquitos detrás de la oreja mientras me decía:

- Tranquila, cuando estés lista...

Con mi padre dándome calor en la cama y besándome, me dormí.

 

Mi padre me despertó sacudiéndome el hombro.

- ¿Qué pasa, papá?

- ¿Tú no te ibas esta noche?

¡Mierda, lo había olvidado! Le di un beso de despedida y me levanté de un salto de la cama. Estaba toda sudada después de aquel polvo, así que me duché y vestí rápido. Había quedado con Lidia en media hora, así que tuve que darme prisa: me hice la coleta, me pinté un pocos los ojos de negro y salí de casa.

Entre vestirme y arreglarme llegué un poco tarde.

- ¿Dónde estabas? - quiso saber Lidia cuando llegué a donde habíamos quedado.

- Me he dormido, lo siento – me disculpé riendo. Obviamente no le conté por qué me había quedado frita.

- Anda, vamos... - suspiró.

Habíamos quedado con el resto del grupo en una plaza que había cerca. Al llegar vimos a mi hermano con su novia, la Lore. Tenía la edad de Rubén (iban a la misma clase, de hecho) y era morena y tenía un culo de esos grandes que volvían locos a los tíos. Aunque mi amiga nunca me lo había dicho, sabía que le gustaba Rubén y que le dolía verlo con otra. Era curioso que Lidia, que ligaba con gran facilidad, estuviera colada por un chaval que tenía parjea. Cualquiera diría que se enrollaba con otros para olvidarle, o para darle envidia, quién sabe...

Al rato empezó a llegar la gente, y entonces le vi. Ismael había llegado con su moto. Nerviosa, me acerqué a saludarle. Estaba rodeado de chicas que miraban con falso interés su moto y que le hacían la pelota. Isma era un guaperas y tenía a todas locas, yo incluída.

- Hola, Isma.

- Ey, Cris.

Nos dimos dos besos.

- ¿Qué tal te va todo? - me interesé.

- Bien, estoy trabajando en el taller con mi padre: montamos armarios, hacemos entregas a domicilio... Y paga bien jajaja

Me reí.

- Yo sigo en el mismo ciclo que te comenté la otra vez, me está costando sacar el curso adelante...

- Ánimo, échate un par de ovarios y fijo que te lo sacas – me puso la mano en el hombro mientras me decía esto.

Sabía perfectamente que solo me lo decía por quedar bien, pero lo cierto es que sus palabras me daban ánimos.

- Oye, ¿te apetece dar una vuelta en moto? Le he puesto unas mejoras y ahora debería correr más.

- Me encantaría.

Nos pusimos los cascos y aceleró, dejando atrás a esas aprovechadas que me miraron con odio. No sé qué se esperaban, yo había sido la única en hablarme de un tema "decente" en vez de limitarme a tocarle los músculos, la moto y soltaron comentarios estúpidos.

Aquella moto era rapídisima, pillamos una larga carretera recta sin muchos coches y fuimos a toda pastilla. Dimos un par de vueltas y volvimos con los demás.

- Gracias por el paseo, Isma.

- De nada, guapa – se despidió antes de que la horda de mojabragas se le echara de nuevo encima.

¿Me acababa de llamar "guapa"? Me puse roja como un tomate y fui en busca de Lidia, que ya llevaba unos cuantos cubatas de más. No me sorprendió verla restregándose con uno de los que estaban allí. Ella era así: bebía, se liaba con cualquiera, al día siguiente resaca y vuelta a empezar. Agarrándola como buenamente pude, la separé de aquel tío y nos sentamos en unos bancos. Y suerte que hice esto, porque mientras vomitaba en el césped llegó otra tía y le metió un morreo a ese tío de "no te menees". "Qué hijo de puta", pensé. Suerte que ella estaba echando la cena y no se enteró de nada.

Después de esto, la llevé hasta su casa y volví una vez más con el grupo. Encontré entonces a Miguel, un compañero de clase que me ayudó durante toda la secundaria. Bajito, delgado, moreno y con gafas.

- ¡Hola, Cris!

- ¡Miguel!

Nos dimos un fuerte abrazo y dos besos. Él era, sin duda, mi mejor amigo. Era tan rarito como encantador, y acababas cogiéndole cariño. Había oído que yo le gustaba, pero no estaba muy segura de ello. Me encendió un cigarillo y se fue con sus amigos.

Estaba cansada, así que me fui a casa.

Esa noche tuve un sueño húmedo. Estaba en el parque con Ismael, ambos desnudos. Tumbada en un banco, él me comía el coño, haciéndome gemir de gusto. Cuando me corría, pasaba a moderme los pezones y los pechos, y yo lo abrazaba con todas mis fuerzas. Se ponía sobre mí y me follaba.

- ¡Fóllame bien, Isma! ¡Te amo!

- ¡Te voy a partir, zorra!

Mientras follábamos yo buscaba su boca con desesperación. Una vez me la dio, nos mordíamos, lamíamos, besábamos con pasión. Mordía mi cuello mientras yo rodeaba con fuerza su cuello con mis brazos.

- ¿Por qué no hemos hecho esto antes?

- Estabas ocupada siendo una calienta-pollas con Miguel.

- ¿Miguel? ¡Pero si no le quiero! - gritaba yo entre gemidos y orgasmos.

- Pues él cree que sí... ¡Aaahh! - otra embestida.

- ¡Pues no! ¡No quiero a Miguel! ¡Yo solo te quiero a ti! - volví a buscar la boca.

Iba a correrse, así que me sacó la polla y me la dio de comer. Y yo, como buena puta que era, se la chupé a gusto hasta que se corrió, llenándome las tetas y la cara de leche calentita.

- ¿No me quieres?

Esa voz me era familiar, así que alcé la vista y encontré a Miguel, que me miraba con los ojos abiertos como platos.

- Miguel, yo.... - me levanté del banco, desnuda y toda manchada y sudada.

- ¡Aléjate de mí! ¡Pensaba que me querías! ¡En la fiesta dándome besos y abrazos y luego te follas al primero que ves! ¡Puta! ¡Más que puta!

Me desperté sudando. Todo había sido una terrible pesadilla.