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Blanco y ébano,la combinación soñada.

en Bisexuales

Hola amigos y amigas, soy Patricia. Una chica bisexual de 23 añitos, rubia, con ojos azules y con un cuerpo bastante envidiable.

Desde hace ya un tiempo me independicé de mis padres y me vine a vivir a este bonito apartamento, el cual, debido a mi situación laboral actual, ya me costaba mucho poder pagar el alquiler yo sola, por eso me tuve que plantear el tener que compartirlo con otra persona.

Así que empecé a ir corriendo la voz por el barrio y entre mis amigos, y a los pocos días ya tenía unos cuantos candidatos, tanto de chicas como de chicos porque, en realidad a mí, debido a mi condición sexual me daba igual, ya que tan solo lo que quería es que fuese una persona de fiar al tener que pasar junto a ella tantas horas del día y de la noche.

A partir de ahí, fui concertando sin prisas varias entrevistas y de todas ellas la que más me interesó fue la de una chica de color, la cual me dijo que estaba estudiando y que había llegado a nuestro país hacía muy poco tiempo.

Una vez llegamos a un acuerdo tanto en el precio como en el cumplimiento de las reglas, al día siguiente se vino ya con todas sus cosas a vivir conmigo. Era una chica de color de ébano fantástica, alta, con unas redondeadas tetas y un culito respingón como lo suelen tener casi todas las chicas de su raza, además de ser muy atractiva y con una figura de ensueño, lo cual, unido todo eso a su simpatía, hacían de ella una persona muy deseada por cualquiera, incluida yo misma, ya que además desde siempre había tenido una gran debilidad por las personas de color, aunque nunca había tenido contacto directo con ninguna de ellas sobre todo en el plan sexual. Por eso mi interés hacia ella era aún mayor.

Desde su llegada nuestra relación fue muy buena. Nos compenetrábamos muy bien en muchas cosas y ella además me contaba cosas de su país, en el cual se ve que estaban todavía muy atrasados sobre todo en el tema sexual, por eso de mi condición de bisexual aún no me había atrevido a decirle nada, por si eso pudiese ser un impedimento de convivencia para ella o alguna causa de rechazo hacia mí.

Así que decidí que el tiempo fuese pasando, aunque eso sí, yo en cuanto podía, la iba espiando en secreto sobre todo cuando se estaba duchando desnuda con aquel cuerpazo negrito y aquel coño abultado que tenía con aquellos grandes pliegues que trataban de protegerle aquella estupenda raja que debía de tener y que yo estaba ya deseando de comerme, al igual que cuando se iba a acostar con aquellas prendas tan sexis que se ponía, ya que las dos teníamos la buena costumbre siempre de no cerrar las puertas.

Así, viéndola en silencio en más de una ocasión, empezaba a sobarme las tetas para al final acabar con mi mano en el coño, masturbándome a escondidas, hasta conseguir un buen orgasmo a su costa, propiciado por mis ya inteligentes deditos, los cuales sabían muy bien cómo sacarle buen partido a aquel botoncito de gloria que tenía en mi coño.

Yo desde hacía mucho tiempo deseaba ver en vivo y en directo un buen coño negrito y bien abierto y de momento y aunque de lejos, ya había podido ver el de ella aunque cerrado, así que tuve que empezar a idear la forma de como poder conseguir mi deseo sin despertar sospechas.

Para ello, en uno de esos días en los cuales estábamos hablando las dos sentadas en el sofá y sin que ella pudiese sospechar nada, le estuve comentando de forma confidencial, que desde hacía unos días me picaba mucho toda la zona vaginal, sobre todo por la parte interna, pero que no quería ir al ginecólogo porque me daba un poco de vergüenza y yo por mucho que trataba de mirarme por allí, nunca me veía nada. Luego le pedí que si no le importaba me mirase ella a ver si me veía algo extraño, algún granito, alguna rascada o algo similar.

Al principio se lo pensó un poco, pero después, con aquella cara angelical que tenía me dijo que sí, que estaba de acuerdo.

Dicho esto, me levanté y me puse frente a ella para quitarme la cortita falda que llevaba y quedarme tan solo con las braguitas puestas. En ese momento noté como su rostro se ruborizaba debido a la situación y la noté un poco incómoda, así que, sin dejarla reaccionar mucho, me volví a sentar de nuevo en el sofá junto a ella, y separando bien las piernas, dejé a su disposición toda mi entrepierna para que la investigase bien.

Ella entonces, acercó su linda cara a mi coño y yo tratando de ayudarla, con una de mis manos, separé hacia un lado mis braguitas para dejarle toda mi rasurada y blanquita raja lista para el examen.

Seguidamente se puso a mirar con mucho detenimiento toda aquella zona, aunque por el exterior, para acabar diciéndome que ella allí no veía nada raro. Entonces yo, como no quería que aquello acabase tan pronto, le indiqué que por favor me lo mirase también por dentro.

Para ello y sin dejarla pensar mucho, cogí y me saqué las bragas de golpe tirándolas sobre el suelo y dejando así ya todo mi coño al descubierto.

Luego con mis dedos, traté de separarme bien los labios exteriores, para dejarle bien a la vista toda aquella raja rosada y ya palpitante ante ella, cosa que como bien pude ver, parecía que era la primera vez que veía una, por lo menos una tan blanquita y rasurada como la mía.

Seguidamente y con mucho cuidado (casi con miedo), me la empezó a mirar bien a fondo, y al igual que hizo la vez anterior, me dijo que no veía nada raro por allí. Yo insistí de nuevo y le dije que con su dedo corazón me tocase sobre todo por la parte de arriba, ya que ahí era donde siempre me solía picar más.

Ella obedeció al momento y enseguida empezó a frotar por allí, tanto que, debido a dicha fricción, apareció ante sus ojos de repente, mi abultadísimo clítoris, el cual parecía que no había visto nunca ninguno ni sabía que existiese, puesto que en ese momento me dijo extrañada que ahora sí que me había visto un grano muy grande y que tal vez eso fuera el causante de mi picor. Entonces me puse a reír y traté de explicarle que eso que estaba viendo en mi coño era el clítoris. Una cosa mágica que cuando nos excitamos las mujeres siempre sale y que eso lo teníamos todas desde siempre incluso ella, como fuente de placer.

Seguidamente me ofrecí a enseñarle como podía encontrárselo ella misma, y aunque me dio las gracias por el hecho de hacerlo, llena de vergüenza no aceptó. Yo no obstante seguí insistiendo y le dije que no se preocupase por nada y que estuviese tranquila ya que las dos éramos mujeres adultas y no tenía que haber ningún problema ya que entre nosotras debíamos de ayudarnos, sobre todo si era para obtener placer de nuestro cuerpo y además del bueno.

Así que, tras una leve resistencia al principio por su parte, conseguí quitarle su cortita falda, al igual que hice también con sus braguitas (aunque eso ya me costó un poco más), hasta dejar ante mis atónitos ojos aquella impresionante raja de color de ébano que, aunque aún estaba cerradita era toda una pasada.

Luego le pedí que se relajase y con mis dedos, le fui separando aquellos divinos labios oscuros hasta dejar ante mí aquel coño rosado ya abierto y palpitante como jamás había visto ninguno.

Seguidamente fui yo quien acercó su cara sin perder detalle a aquella divina entrepierna, para poder hacer por fin realidad el ver en vivo y en directo un coñito primero cerrado y luego bien abierto para mí sola.

Aunque traté de disimular, en ese momento yo me encontraba muy excitada y de lo más caliente ante aquella situación, aun así, supe controlarme y continué con mi particular clase.

Para ello cogí una de sus manos y se la llevé a su entrepierna haciéndola que se fuese tocando poco a poco. Después le cogí su dedo corazón y se lo puse justo encima de su hasta entonces escondido clítoris, enseñándole a ir haciendo giros suaves sobre él para así, ir logrando que fuese creciendo y a la vez se fuera calentando ella también. Así la hice estar un buen rato hasta que vi que aquello iba aumentando de tamaño y sus nalgas empezaban a moverse ya acompasadamente al ritmo de su dedo. Ella mantenía sus ojos cerrados, pero cuando los abría me miraba como con cara de gratitud por haberle enseñado aquella fuente de placer tan maravillosa.

Así que la dejé por un instante disfrutando con sus dedos, y una vez vi que ya había perdido la vergüenza inicial, me fui a buscar un espejo que teníamos en el lavabo para que se lo pudiera ver todo mucho mejor ya que hasta entonces no sabía ni que eso existía.

Seguidamente me puse a su lado y con las piernas también separadas como ella, me empecé a masturbar sin dejar de mirarla. En ese momento abrió los ojos y por su cara comprobé que esa situación aún la ponía más cachonda, así que seguimos las dos al unísono dándonos placer sin parar.

Luego cogiendo una de sus manos la llevé hasta mi coño. Ella lo entendió enseguida y empezó a darme placer con sus dedos. Yo por mi parte me apoderé también de su raja y empecé a darle unos buenos masajes a la vez que le iba metiendo uno de mis dedos en ella sin que ofreciera ya ninguna resistencia al respecto.

Al cabo de un rato nos empezaron a dar unas fuertes convulsiones a las dos por todo el cuerpo y en un momento nuestros respectivos dedos se quedaron mojados debido a los jugos vaginales que vertimos en ellos tras el gran orgasmo tan fabuloso que habíamos tenido, cosa que también tuve que explicarle al ver su cara de asombro ante tanto placer.

Luego cuando todo acabó me miró con cara de extrañeza y antes de que dijese nada, le pregunté que le había parecido ya que eso era tan solo el principio de lo que podía llegar a sentir, y que si quería yo le podía enseñar muchas más cosas para que las dos pudiésemos disfrutar de lo lindo.

Al oír todo eso, me confesó, que en su país no era muy normal disfrutar del sexo de esa manera, ya que allí tan solo lo hacían como una manera de procrear, por eso me dijo que no le importaría aprender más de mí y que le enseñase todo lo que quisiera sobre el mundo del sexo.

Al oir esto, me puse muy contenta y a la vez mucho más caliente de lo que estaba, y al estar todavía las dos casi desnudas, me la llevé a mi habitación y una vez allí le quité la camiseta y el sujetador y le dije que se sentara al borde de la cama con las piernas bien abiertas. Luego le pedí que se relajara, que cerrara los ojos y sobre todo que se dejase llevar.

Después acerqué mi cara ante aquel santuario y comencé a besarle los muslos por la parte interna pudiendo apreciar así lo duros y suaves que los tenía, para poco a poco ir acercándome cada vez más a su zona de placer. Una vez lo hice, empecé a besarle y a lamerle todo el contorno de su coño hasta que empecé a notar como iba ya moviendo sus nalgas en agradecimiento a mis suaves caricias.

Al verla tan caliente y entregada me decidí a separarle con mis dedos aquellos lindos y carnosos labios de su coño para seguir lamiéndole y besándole también por su parte interna con mi lengua aquella gran almeja rosada que tenía y entregándome más a fondo sobre todo en su recién descubierto clítoris.

Ella seguía aun con los ojos cerrados y no paraba de jadear, a la vez que cogía mi cabeza y la empujaba hacia ella para lograr así que mi lengua se introdujera aún más en su abierto coño.

En ese instante comprendí que necesitaba más de lo que yo le estaba dando en ese momento, así que la dejé por un instante diciéndole que siguiese ella sola tocándose y me dirigí al cajón de las delicias para sacar de él y ponerme un buen arnés en mi cintura, del cual sobresalía una polla de látex con unas medidas más que considerables.

Ella continuaba dándose placer con los ojos cerrados, y al abrirlos y verme con todo aquello puesto entre las piernas, hizo un gesto como de quererse levantar y acabar con la clase, pero yo traté de convencerla diciéndole que estuviese tranquila ya que no pasaba nada, que todo formaba parte de esa enseñanza educativa, y que allí como podía ver estábamos las dos solas.

Así, tras esos argumentos se fue serenando. Luego le aconsejé que se pusiese a cuatro patas sobre el borde de la cama y desde atrás empecé otra vez a lamerle toda aquella caliente raja rosada hasta lubricársela bien con mi saliva para poder introducirle sin ningún problema aquél gran vibrador que colgaba de entre mis piernas y que al final logré ir metiéndoselo todo hasta el fondo.

Ella gemía de placer como nunca había escuchado a nadie, y eso me fue animando a seguir con todo aquello, así que seguí bombeando sin parar sobre su calentito y palpitante coño, sintiendo en cada ocasión como sus redondeadas nalgas chocaban una y otra vez sobre mis muslos.

Después quise darle aún más placer y al ver que no protestaba empecé a lamerle también el culo y toda su aureola de alrededor para ir lubricándoselo y poco a poco ir abriéndome camino en él ayudado por alguno de mis dedos. Entonces sí que empecé a sentirla gemir con más fuerza y eso me animó a continuar, ya que sin preguntarle nada, le puse la punta de aquel gran vibrador en la entrada de su culo y empecé a apretar con cuidado hasta conseguir metérselo por completo.

Una vez lo hice me paré un momento tras un pequeño quejido de dolor de ella, pero después me pidió que por favor siguiera dándole fuerte puesto que aquello según decía en aquel momento era una maravilla. Así que la obedecí y seguí bombeando en él hasta que noté que se corría como una loca. Entonces la dejé descansar unos minutos y enseguida le dije que se diese la vuelta y se tumbara boca arriba al borde de la cama con las piernas bien abiertas. Una vez en esa posición, seguí follándola por el coño como una posesa, sintiendo ya como sus manos apretaban mis nalgas hacia ella sin ningún pudor para que la penetración le fuese aún más profunda.

Pasado un buen rato y tras un mete y saca continuo, decidí arquear un poco mi cuerpo y aunque ella seguía con los ojos cerrados, acerqué mis labios a los suyos y me atreví a darle un leve beso, creyendo que su reacción iba a ser de un tremendo rechazo, pero mi sorpresa fue total, cuando noté que no lo rechazaba si no todo lo contrario, ya que además de devolvérmelo, siguió buscando mis labios con afán hasta que al final nuestras lenguas se encontraron y poco a poco se fueron entrelazándo y juntando nuestros jugos con unos besos casi de película. Ella tenía unos labios gruesos y carnosos como nunca había besado y eran de lo más suaves.

Luego le empecé a sobetear sus redondeadas tetas y así seguí follándola hasta que conseguí que tuviese de nuevo, probablemente el mayor orgasmo de su vida. Al final de todo, ella quiso devolverme todo el placer que yo le había dado, así que trató de imitarme en todo, y me fue devolviendo como pudo todo el placer que ella había recibido momentos antes, hasta que al final nos quedamos las dos extasiadas de sexo sobre las sábanas blancas de mi cama.

A partir de ese momento nuestra relación cambió por completo, pero para mejor, ya que al final le conté que era bisexual y poco a poco ella también se fue transformando, ya que entendía como yo que si en realidad lo que buscábamos era tan solo placer, igual lo podíamos obtener de un hombre que de una mujer e incluso conjuntamente, aunque ese todavía no había sido nuestro caso.

Bueno, espero que os haya gustado mi experiencia y mi relato y que os haya hecho sentir tanto como a mí al escribirlo.

FIN

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