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Retraso en el metro

en Hetero: General

Hola, me llamo Pedro. Actualmente tengo 40 años. Hoy me he despertado

otra vez sobresaltado debido a un sueño que suelo tener de vez en cuando

y que después del tiempo no he conseguido borrar todavía de mi memoria.

El día real en que me ocurrió todo éso, para mí fué muy placentero y aun hoy

lo sigue siendo, ya que cuando eso sucede me levanto con un calentón que

no veas. Amanezco siempre con la polla empalmada y más dura que una 

barra de hierro, por lo que para bajar tanta erección tengo siempre que

acabar masturbándome.

Yo nunca llegué a creer en la suerte y tampoco en esas situaciones privilegiadas

que algunos me contaban, quizás porque yo suelo ser bastante tímido y a mí

si no me dan mucho pié, no llego a nada por mí mismo. Pues bien, la

historia que se repite siempre en dicho sueño me ocurrió hace ya algunos

años, cierto día cuando el metro todavía era muy diferente a los de ahora y

tardaba un monton de tiempo en venir, y cuando lo hacía íbamos todos más

apretados que las sardinas en lata.

En ése tiempo tampoco existían las cámaras de video vigilancia en los vagones

como ahora, por lo que más de uno aprovechaban la ocasión para meter mano a las

chicas, siempre con la disculpa de dejar la mano tonta en alguna parte comprometida

de ellas. En aquél entonces, debido a mi trabajo yo solía hacer siempre cuatrviajes al día,

por lo que estaba muy al corriente de todo lo que sucedía cada día por allí.

Una mañana al llegar al andén ví que debido a una anomalía estaba más repleto

de gente que de costumbre. Entonces me situé donde solía hacerlo siempre y esperé 

a que llegase el próximo metro. En ése instante llegó una chica jóven con cara de

ingénua y me preguntó si sabía porqué había tanta gente. Yo traté de explicarle como

pude y ella se quedó allí esperando junto a mí. A partir de ahí, ya no volvimos a

hablarnos más, aunque yo sí que me fuí fijando muy bien en ella. Llevaba unas gafas

las cuales le daban un aspecto de empollona y a la vez, de parecer que no se había

comido una rosca en su vida. Su pelo era castaño y tenía media melena. Llevaba una

blusa ajustada con botones y una falda por encima de las rodillas, de un género muy

fino. Todo ello combinado con unos zapatos negros y un bolso haciendo juego.

Ella seguía conla mirada puesta en el túnel para ver si venía el metro. Al cabo de unos

minutos, por fin llegó, aunque eso sí, llenísimo y además debía de coger a todos los

pasajeros que estábamos alli esperando.

Entonces se abrieron las puertas y yo después galantemente le ofrecí a la jóven pasar

primero. Luego como pude intenté entrar yo también. Tras unos apretujones a diestro

y siniestro conseguí hacerlo, quedando en ese momento justamente detrás de la chica.

Ella tra los empujones recibidos, giró la cabeza y me miró. Yo tan sólo le pedí perdón

por aquella acción involuntaria por mi parte.

Después se cerraron las puertas tras de mí y ya me quedé más tranquilo, ya que me

quedaban un monton de paradas y por aquél lado no se volvían a abrir má. Entonces

el metro empezó a moverse y comenzaron así los acelerones y los empujones

tradicionales. Yo me había podido coger con una mano a la barra, al igual que la jóven

de delante, dando la pura casualidad que sin querer quedamos los dos muy pegados y mi

entrepierna quedó justo encima de una de sus nalgas, por lo que cada movimiento que

hacía el metro era una fricción mùtua e involuntaia que nos hacíamos los dos.

Yo miraba al techo y trataba de pensar en otra cosa, pero aún así, mi polla se iba

despertando a pasos agigantados. Para colmo, en uno de esos frenazos, ella debió de

moverse y mi miembro quedó depositado justo en medio de sus nalgas. Entonces,

entre que mis pantalones eran finos por ser verano y su falda era de aquél género

tan sedoso, la verdad es que podía llegar a sentir hasta el calorcito de su carne y éso sí

que me estaba poniendo ya a cien por hora.

Pasadas dos o tres paradas, el vagón se fué vaciando un poco, aunque aún seguía

estando bastante lleno, pero ahora ya se podía buscar algún que otro rincón para estar

más cómodo y así lo hicimos. Digo lo hicimos, porque los dos tuvimos la misma idea.

Ella, con sus mejillas sonrosadas me miró por encima del hombro pero no dijo nada.

Y yo, aunque en ése tiempo era muy tonto, entendí que no le habían disgustado los

anteriores roces, por lo que como seguíamos en la misma posición que antes aunque más

resguardados de la gente en aquel rincón, continué acercándole la cebolleta, ya que aún

no se me había ido la erección. Ella al notarla otra vez en su parte trasera,en vez de protestar

o apartarse, me dejó seguir y sin mirar hacia atrás se fué situando mejor aprovechando el

menor movimiento para restregarse junto a mí y llegar a sentirme mucho mejor.

Yo cada vez me acercaba más a ella y coo me faltaban un montón de paradas todavía, decidí

por primera ve, ser yo quien dejara la mano tonta por allí perdida como había visto hacer a

más de uno en alguna ocasión. Entonces bajé una de mis manos hasta sus nalgas y la dejé

allí abierta y quieta. Esperab alguna pronta reacción como algún tortazo por parte de ella

pero no fué así. Entonces ya, y sin mediar palabra, empecé a masajeárselas por encima de

su fina falda. Luego con mi otra mano decidí pasársela por delante y empecé a sobarle el

muslo y su entrepierna hasta donde podía llegar. Aquella jóven tenía unos glúteos duros y

respingones, como si de una brasileña se tratara y pensé que de la calentura que le

estaba proporcionando, seguro que debía de tener ya hasta sus gafas empañada.

Instintivamente al ver que ella se portaba como una viciosa, cogí una de sus manos y me la

llevé a mi entrepierna. Al principio no se atrevía mas que a dejarla all.i, por lo que tuve que

colocar la mía encima de la suya para así, al unísono, empezar a masajear los dos toda mi

polla y mis huevos por encima del pantalón. Cuando ví que ya lo iba haciendo ella sola y sin

mi ayuda, me fuí otra vez hacia su parte delantera, aunque siempre por abajo para no despertar

sospechas a nuestro alrededor. Imaginé que debía de llevar un tanga, así que empecé a

acariciarle por encima de él toda su entrepierna, notando que estaba ya todo mojado debido

a la excitación del momento. Los vaivenes del metro nos iban muy bien a los dos ya que así

podíamos sentir aún más lo que estábamos haciendo. A nuestro alrededor nadie era

consciente de lo que allí estaba pasando, así que nosotros en silencio seguíamos entregados a

nuestro placer particular. Llegados a ése punto pensé en dar un paso más allá. Entonces decidí

desabrocharme la bragueta y dejar libre mi polla la cual, saltó al exterior como un resorte. Así

ella podría disfrutar de todo aquello que según parecía estaba tan necesitada.

Al darse cuenta de lo ocurrido empezó a tocármela y a apretarla con sus dedos como si estuviera

estudiando cada parte de ella.Después empezó con unos movimientos de sube y baja, dando

paso así, al comienzo de una verdadera paja. A su vez, yo con mis dedos no paraba de frotarle su

clíoris ya que había aparecido allí como por arte de magia, al separarle el diminuto tanga. poco a

poco, ella iba echando su cabeza hacia atrás como síntoma de placer y a la vez iba arqueando su

cuerpo para que yo pudiese trabajarla mejor. Por éso me decidí a subirle su fina falda por detrás

todo lo que pude y a ponerle mi hinchada polla justo en medio de sus nalgas, empezando así

un frotamiento rítmico contínuo, como si de una cubana en las tetas se tratara.

debido al líquido preseminal que iba saliendo de mi miembro, resbalaba muy bien entre aquel

canalillo de carne caliente. Después, en uno de los frenazos del metro, mi polla quedó sin querer

justamente en la entrada de su coño y ya puestos, con mucho cuidado, habiéndole separado la

tirita del tanga, empecé a meterle la cabeza poco a poco y después cada centímetro que podía

empezando a bombear como un poseso como nunca lo hab.ia hecho. Ella entonces empezó a

tener convulsiones y en una de ellas cerró con tanta fuerza los muslos que me dejó la mano de

delante atrapada y toda mojada debido a los jugos de aquel gran orgasmo que había acabado

de tener en ése momento. Yo por mi parte también estaba a punto, así que le quité mi polla de su

rajita y empecé otra vez a frotársela entre sus nalgas, como si me estuviera pajeando. En un

instante disparé todo el sémen acumulado y al no poder gritar, tan sólo se me ocurrió acercarme

más a ella y darle un par de besos en la nuca. Entonces pensé que tal vez le habría dejado

manchada toda la tira del tanga, pero con lo que habría disfrutado no creo que éso ahora le

importase mucho.

Luego sin mirarnos ninguno de los dos, volvimos a retomar la compostura. Ella se bajó la falda

como pudo y yo voví a abrocharme la bragueta como si alli no hubiese ocurrido nada. Después

de unas paradas más ella se bajó sin mirarme y yo la fuí siguiendo con la mirada mientras se

alejaba por el andén. En ése momento me vino a la cabeza que seguramente mientras iba

caminando, le iría resbalando por entre sus nalgas, toda la leche que dadas las circunstancias

no pudo llegar a limpiarse y que yo le había disparado hacía solo un momento. Ella por su parte,

tan sólo me dejó el aroma de sus jugos vaginales impregnados en toda la mano y una experiencia

inolvidable.

Para mí todo aquello fué extraordinario y aún hoy, no lo llego a entender. Pero pasó en realidad y a

mí me valió para que a partir de ése día venciera la timidez que durante años me había estado

acompañando siempre a todas partes. A ella la verdad, no lo sé. Aunque si accedió a todo éso,

quizás fuera porque estaba muy necesitada y hasta entonces, quizás también por timidez, no había

tenido aún la oportunidad de probarlo de forma más natural. Pero creo que ninguno hicimos nada

que no quisiéramos y además no hicimos mal a nadi, y si aún hoy, después de tantos años sigo

soñando y excitándome tan sólo con recordarlo, es porque en su día tuvo que ser... ! maravilloso !

FIN

            

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