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Las vacaciones de maría (ii parte)

en Zoofilia

CONTINUACIÓN DEL RELATO: LAS VACACIONES DE MARÍA (I PARTE).

Cuando lo sacaron nos quedamos maravilladas. Era un precioso ejemplar y él se ve que lo sabía, ya que en todo momento estaba erguido y triunfal. La yegua en cuanto lo olió, se puso a levantar la cola y a lanzar de vez en cuando unos chorros de líquido por su gran raja para tratar de incitarlo, y él se fue acercando a ella para olerla, poniéndose cada vez con más cacho de polla fuera. Así estuvieron un rato y nosotras presenciando todo aquello nos estábamos poniendo como una moto. Al rato, cuando los hombres vieron que ya tenía bien tiesa la polla, lo dejaron solo y lo primero que hizo fue volver a olerla y ponerse a su lado, aunque con medio cuerpo detrás. Entonces la montó y le daba unos pequeños mordiscos en el cuello a la vez que trataba de metérsela aunque sin conseguirlo ya que le daba con la polla en todos los sitios menos en su coño. Así que ahí es donde entró en acción el llamado “mamporrero”, que es el hombre que lo ayuda cogiéndosela con las manos y llevándosela hasta la misma entrada de su coño. Después el caballo de una fuerte embestida se la metió toda entera. Yo me sentía muy mojada y mi amiga debía de estar igual porque me miraba como diciendo que si llegáramos a estar allí las dos solas, seguro que ya nos estaríamos masturbando. La yegua aunque se veía que le gustaba, pegaba unos tremendos relinchos al igual que el caballo, solo que los de ella parecían ser de dolor y los de él de placer. Aquella hembra a su vez iba abriendo y cerrando los labios de su coño como si quisiera aún más trozo de carne. Después el caballo no aguantando más y tras unos cuantos resoplidos, le descargó dentro de su coño toda su abundante leche. Luego se bajó y con la polla todavía colgando aunque ya flácida, se lo llevaron para adentro. Seguramente hasta su próxima actuación. Después dimos una última vuelta por allí para que nos diese el aire y a la vez disimular la calentura que teníamos las dos.

Al volver, nos despedimos de todos y regresamos al cortijo. Ya de vuelta, Lucía me comentó que para ella también había sido toda una experiencia, ya que con tantas veces que había estado allí, nunca había podido ver como hacían lo de la remonta. Y dicho eso, continuamos el viaje de regreso pasando así otro día más de mi estancia en aquella tierra. Ya llevaba allí unos días y todos habían sido muy intensos. Ahora sabía que habían cosas que eran diarias de hacer, como por ejemplo limpiar la casa, dar de comer a los animales, ayudar en el huerto y como no, dormir la siesta. Todo lo demás quedaba a la imaginación de cada cual.

A veces íbamos al río, otras a pasear por el campo y también montábamos mucho a caballo.

Al pueblo al estar más alejado no acostumbrábamos a ir, aunque según me dijo Lucía, un día me llevaría para que lo viese con detenimiento y así de paso nos quedaríamos a comer por allí algunos platos típicos de la región acompañados con un buen vino. Aunque a mí con lo golosa que soy, lo que más me gustan son los dulces. Además he oído decir que por aquí existe una gran variedad de ellos.

Hoy nos hemos levantado muy temprano para hacer la faena de casa y mientras Lucía iba sacando el polvo de la parte de abajo, yo hacía lo mismo en la planta de arriba. Al acabar mi habitación y el baño le tocaba el turno a la de mi amiga. Así que poco a poco fui limpiando todo y después hice su cama. También recogí algunas prendas que había dejado por allí y se las puse en su armario. Allí en uno de los estantes, vi que tenía un bloc de dibujo muy grande y llena de curiosidad empecé a echarle una ojeada. Estaba repleto de bocetos hechos a lápiz y todos eran de mi amiga. Desde muy pequeña se le había dado muy bien dibujar y en más de una ocasión ya había querido dibujarme desnuda como si fuese una ninfa, pero yo siempre me había negado. Allí habían todo tipo de dibujos: paisajes, retratos, animales y etc. Pero lo que más se repetía en todo el bloc, era la figura de un joven muy bien formado, en todas las poses posibles, el cual lo hacía como si fuera un Dios griego, a veces con algunas túnicas y otras tantas desnudo por completo. Entonces cuando más entretenida estaba, entró  Lucía en la habitación y sin enfadarse por haberle cogido el bloc, me dijo que aquél  chico era un amigo suyo del pueblo que venía a veces a verla y de paso solía posar para ella. También me dijo que con un poco de suerte llegaría a conocerle, ya que solía venir por allí los fines de semana.

Tras acabar de hacer las tareas de la casa, solo nos quedaba cuidar de los caballos y dar de comer al resto de los animales, ya que como sabíamos, sus abuelos no iban a estar en todo el día. Aunque pudimos ver que antes de irse, nos habían dejado ya preparada nuestra comida. Así que una vez fuimos dando de comer a todos los bichos, solo nos faltaba arreglar los caballos. Así que comenzamos con nuestro ritual habitual. Nos fuimos al fondo del establo y empezamos a lavarlos, secarlos y cepillarlos como siempre. Pero en esta ocasión mi amiga tenía en su mente que aquello no iba a acabar igual que otras veces, y con cara de picarona me dijo que se había dado cuenta que el otro día me había quedado con ganas de más, así que hoy que estábamos solas en el cortijo iba a ser por fin mi gran día.

Hasta entonces todo iba transcurriendo normal, pero a partir de ahí, hizo que dejara mi caballo y me ofreció acercarme a Duende, ya que según ella era más dócil y se dejaba  hacer de todo mucho mejor. Yo accedí, y cuando estábamos juntas, tomó mi mano junto a la suya y empezó a acariciarle la cabeza, para después ir pasando por su cuello, hasta llegar a su lomo. Allí empezamos a darle unos ligeros masajes que hasta a mí me estaban poniendo un poco cachonda. Y así poco a poco se fue acercando cada vez más a sus órganos genitales. Entonces empezamos a sobarle suavemente los huevos hasta que Duende se fue poniendo a tono y empezó a sacar toda la punta de su negra polla. Lucía junto a mí se fue animando y siguió en su empeño, hasta que por fin consiguió que sacara otro trozo más de polla, a la vez que yo iba haciendo lo mismo, ya que al tenerla tan larga y gorda, había trozo para las dos. Mi amiga iba mirando mi cara que debía de ser un poema, debido a la emoción y con una risa nerviosa me dijo si quería que siguiésemos.

Yo, con la voz entrecortada le dije que sí, y de un tirón le sacó otro trozo más de carne. Aquello no paraba de crecer, aunque todavía la tenía muy flácida. Entonces Lucía me dijo que si quería vérsela más tiesa y grande tenía que ganármelo. Y diciendo esto, cogió otra vez mi mano y junto a la suya empezó a masturbarlo. Luego escupió en su mano y yo hice lo mismo en la mía, empezando así a deslizarlas de arriba hacia abajo, hasta llegar a sus testículos. En solo un momento aquella gran polla negra empezó a crecer y a endurecerse de tal manera que ya empezaba a darse golpes con ella en la barriga debido a la erección que había tomado.

Yo alucinaba en colores porque jamás había tenido entre mis manos, semejante cosa. Entonces empecé a notar que mis bragas estaban ya muy mojadas, al igual que mi coño, que no paraba de palpitar. Y con la mano que me quedaba libre, empecé a tocármelo. Y así con aquel sube y baja constante, el caballo empezó a soltar sus primeras gotas de leche. Lucía que lo vio se las limpió con la mano y me dijo si quería probarla. Al principio tuve un poco de reparo, pero después me decidí y chupé su mano con mi lengua. Su sabor era parecido a la de los hombres, pero esta era mucho más caliente y abundante. Después me dijo si me atrevía  a metérmela en la boca y yo con lo caliente que estaba, no me lo pensé dos veces. Me la  acerqué con la mano a la cara y empecé a darle besos justo en el centro del orificio de su cabezota. Después le hice un recorrido por toda su extensión y al volver a su glande, traté de metérmelo en la boca pero solo pude hacerlo un poco, ya que aquello era inmenso. Luego como si de un micrófono se tratara, se la pasé a mi amiga, la cual como ya tenía más experiencia lo iba poniendo cada vez más excitado.

El caballo empezó a moverse queriendo ya hacer algo más y en cada embestida iba soltando más de aquel líquido blanco, viscoso y caliente. Lucía tampoco se podía aguantar más, así que bajó su mano a su entrepierna y empezó a masturbarse como una loca. De vez en cuando le iba pasando su mano por el hocico para que la oliera y se pusiera más caliente todavía.

Y así, no pudiendo aguantarnos más, nos corrimos.

Primero nosotras, y después tras unas chupadas más de polla por nuestra parte, se corrió también el caballo, el cual llenó de leche nuestras bocas y nos roció todo el cuerpo con aquella inmensidad de líquido caliente que no paraba de salir de su descomunal polla.

Cuando todo acabó, Lucía y yo seguimos lamiéndole el miembro hasta dejárselo bien limpio y reluciente otra vez.

Después tras felicitar a Duende y premiarle con un terrón de azúcar cada una, volvimos a la casa disponiéndonos a asearnos y arreglarnos antes de ir a comer.

La experiencia para mí ése día no pudo ser más gratificante. Jamás había sentido nada igual. Luego estuvimos comiendo, y al terminar nos fuimos a hacer la siesta, pero ahora ya, después de todo lo que había pasado, nos dedicamos tan solo a dormir y a descansar.

Después por la tarde llegaron sus abuelos del pueblo y todo volvió a la normalidad. Más tarde estuvimos paseando por los alrededores hasta que se hizo de noche y después nos acostamos.

Al día siguiente bajamos en su coche al pueblo para poder verlo como me había dicho, con la idea de quedarnos a comer y regresar al cortijo después por la tarde. Nos habíamos  levantado pronto y ya teníamos hechas nuestras tareas. Así que una vez nos arreglamos con ropa cómoda y calzado adecuado, nos pusimos en camino.

Al llegar, todo el mundo iba saludando a mi amiga. Se veía que era muy conocida por allí. Entonces me dijo que la llamaban “la catalana”, cosa que a mí me hizo mucha gracia.

Después entramos en un bar de la plaza para desayunar y pedimos café con leche y unas tostadas con manteca blanca o roja. La verdad es que estaban muy ricas. Después al acabar, decidimos empezar con nuestra visita guiada. Lucía me fue enseñando y explicando todas las cosas, entre ellas su castillo, sus murallas, su iglesia y sus calles, las cuales me llamaron la atención por la blancura de sus paredes, al igual que por sus azules rodapiés, los cuales junto a los geranios que las adornaban, hacían que todo fuese una maravilla. En una de esas calles Lucía se paró a hablar con un joven al cual reconocí por los dibujos que había visto en su bloc. Después me lo presentó y me dijo que se llamaba Carlos, el cual era uno de sus mejores amigos, además de ser también su mejor modelo. A mí personalmente me pareció muy simpático, y aunque vestía muy moderno se le notaba un ligero aire de pueblo, lo que le daba un poquito de morbo. Pero en conjunto estaba para mojar pan.

Al despedirse le dijo a Lucía si quería que se pasara el fin de semana por el cortijo y así podría seguir hablando con nosotras y de paso si quería, podía posar para ella. Lucía le dijo que sí, y tras darnos unos besos nos despedimos. Después fuimos a tomar un refrigerio y nos pusieron unas tapas gratis según la costumbre de aquella zona. A continuación tras dar otra vuelta por el pueblo, decidimos ir a comer. Todo estuvo estupendo, y al llegar la hora de la siesta nos fuimos hasta un parque cercano y allí tumbadas en el césped, bajo la sombra de unos árboles frondosos, estuvimos descansando hasta que el calor se fue pasando. Entonces dimos ya la última vuelta por el pueblo y decidimos volver a casa. El camino de vuelta se hizo más corto y ameno ya que veníamos hablando de todo lo que habíamos pasado, y al llegar al cortijo, el primero que vino a saludarnos fue Sultán. Después en la puerta estaban ya sus abuelos esperándonos. Estuvimos hablando con ellos un rato y al acabar de cenar, tan solo vimos una película en la tele y nos fuimos a acostar ya que estábamos rendidas.

Al otro día de mis vacaciones y tras haber hecho las dos como siempre nuestras tareas, mi ilusión era la de volver a ver a aquel chico, ya que según dijo, hoy se acercaría por allí.

Aunque no le había dicho nada a Lucía, yo estaba pendiente del camino todo el rato por si lo veía llegar. Al final vi aparecer una silueta a lo lejos y no había duda, era él. Conforme iba acercándose me fui dando cuenta más de su figura. Era alto, moreno y estaba muy bien. Al verme empezó a saludarme desde lejos. Después al llegar me besó en la mejilla y fue entonces cuando llamé a Lucía.

Estuvimos los tres hablando un rato y nos comentó que al hacer tan buen día, había decidido venirse andando y ahora con tanto calor, venía todo sudado. Entonces Lucía le dijo que podía darse una ducha como otras veces para refrescarse, y él aceptó. Subió para el baño a la vez que se iba ya desnudando. Entonces mi amiga me preguntó si me gustaba y yo le respondí que sí, ya que estaba como un queso. Ella con cara de viciosilla me confesó que a veces acostumbraba a espiarle cuando se duchaba. Entonces me dijo que si quería verlo teníamos que esperar un momento y después al escuchar el agua de la ducha ya podíamos subir. Así que esperamos un ratito y corrimos hacia arriba. Una vez allí, con la puerta entreabierta pudimos verlo desde fuera a través de un espejo. En ese momento estaba de espaldas y se iba enjabonando todo. Después pasó a sus partes íntimas, dedicándole un buen rato a su polla, al igual que a sus nalgas. Más tarde se fue dando poco a poco la vuelta, dejando ante nuestros ojos su aparato varonil en todo su esplendor debido a tantos frotamientos. La verdad es que estaba muy bien dotado, aunque después de haber visto la de Duende no tenía ni punto de comparación. Después cuando vimos que estaba acabando bajamos rápido a la otra planta y tratamos de disimular esperándolo allí. Al rato bajó y nos fuimos los tres a dar una vuelta.

Estuvimos paseando y hablando durante un tiempo y al volver, abrimos una botella de vino para celebrar nuestro encuentro. Bebimos, tapeamos y tratamos de divertirnos, hasta llegar a la hora de comer. Después de hacerlo y tras los postres y los cafés nos fuimos a descansar cada una a su habitación, quedándose Carlos en el sofá del salón.

Cuando nos levantamos, a Lucía le entraron ganas de dibujar y como él no tuvo inconveniente, decidieron subir a su habitación. Yo me quedaba abajo, pero ella dijo que podía subir también porque él estaba acostumbrado y no le daba vergüenza posar delante de gente. Entonces accedí encantada y me fui con ellos para arriba. Mi amiga sacó su bloc del armario y él empezó a desnudarse. Se plantó allí de pie frente a nosotras y empezó a adoptar las posiciones que Lucía le iba pidiendo. Ella no paraba de hacer esbozos de toda su anatomía. Yo desde el principio estaba sentada frente a él y tal vez sin darme cuenta iba abriendo y cerrando las piernas inconscientemente y se me deberían de estar viendo los muslos y tal vez las braguitas, ya que poco a poco fui viendo que la polla de Carlos iba poniéndose cada vez más tiesa. Así que mi amiga al final tuvo que dejar de dibujar, aunque en vez de enfadarse por la situación tan solo le dijo que estuviera tranquilo, que ella tenía una solución muy buena para hacerle bajar aquella erección. Y sin decir nada más, se le acercó y empezó a chuparle la polla durante un buen rato. Después preguntó a Carlos si le importaba que la compartiera conmigo, a lo que él contestó que sería todo un placer. Así que Lucía me ofreció aquel pedazo de carne, dura y palpitante y yo, con lo caliente y las ganas que le tenía, me fui hacia él y empecé también a chupársela como nunca lo había hecho. Carlos estaba muy excitado y no paraba de gemir y de suspirar, y al ver que ya no aguantaba más, me pidió que le dejase follarme. Yo accedí y entonces nos dijo a las dos que nos diésemos la vuelta y mientras me follaba a mí, le daba también gusto con los dedos  a mi amiga. Así estuvimos un buen rato a la vez que nosotras nos  íbamos tocando las tetas y el clítoris. Él siguió embistiéndome con su larga polla pero a mi amiga le faltaba algo más que un simple dedo, así que sacó del cajón de su mesilla el vibrador y empezó a metérselo sin parar hasta lo más  profundo de su coño. Los tres estábamos ya a punto de corrernos. Primero lo hizo mi amiga, luego yo, y después como todo un campeón lo hizo Carlos, el cual al ver que llegaba al orgasmo nos hizo dar la vuelta par que se la chupásemos las dos. Después se corrió en nuestra boca y por toda la cara. Luego volvimos a chupársela entre las dos hasta dejársela bien limpia de leche. Lucía entonces miró a Carlos a los ojos y riéndose le dijo: ¿ves como sí tenía una buena solución para bajarte la erección?...

Ahora solo toca esperar unos minutos para que baje, aunque por hoy ya no voy a dibujar más.

Entonces  uno a uno nos fuimos duchando, y al llegar la noche Carlos se tuvo que volver al pueblo, aunque esta vez lo acercó Lucía con su coche. Yo me quedé esperándola en casa y cuando regresó, cenamos, vimos la tele un rato y después nos acostamos.

CONTINUARÁ EN EL RELATO: LAS VACACIONES DE MARÍA (III PARTE).

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