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El increíble regalo de mi sobrino.

en Confesiones

Hola, me llamo Juana. Soy una mujer felizmente casada desde hace años con un hombre bastante mayor que yo al que quiero mucho, aunque en lo referente al sexo, él ya no consiga ir a mi ritmo.

Es por eso que desde hace tiempo, he tenido que recurrir a un juguetito que él comprensiblemente me compró para contra restar esa diferencia y también como no, a mis hábiles deditos, los cuales se saben ya muy bien todos los caminos que van a cada uno de mis orificios.

Sobre mi familia os diré que no es muy larga, y que si de todos sus componentes tuviese que destacar a alguien en especial, ese sería mi sobrino, al cual desde siempre le he tenido mucho cariño y no precisamente por lo que solían decir de él de que estaba enamorado de mí y de que yo era para él su amor platónico desde que era pequeño, aunque jamás llegó a decírmelo debido quizás a que me casé muy joven y por respeto a mi marido decidió callarlo, si no  porque con él ha sido con quien más relación he tenido desde siempre.

Durante esos años entre nosotros todo transcurrió de forma normal, y además solíamos vernos en algunas celebraciones que organizaba la familia, hasta que al final,  por asuntos de trabajo de mi marido, tuvimos que mudarnos a otra ciudad, y desde ese mismo momento dejamos ya de vernos, aunque de vez en cuando nos hemos ido llamando y hemos podido hablar un rato.

Precisamente en una de esas conversaciones y no hace mucho de eso, mi sobrino me comentó que por algo relacionado con su trabajo, iba a tener que venir muy cerca de donde nosotros vivimos y le gustaría que pudiésemos vernos, ya que hacía mucho tiempo que no lo hacíamos y le haría mucha ilusión verme aunque solo fuese un momento, puesto que solo dispondría de un fin de semana.

A todo eso yo le contesté que estaría encantada y que si quería, podía quedarse en nuestra casa durante esos días, a sabiendas de que a mi marido no le iba a importar en absoluto, puesto que a él también le había caído muy bien desde siempre.

Así que una vez que aceptó y se lo comenté, me puse enseguida a prepararle la habitación, la cual decidí que fuese la contigua a la nuestra, puesto que según me dijo, vendría ese mismo fin de semana.

Al llegar el día señalado, tanto mi marido como yo estábamos impacientes y muy nerviosos, ya que hacía años que no nos veíamos. Por eso, cuando sonó el timbre de la puerta y la abrimos, nos quedamos los dos perplejos al ver que aquel chavalito al cual recordábamos de antes, se había convertido ya en todo un joven atractivo, alto, moreno y muy fuerte, al que (por lo menos yo) pensé que ahora todas las chicas se lo debían de estar rifando, cosa que después le hice saber, aunque él nos dijo enseguida que todavía no tenía ni novia, ni pensaba que su físico fuera para tanto como yo decía.

A continuación siguió explicándonos que él desde siempre había tenido en su mente un prototipo de mujer muy especial y definido, el cual hasta entonces y por circunstancias de la vida, no había podido conseguir pero que todavía seguía con la esperanza de poder lograr tenerlo algún día.

Dicho eso se fue a la habitación a deshacer su maleta y en cuanto lo hizo y algo ya más relajado, estuvimos tomando algo con él hasta que después más tarde nos pusimos a comer. Al acabar de hacerlo y tras los postres, estuvimos hablando con él largo y tendido de todo un poco, y al final decidimos irnos a descansar un rato con la intención de que luego más tarde, saldríamos a dar una vuelta para tratar de enseñarle la ciudad.

Durante el tiempo que pasamos en la habitación y una vez ya en la cama junto a mi marido, empecé a darle vueltas a todo lo que había dicho mi sobrino respecto a las mujeres, y por un momento sentí dentro de mí como un escalofrío recorría mi cuerpo, así como un cosquilleo muy intenso y agradable allí entre mis piernas, cosa que desde hacía muchísimo tiempo no había vuelto a sentir, tal vez debido a que yo sabía que todo aquello que había comentado lo había dicho por mí.

Por eso me empecé a sentir enseguida muy caliente y mojada a la vez y tuve que pedirle a mi marido que por favor me follase en aquel preciso momento, aunque él se negó a hacerlo alegando que eso no estaría bien, puesto que mi sobrino se encontraba justo en la habitación de al lado y podría oírnos, así que dicho eso, se dio media vuelta en la cama y se puso a dormir como un tronco.

Entonces yo como en otras ocasiones, tuve que abrir el cajón de mi mesita de noche y sacar de él un gran consolador que tengo de medidas considerables y me fui con él al lavabo de la habitación, en el cual empecé ya a acariciarme las tetas, mientras iba cerrando los ojos para así poco a poco, ir bajando una de mis manos hasta mi caliente coño.

Una vez allí estuve frotándome con ella los labios de mi caliente raja, mientras me iba relamiendo de gusto los de la boca, hasta que empecé a notar que mi calentura iba ya en aumento.

A continuación, fui metiéndome también los dedos para facilitar después la entrada en ella de aquel gran consolador, el cual empecé a meter y a sacar sin parar de mi palpitante coñito que tenía ya muy abierto, mientras iba mirando en el espejo como iban resbalándome ya por los muslos esas primeras gotas de líquido vaginal que salían de él.

Así me pasé un buen rato viendo y disfrutando de ello con la puerta cerrada del baño, hasta que empecé a notar que el orgasmo estaba  muy cerca. Entonces cogí una toalla y la mordí con fuerza para que una vez que me entrasen los temblores, no saliese de mi boca ningún gemido de placer al exterior.

Luego, una vez que me corrí de forma brutal y con el consolador todavía allí atrapado entre los muslos, decidí esperar un ratito antes de salir para reponerme, y tras asearme bien,  abrí la puerta, guardé el juguetito en el cajón correspondiente y volví a acostarme junto a mi marido el cual seguía dormido, y yo intenté hacer lo mismo.

Una vez nos levantamos todos, decidimos arreglarnos  y salir a pasear. Durante toda la tarde fueron muchas las vueltas que dimos tratando de enseñarle todos y cada uno de los rincones de la ciudad, por eso los tres estábamos muy cansados y decidimos parar un rato para tomar algo en algún sitio, el cual no fue otro que un bar musical de estilo inglés que vimos cerca.

Al entrar nos pedimos algo de beber y nos fuimos a sentar en unos reservados que habían. El ambiente del local era bastante íntimo, por lo que no había mucha luz, la música que sonaba era lenta y al fondo se veía una pequeña pista de baile.

La verdad es que las canciones que sonaban eran muy buenas, por eso, al escuchar una de ellas la cual me recordó viejos tiempos, le dije a mi marido que porqué no me sacaba a bailar, a lo que él me contestó que después de todo lo que habíamos andado no estaba ya para bailes, pero que si quería y a mi sobrino no le importaba, podía hacerlo con él sin ningún problema.

Naturalmente él enseguida dijo que sí, así que cogiéndome de la mano, me llevó hasta la pista con la mirada de mi marido puesta en nosotros. Una vez allí puso sus manos sobre mi cintura y los dos empezamos a movernos acompasadamente. De cerca, su olor era cautivador y más aún cuando empezó a pegarse a mí y nuestros rostros llegaron casi a juntarse.

Desde allí yo iba mirando de reojo a mi marido, el cual no nos quitaba la vista de encima, aunque al estar algo alejados de él y la luz de la sala ser tan tenue, no sé yo si nos podría estar viendo bien. Y eso mismo debió de pensar también mi sobrino, puesto que en un instante había pegado ya todo su cuerpo al mío y había puesto sus manos justo sobre mis nalgas, por lo que enseguida pude notar que su entrepierna la tenía a punto de reventar bajo el pantalón, por lo dura y tiesa que se la estaba sintiendo sobre mi vientre, cosa que desde hacía un montón de tiempo no había vuelto a sentir, y así la mantuvo durante toda la canción.

Además, en cada vuelta que dábamos y en cuanto se quedaba de espaldas a él, aprovechaba para apretarme mucho más las nalgas sin disimulo alguno y atraerme más hacia él, para así notar mejor mis voluptuosas tetas sobre su pecho.

En ese instante la verdad es que no supe como reaccionar, puesto que por un lado todo aquello me parecía muy mal, pero por otro me sentía alagada y muy caliente a la vez, al comprobar que aún podía poner cachondo con mi cuerpo y de aquella manera a un joven como él, por eso, como estaba indecisa, decidí cerrar los ojos y dejarlo hacer sin armar un escándalo.

No obstante, en cuanto acabó la canción que estaba sonando, le pedí que por favor volviésemos junto a mi marido, el cual seguía esperándonos en el reservado.

Luego, al acabar de beber nuestras consumiciones y tras estar los tres un rato hablando, salimos del local y nos dirigimos a casa. Una vez llegamos estuvimos tomando una última copa, y a continuación algo más tarde nos pusimos a cenar.

Durante su transcurso tan solo se habló de cosas en general y en ningún momento, ninguno de los dos comentó nada sobre lo ocurrido en el bar, por lo que yo también decidí no comentar nada al respecto.

Después, tras pasarnos un buen rato juntos viendo la televisión, decidimos irnos a dormir. La verdad es que yo aún seguía muy caliente por todo lo ocurrido, por eso traté por todos los medios de ir provocando a mi marido para ver si así conseguía que esta vez me follase sin ningún tipo de excusas.

Para ello me puse muy sexi con tan solo un sujetador negro y un pequeñísimo tanga a juego sobre mi cuerpo, y empecé a moverme ante él de forma sensual y provocativa. Seguidamente me acerqué sin dejarle reaccionar y le saqué su polla al exterior, la cual aunque la tenía flácida, enseguida empezó a reaccionar tras los continuos meneos de mis manos sobre ella y se le fue poniendo bien tiesa y dura, cosa que aproveché para hacerle una estupenda mamada metiéndomela toda en la boca hasta el fondo de mi garganta, ante su cara de incredulidad.

Después, cuando noté que la tenía ya bien gorda y larga, me puse en cuclillas sobre él y separándome bien las nalgas con las manos, fui tratando de meterme todo aquel cacho de carne palpitante hasta el fondo de mi coño.

Una vez lo conseguí empecé a culear y a cabalgar sobre él frenéticamente arriba y abajo y eso originó que ambos empezáramos ya a gemir como locos, pidiéndonos más y más cada vez, sin importarnos que al otro lado de la pared estuviese mi sobrino, el cual tal vez al oírnos, casi seguro que se la estaría meneando también allí tendido sobre la cama, deslizando su mano arriba y abajo una y otra vez a todo lo largo de su grandísima polla, la cual había tenido la suerte de poder sentir antes allí apretada sobre mi vientre.

Por mi parte yo seguía subiendo y bajando sin dejar de cabalgar sobre la polla de mi marido y así me estuve un buen rato, logrando correrme en varias ocasiones. Él por su parte quiso  también tomar la iniciativa y tras hacerme poner a cuatro patas sobre la cama, empezó desde atrás a metérmela sin parar dentro de mi ardiente raja, haciendo chocar sus huevos constantemente contra mi caliente cuerpo, y así se pasó un buen rato hasta que al final y sin poder aguantarse más también se corrió aunque sobre mis redondeadas nalgas, lanzando sobre ellas unos buenos chorros de leche calentita, de los cuales cogí un poco con las yemas de los dedos y me la llevé a los labios para poder saborearla bien, puesto que desde siempre me ha encantado hacerlo y ahora hacía tiempo que no lo probaba.

Para mí lo más morboso de todo fue que mientras follaba con mi marido, en mi mente se mantenía la escena de aquella pista de baile con la polla de mi sobrino allí apretada sobre mí a punto de estallar, al igual que la debía de tener ahora en su habitación, con tanto sube y baja de su mano sobre ella, la cual en un momento se la iba a dejar toda pegajosa y llena de ese líquido viscoso y calentito que tanto me gustaría a mí probar, puesto que además sabía que lo iba a disparar a mi salud y pensando en mi cuerpo.

Todos esos pensamientos seguían en mi cabeza y ni yo misma me reconocía, ya que durante tantos años jamás le había puesto los cuernos a mi marido ni tan solo me lo había llegado a plantear.

La verdad es que esa noche los dos nos lo pasamos de maravilla, por eso al acabar y ante su cara de incredulidad, le besé en los labios y lo felicité como a todo un campeón por la buena faena que me había realizado.

Seguidamente y tras darnos las buenas noches nos pusimos a dormir, cosa que él hizo al momento empezando a roncar como siempre, pero yo no pude porque aún seguía pensando en todo lo que había ocurrido y no sabía qué hacer, así que decidí por lo menos intentar relajarme un poco y esperar a los próximos acontecimientos.

Al día siguiente al levantarnos por la mañana, mi sobrino nos comentó que tenía que ir a arreglar unos asuntos de trabajo y que estaría fuera todo el día, por lo que tan solo vendría a casa a la hora de cenar.

De lo ocurrido hasta entonces nuevamente nadie comentó nada, por lo que llegué a pensar que tal vez ahora los jóvenes eran más liberales y actuaban de esa forma y yo tan solo había sido una mal pensada, cosa que definitivamente me dejó mucho más tranquila.

Luego tras despedirse de nosotros, seguimos con nuestra rutina de siempre y durante todo el día ni nos  llegamos a acordar ya más de él.

Al llegar la noche vimos que regresó un poco más alegre de lo normal, pero aún así nos estuvo intentando explicar todo lo que había podido solucionar para su empresa. Luego a continuación, estuvimos cenando y viendo un poco la tele. Al final nos comentó que al día siguiente tendría ya solo una última reunión y tras ella habría concluido su trabajo allí, por lo que había decidido que regresar a su casa ese mismo día, no sin antes agradecernos una y otra vez nuestra gran hospitalidad.

Dicho eso y tras desearnos buenos sueños, nos fuimos a dormir. Yo esa noche decidí ponerme lo más sexi que pude, con tan solo un picardías y un pequeño tanga todo de color negro, para ver si así mi marido se animaba de nuevo y me volvía a follar como en la noche anterior, pero fue caer en la cama y apagó la luz, se puso de lado mirándome, y en un momento empezó a  roncar, así que con gran decepción para mí, encendí la tenue luz de mi mesita de noche y de nuevo abrí el cajón en el  cual guardaba mi fiel consolador junto a un libro que estaba leyendo y tras  mirarlo nerviosa y con muchas ganas, al final e incomprensiblemente esa noche me decidí por la lectura.

Entonces, al cabo de un instante y cuando más concentrada estaba en ella, sentí como alguien trataba de abrir con mucho sigilo la puerta de la habitación, y la verdad es que me asusté bastante, aunque enseguida vi que era mi sobrino en pantalón de pijama, el cual con un dedo cruzando sus labios me indicaba que guardase silencio, mientras iba mirando a mi marido y se iba acercando muy despacio hacia mí.

Luego se sentó al borde de la cama ante mi cara de incredulidad y cogiéndome el libro con sus manos, lo puso sobre la mesita de noche. Después acercó su boca a mi oído y me susurró: por favor tita, sobre todo no te asustes puesto que yo jamás te haría daño alguno. Lo único que deseo en este momento es tan solo regalarte todo el amor y el placer que desde hace tantos años he estado guardando para ti.

Dicho eso y sin dejarme reaccionar, tapó mi boca muy sutilmente con una de sus manos ante mis ojos de asombro y me indicó de nuevo que no hiciese ningún ruido. Seguidamente empezó a besarme en el cuello con mucha delicadeza y por esa razón se me empezó a erizar todo el bello del cuerpo, mientras intentaba impedírselo moviendo mi cabeza de un lado a otro.

Luego, con su otra mano  mientras iba mirando a mi marido, empezó a acariciarme las tetas aunque por encima del picardías, lo que originó que mis pezones ( aún sin quererlo ) se me fuesen poniendo muy duros y abultados, cosa que él al darse cuenta de ello, me las sacó ya al exterior y empezó a lamérmelos y a chupármelos como si fuese un bebé.

Todo eso me estaba poniendo muy cachonda aunque trataba de disimularlo, y aún más cuando esa misma mano la fue bajando por todo mi cuerpo hasta llegar a mi vientre. Una vez allí volvió a acercar su boca a mi oído y me susurró que si le prometía no gritar, me quitaría la mano de ella, a lo que yo asintiendo con la cabeza le dije que sí, no sin antes cerrar los ojos y apretar bien fuerte mis piernas.

Seguidamente empezó a sobarme el coño por encima del tanga, puesto que no podía adentrarse más, pero conforme iba haciendo su faena, mi calentura fue en aumento y la presión que hasta entonces había ido ejerciendo sobre mis muslos, se fue aflojando hasta el punto de que al final me di por vencida y lo fui dejando hacer.

En ese momento él se dio cuenta de ello y abriéndome las piernas me separó hacia un lado el tanga y empezó a meterme uno de su dedos dentro del coño, el cual debía de tener ya todo mojado debido al placer que me estaba proporcionando.

Luego continuó acariciando mi abultado clítoris, mientras iba metiéndome  y sacándome ese dedo que tanto gusto me estaba dando en el coño, con el morbo añadido de tener allí al lado a mi marido, el cual seguía allí durmiendo.

Al cabo de un instante noté que paró de golpe con el dedo y por curiosidad abrí los ojos para averiguar la razón, la cual no era otra que mi sobrino se había sacado ya fuera del pantalón toda la polla y los huevos y se la estaba meneando allí mismo, mientras iba contemplando mi cuerpo.

Al ver aquello me quedé petrificada, pero no tanto por el hecho en sí, si no por el tamaño tan bestial que tenía su polla tanto en grosor como en longitud. Entonces él se dio cuenta de la cara de asombro que puse y mirándome a la cara con una leve sonrisa, me invitó a que se la tocase, cosa a la que yo naturalmente me negué.

A continuación, y sin dejar de mirarme con aquella cara de pícaro, cogió una de mis manos junto a la suya y la llevó hasta ella, haciéndome que se la abarcase por completo y fuertemente además. Luego ya con nuestras manos juntas, empezó a moverlas arriba y abajo muy suavemente hasta que notó que me iba gustando y lo iba haciendo ya sola y sin ayuda.

Él por su parte siguió metiéndome los dedos en el coño y así, masturbándonos al unísono, nos pasamos un buen rato, aunque disimuladamente yo le indicaba por señas que aquello que hacía no estaba nada bien.

Seguidamente volvió a cogerse la polla con una mano y tras mostrármela en toda su plenitud,  empezó a sacudírsela arriba y abajo mientras me la iba acercando poco a poco a la cara. En ese momento y adivinando sus intenciones, le pedí que por favor no lo hiciera, mientras miraba de reojo a mi marido e iba cerrando los ojos poniendo cara de asco y apretaba fuertemente los labios, aunque en el fondo lo estuviese deseando.

Aún así y tras mis súplicas, al cabo de un instante empecé a notar una cosa muy suave y calentita frotándome los labios como queriendo entrar en mi boca, que era la punta de su polla la cuál seguía presionando sobre ellos, aunque sin conseguir abrirse paso debido a la presión que yo iba haciendo sobre ellos.

 Por eso mi sobrino con dos de sus dedos, me apretó suavemente la nariz para que al no poder respirar, tuviese que abrir la boca sin remedio, cosa que al hacerlo aprovechó para meterme todo aquel abultado glande dentro de ella ante mi gran sorpresa, y allí se pasó un buen rato jugando con él intentando meterme toda aquella polla cada vez más.

Yo, aunque al principio no colaboraba en nada, en cuanto empezó a bombear muy despacio  dentro de ella y aquella suavecita cabeza iba frotando una y otra vez en mi lengua pudiendo notar su textura, al final acabé lamiéndosela y chupándosela sin prejuicios como si no hubiese un mañana.

A partir de ahí vi que le empezaban a salir ya las primeras gotas de líquido por su agujerito central y se las fui lamiendo todas con gusto. Luego, bombeo tras bombeo, consiguió que me la tragase entera y fuese sintiendo una y otra vez como iba chocando en el fondo de mi garganta.

A continuación, me preguntó al oído si estaba disfrutando con todo aquello y yo ya sin disimulo alguno le contesté que sí, cosa que a él le dio confianza para dar el siguiente paso. Para ello me quitó de repente el tanga y girándome un poco el cuerpo, me abrió de piernas y  fue metiendo su cabeza entre ellas.

Así empezó a lamerme y a chuparme el coño sin parar mientras me iba metiendo los dedos, haciendo que me corriese enseguida como una loca dejándole allí atrapada su cara entre mis suaves muslos, tras las fuertes contracciones que dicho orgasmo me produjo.

Seguidamente me hizo poner de lado en posición casi fetal y así con la cara casi pegada a la de mi marido, y las nalgas hacia fuera de la cama, me empezó a follar desde atrás entrando y saliendo sin parar de mi apretadísima y casi rasurada raja.

Yo para no soltar ningún gemido al exterior, iba mordiendo las sábanas una y otra vez en cada embestida que me daba, mientras mi cara casi chocaba con la de mi marido, el cual seguía allí roncando ajeno a todo lo que estaba pasando.

Después, reconociendo el gusto que me estaba proporcionando mi sobrino, fui yo misma la que decidí levantar una pierna para facilitarle mejor la faena y que de esa forma, pudiese verme mejor toda la zona del coño y del culo.

Luego cuando se cansó de follarme en esa posición me hizo poner a cuatro patas sobre la cama. En ese momento fue cuando al ver mis redondeadas nalgas así como el culo tan respingón que tengo, me preguntó muy nervioso al oído si alguna vez me habían dado por el culo y si era así, que le dijese si me había gustado la experiencia, y al contestarle en voz baja que sí a ambas cosas, empezó a besarme las nalgas sin parar así como la oscura aureola de mi orificio trasero, mientras iba pinchándome con la punta de su lengua justo en el centro de mi oscura diana.

Al cabo de un momento de ir haciéndomelo y tras el placer que eso me estaba proporcionando, noté como iba introduciéndome ya uno de sus dedos y lo empezaba a mover en círculo dentro de mi apretado orificio.

A continuación, cogiéndose su gran polla con una mano, dirigió su glande hacia mi diana y empezó allí a dibujar sobre ella unos pequeños circulitos hasta que poco a poco empecé a notar como justo en el centro, iba pinchándome una y otra vez con la punta, hasta que consiguió metérmelo por completo dentro de ella.

A partir de ahí y tras un leve quejido de dolor por mi parte, empezó a ir introduciéndome toda aquella larga barra de carne hasta el fondo de mi apretado agujero, y a partir de ahí empecé ya a disfrutar de toda ella como una loca con cada embestida que me daba.

Para mí aquello era como estar en la gloria, pero como todo lo bueno acaba, aquello no iba a ser diferente, así que tras unas cuantas embestidas más y notando desde hacía rato como sus huevos iban chocando en mi cuerpo una y otra vez, me la sacó del culo con mucho cuidado y tras meneársela frenéticamente detrás de mí, se corrió sobre la raja de mis nalgas al igual que hice yo casi al unísono, aunque sobre mis dedos, los cuales me dejé impregnados con mis jugos vaginales ya que durante todo el rato que él me había estado follando por el culo, yo me había ido frotando el clítoris sin parar ni un solo momento.

Entonces en cuanto noté aquella leche tan calentita sobre mis nalgas, volví a tomar un poco con mis dedos y la llevé hasta la punta de mi lengua para saborearla bien como en otras ocasiones, ya que como bien os dije me encanta hacerlo desde siempre.

A todo eso y debido tal vez a tanto movimiento en la cama, mi marido se movió un poco aunque sin despertarse, y se dio la vuelta hacia el otro lado, lo cuál hizo que mi sobrino se asustase un montón y se fuese rápido a su habitación sin mediar palabra mientras se iba subiendo el pantalón del pijama, dejándome allí con toda aquella leche caliente resbalándome ya hasta por los muslos.

Así que tratando de no hacer ruido, bajé de la cama y me fui al lavabo a asearme bien para después volver junto a mi marido, mientras pensaba ya en lo que pasaría al día siguiente con mi sobrino, puesto que  aunque yo sabía muy bien que aquello no iba a volver a repetirse, no sabía como se lo habría tomado él, no obstante traté de tranquilizarme y esperé a ver que pasaba entonces.

Por un lado me sentía culpable, pero por otro creía también que lo que había sucedido allí no se podía considerar como unos auténticos cuernos, puesto que mi sobrino desde siempre me había querido un montón e incluso había estado enamorado de mí aunque jamás me lo dijo, y eso al final de los años creía que debía de tener un premio a la fidelidad, cosa que yo había tenido la oportunidad de poder entregarle.

Y así con todas esas reflexiones en mi cabeza, intenté dormir un poco o por lo menos descansar algo. Fue así como al día siguiente me levanté muy relajada aunque a la vez recelosa y avergonzada, y por eso traté de evitar a ambos en todo momento, aunque ninguno de ellos comentó nada de nada al respecto.

Mi sobrino por su parte siguió comportándose como lo había estado haciendo hasta entonces y durante todos esos años, y lo único que salió de su boca referente a lo ocurrido y en secreto tan solo para mí fue: perdóname tita si te he ofendido con mi regalo y muchas gracias por haberme dejado cumplir por fin el gran sueño de mi vida.

Dicho eso y llegado el momento, cogió su maleta, se despidió de nosotros, y tras darse la vuelta con una sutil sonrisa en los labios se dirigió a su casa, viendo como mi marido ponía un brazo sobre mis hombros atrayéndome hacia él con mucho cariño,  mientras se alejaba.

FIN.

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